Comprender a tu hijo de 1 a 3 años

Escrito por la experta en cuidado de niños y autora Penélope Leach

El equilibrio entre la dependencia y la independencia

Un niño pequeño de 1 a 3 años ya no es un bebé, que se siente parte de ti y te utiliza como el espejo en el que se ve a él mismo y al mundo. Pero tampoco es un niño mayor que ya puede verte como a una persona completamente independiente.

Acaba de darse cuenta de que tú y él son personas separadas, pero todavía no se siente totalmente cómodo con esa idea. Unas veces reafirma esta recién hallada individualidad gritando "¡No!" y "¡Déjame!", luchando contra tu control y contra su propia necesidad de ti cada vez que se presenta algún problema. Pero otras veces se aferra a ti, llorando cuando dejas el cuarto, alzando sus bracitos para ser llevado, exigiendo con la boca abierta que lo alimentes.

Este comportamiento ambiguo es confuso para ti, pero es doloroso para él. Quiere convertirse en una entidad propia, pero le parece más seguro seguir dependiendo de ti. Quiere comenzar a rechazar tu control total sobre él, pero le es más fácil aceptarlo. Quiere desarrollar sus gestos y preferencias y perseguir sus propios objetivos incluso cuando entran en conflicto con los tuyos, pero siente que este conflicto es desesperadamente peligroso para él.

Te sigue queriendo con pasión y sin rival, y depende totalmente de ti para su apoyo emocional. En otras palabras: el desarrollo inevitable de su sentido de la independencia está en conflicto con la necesidad que tiene de recibir tu amor.

Si esperas que tu niño siga siendo como era (un bebé relativamente dócil), acabará chocando contigo. Necesita tu amor y aprobación, pero su imperativo de crecer no le permitirá aceptarlos si el precio que ha de pagar es una dependencia excesiva.

Por otro lado, si esperas que se convierta de un día para otro en lo que llegará a ser (un niño razonable), se sentirá inadecuado. Necesita tu ayuda y cariño, y si no se los das, no sabrá manejar la situación. En resumen: si le tratas como un bebé se rebelará, y si le presionas demasiado para que se comporte como un niño mayor se quejará.

Cómo encontrar el término medio

Hay un término medio que le permite a tu hijo aventurarse, pero lo ayuda a amortiguar el impacto de sus fallos, le da una sólida estructura para el comportamiento aceptable y además lo protege sin dañar su incipiente sentido de independencia. Para escoger esa opción hay que comprender primero algunos aspectos del desarrollo de los niños pequeños que no siempre son obvios.

En muchos sentidos tu hijo de dos años parece mucho más maduro de lo que se siente. Su forma de caminar, hablar y jugar se han desarrollado hasta un punto donde por fuera casi parece un niño de tres años, pero su comprensión interna y su experiencia están muy lejos de esa edad.

Si lo tratas como a un bebé, lo limitarás, pues tiene que comprender y aprender por medio de la experiencia. Pero si lo tratas como tratarías a un niño en edad preescolar ejercerás sobre él una presión intolerable. Debes ayudarle a comprender. Debes hacer que la experiencia sea más manejable para él.

Aprender de la experiencia

Tu hijo tiene memoria, por supuesto, pero aunque puede recordar personas, lugares, canciones y olores tanto como tú los recuerdas, su memoria para algunos tipos de detalles es todavía muy corta. Cuando era un bebé, y hacía cosas de bebés, esto no era ni muy importante ni muy obvio. Pero ahora está intentando hacer cosas de niño mayor.

Por ejemplo, quizás tropieza una y otra vez con el escalón que hay entre la cocina y el salón. Irritada y preocupada por los golpes en su cabeza te preguntas si alguna vez aprenderá a bajarlo o subirlo sin tambalearse ni caerse.

Lo hará, pero lleva tiempo. No podrá "recordar ese escalón" hasta que la experiencia repetida varias veces se haya grabado en su memoria. Cuando era un bebé, tu trabajo era evitar que se golpeara. Ahora que es un niño pequeño tu trabajo es mostrarle el escalón, pero también suavizar las consecuencias dolorosas de esa serie de experiencias y refrescar su memoria. Quizás tendrás que acolchar el escalón y darle a tu hijo infinitos recordatorios.

Aprender a pensar con anticipación

Al igual que la memoria de tu hijo para los eventos que sucedieron en el pasado es selectiva, su capacidad para pensar por adelantado es limitada. Aunque puede anticipar que te vas a ir al trabajo cuando te pones el abrigo y agarras tu bolsa o maletín por la mañana, no puede anticipar los resultados de su propio comportamiento.

Si puede subir por la escalerilla, lo hará sin pensar si sabrá bajar. Aunque le hayas reñido una y otra vez por jugar con los botones del televisor, a medida que se aproxima una vez más al televisor, no tiene un recuerdo suficientemente fuerte de las riñas pasadas ni puede prever con claridad la nueva riña que se avecina, por lo que es incapaz de detenerse.

Esos botones están pidiendo que los pulsen. Le atraen como a un imán.

Debido a que tu hijo no puede pensar por adelantado, no puede esperar un segundo para nada. Si quiere algo, lo quiere inmediatamente, y por eso mientras estás quitando el papel de un dulce quizás lloriquee y se ponga nervioso.

Si esperar por las cosas que le gustan es difícil para tu pequeño, soportar cualquier mínima incomodidad para estar más cómodo en el futuro le resulta casi imposible porque no piensa en el futuro.

Aunque esté llorando porque está todo pegajoso por culpa del dulce, luchará contigo si quieres pasarle una toallita húmeda para limpiarlo. La mayoría del tiempo tu hijo vive en el momento presente.

Aprender a considerar los sentimientos

La inmadurez en el pensamiento de un niño puede hacer que también tenga problemas en las relaciones con las personas. Él te quiere. Todo el mundo te dice que él te quiere. Él te dice que te quiere, y cuando te da ese gran abrazo, con esa sonrisa pícara o esa risa contenida, tú sabes que te quiere.

Pero es muy raro que se comporte de formas "que muestran amor" según la definición de los adultos, ya que no puede ponerse en tu lugar y ver las cosas a través de tus ojos. Odiará verte llorar, pero lo que verdaderamente le molesta son los sentimientos que tus lágrimas le inspiran, no los sentimientos que las lágrimas representan en ti. No es su trabajo el considerar los sentimientos de otras personas, porque primero tiene que entender y asumir los suyos.

Si te muerde y tú le muerdes a él "para mostrarle lo que se siente", aullará de dolor y rabia, como si morder fuera algo totalmente nuevo para él. No establece ninguna conexión entre lo que te hizo y lo que tú le hiciste luego, entre tus sentimientos y los suyos.

La clave para comprender a tu hijo está en comprender el desarrollo de sus procesos de pensamiento. Es sólo a medida que estos maduran que esas emociones contradictorias y habilidades engañosas pueden combinarse para formar el ser razonable y manejable que llegará a ser.
Penelope Leach es psicóloga y es una reconocida autora de libros sobre desarrollo infantil.

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