Perfumes con feromonas, ¿realmente funcionan?
Rodeados de tecnología, con una esperanza de vida que se ha doblado en apenas un siglo y un montón de avances en todos los campos, nuestra sociedad siempre se considera la mejor de todas. Hemos ido avanzando y evolucionando hasta llegar a este punto concreto de nuestro tiempo, en el que todo nos resulta más sencillo, en el que la vida se puede disfrutar mucho más, sin tantas penurias como antaño. Se erradican enfermedades, se mejoran las condiciones de salud, los derechos sociales… Sin embargo, esto también tiene una contrapartida. El mundo sigue evolucionando a una velocidad de vértigo… pero a veces no sabemos ni hacia donde nos dirigimos. Y eso puede llegar a ser un gran problema cuando todo se desata, porque el ser humano tiene la bendición de convertir todo en un arma de doble filo, para bien y para mal. Internet nos ha cambiado la vida, nos ha permitido estar más conectados pero a la vez ha provocado enormes problemas en muchas personas, precisamente por su omnipresencia.
Siempre pensamos que nuestra sociedad, nuestro tiempo, es el más adelantado de todos, pero en ocasiones esto debe ponerse en duda. Muchas de las cosas que hacemos tienen su origen ya hace siglos, en comportamientos de sociedades antiquísimas que incluso podríamos considerar casi “bárbaras”, pero que eran muy adelantadas en determinados temas. La medicina tradicional china, por ejemplo, lleva funcionando desde mucho antes de que los occidentales “inventáramos” las vacunas. La filosofía griega, con más de dos mil años de antigüedad, cuenta todavía hoy con una vigencia tremenda para permitirnos entender el mundo que nos rodea. Los antiguos egipcios, por ejemplo, ya utilizaban muchas de las técnicas que hoy nos parecen novedosas para conseguir atraer sexualmente a los demás. Desde el maquillaje, algo muy habitual en las chicas de aquella época, hasta los perfumes, que ya se utilizaban como forma de atracción. De hecho, fueron los egipcios los primeros en descubrir que había sustancias especiales en nuestros cuerpos, que se exudaban con la misión de atraer la atención del género opuesto. Estas sustancias son conocidas hoy en día como feromonas, y pueden ser, de hecho, una de las mejores armas para lograr que esa persona que nos gusta se fije en nosotros.