El sábado, 23 de junio, tuvo lugar la concentración ante la cárcel de Castellón I convocada por su familia para exigir la excarcelación de Francisco Chamorro Giménez, preso en esa cárcel y enfermo de cáncer, por lo que debería ser excarcelado en aplicación de las leyes vigentes. De hecho, ya había sido clasificado en tercer grado, paso necesario para la libertad condicional, en la cárcel de Madrid VII, donde estaba hace unos meses. Pero al llegar a Castellón y habiendo mejorado algo su estado, después de recibir en un hospital de Madrid un tratamiento de quimioterapia, el juez de vigilancia penitenciaria le negó la libertad condicional, porque la gravedad de su estado no aseguraba que no pudiera volver a delinquir y porque su enfermedad no era todavía terminal. Esto último no lo menciona ni define la ley en ningún momento como condición para la excarcelación, sino la “enfermedad muy grave con padecimientos incurables”. Entonces, la junta de tratamiento de Castellón I decidió, inexplicablemente, retirarle el tercer grado. Si no fuera por eso, Francisco podría salir ya en libertad condicional, pues ha cumplido las tres cuartas partes de la condena de 20 años que padece, habiendo pasado 16 años preso. Esa liberación sería indispensable, si se aplican los criterios de humanidad que teóricamente animan la ley, ya que Francisco, no está recibiendo el tratamiento adecuado a su estado de salud, ya que ni siquiera se le está sacando a visita con el especialista del hospital, ni se le proporciona la alimentación adecuada. Se puede decir que se está haciendo lo necesario para que su enfermedad avance rápidamente y muera pronto. Quizá entonces, cuando ya estuviera asegurada su muerte a corto plazo, se le excarcelaría, según la macabra política que ha seguido hasta ahora la SGIP en casos parecidos. De momento, no sólo no se está cuidando de su salud y de su vida, como exige la ley, sino que se le está privando de su dignidad humana. Varias autoridades carceleras de Castellón I han llegado a amenazarle, exigiéndole que cese la ejemplar actividad reivindicativa que está desplegando su familia para conseguir su excarcelación, o que solo saldrá de allí “con los pies por delante”. Él mismo nos lo cuenta en las dos cartas que insertamos a continuación. En la última edición de Tokata Y Fuga se puede escuchar una grabación del ambiente de la concentración y aquí arriba se pueden ver algunas fotos. Asistieron unas cuarenta personas, entre familiares de Francisco, vecinos y vecinas suyas y gente solidaria de Valencia y Castellón. Se mostraron pancartas, se repartieron panfletos entre la gente que entraba y salía de comunicar y se habló y se gritó durante varias horas -de 1.00 a 14:00- proclamando la injusta e inhumana situación que hacen soportar a Francisco y a su familia y exigiendo el remedio: su excarcelación inmediata. Ni la familia ni quienes la apoyan piensan parar hasta conseguir la liberación de Francisco.
Castellón, 6 de junio de 2018
Un saludo cordial y gracias por parte de los internos que nos encontramos en la enfermaría de la prisión de Castellón I.
Soy Francisco Chamorro y os estoy muy agradecido por vuestro interés en mi situación y el ánimo que nos estáis dando que nos hace mucha falta. Sólo de pensar que sigue habiendo humanidad en la sociedad que vivimos. Radio Tokata y todos los que hacen posible que se oigan las voces de las personas más desamparadas y aisladas de la sociedad, que somos los enfermos que nos encontramos en las enfermerías de las prisiones. Perdón por mi letra, pero estoy perdiendo mucha fuerza en los dedos, en las piernas y en general. Esto es un calvario continuo, quiero resumir todo lo que nos está pasando, en especial a mi madre, Rosa, y a mí, Francisco, que estoy perdido, no me responde mi cuerpo y psicológicamente, si quieres que sea sincero, muchas veces me pongo a llorar sin saber que lo estoy haciendo. Estoy en el punto en que la locura se apodera de mí. No puedo casi comer, me arrastro con una muleta. Por favor, que me dejen tranquilo.
Desde el 19 de enero que ingresé en esta prisión, en la enfermería, estoy sufriendo con las dudas de si alguna vez se acabará todo esto. El trato es brutal, no tengo fuerzas para seguir. Desde que mi madre y otras muchas personas se manifestaron en el juzgado, solo recibo amenazas por parte del educador y el trabajador social, mandados por la subdirectora de tratamiento. Hoy se me han presentado estos dos señores por quinta vez diciéndome que pare a mi madre, que ya puede hacer lo que quiera que me como la condicional con papas, y que haga un escrito a la subdirectora pidiéndole disculpas. Y que el día que tiene prevista la manifestación que la aborde en la puerta de la prisión, que le impida seguir dando por culo. Esas han sido sus palabras, que las consecuencias las voy a pagar yo, que ya las estoy pagando. No me hacen caso ni los médicos; cuando con estos malditos dolores bajo a pedir ayuda, o no está el médico o se niega a atenderme sin palabras. Pues, chico, Paracetamol o Nolotil pinchado, tengo las nalgas llenas de bultos de tanto pinchazo. Hoy, harto de tantas mentiras y a causa de lo que me está pasando con el educador y el trabajador social, le he preguntado al subdirector médico qué pasa con lo que pidieron los médicos del hospital en febrero, que se me enviase a casa, ya que en la prisión no llevo el tratamiento correspondiente. Su contestación es que él ya había hecho ese mismo informe, porque hablaron con otra doctora y lo entregaron el 24 de febrero a la subdirectora. ¡Pero, por los clavos de Cristo! ¿Qué quiere esta señora? ¿Qué tiene contra mí? ¿Quién está mintiendo? Solo quiero recuperarme, aunque sea como lo estoy haciendo. Quiero vivir y que no me atormenten tanto, porque me están haciendo mucho daño, ya que los presos no tenemos la misma atención médica que el que está en la calle.
El mes pasado, mayo, día 8, tenía que salir al hospital, a una gastroscopia y lo suspendieron para un mes más tarde. Hoy, 9 de junio, tengo la salida a las 9:30. Me han dicho que esté preparado, son casi las 2 de la tarde y sigo esperando en ayunas. Por favor, que se acabe todo esto ya. La gastroscopia es importante, porque, desde que caí enfermo, en abril de 2017, el médico me decía que era normal que vomitara tanto, que era del hígado. Se jubila en julio como subdirector médico. Y a mediados de abril la doctora Rosa me saca al hospital general y dicen que estoy muy bien. Me llevan de conducción vomitando sangre negra. Era un vómito que olía muy mal; no era sangre todo, sino mezclada con líquidos del estómago. En Picassent, el médico dice que los que pasan en tránsito solo se nos da la medicación ya prescrita. Le conté lo que me estaba pasando y me dijo que me esperase a llegar a Estremera. En Villena, con todo el dolor que tenía, cuando vino la ATS, no me dejó ni hablar, que no era su problema. De hecho, por una rejilla de la puerta, me tiró la medicación y se fue: Almax y paracetamol de 1000 mg. Al otro día, al salir de la celda, me desmayé, me metieron en una habitación y, cuando desperté, estaba dentro del autobús y me dolía mucho la cara. Cuatro días después, llego a Navalcarnero y un preso me dijo. “¿Cómo estás? Porque no veas los guantazos que te daban en Villena los funcionarios. No recordaba nada, pero, cuando me vi en el espejo, tenía la cara llena de golpes. Pero los funcionarios de Valdemoro ni me hicieron caso y me sacaron a enfermería. El médico no me preguntó por qué tenía la cara toda llena de moratones, pero sí me preguntó por qué me quejaba tanto y le conté lo que me estaba pasando. Me hizo una ecografía y me dijo: “Tienes algo en el estómago, tendrás que aguantar hasta llegar a Estremera.
En mayo, día 8, ingreso en el módulo 1. La médica, en este caso, pasaba consulta cada 15 o 20 días, pero esta señora me decía que no siguiese contando cuentos. Todo el mes de mayo, me sacaban a urgencias de la enfermería de la prisión y siempre lo mismo. El 22 de junio, ya empecé a vomitar mucha sangre y a perder el conocimiento, y esta doctora, que está denunciada, me dice: “Te voy a sacar al hospital, pero, como no tengas nada, ya hablaremos tú y yo”. Me hicieron analíticas y más placas y me diagnosticaron cólico de vesícula. Otra vez al furgón, como un perro, y para la cárcel. Yo confiaba en los médicos. Fueron tres veces las que me sacaron a urgencias del Gregorio Marañón, hasta la última, que una doctora me dijo: “te voy a hacer una gastroscopia”. Y la dieron para el 12 de septiembre, esto a finales de junio, y ese mismo día, estando en el módulo de la UTE tres meses, otra vez me desmayé y todos los compañeros se pusieron en pie de guerra, reclamando que, por una vez, me viese un médico, no un matasanos. Y, por fin, metido en un furgón, esposado y vomitando, una hora de viaje, que me creí que me moría por el camino. Me ingresan y el médico Víctor, internista y el cirujano me dicen lo que tengo: cáncer de estómago, el 13 de septiembre, y que pintaba mal, en diez días me tenían que operar y quitarme todo el estómago, lo demás ya lo pone en los informes. Ahora, todo lo que me pasa en este hospital: dos infecciones de sangre, me atraviesan los pulmones por varios sitios, de estar pesando 84 kilos, voy bajando progresivamente de abril a septiembre de 2017, hasta los 46 kilos.
Hoy, 8 de junio, después de suspenderme en mayo la gastroscopia, me dice un ATS que no me han sacado porque no había policía para el traslado, pero a otro compañero sí lo han sacado con la policía al mismo hospital. Un funcionario me dice que por parte del médico de la prisión sí estaba preparada la salida, pero de arriba no habían firmado mi traslado al hospital. Pero, por favor, que están acabando conmigo. ¿Qué es lo que quieren de mí? ¿Me corto el cuello y me mato o esperan a que me vuelva loco? No sé ni lo que hacer ya. El educador y el trabajador social incordiando con que haga el escrito de disculpas a al subdirectora. La psicóloga no se ha dignado en estos seis meses a atender mis instancias. El jurista lo mismo. No quiero hacer sufrir más a mi madre, porque ella ya ha sufrido bastante con las palizas que le daba mi padre fallecido. Le pegaba con palos, puñetazos, patadas… hasta le abrió la cabeza con una piedra. Quería matarla, pero ella se escapó con mis dos hermanos a casa de mi abuela, en Vilareal. Yo me quedé, pero mi madre no paró hasta que la guardia civil vino con ella y con mi abuela y me llevaron con ellas. Mi madre ha sufrido mucho de verdad. El otro día, cuando la vi en la televisión, me emocioné, no se merece que la engañen de esta forma ni que no le den ninguna clase de información como están haciendo. Y lo que le dijo la subdirectora de tratamiento, delante del abogado: “ponte el teléfono fijo que en dos semanas tu hijo está contigo”. ¿Por qué nos hacen esto?
Castellón, 10 de junio de 2018
Buenos días, primero quiero decir en este día muchas gracias a la Asociación y a ti, por supuesto y a toda persona que ha escuchado a mi madre. Mi madre, que es la persona que más quiero. Por otra parte, han soltado a un compañero que estaba conmigo en esta enfermería de la cárcel de Castellón I y que está sufriendo lo insufrible, lo han soltado, pero cómo. Con metástasis por todo el cuerpo, cuando ya no se podía mover de su cama. Él mejor que nadie sabe todos los abusos que se están cometiendo en esta prisión. ¡Cuídate, amigo, y que Dios nos dé salud para vernos en la calle! Él bajaba al economato, se pegaba sus partiditas al dominó, pero fue decayendo hasta quedar postrado en la cama. Yo no quiero llegara a ese extremo, por eso prefiero arrastrarme con una muleta, aunque no siempre puedo y también me quedo en cama de los dolores y sin fuerzas. Me mantengo con los 20 euros que me ingresa mi madre, solo para poder comer un poco de jamón cocido y cereales, aunque es todo carísimo, pero, bueno, así me voy manteniendo.
Aunque no quería tocar el tema, te voy a hablar de mi esposa Manuela, que falleció en la prisión de Albolote, en Granada, el 26 de febrero de 2012, de un paro cardiaco. Te cuento lo más breve posible, porque no hay día que no recuerde a mi esposa. Tenemos cuatro hijos y nueve nietos que apenas conozco. El día 15 de febrero, estando trabajando en cocina, me llama la trabajadora social diciéndome que llamase a casa. Llamé a mi hijo Francisco y me dijo: “La Mama está en coma en el hospital”. Caí al suelo desvanecido, porque yo hablaba con Manuela dos veces al mes, por teléfono, lo permitido entonces. Solicité más información sobre su estado, pero no tenía contestación de nadie, estando en un módulo de máximo respeto. Pero nada, no sabía nada, nadie me decía nada. Susana, la trabajadora social, el educador D. José Espejo, que este tío ha sido el que más daño me ha hecho. ¡Cómo son en esta cárcel! Por fin, un funcionario me dejó ir a enfermería y hablé con Don Rafael. Él llamó a sus compañeros de la otra prisión y me dijo: “Siéntate, Francisco, tu esposa está muy mal, le han dado el tercer grado, está en coma, que te lleven lo antes posible”. Total, que llamé al funcionario y le expliqué que quería ver a mi esposa, que estaba muy mal. Fueron pasando los días y nadie me decía nada. No comía, no dormía, solo hacía que llorar y pidiendo por favor que me llevasen, que estaban mis hijos en el hospital y no dejaban de llamar aquí para que me llevaran para Granada.
Ya, por fin, se presenta Dª Celia, el día 20 o 21 de febrero, diciéndome estas palabras: “¿Qué te pasa? ¿Por qué das tanto por culo?”. “¿Qué no lo sabe? Que Manuela está muy mal”. “Bueno, ¿qué quieres?”. “¿pero qué pregunta es esa? Me quiero ir al lado de mi esposa y mis hijos”. “Pues echa la baja de cocina y del módulo”. Pero me lo dijo de malas formas. Y no queda todo ahí. Me sacan de conducción el día 26 de febrero, el mismo día que mi amor se me fue para siempre, de4s`pués de diez años en la cárcel. Hago noche en Picassent, paso por Murcia, campos del Río, donde también hago noche y, sobre las tres dela mañana, me llama un funcionario y me dice que me volvía a Castellón. Entré en cólera. Y al otro día, otra vez lo mismo, a Picassent y, al día siguiente, a Castellón I. allí, me cambian a otro autobús, a Tarragona. Cuando llego, un funcionario preguntó por mí y me dejó llamar. Llama a mi hijo Francisco y me dice: “Papa, a la mama la hemos enterrado hace cuatro días”. A día de hoy, no me creo que mi esposa Manuela está fallecida. No ha conocido ni a los nietos que tiene. Mis hijas, Tamara y Sheila, cayeron en depresión. La pequeña, Tamara, que hoy tiene 17 años, cuando hablo con ella por teléfono, me sigue preguntando por su madre inconscientemente. Dios mío, llevo 16 años en prisión. Todo está denunciado. Por lo de mis esposa estoy esperando respuestas. ¿Qué pasó realmente? Porque le entra un ataque a las 13:15 y la ingresan en el hospital a las 17:35. ¿Qué están encubriendo?
Bueno, hay mucho más, que me gustaría contaros en directo en vuestro programa de radio y a la asociación, si logro que la Señora Jueza de Vigilancia Penitenciaria me dé la oportunidad de seguir mi tratamiento en libertad, que me pertenece, con los controles que me exijan. No aguanto más toda esta presión a la que estoy sometido hace 16 años y algo más. Me comprometo ante toda España a ser referente para todas las personas de luchador y, sobre todo, que mi sitio cabe en la sociedad. Le mando unos documentos de todo lo que he trabajado en la prisión, cobrando y sin cobrar, cocina, mantenimiento, talleres… y cursos, por los que solo te dan hojas meritorias. Tengo méritos por buen comportamiento, pero a mí me han negado siempre mis beneficios penitenciarios. En estos momentos, estoy enfermo y no se me están haciendo los controles que se le tiene que hacer a una persona con cáncer de estómago, demostrado hace 9 meses. Y, para que no digan que soy una persona que ha pasado por la prisión dejando que pasen los años sin hacer nada, os permito a todo que veáis lo que Francisco Chamorro Giménez ha luchado por su libertad. Podéis ver los documentos que demuestran lo que vengo diciendo, desde mi diagnóstico de enfermo y que sea el Pueblo el que juzgue.
Gracias a todos.
Un abrazo a ti y a todos los que forman la asociación.
Francisco Chamorro Giménez