Conocí a la pareja cuando tenía 13 años y para entonces ya eran viejos. Ambos nos dieron trabajo a mi hermana y a mí a pesar de la edad: cuidamos su jardín, lavamos su carro, su ropa y ahí aprendimos incluso a cocinar.

Nuestros tiempos difíciles fueron más llevaderos gracias a estos abuelos. Las historias del señor que iban desde sus viajes a Europa hasta las aventuras de la señora en Argentina, ambos se conocieron cuando la UCR abrió sus puertas por allá de los 40, llenaron muchas tardes de los sábados cuando nos daban un café y empanadas después de hacer nuestro trabajo. Tuvimos árboles de Navidad con pequeños regalos de parte de ellos por años, yo quise ser como el viejo: conoció el mundo y nunca dejó de estudiar o enseñar.

Hace 15 días los visitamos y los felicitamos por sus 70 años de matrimonio. Ambos en sus sillas de ruedas con el Alzheimer a cuestas, aferrados el uno del otro aún capaces de mirar sus rostros en la niebla de sus ojos. Amigos, gracias a ellos yo creo que si existe el amor eterno, de ese que te abraza el alma y te acompaña por siempre, es ese amor que debe ser incondicional a pesar de lo imperfecto que seamos por nuestra naturaleza humana, respetando nuestras diferencias.

Hoy tristemente recibí la noticia que la buena señora ha partido a sus 100 años, mis ojos duelen tanto como mi corazón, doy gracias a Dios por poner gente tan maravillosa en mi vida que mantuvo mi fé a pesar de las decepciones y los días duros. Justo ahora me prepararé para ir a su velorio.