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Comunicado Público a 50 años del Golpe Cívico-Militar

category bolivia / peru / ecuador / chile | historia | opinión / análisis author Tuesday September 12, 2023 05:10author by Asamblea Anarquista de Valparaíso y Federación Anarquista de Santiago - Asamblea Anarquista de Valparaíso y Federación Anarquista de Santiago Report this post to the editors

A pesar de los golpes y las heridas: ¡organizadxs y en comunidad luchamos por la vida!

El terror fue desatado sistemáticamente desde el Estado y cayó la noche sobre la alegría de los pueblos. La contra revolución capitalista se abrió paso brutalmente con una imparable avanzada de muerte, tortura, violencia sexual y desaparición forzada, a la vez que llevaba a cabo la misión estratégica de desarticular todas las expresiones comunitarias en donde la vida fuera resuelta de manera solidaria, colectiva y en autogestión. La dictadura cívico-militar se desplegó tácticamente en múltiples dimensiones para sembrar el miedo en la sociedad, con el fin de desmantelar la fuerza social organizada que había hecho posible la experiencia socialista en la región chilena. Estos procesos de desmantelamiento político, social y emocional de gran parte de la clase organizada han provocado una herida colectiva, profunda y traumática, herida que la impunidad y los pactos de silencio institucionales mantienen abierta hasta el día de hoy y que ha traído múltiples consecuencias en la experiencia vital colectiva de todxs quienes hemos crecido en estos territorios los últimos 50 años y más.
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En estos días se conmemoran 50 años del golpe de Estado que dio rienda suelta al terrorismo estatal y patronal, significando años de persecución, tortura, violación y desaparición. Sin embargo, queremos iniciar este documento con un balance de la experiencia desarrollada en los años previos al inicio de la dictadura cívico-militar. Aquel periodo suele asociarse al gobierno de Salvador Allende y a su “vía chilena al socialismo”, no pretendemos extendernos en las claras distancias políticas e ideológicas que nos separan del gobierno de la Unidad Popular (UP), toda vez que lo consideramos un proyecto de modernización capitalista que impulsó la conciliación de clase y el fortalecimiento de los mecanismos estatales de dominación, terminando en el dramático escenario de la dictadura que supuso la pulverización del tejido comunitario, la destrucción de la organización social, el asesinato y tormentos de miles de militantes populares y una profundización en la precarización de nuestras vidas latente hasta el presente.

Por lo tanto, quisiéramos enfatizar en el proceso que se tejía por debajo de las direcciones partidarias, aquel fenómeno que no seguía las pautas de la institucionalidad burguesa y supuso una verdadera amenaza para el orden del Estado y el Capital; hablamos de lxs pobladorxs en las tomas de terrenos y en las Juntas de Abastecimiento Popular, nos referimos a lxs obrerxs en los Cordones Industriales, pensamos en lxs campesinxs en las tomas de fundos y en la alegría popular corriendo el cerco de lo posible, nos referirnos al Poder Popular. Esta capacidad desarrollada por diversos sectores de la clase oprimida, supuso un ejercicio de audacia tremendamente valioso, ya que, en el desarrollo de esta fuerza popular se gestaba una potencialidad capaz de sobrepasar al Estado y plantear un escenario abierto y favorable en la lucha de clases, de allí que el gobierno de Allende no escatimó recursos en iniciar un proceso de institucionalización, cooptación e incluso represión sobre estas expresiones, tratando de desactivar aquella potencia de ruptura revolucionaria.

Sin embargo, no son solo causas “externas” las que debilitaron esta rica experiencia, sino también errores y límites internos que no pudieron ser superados allí donde se apura la historia. El primer traspié fue el burocratismo que operaba sobre las bases populares a partir del comportamiento parasitario de las instituciones estatales y los partidos políticos de la UP, cuestión que se reflejó en la obediencia de las bases a los lineamientos gubernamentales, temiendo, incluso, pasar por encima de Allende aun cuando las fuerzas reaccionarias se preparaban para iniciar el exterminio. Si bien el desarrollo del Poder Popular no es impulsado por el gobierno de la UP, rápidamente, la burocracia institucional inicia un proceso para su cooptación y debilitamiento, por eso, la lección es que ninguna fuerza social puede someterse a un marco gubernamental: el Poder Popular es antiestatal o no será, por tanto, es ineludible rebasar aquellas propuestas políticas que pretenden subyugar el protagonismo de las bases a lineamientos institucionales, tal como hoy ocurre con muchísimos empeños sociales que están completamente sometidos al gobierno de Boric, iniciando procesos de desmovilización y silencio cómplice ante el avance de su agenda represiva, precarizadora y extractivista. La organización popular no debe jamás confiar en un gobierno cualquiera sea su color o signo político, ya que, en la sobrevivencia y fortalecimiento de los pilares de la dominación está nuestra derrota.

El segundo traspié fue la débil coordinación de las diversas experiencias del Poder Popular, dado fundamentalmente por el sectarismo y la política de trinchera de los partidos de izquierda. Estamos convencidxs de que los procesos revolucionarios no le pertenecen a ninguna ideología, partido o movimiento político, más bien, son de lxs oprimidxs que buscan dejar de serlo, por ello, es necesaria la coordinación de los diversos esfuerzos que pretenden trazar el camino de la emancipación, desde perspectivas antiestatales, anticapitalistas y despatriarcalizadoras. Dicha coordinación debe realizarse desde las organizaciones sociales a partir de sus experiencias de lucha, dejando de lado los discursos identitarios y paternalistas. Lo anterior, nos permitirá dotar de perspectiva las luchas del presente y desarrollar, en conjunto con las expresiones organizativas de la clase oprimida, una fuerza capaz de romper el actual tránsito histórico, desechando los atajos institucionales y los personalismos mesiánicos que se nos presentan como barreras en nuestro camino hacia la libertad.

Ya lo dijimos antes, más allá del proyecto de la UP y de la cara institucional de los procesos políticos vividos en los cuales se inscribe el espectacular bombardeo a la Moneda, pensamos que lo que finalmente movilizó el complot golpista cívico-militar fueron las capacidades que mostraron las capas populares y oprimidas de tomar el destino de sus vidas con sus propias manos. Estas capacidades fueron gestadas y desarrolladas en décadas de lucha, constituidas a partir de los aprendizajes colectivos de nuestra clase, desde, al menos, los albores del siglo XX en los centros urbanos y mucho antes por las comunidades en resistencia a las diversas dimensiones de la colonización. Esta capacidad hizo posible la generación de fuerza social organizada que puso a temblar a la clase dominante y a los intereses imperialistas, quienes desataron toda su crueldad contra este protagonismo popular que comenzaba a escribir una nueva historia.

El terror fue desatado sistemáticamente desde el Estado y cayó la noche sobre la alegría de los pueblos. La contra revolución capitalista se abrió paso brutalmente con una imparable avanzada de muerte, tortura, violencia sexual y desaparición forzada, a la vez que llevaba a cabo la misión estratégica de desarticular todas las expresiones comunitarias en donde la vida fuera resuelta de manera solidaria, colectiva y en autogestión. La dictadura cívico-militar se desplegó tácticamente en múltiples dimensiones para sembrar el miedo en la sociedad, con el fin de desmantelar la fuerza social organizada que había hecho posible la experiencia socialista en la región chilena. Estos procesos de desmantelamiento político, social y emocional de gran parte de la clase organizada han provocado una herida colectiva, profunda y traumática, herida que la impunidad y los pactos de silencio institucionales mantienen abierta hasta el día de hoy y que ha traído múltiples consecuencias en la experiencia vital colectiva de todxs quienes hemos crecido en estos territorios los últimos 50 años y más.

La reestructuración capitalista que instauró el golpe y posterior dictadura cívico-militar se tradujo en una serie de rearticulaciones económicas y políticas, las cuales se transformaron en los pilares del sistema económico que heredamos de la dictadura y que los gobiernos de los 30 años han consolidado. Todas ellas han tenido efectos directos en nuestras experiencias vitales compartidas: la reconfiguración de las ciudades a través de la expulsión de lxs pobladorxs de los centros hacia las periferias y el desarrollo de la ciudad neoliberal, el freno de la reforma agraria y la continuidad del antiguo latifundio a través de un modelo agroexportador y el fomento del negocio forestal, el abandono de la educación y la salud pública, la creación de las AFP, la privatización del agua y, en general, la instauración de un modelo neoliberal y extractivista anclado a los deseos de consumo del norte global y los intereses de la clase dominante.

Como planteábamos anteriormente, todos estos mecanismos de terror y precarización de la vida humana y no humana, sumados al acceso al mundo de las cosas, el consumo y el crédito, han permeado capas más profundas de las comunidades y las personas, atomizando e individualizando las experiencias comunes y reduciendo la socialización humana a espacios de consumo y mercado. Nos han educado en la competencia y la violencia para sobrevivir, bajo la premisa del desarrollo y superación personal en base al esfuerzo. Nos han aislado a lxs unxs de lxs otrxs para mantenernos en sensación de soledad y tristeza persiguiendo un modelo de éxito individual que poco conoce del goce de las alegrías y las penas compartidas.

Enfrentadxs a esta devastación ecológica y social de los 50 años de implementación de un programa de muerte y desarticulación de las comunidades, no nos basta con contemplar la derrota de un proyecto institucional ni con reconocer el profundo daño que cargamos como una maldición que pareciera irremediable, porque en medio del despojo, han resistido y germinado diversas experiencias de organización y solidaridad popular como la lucha por la vivienda, las ollas comunes, la colectivización de los cuidados de la niñez, los múltiples espacios comunitarios culturales y deportivos, las luchas anti patriarcales, la defensa y cuidado de los ecosistemas, la lucha mapuche, la resistencia de las comunidades migrantes, entre muchas otras que apuestan por vidas dignas. Estos espacios de acumulación de fuerza, experimentación de formas orgánicas y métodos de lucha son aprendizaje y sabiduría práctica para disputar el presente y construir el futuro.

​​​​​​​Hoy, a 50 años de aquel dramático martes 11 de septiembre, desde el anarquismo no solo tenemos mucho que reflexionar, también debemos comenzar a romper con la inacción y el inmovilismo. Frente a los sectores pusilánimes que nos gobiernan, incapaces de defender a sus propios muertxs ante el avance de los discursos y acciones negacionistas de la derecha reaccionara, es fundamental asumir un rol protagónico en la batalla ideológica que hoy se libra, con lenguajes, narrativas, metodologías y herramientas que nos permitan salir del “gueto”. Si nuestras ideas no se enraízan en nuestra clase, otras lo hacen y, con esto, no pretendemos que todxs lxs oprimidxs se reivindiquen como anarquistas, más bien, buscamos que valores como la solidaridad, el apoyo mutuo, la acción directa y el antiautoritarismo se constituyan en la base de las relaciones sociales de nuestras comunidades, por ello, es fundamental hacer retroceder las ideas y prácticas promovidas por la burguesía, ya sea en su modalidad fascista, liberal o progresista.

Por otro lado, concebimos al anarquismo social y organizado como una caja de herramientas y, como tal, se demanda su uso, por ello es que apostamos por superar las posturas identitarias y sectarias, abrazando la organización social y la construcción comunitaria de poder popular. De esta manera pretendemos desarrollar la fuerza necesaria para destruir la sociedad de clases y la mercantilización de la vida, desplegando una capacidad organizativa que ponga en el centro el protagonismo popular y se oponga a cualquier proyecto personalista, reformista y de conciliación de clases. El anarquismo debe y puede retornar a las luchas sociales y a la organización territorial, no somos ajenxs a las realidades del campo popular porque también somos pobladorxs y  trabajadorxs que luchan por vidas libres y dignas, por eso, seamos hoy parte del fortalecimiento organizativo y de la necesaria coordinación de aquellas luchas libradas por diversos sectores de nuestra clase.

Finalmente, reconocemos que es necesario romper con la falsa oposición entre Estado y Mercado, apostando por construir una alternativa popular con foco en la reproducción de la vida que, desde la gestión comunitaria, prefigure aquella nueva y buena vida que buscamos, a partir de la autonomía y de un programa antiestatal, anticapitalista y con una perspectiva despatriarcalizadora. Resistir no significa soportar los oscuros tiempos aferrándonos a nuestras convicciones, más bien es transformar nuestra realidad, organizarnos comunitariamente, sin retroceder ante las contradicciones y amarguras de la situación actual. Confiamos en que la memoria, la lucha y la organización popular nos acercan a la emancipación y a la construcción de comunidades más sanas, más alegres, más dignas.​​​​​​​

A pesar de los golpes y las heridas: ¡organizadxs y en comunidad luchamos por la vida!
Asamblea Anarquista de Valparaíso - Federación Anarquista de Santiago

author by Paul - www.drywallmarietta.compublication date Sat Sep 16, 2023 09:32author email ampva at gmail dot comauthor address author phone Report this post to the editors

Let's urges collective action, solidarity, and construction of a healthier and more dignified communities as a means of resistance and transformation.

author by flixeonpublication date Thu Nov 30, 2023 23:12author address author phone Report this post to the editors

Let's advocate for collective action, solidarity, and the construction of healthier, more dignified communities as powerful tools for resistance and transformation.

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