Escalada y autogestión

A través de un artículo en Diagonal, he encontrado un estudio de Cesar Rendueles en el que se descubre la apertura de vías de escalada como un bien común:

Antes se equipaba a mano y era un proceso lento y laborioso. Abrir una vía en La Pedriza picando a mano en el granito me llevaba dos fines de semana. Un escalador abría una vía, luego llegaba otro y abría otra… Así que un sector se abría entre mucha gente y a lo largo de mucho tiempo. Eso incrementaba la diversidad. Unos pensaban que las vías tenían que estar más protegidas, otro que menos, otros dejaban una fisura sin proteger para emplear friends… Los sectores eran muy heterogéneos. Ahora no. Con el taladro un tío descubre un risco y equipa el risco. Antes había escaladores que de vez en cuando equipaban. Ahora existe la figura del equipador. Descubre una zona y la hace como él cree que la tiene que hacer. Son sectores de autor”.

Ignacio Luján, equipador, según lo aparecido en Altruismo, reciprocidad y deporte de montaña. El equipamiento de escalada deportiva como provisión de un recurso de uso común de Cesar Rendueles (negritas mías)

Las vías de escalada son abiertas y mantenidas por individuos de la propia comunidad interesada y al margen de cualquier necesidad regulatioria más allá del propio compromiso. Obviamente, como “recurso escaso” no están exentas de conflictos entre los usuarios, pero su forma de funcionamiento muestra que son entendibles como bienes comunes gobernados bajo el prisma de los mecanismos de gestión comunitaria como planteaba Ostrom . Serían entonces otro ejemplo similar a añadir al software libre, donde los desarrolladores trabajan para la comunidad y mediando entre ellos un fuerte compromiso de aceptación mutua, sabiendo que generan un beneficio compartido.

Y es otro más de las situaciones que muestran que el Estado no es el único generador del bienestar, y que este se puede crear de forma comunitaria fuera de la regulación y la imposición omnisciente del sistema. De hecho, nunca una gobernanza va a ser más efectiva y saludable para el entorno que la realizada a través de la acción y el emprendizaje/activismo/compromiso de los propios sujetos involucrados. Eso, se llama autogestión. Aunque algún repunte quede, el  tiempo de Marx ha terminado y como predijo Manuel Castells, el XXI se abre a ser construido desde una nueva visión del anarquismo, donde los colectivos y comunidades trasciendan de la demarcación territorial.

Construyendo bloques

legohubble

Descubro que LEGO acaba de lanzar un modelo de Curiosity, el rover marciano que probablelemente haya tenido una carrera más mediática y al que pocos recuerdan por su nombre completo, Mars Science Laboratory. Lo  peculiar es que lo ha lanzado a partir las votaciones en una plataforma social creada para recoger diseños de los fans. Desconocía la plataforma (Lego CUUSOO), pero parece que esta ya es la quinta figura que lanzan tras votaciones a partir de modelos recogidos en ella. Y no es la primera que lanzan por esta modalidad.

No era de extrañar, recuerdo su página web como una de las primeras que visité y la recuerdo sustantivamente mucho mejor que todas las demás de aquella época. Además, pocos juguetes han estado tan abiertos a la experimentación y la creación libre (obvio, es un juego de construcciones) por los usuarios que decidían salirse del manual establecido, mezclar y remezclar. Y estoy prácticamente convencido de que es el juguete más extendido en universidades de ingeniería. Yo mismo creé una librería de piezas considerable con la que monté una lanzadera espacial para un proyecto de diseño gráfico.

Lego tiene fama de ser un “troll de las patentes”, que además se ve incrementado por su disputa con la estadounidense Megablocks. Pero me interesa porque evidencia la necesidad de reconvertirse y ampliar miras por parte de las grandes corporaciones, a la par de que generan algunos tipos de interacciones con un tipo de cliente más activo que intercambia  algo que puede ser considerado trabajo gratuito a cambio de poder disfrutar de un hobby que le genere un enriquecimiento en su vida.

Porque, seamos sinceros, su mercado más adulto se está reduciendo, ser uno de los principales entretenimientos masivos basados en la construcción y el diseño ya no es lo mismo desde que el mercado se diversificó y la electrónica open source y las impresoras 3D permiten pensar y construir desde una perspectiva más integral, donde el reto no es construir con las piezas existentes, sino crear nuevas piezas.

Y más aún, en  las plataformas con CADs más habituales entre los makers no es extraño encontrar modelos de piezas que permiten hibridar entre distintos juegos de construcciones y pensar mucho más allá. Los niños que disfrutan desmontando radios cada vez se aburren antes de los caminos pautados y los mismos bloques.

Es curioso que entre los modelos de NASA en votación haya algunos apoyados oficialmente por los equipos de una de sus próximas misiones. No sé qué significa eso, ahora que la Agencia se ha desenmascarado como una gran empresa del entretenimiento que justifica su gasto gracias a que permite mirar más allá y construir aventuras a muchos ciudadanos -ayudados por un entramado marketinero envidiable si se compara con su sector-. Pero LEGO lo sabe, su cliente es el niño, pero también el creador y el coleccionista impresionado por las grandes soluciones de ingeniería con las que nos enfrentamos a las dificultades. Por ello quizá también es tiene puesto el ojo en la arquitectura, o y agotó rápidamente su modelo del Triple-E de Maersk,el mayor buque carguero construido.

No sé cual es la conclusión del post, me hacía ilusión hablar desde el recuerdo. Quizá la moraleja sea que es necesario construir y adaptarse, pero que retener su negocio y sus patentes, para poder seguir siendo un vector unidireccional hará que algún día no todos los niños tengan sus piezas como referencia, sino con otros modelos más libres fabricados y diseñados para romper fronteras entre juguetes.

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La militarización de internet

Resulta curioso que gran cantidad de medios hagan referencia a la búsqueda de métodos de computación cuántica por parte de la NSA para el espionaje y control de individuos e infraestructuras y que lo hagan una semana después de la charla de Jacob Appelbaum en el Chaos Communication Congress.

Pocos han referenciado la fuente, pero lo cierto es que el CCC es uno de esos congresos que ha sido siempre visto como  la típica reunión de paranoides (o de una vanguardia underground en los albores del uso público de internet dependiendo desde dónde se mire). Hoy, tras 30 años, sigue siendo una importante reunión de activistas, opositores gubernamentales y hackers que es capaz de mantener su seriedad y fuerza manteniendo métodos como los de 1984, como por ejemplo la prohibición de fotografiar a los asistentes. La que fue una vanguardia tecnológica vista como residual y “bizarra” se ha convertido ya en referencia de las masas no especializadas y su agenda, ahora que el miedo por la privacidad se extiende. Aquellos a los que les molestan las cámaras de seguridad callejeras ya no son solo los chicos de la capucha negra.

Pero la perspectiva realmente demoledora de la conferencia de Appelbaum no es la enumeración de herramientas que reconoce, sino el fin de internet como una frontera por explorar, incluso el fin de un internet feudal en el que el individuo cede su libertad a cambio de servicios y seguridad. Al igual que las policías contemporáneas, internet se militariza y, al menos dos estados (China y EE.UU.) estan construyendo vastas estructuras y potentes tecnologías que solo tienen por finalidad el ejercicio del poder y el binomio represión/seguridad, que nunca serán términos aislados. La charla puede ser demasiado técnica, pero es un catálogo de mecanismos capaces de ejercer la fuerza en silencio, y por ello merece la pena conocer qué tecnologías se prevén:

Uno de los artefactos culturales más importantes del 2013 ha sido el auge del distopismo en la sociedad. No sé si es porque Black Mirror ha ido cuajando o porque la crisis favoreció el alumbramiento masivo del Bitcoin  tras los sucesos de Chipre.y la entrada de la Liberator y los drones en el discurso. Pero esta charla parece haber roto las esperanzas utópicas depositadas una tecnología salvífica de muchos, y no solo de tecno-ilusos y fans a remolque de la tecnología sino de desarrolladores han visto como hay fuertes estructuras en la pugna y como el juego se ha vuelto a acomodar en los grandes combates del lado de los que ya detentaban el poder.

Si la criptografía, u otras medidas de seguridad, han sido empleadas siempre solo por quien las creía necesarias y el hombre de la calle digno y normal siempre ha creído que no tenía nada que ocultar, ahora el juego se vuelve a mostrar muy desigual para el pequeño activista que quiere tirar unos samizdats en una avenida contra un Estado vigilante. Ahora parece que unas meras criptoparties y congresos no van a ser suficientes para proteger del miedo a trabajar ocultamente a quién todavía piensa en una frontera del sistema que sigue siendo profundamente ilegal. El mundo es un sistema complejo, en el que las fuerzas van estirando, y es la rebeldía y la disidencia las que generan todo cambio y es por ello que, si el miedo es generalizado, parece no haber escapatoria frente a la paralisis social. Por ello, todos elegimos nuestro modelo reduccionista y empujamos en su dirección.

Es por ello que no hay mejor despertar que la ruptura de un sueño en el que unos simples bitcoins e impresoras 3D iban encaminadas a salvar el mundo, porque el debate no es símplemente qué será de la criptografía post-cuántica, sino buscar cómo encauzar el activismo para que este sea una perpetua lucha contra aquellas instituciones que quieren acumular y centralizar poder. Más aún cuando este poder tiene objetivos estrictamente de control y no solo son un residuo de un servicio prestado que necesita de amplias infraestructuras.

Hace un tiempo leía un artículo imprescindible escrito por J.R. Willet en el blog de Lifeboat en el que hablaba de un futuro distribuido y distópico sin control y regido por principios de miedo, violencia y búsqueda de seguridad distribuida y de cómo él se habia convertido en un usuario de vanguardia de divisas distribuidas para prevenir el futuro distópico, no porque lo deseara, pues no confundía un mundo en el que hay que ocultarse con una utopía. Ese mismo discurso me parece ampliamente empleable para el miedo a un cielo cubierto de drones y como gestionar la invasión de la propia privacidad.

En ese mismo orden, el propio Appelbaum le recordaba al Parlamento Europeo que la seguridad solo puede provenir de forma distribuida y transparente (libre, abierta), pues es la única estrategia para generar confianza. Porque corremos el peligro de que visiones como la de David Golumbia y su artículo sobre cómo los “ciberlibertarios” estan borrando el paradigma de la izquierda, pues, pese a interesante y sobre el que merece la pena volver para tratar otros aspectos, en este momento, la militarización de internet, merece ponderar si es necesario un discurso único y capturable, además de temeroso de la tecnología o requiere de nuevas estrategias.

Así, la contestación de McKenzie Wark -autor del A Hacker Manifesto- en su artículo “Contra el determinismo social”, llamando a la necesidad de la imaginación tecnológica como generador de herramientas que no pierden su visión humana ni humanística:

¿Por qué uno no puede ser un construccionista tecnológico? ¿Por qué ese concepto no tiene siquiera derecho a existir? ¿Y por qué  uno no puede acusar a los deterministas sociales de usar una metáfora poco fiable en la que plantean el problema dando siempre una explicación en la que el mundo se apoya sobre sucesivas tortugas que se apoyan sobre otras tortugas hasta el fin del universo?  ¿Y por qué las tortugas [las explicaciones] tienen que ser sociales y no tecnológicas? El juego está amañado, ya ves. Contra el fetiche de la técnica, el humanista blande el fetiche de lo social. Y sobre esa base se ha hecho prácticamente ningún progreso en el pensamiento de la relación entre lo técnico y lo social desde hace treinta años.

McKenzie Wark, Against Social Determinism (malamente traducido)

Puede parecer que este debate, con estos últimos dos artículos poco tienen que ver con la captura de internet y la necesidad de buscar nuevas fronteras o incluso nuevas herramientas de comunicación, pero entrañan el principal debate sobre cómo la tecnología puede o no puede generar más libertad y bienestar que el que arrebata y de cómo, solo mediante una disidencia construccionista se puede responder al miedo de estar siendo controlado por actores impensables. Y precisamente lo que demuestra el tipo de público del CCC  es que no hay distinciones entre los tecnólogos y los humanistas -e incluso coinciden en los mismos cuerpos-, pues ambos tienen problemas en mente que solucionar y fronteras que desplazar o romper.

Los horrores de la ciencia

Cada actor felicita las liturgias a su público y Edward Snowden es uno de esos nuevos actores con alcance global, un terrorista de la privacidad que, ahora, en un discurso reformista, pide la remodelación de unas estructuras de vigilancia masiva, que ya han demostrado su efectividad nula para la causa que excusa su existencia -el terrorismo- pero permite un control absoluto sobre la privacidad del ciudadano -vigilancia-.Encuentro una frase clave en el video: “La privacidad es lo que nos permite determinar quiénes somos y quién queremos ser”.

Coincidió que, en mis viajes de autobus de estos días, leía Googlidos (texto en inglés), un relato de Cory Doctorow traducido y editado en castellano en el primer número de la revista Prosa Inmortal -dedicado al dilema de la técnica y subtitulado Los horrores de la ciencia-. Cory, conocido por su activismo “open source”, escribir en Boing Boing, y sus relatos de ciencia ficción muestra en Scroogled (su título en inglés) una situación distópica en la que una artimaña legal permite en la práctica espiar los historiales de búsqueda del omnipresente Google, única estructura capaz de “Buscar Bien” y donde el Don’t Be Evil ya no es más que un eslogan de una de las nuevas corporaciones de la nueva generación, lejos de la vieja esperanza del emprendedurismo californiano.

Un mundo sin privacidad es un lugar donde se vive en un realismo furtivo del día a día o en la clandestinidad, y donde la transparencia, conseguida a través de la constante vigilancia, no genera confianza, sino miedo y sumisión. Y lo peor de todo es que muchos creemos que había un gran porcentaje de pegatinas de la Electronic Frontiers Foundation en portátiles de analistas de la NSA.