miércoles, 12 de julio de 2023

Pablo el enterrador - Threephonic


Nota: 10
Mejor tema: Difícil elegir, pero supongo que Entre el bien y el mal o Páginas de cristal.
Peor tema: Los cielos de Irak.

1)      La marcha del regreso
2)      Pasión
3)      Caída libre
4)      Entre el bien y el mal
5)      Páginas de cristal
6)      Encontraré un lugar
7)      Los cielos de Irak
8)      Solo y desafinado
9)      Clave de sol


Bien, gente. Última reseña de este grupo, ya que este es su último disco. Después de esto voy a ver si vuelvo a hibernar por un largo tiempo más y si sigo jugando al Stardew Valley, que es un juegazo pero que no tiene fin, por lo que solo termina cuando uno decida dejar de jugarlo. Hasta que llegue este momento, me tienen aquí nuevamente, en forma de reseñas. Como Alf.

Con respecto a la biografía de este disco, tengo que remontarme unos años antes de su gestación para hablar de cómo surgió. El grupo había presentado su segundo disco en Rosario, con Rubén Goldín de invitado (recordemos que, aunque importante para la creación del grupo, lo había abandonado antes de que se pusieran a grabar). La presentación fue tan exitosa que el propio Goldín los invitó a tocar en Buenos Aires en el pub «La casona del conde de Palermo». Dicho recital se dio el 19 de junio de 1998 con Rubén de invitado y representó el primer concierto del grupo en la provincia. Tras este, Omar López deja el grupo por motivos de trabajo y la banda siguió como un trío, adaptándose a las dificultades de tocar en ese formato canciones concebidas originalmente para cuatro instrumentistas. El segundo y último recital que dieron allí fue en la ciudad de Hurlingham, en un festival organizado por la periodista Norma Vicedo. Este recital fue el 1 de septiembre de 2001. Fue después de este evento que la banda se puso a trabajar en material nuevo, para el cual compusieron catorce temas. Las grabaciones habían empezado bien ya que había intercambio con el estudio de grabación (en el sentido de compartir la edición a cambio de horas libres de grabación), además de que no había presiones de ningún tipo. Todo esto durante el año 2004. Además de esto, al año siguiente vencería el contrato que tenían con PRW respecto a la edición de su debut, lo cual haría que este fuera reeditado por el sello Viajero inmóvil Records. Para desgracia de todos, el 3 de septiembre de 2005 fallecería el Turco Antún por una enfermedad prolongada. Diez de esos catorce temas habían quedado ya bien armados, y Blanc en una entrevista declaró que el disco se iba a llamar «Threephonic», y que habían elegido ese nombre porque, en palabras de él, habían quedado tres haciendo rock sinfónico (y yo que pensaba que se llamaba así por ser su tercer trabajo. Mi sorpresa fue casi tan grande como cuando me enteré de que la Edad oscura no se llama así por las atrocidades que eran la norma en este período, sino por lo poco que sabemos de esa época). Además, planeaban presentarlo tanto en Rosario como en Buenos Aires. Aparte de la muerte del Turco, otros motivos que desconozco dejaron al disco en un parate de más de una década, hasta que fue finalmente lanzado a la venta en 2016. Y gracias al cielo.

En cuanto al trabajo, mi opinión sobre él ya podrán imaginarla por la nota que le puse. Otro diez más. Parece mucho ponerle la máxima nota a cada trabajo que haya lanzado la banda. Esto puede parecer pecar de un fanatismo inconcebible, y probablemente lo sea, así que voy a empezar hablando de sus defectos para balancear un poco las cosas, tal y como Thanos querría. Bah, no los llamaría defectos en el sentido más literal de la palabra, pero sí que me hacen un poco de ruido en el contexto de que es esta banda y no otra. El primero es el estilo. Hasta el momento, Pablo el enterrador se había caracterizado por mezclar motivos latinoamericanos con la tradición inglesa del progresivo. Sin embargo, acá se pierde bastante ese toque distintivo para ser un rock progresivo más al uso. Independientemente de la calidad de estas canciones, uno no escucha el disco y dice «esto es Pablo el enterrador, sin duda alguna», y es una lástima realmente. Me hace imaginarme cómo hubiera sido un tercer disco que profundizara en lo que llegó a significar la propuesta de la banda en algún momento. El segundo «defecto» está en la calidad individual de las canciones. Todas son de un alto nivel, pero no encuentro algo a la altura de El carrusel de la vieja idiotez, Elefantes de papel, Nariguetas o Emigrante tomadas una por una. Está bien que un grupo no puede revolucionar la música toda su vida (salvo que sea los Beatles), pero los Pablos habían dejado la vara muy alta en ese sentido. Insisto, no sé si sea una falla o si simplemente estoy esperando lo imposible, pero ninguna de estas canciones entraría en mi top 10 de la banda.

Ahora, y lo recalco una vez más, este disco tiene un diez, y un diez no es una nota fácil de obtener siquiera de parte de un tipo tan generoso y laxo con las puntuaciones como lo soy yo, así que algo tiene que tener de bueno. Bien, se los digo rápido y simple. Si algo me gusta de este disco es que el grupo está simple y sencillamente ENCENDIDO. A lo largo de estos nueve temas, independientemente de si el sonido es más genérico, independientemente de si no hay un clásico eterno, se despliega pura maestría compositiva, interpretaciones impecables y una parejez digna de lo que uno vería al mirar al horizonte. No, este disco no me conmueve tanto como los siete primeros temas de «2», pero a la vez resulta ser más sólido de principio a fin, hasta el punto en el que incluso su tema menos estelar está varios peldaños más arriba de los temas menos interesantes de su anterior placa. Un retroceso con avances, lo llamo.

Pasando a los temas, hay dos que datan de la primera época de la banda, y casualmente son los dos instrumentales. La marcha del regreso y Caída libre. El primero es muy adecuado para abrir el disco. No solo por su título (toda una declaración de intenciones), sino por su arreglo cuasi gótico de teclados, que me recuerda a Tocata y fuga en Re menor de Bach y parece estar diciendo textualmente «¿nos extrañaste? Genial, porque acá estamos de vuelta». A medida que avanza va alternando a cada rato entre lo más antémico y lo más oscuro, para gran efecto. Tiene alguna que otra variación, pero en general se construye desde las repeticiones, y funciona muy bien. El otro instrumental también hace honor a su nombre, ya que la música parecería estar cayendo desde el cielo sin paracaídas. Es bastante más rockera y no sé si seré yo, pero le siento un aire a The Straightener, que era la segunda parte de Wheels of Confusion de Black Sabbath, aunque tiene suficientes elementos distintivos para que no se sienta una mera copia. Y ya que mencionamos a Black Sabbath, la guitarra de Pasión parecería querer imitar el tritono aplastante de Tony Iommi, aunque de manera algo más light, aparte de que su melodía vocal (y la forma de cantarla) resultan frías y lejanas. Muy acordes a la letra. No puedo dejar de mencionar los últimos dos minutos y medio de la canción, en los que se mandan un solo de guitarra a la altura de los mejores. Es bueno que el paso del tiempo no haya hecho que el grupo aflojara su capacidad de composición e interpretación.

Dos canciones que no puedo mencionar si no son juntas son Entre el bien y el mal y Páginas de cristal. Ya van a entender por qué. La primera es, con siete minutos y medio, la más larga del disco. Tiene una percusión programada que me recuerda mucho a Mama de Genesis y un desarrollo también reminiscente a este tema, aunque no se sienta tan cargado y caliente. José Blanc suena más vulnerable que nunca, con las guitarras y los teclados haciendo un infernal telón de fondo. No puedo evitar sentirme desprotegido cuando llega el estribillo. Un consejo, si escuchan este tema en un espacio abierto, asegúrense de mirar hacia atrás a cada rato para confirmar que nada ni nadie los esté acechando. Temazo. Si esta canción me hace acordar a Mama, el riff de teclado eléctrico de Páginas de cristal me recuerda a That’s All del mismo disco. Casualmente, y al igual que pasaba con Mama y That’s All, tanto Entre el bien y el mal como este vienen uno seguido del otro. ¿Ahora entienden por qué tenía que mencionarlos juntos? Volviendo a la presente canción, mantiene el halo de oscuridad que viene siendo la norma en este álbum. Sí, es un poco más movida, pero sigue inundando mi mente de tinieblas. El final es más rockero aunque sin perder el regusto sinfónico. También es tremenda.

El primer rayo de luz en toda la obra lo encontramos en Encontraré un lugar, que es mucho más optimista gracias a los altivos acordes de guitarra que se van a repetir constantemente a lo largo de la canción, los tonos mayores en la voz y ese intermedio «Lucharé, lucharé» que le da paso a lo que parece ser un minisolo de bajo electrónico (¿existe tal cosa?) para luego desembocar en aquello a lo que sonaría el rock progresivo con valores de producción ochentosos. Suena mal en el papel, pero el grupo tiene talento de sobra para que no resulte en un bochorno, sino en un glorioso clímax que desgraciadamente cierra con el tan quemado fade out. Aunque bueno, si le van a hacer un homenaje a los ochentas, ¿por qué no repetir también sus falencias? Sigue siendo una gran canción. Entre la oscuridad y la luz se mueve el tema Los cielos de Irak. Su inicio es raro, ya que resulta hasta bailable y… ¿pachanguero? No sé si sea la palabra, pero es a lo que me remite. Lo que sigue no es totalmente oscuro, pero sí que sugiere oscuridad por el dramatismo que evoca. Sobre el final se vuelve algo más esperanzadora, como una luz al final del túnel. No es de mis temas favoritos de la banda ya que no me mueve al 100%, pero igualmente creo que suma más de lo que resta y, como ya dije, es mejor que los temas más flojos de su anterior placa, así que está todo bien.

Las dos últimas canciones son las más cortas del disco, y representan los dos extremos de este. El Yin y el Yang. Faltaría el Yo. ¿Se acuerdan? ¿Yin Yang Yo? ¿A alguien le suena alguna campana? Lo dudo, pero bue. Solo y desafinado sería el costado más oscuro, aunque en sí no sea totalmente desoladora. El trabajo de guitarra es muy bueno y las declamaciones de Blanc, aunque no muy amenazantes, resultan convincentes. Me gusta mucho, por más que sea algo repetitiva y que no resulte especialmente sinfónica. Por último, Clave de sol es el himno a la esperanza de este disco, y por afano. Instrumentalmente es de lo más optimista y su mensaje es precioso. Me gusta especialmente la última línea de la canción (y del álbum y de la banda): «No, no parece real, que entre tanto dolor se abre camino la vida». No llega al nivel de «And in the end, the love you take is equal to the love you make», pero es un muy bonito testamento de todas formas. El tema cierra con un solo de guitarra acompañado de una flauta, todo en fade out. Podrían haber obviado este recurso en el último tema de su último disco, pero tampoco me voy a quejar mucho.

Como conclusión, este disco es tremendo. Como dije en la reseña del debut, aquél podría ser el mejor disco progresivo de los 80. Como no dije pero sí sugerí en la reseña del segundo álbum, ese podría ser el mejor disco progresivo de los 90. En este caso, no me animaría a decir que este es el mejor disco progresivo de la década del 2010, más considerando que el siglo XXI en general es una época en la que hay exponentes de estilos de todo tipo, también de música progresiva, por lo que sería muy aventurado darle tal galardón. Sin embargo, si alguien más experimentado que yo me dice que es el mejor álbum de su tipo dentro de ese período, no me sorprendería. Es que es espectacular. Originalmente quería ponerle un nueve para no parecer tan fanático del grupo y porque me movía la mentalidad de que ninguna banda/artista consagrado del siglo pasado puede sacar un disco de diez puntos décadas más tarde (máxima que también tentó al reviewer Don Ignacio a no darle la nota más alta a «Heathen» de David Bowie, como bien explicó en su reseña al mismo). Sin embargo, y al igual que hizo el mencionado Don Ignacio, prefiero ignorar las reglas no escritas y darle la más alta calificación. ¿Merece objetivamente el diez este trabajo? No lo sé. Quizás no. Pero, en lo personal, me transmitió la energía, entusiasmo y buen gusto de cualquier otro disco con esa calificación, así que voy a escuchar a mi corazón y ponerle la nota que siento que quiero ponerle. Mi más sincera recomendación.

Y así termina la que considero, quizás, la mejor trilogía de discos en la historia del rock argentino (y no, Pescado Rabioso no cuenta ya que solo sacó dos discos de estudio. El tercero, «Artaud», es un disco solista de Spinetta con el nombre del grupo encastrado en la portada por meros motivos contractuales). Voy a hacer algo que casi nunca hago, que es ponerme sentimental unironically y agradecer personalmente a los miembros de la banda. Gracias, Pablo el enterrador. Gracias por darle importancia a cada nota que tocan. Gracias por darle más valor a la calidad que a la cantidad. Gracias por honrar el arte de hacer música. Gracias por elevar la música rosarina hasta las estrellas. También quiero agradecerle a alguien que muy probablemente no les suene en lo más mínimo: a Peperina, la ayudante de la banda y mediadora entre el grupo y los fans. Esta mujer es un amor de persona y recibió con mucho entusiasmo las palabras de admiración que le envié al grupo, además de que hace un gran trabajo atendiendo las palabras de los fans, así que la considero tan importante como los músicos. Gracias totales. Nos vemos este viernes (nuevamente, si es que se lee esto antes de esa fecha. Considerando que escribo esto y que lo estoy publicando apenas un par de días antes del recital, va a quedar viejo muy rápidamente. Pero está hecho con cariño, así que se perdona).

martes, 11 de julio de 2023

Pablo el enterrador - Pablo el enterrador 2


Nota: 10
Mejor tema: Nariguetas.
Peor tema: Accionista.

1)      Nariguetas
2)      La ciudad eterna
3)      Emigrante
4)      Sentido de lucha
5)      San Vicente
6)      Solo viento
7)      Mitad por mitad
8)      Accionista
9)      Fotografía


Segunda crítica de Pablo el enterrador, segundo disco de Pablo el enterrador, segunda obra maestra, segundo Francia. El viernes 14 de julio de 2023 (del año en el que estoy escribiendo esto. Cuando alguien llegue a leerlo, probablemente sea mucho después) el grupo va a tocar en vivo en el teatro El círculo y yo saqué la entrada ni bien lo anunciaron. Va a ser una noche épica, eso seguro. Espero poder hablar de sus tres discos antes de que llegue ese día. Como un homenaje por los 50 años del grupo. Ya se verá.

No tengo muchos datos a fondo del contexto que rodea la vida del grupo en detalle. O sea, sé que podría preguntarles a los miembros de la banda (quienes son relativamente accesibles en redes sociales), pero siento que eso sería muy invasivo, así que voy a guiarme por lo que dice en el disco (el cual tengo original junto con el que sacaron antes y el que sacarían después) y por la info que da la propia banda en su página de Facebook. Algunas partes voy a tener que medio llenarlas con especulaciones, pero vamos a ir viendo. Después de la grabación de su sublime debut, el grupo se tomó un largo descanso creativo. Más de diez años. Doce, para ser más precisos, ya que la grabación de este álbum empezó en mayo de 1995 (tres meses después de que yo naciera, por si a alguien le importa. Spoiler: a nadie le importa). El disco fue compuesto, arreglado y grabado en el estudio rosarino «Del camote Records». Tras haber hecho esta parte del trabajo, quedaba la mezcla y masterización, la cual extendió el trabajo hasta mayo de 1997 (justo dos años). Los masters fueron enviados al sello brasileño PRW, el cual demoraba en editarlo y esto llevó a pensar en que no había interés en lanzarlo. Además en el contrato había una cláusula que decía que, si no se lanzaba al año, quedaba liberado para otras compañías. Fue entonces que reapareció Rubén Goldín, quien los puso en contacto con la discográfica argentina EPSA Music. Como ya no poseían los masters, tuvieron que hacer las mezclas de nuevo. Incluso aprovecharon para invitar a Rubén a cantar Sentido de lucha. Quiso la suerte que ambas masterizaciones salieran casi a la vez en CD en 1998 con dos nombres diferentes: «Pablo el enterrador 2» por parte de PRW y «Sentido de lucha» por parte de EPSA Music, que además presentaban cada versión diferente arte de tapa y diferente orden de las canciones. Se podría decir que la versión «canónica» del disco es la brasileña, ya que es la que después fue reeditada y la que estoy reseñando yo. Algo así como cuando se decidió que el final canónico de Max Payne 2 sea el final malo, con la diferencia de que acá es para mejor que esta versión sea la oficial. Pero bueno.

Con respecto al disco en sí, hay un par de pequeñas diferencias con el primero. La más importante es el cambio de sonido. El debut ya tenía influencias de la música latinoamericana, pero acá esa influencia es mucho más notoria, al punto de que ya no tiene sentido hablar de progresivo con toques folclóricos, sino más bien de música folclórica que es progresiva, si entienden a lo que me refiero. Parece muy insignificante la forma en la que lo planteo (simplemente cambiar el orden de los géneros mencionados), pero el orden de los factores SÍ altera el producto. Por lo menos lo hace acá. Casi parece más un disco de folclore con toques de clasicismo. Esto lo hace más interesante a nivel sonoro y estilístico, aunque desgraciadamente viene la segunda diferencia. Este disco está un peldaño por debajo de su predecesor en términos de calidad global. No es que sea mucho peor. Es más, hasta el séptimo tema, es incluso mejor. El problema es que las dos últimas canciones, sin ser malas, no terminan de mostrar la misma calidad. Pero es una queja menor. Después de todo, el primer disco era tan pero tan bueno que hay un Gran Cañón de distancia entre «inferior a aquella obra maestra» y «porquería insalvable». De hecho, también le doy un diez porque nunca llega a siquiera rozar la mediocridad y tiene cualquier cantidad de grandes temazos. Vamos a ellos.

El viaje empieza con Nariguetas que, a pesar de lo que dije en la reseña anterior con respecto a los dos primeros temas de aquella primera obra, también es seria candidata a mejor canción del grupo. Esa bellísima introducción de piano es el equivalente sonoro a un collar de perlas, y la melodía vocal sigue un compás muy folclórico, incluso más que cualquier cosa del primer disco. Los solos de sintetizador y los crescendos instrumentales son la definición misma de la belleza. Destaco cuando la voz de Blanc revienta, muy adecuadamente, en ese «reventará la VOOOOOOOZ». Esto sí que es consonancia lírico-musical (que supongo que sería una especie de antónimo al famoso término videojueguil «disonancia ludonarrativa»). Y ese final que se va apagando lentamente a lo Elefantes de papel sin dudas queda mucho mejor de lo que hubiera quedado un fade out. Obra maestra. Y si decía que este tema suena muy folclórico en lo vocal, el siguiente directamente parece una chacarera con ambiente e imaginería progresiva. Se trata de La ciudad eterna, que invita a bailar apretadito con otra persona (que no necesariamente tiene que ser del sexo opuesto). El estribillo no difiere mucho de los versos melódicamente, pero a la vez suena como la merecida conclusión a la intensidad que estos crean, y la mezcla de teclados, sintetizadores y flauta crean un ambiente de ensueño pero bien latino. Preciosa.

Emigrante es el segundo magnum opus del disco y, de paso, el tema más largo de la banda. Ocho minutos y medio. Medio corto para ser lo más largo de una banda progresiva, pero no es cuestión de minutaje, sino de aprovecharlo adecuadamente (¿qué? ¿Se pensaron que iba a decir «no es cuestión de tenerlo largo, sino de saber utilizarlo»? Pues no, no voy a hacer ese chiste. Aunque lo acabe de hacer, pero esto fue algo absolutamente necesario). Tiene dos partes bien diferenciadas pero con buena transición entre una y otra. La primera es más triste y melancólica, que describe cómo alguien se va de su país seducido por el famoso «sueño americano». Esta parte transmite tanta tristeza que parece ser algo muy personal para el narrador de la historia, como si aquél que se fue fuera un pariente o un amigo muy cercano. La segunda mitad es más… no voy a decir festiva porque no lo es propiamente, pero sí más movida y con cierta alegría. En esta segunda parte se describe cómo ese emigrante descubre que el lugar al que fue no es ninguna garantía de una vida mejor. Todo lo contrario, es un ciudadano de segunda allá. Esta efusividad musical hace parecer que el que canta la letra se ríe del bulo que se comió el emigrante, aunque hay cierto lugar para la esperanza cuando lo invita a volver a su tierra natal. No tengo mucho para decir en profundidad de la música en sí, pero es hermosa y le da todavía más relieve a la historia, así que entra en mi top 5 de canciones de la banda. Sentido de lucha es más dramática que triste, y cuenta con otra brillante performance de piano que llena todos los huecos, mientras que la voz (asumo que de Rubén Goldín por lo que conté antes) guía el conjunto a diversos clímax de todo tipo. Esta canción es la enésima prueba de que no se necesita distorsión a tope y una base rítmica avasallante para sonar intenso. A veces, lo sutil pega mucho más fuerte. También me gustan mucho ese solo en tonos menores de sintetizador que le da aún más melancolía, al cual lo sigue el solo de guitarra con el instrumento casi llorando, lo que hace que cierre la canción de forma inmejorable.

San Vicente es una versión del músico brasileño Milton Nascimiento, y es la única versión que haya hecho el grupo (hasta donde llega mi conocimiento). Empieza con una muy alegre línea de teclado aflautado que le abre el paso a unos versos de carácter más íntimo. El comienzo del estribillo, con ese «cooooorazóooon améeeericaaaano», parece que va a volver más dramático al tema cada vez que aparece, pero el remate lo vuelve más melancólico y derrotista. Después va volviéndose más ampulosa a la manera típicamente progresiva pero, a diferencia de la mayoría del rock progresivo, nunca se vuelve pesada, sino que siempre mantiene la frescura y la solfa. Eso es ser poco trivial, y me encanta. Aunque Solo viento no es un cover, la letra fue escrita por el músico Jorge Fandermole. Y es una gran letra. La música no se queda atrás, por su pollo. Es una nueva mezcla entre un piano digno de música clásica apoyando una cadencia y melodía vocal más propia del folclore, con unos tímidos toques de sintetizador dando un ambiente más etéreo y hermoso. La canción no presenta muchas variaciones y se mantiene hasta estática durante los seis minutos que dura, pero está tan magistralmente interpretada que cualquier cambio o explosión de intensidad podría llegar a arruinarla. No, señor. Déjenla como está. Después viene Mitad por mitad, que es un poco rara, ya que representa una especie de fusión entre progresivo, folclore y new wave. Tiene la melodía más pegadiza del disco. Y no es que las seis anteriores canciones no tengan buenas melodías, pero aquellas quedan en la memoria más por su belleza o intensidad que por su pegajosidad, mientras que acá suenan hasta chiclosos. Esto no lo digo despectivamente, sino que simplemente lo explico para hacerles entender el cambio estilístico. La melodía es fantástica, y los arreglos instrumentales llenan de vitalidad todo. Los últimos dos minutos con cuarenta segundos son una repetición de un tarareo constante que debería hartar pero nunca lo hace. Todo lo contrario, casi que podría tomarse como una versión más económica de Hey Jude de los Beatles (salvando las distancias, claro). Otro temazo para la colección.

Hasta acá tenemos un disco que logra lo que parecía imposible, que es superar al primero. Hasta me animo a decir que viene siendo uno de los tres mejores discos del rock argentino de la historia pero, desgraciadamente, llegan las dos últimas canciones a bajar levemente el listón. Tenemos una reversión de Accionista que resulta ser bastante más lenta y menos interesante que la original, aparte del pop ochentoso que representa Fotografía. Tiene sus virtudes, como la potente atmósfera sensual que logra (muy acorde a la letra) y los aportes de guitarra, especialmente en el solo final. Por el lado malo, el ritmo programado resulta muy básico, el tono con el que la cantan no me convence mucho y la línea vocal del estribillo parece una copia de un típico tema radial yanqui. Encima que ese estribillo está cantado en inglés. ¿Qué pasó con la banda patriótica y latinoamericana? Bah, exagero un poco. Insisto, no son malas canciones, y ni siquiera puedo decir que estén totalmente fuera de lugar estilísticamente (Mitad por mitad ya había hecho la transición a un sonido más pop y new wave), pero no me terminan de convencer. Supongo que es la consecuencia inevitable de no estar a la altura de las siete sacudidas emocionales previas. ¿Qué se le va a hacer?

A pesar de esto, no me animo a decir que el disco no es una obra maestra. Lo es. Solo que es imperfecto, como cualquier otra cosa creada por seres humanos, tanto dentro como fuera del ámbito artístico. Ya el grupo hubiera seguido siendo maravilloso si solo hubiera grabado su primer disco y nada más, pero el hecho de que pudieran volver al estudio y hacer un trabajo que hasta lo supera en sus mejores momentos solo refuerza el hecho de que son algo especial. A tal punto en el que no me permito ponerle menos que un diez a este trabajo. Si tomamos los primeros siete temas, tenemos el que tranquilamente podría ser el disco DEFINITIVO de la música argentina, pero supongo que era muy difícil hacerse cargo de tanta genialidad, así que tuvieron que embarrarla un poco en el último cuarto. Igualmente, insisto en que a esos dos últimos temas no los llamaría «manchas», sino simplemente «puntos de menor lustre», que es algo muy diferente. Haciendo un balance, este disco es otro obligatorio en cualquier colección. Compralo ni bien tengas la oportunidad.

lunes, 10 de julio de 2023

Pablo el enterrador - Pablo el enterrador


Nota: 10+
Mejor tema: Alguno de los dos primeros.
Peor tema: Todos son excelentes, pero Accionista es el que menos destaca.

1)      El carrusel de la vieja idiotez
2)      Elefantes de papel
3)      Quién gira y quién sueña
4)      Ilusión en siete octavos
5)      Accionista
6)      Dentro del corral
7)      Espíritu esfumado
8)      La herencia de Pablo


Bueno, mi gente bonita. Acá hago un parate momentáneo con Los fabulosos Cadillacs para ir con algo más desconocido pero igualmente de cosecha nacional y tan valioso como cualquier banda grande que haya parido esta tierra, sin nada que envidiarle a Pappo’s Blues o Pescado Rabioso, por dar dos ejemplos rápidos. De hecho, a pesar de que este grupo haya sacado solamente tres discos, los tres podrían ser tranquilamente de lo mejor del rock argentino de todos los tiempos. Lo que es más, me animo a afirmar que, si este grupo fuera más conocido, hubiera hecho honor a su nombre y hubiera enterrado la discusión sobre si la mejor banda argentina es Soda Stereo o Los redondos. ¿Tan así? Tan así, y voy a demostrarlo a lo largo de las cuatro páginas que va a durar esta reseña (al menos, asumo que va a extenderse hasta ahí, ya que es lo que suele tomarme). Vamos a ello.

(Spoiler: esta reseña me tomó cinco páginas de Word)

Pablo el enterrador es una banda santafesina, más específicamente de Rosario (la ciudad en la que nací y viví toda mi vida. Inserte meme de Homero Simpson con la bandera de Estados Unidos diciendo «mi país, mi país» pero con la bandera reemplazada por el monumento y que la frase sea «mi ciudad, mi ciudad»). El grupo se formó en 1973 y sus miembros originales son Jorge «el Turco» Antún, Rubén «Coki» Antón Brandolini, Juan Carlos Savia, Rubén Goldín y Lalo de los Santos. Con respecto al origen del nombre hay varias especulaciones, pero la más aceptada suele ser que la banda solía ensayar en el Cementerio de Disidentes y que el enterrador del lugar, llamado Pablo, siempre les dejaba un espacio para practicar su música. Esto es un mito, así como el hecho de que sus miembros solían vestir ropas medievales en escena, lo cual fue confirmado como falso en una reciente entrevista que les hicieron a los sobrevivientes en el diario La Capital. Volviendo a la biografía y parafraseando un poco aquella nota que mencioné (la cual pueden leer completa acá. Vale mucho la pena), Goldín explicó que conoció a Coki Antón tocando la guitarra en una plaza, pero que su existencia le llamó más la atención un día en el que apareció usando un poncho y tocando una flauta dulce. Ahí se hicieron amigos y Coki invitó a Rubén a su casa, ubicada en Pasco entre Lavalle y Avellaneda. Fue ahí que se formó en grupo espiritualmente hablando. Lo que es más, fue Antón el que diseño el logo de la banda. Tiempo más tarde, Goldín llevó al Turco Antún, que en ese momento tocaba la batería, y miren que hay que meter a dos tipos con apellidos tan parecidos en una misma banda. Antón y Antún. Solo faltaba que hiciera la gran Jimi Hendrix y le pusiera apodos para diferenciarlos (como hizo este con Randy California y Randy Texas). A todo esto, ¿cómo serían esos apodos? ¿Por las calles en las que vivían? ¿Se imaginan eso? Estoy pensando en algo tipo «Coki Pasco» o «Turco Mitre y Paso» (?). Sí, gente, soy un boludo. Sigamos con la biografía.

Entonces fueron tres personas, pero Coki sumó a una cuarta persona que era Carlos Savia. Y así fueron cuatro. Las influencias de sus integrantes eran bastante diversas, pero predominaba el folclore latinoamericano, el progresivo de Jethro Tull, el tango de Piazzolla y el rock argentino de la primera ola (Vox Dei, Manal, Almendra…). De toda esta extraña mezcla salió el sonido marca de la casa de Pablo el enterrador. Empezaron ensayando en la casa de los padres de Coki (y no en el cementerio, lo cual fue desmentido en la entrevista) y, aunque con el tiempo cambiaron levemente esta dinámica, en aquella primera época no eran de tocar mucho en vivo (según se cuenta, habrán hecho aproximadamente una docena de presentaciones), al punto de que ni siquiera hay material grabado de aquellos tiempos. En un principio su sonido tendía más a la tradición latinoamericana pero, con el creciente interés por los sintetizadores y los teclados, se volcaron más al progresivo. Rubén se había ido del grupo (des)motivado por la dificultad que le representaba comprar un buen equipo. Fue ahí que entró Lalo de los Santos, que quería que Goldín siguiera para que siguiera cantando, aunque tomaría la parte vocal José María Blanc, quien entró a la banda en 1980. Junto con él, Marcelo Salí, Omar López y Jorge Antún nació la formación que daría forma a su primer disco. Este estuvo en proceso de grabación durante unos años (con Blanc y Antún tocando de la mañana hasta las 17:00 y Salí y López llegando a esa hora para tocar todos juntos durante cinco horas más, hasta las 22:00) hasta que vería la luz en 1983, coincidiendo con el regreso de la democracia a Argentina. Esto parece un dato anecdótico, pero creo yo que tiene mucho que ver para entender tanto a esta obra como a la esencia de la banda. Vamos a este debut.

Hay muchas cosas que tengo que decir sobre este primer trabajo. Podría resumirlo en un extático «uno de los mejores discos de todos los tiempos. Andá a comprarlo ya», pero creo que esto sería tan vago y poco profesional como si dijera «este disco es una reverenda cagada. No lo toques ni con un palo», solo que está mucho mejor visto alabar una obra descerebradamente que atacarla descerebradamente. Para ambas cosas se necesita una explicación, y ahora mismo paso a explicarles por qué considero a este disco de una banda que ni sus compatriotas escucharon nombrar como el mejor disco argentino de los 80 (o uno de los mejores, al menos). En primer lugar, el sonido. El sonido de este grupo es realmente único y propio. Sé que ya ha habido intentos de fusionar el clasicismo con el folk, como los propios Jethro Tull, It’s a Beautiful Day o, dentro del formato más pop, The Mamas and the Papas, entre muchos otros. Sin embargo, eso era folk estadounidense y europeo, mientras que acá se trata de sonidos latinoamericanos, lo cual no es tan común. Solo recuerdo a Aquelarre intentando algo similar (en su excelente disco «Siesta»), pero creo yo que esta fusión alcanza su apogeo en este disco. Otro aspecto no menos (ni más) importante es su filosofía. Como dije antes, este disco más o menos coincidió con el fin del gobierno militar y el inicio de una nueva (en aquél entonces) democracia, y las letras tienen tintes patrióticos y latinoamericanistas que encajan muy bien y logran algunas imágenes preciosas. Si bien no me cabe el patrioterismo barato, sí que lo doy todo por un patriotismo sincero que realmente abrace las tradiciones no para encerrarse en ellas, sino para mirar hacia adelante, que es lo que considero que hace muy bien este álbum. Sus creadores claramente entienden qué es lo que hace tan valiosa a la historia y riqueza argentina y, si bien saberlo en la teoría es una cosa y llevarlo a la práctica política es otra, el grupo se demuestra culto y sincero al mismo tiempo. Este mensaje no tiene nada de exagerado o incoherente, y por eso me cala. Por último y, ahora sí, lo más importante, está la calidad de estas canciones. Cada una de estas ocho gemas son ni más ni menos que eso mismo. Los arreglos y las melodías están llenas de vitalidad, la ejecución es impecable y, lo mejor de todo, el grupo sabe evitar los excesos y hacen que cada nota importe. Pablo el enterrador me hace acordar a Camel en el sentido de que saben esquivarle sabiamente al cliché del rock progresivo como algo súper serio y sin un mínimo de sentimiento o sentido del humor. Más difícil que tocar cosas complejísimas técnicamente es encontrar un balance entre la destreza instrumental y lo que es interesante melódica y estructuralmente, y este grupo siempre lo logró. Mis respetos a ellos por eso. Ahora sí, vamos a las canciones.

El disco no podría empezar de mejor manera que con la brillantez por partida doble de Carrusel de la vieja idiotez y Elefantes de papel. La primera vez que escuché este disco (por septiembre de 2022, más o menos) me aburrí mortalmente con estas dos canciones y me hacían apagar esta música a la mierda para volver a escuchar el (también excelente, por su pollo) «Los delirios del mariscal» de Crucis. Sí que era un boludo en ese momento, ya que ahora las considero probablemente las dos mejores canciones en la carrera del grupo. La primera empieza con esa línea de piano clásica que firmo ahora mismo como lo más hermoso que haya escuchado dentro del progresivo junto con Firth of Fifth de Genesis. Sí, a ese nivel la pongo. Y después entra José María Blanc cantando una melodía eterna y desoladora con esa voz tan hermosa. No solo tiene un registro muy particular y sentido a la manera de Charly García o Spinetta, sino que también maneja una diversidad de registros y matices al estilo de Peter Gabriel y una técnica a lo Jon Anderson. Tranquilamente podría ser mi cantante favorito del rock argentino. La música va en eterno crescendo de teclados y sintetizadores hasta alcanzar un clímax hermoso que, desgraciadamente, se va apagando en fade out. Aunque esto no le quita grandeza a la construcción general del tema. Al mismo nivel está la segunda canción, que tiene un toque más psicodélico pero sin perder nunca esa belleza inocente en la melodía. Me gusta mucho el estribillo en el que dice «América/Americanos/Todos a empujar/Todos a gritar», ya que hace que quiera comandar un ejército lleno de gente de todas partes de América Latina para echar a los invasores de primer mundo. Podría ser el llamado a la acción más dulce y enternecedor jamás grabado, y ese final en el que se va ralentizando la melodía hasta apagarse no puede dejar indiferente a nadie. Un arranque de otro mundo.

Y guarda que el resto de las canciones también son fantásticas. El disco no cae en ningún momento. Ni siquiera en la tan criticada Accionista, y digo criticada porque sigue un estilo más pop al estilo del disco «Duke» de Genesis (me hace acordar mucho a Turn it On Again), lo cual a muchos le disgusta. A mí no. En absoluto. Me encanta su riff teatral de teclados, sus diversos y frescos solos de sintetizadores, teclados y guitarras melódicas y su ansiosa melodía vocal, que transmite muy bien el desenfreno de un accionista viajando y viendo a su alrededor no un hermoso paisaje, sino una oportunidad eterna de negocios. Puede que su letra sea algo más directa que el resto, pero ya dije que las delicias musicales están a la orden del día, así que me da igual. Incluso siendo lo más flojo del disco, muchos grupos hubieran matado por componerla. Quién gira y quién sueña tiene un tono bajo más misterioso y sensual que hasta da algo de miedo por su letra sobre chicos que no saben lo que es la infancia por vivir en la miseria (al menos, yo la interpreto así). Después se va volviendo más altiva previo al último verso («Ven, soñemos una ronda pequeña/Y no sabremos quién gira y quién sueña») y, a partir de ahí, se va volviendo más ensoñadora con sus toques andinos y de canción de cuna. Dentro del corral me suena precisamente a eso en su introducción. A un granjero (supongo que el de la portada) adentro de un corral persiguiendo a las gallinas y a otros animales de ganado. Es una imagen muy sencilla y poco pretenciosa para un tema de rock progresivo, pero se sabe bien que a veces lo simple pega mucho más. Su melodía jovial y fresca continúa con este ambiente. Si entendemos el rock latinoamericano, precisamente, como un tipo de rock que evoca las costumbres y paisajes latinoamericanos, este tema (y, por extensión, este disco) es un perfecto exponente. Espíritu esfumado nuevamente explica con su título su contenido musical. Es otro festín de arreglos exquisitos y grandes melodías, con la voz siguiendo al pie de la letra la figura de teclado y con los diferentes instrumentos volviéndose más y más ricos a medida que avanza el tema. No puedo con tanta genialidad. Denme un descanso.

Por último, nos quedan dos instrumentales. El título Ilusión en siete octavos supongo que referirá al tempo en el que se desarrolla el tema (no sé mucho de teoría musical para confirmarlo o desmentirlo), aunque también podría ser una referencia a Apocalypse in 9/8, una de las secciones de Supper’s Ready de Genesis. Empieza algo acelerada, como si los miembros tuvieran prisa por llegar a algún lado, pero funciona muy bien para el tema. Después van sumándose los tonos etéreos de sintetizador y los arreglos de teclado para conformar un tema quizás menos distintivo (en el sentido de que no tiene ese toque tan folclórico de otros temas), pero muy sublime musicalmente (sí, ya sé que está mal redactado «muy» sublime, pero me gusta así). El cierre corre a cargo de La herencia de Pablo (cuyo nombre titularía a un disco solista de José María Blanc en 2018), que es como un resumen de siete minutos con quince segundos de la esencia del disco. De ese progresivo folclórico. Empieza con una melodía algo compleja pero muy memorable a las que se les agregan unos soleados y pastoriles toques de sintetizador que se asemejan al sonido de una flauta y que logran con su sencillez un muy buen contraste. El tema va variando segundo a segundo pero sin perder jamás su sentido andino-progresivo (lo que sea que signifique esto) y haciendo que uno no quiera tocar siquiera el botón de pausa hasta que termine la canción. Después quedarían unas canciones extra en vivo inéditas, pero nunca les di mucha pelota, así que no puedo afirmar que sean buenas o malas, mucho menos dar detalles técnicos de cada una. Por esta vez, cerremos el disco con el cierre del disco.

Y ahí la tenemos. Una de las joyas más injustamente olvidadas del rock argentino. Los que dicen que los Redondos es un grupo injustamente olvidado es porque nunca escucharon a Pablo el enterrador (y no digo esto para insultar a Patricio Rey sino simplemente para explicar otro punto. Me gustan mucho Los Redó, así que ahórrense los tomates podridos). Este disco tiene todo para ser uno de los mejores de Argentina. De hecho, me animo a decir que es el mejor disco progresivo de los 80 no solo en Argentina, sino también en todo el mundo, y el mejor disco hecho en el país en la mencionada década (solo con «Clics modernos» de Charly haciéndole competencia. Casualmente, ambos salieron el mismo año). Quizás el motivo por el que a este álbum nunca se le dio tanta bola es por el hecho de que la música sinfónica ya era cosa del pasado en los 80, por lo que el grupo llegó medio tarde. Sin embargo, la calidad prima por sobre cualquier moda o tendencia, y este disco también podría considerarse, junto con el mencionado de Charly García, el mejor de 1983 (año en el que tuvimos discazos a nivel internacional, tales como el homónimo de Genesis, el debut de Metallica o el «Piece of Mind» de Iron Maiden. Todos geniales, pero inferiores a este). De lo que no hay dudas es de que ese fue un buen año para la música argentina. ¿Quién hubiera imaginado que, en plenos años 80, una bandita ignota de un país en el culo del mundo manejaba una maestría musical y artística que ni los nombres más prestigiosos de Estados Unidos o Europa tenían? Ahora sí puedo declararlo: uno de los mejores discos de todos los tiempos. Andá a comprarlo ya.

lunes, 15 de mayo de 2023

Los fabulosos Cadillacs - El satánico dr Cadillac


Nota: 7+
Mejor tema: El satánico Dr Cadillac.
Peor tema: El mensaje soy yo.

1)      El satánico Dr Cadillac
2)      El mensaje soy yo
3)      Chico perdido
4)      Mi nombre es Travis
5)      El golpe de tu corazón
6)      Contrabando de amor
7)      Fiebre ‘90
8)      Rudy (un mensaje para vos)
9)      El sonido joven de América
10)    Todas las cosas que ella me dio
11)    Verano salvaje

 

Antes de empezar esta reseña, quería pedir perdón por seguir rompiendo las bolas con los Fabulosos Cadillacs. Muchos pensarán que he caído bajo al darle tanta pelota a un grupo insustancial como este, y encontrarán imperdonable el hecho de que, hasta el momento, sea el grupo que más entradas tiene en mi página junto con los Beatles y Spirit, y que encima vaya en camino a superar esos números. Sin embargo, en primer lugar, esto es algo temporal. Cuando haya escrito más cosas de esos y otros grupos, esto que estoy poniendo ahora va a quedar desfasado, como esos youtubers que empiezan sus videos diciendo «Hola, ¿cómo les va en este (introducir día en el que suben el video)?», siendo que uno los puede ver cualquier día posterior al momento en el que lo subieron. En segundo lugar, les prometo que esta banda no es tan insustancial como pudiéramos pensar a partir de los temas suyos que conocemos de la radio. Se van a poner más interesantes pronto. El repasar toda su discografía previa es solamente un trámite para llegar a lo bueno. De paso, disfruto escribir sobre discos que no son maravillas precisamente, así que perdón las pelotas. Es mi página y se hace lo que yo quiero (?). Dicho esto, vamos a lo nuestro.

Ya hemos contado que su anterior disco, a pesar de ser lo mejor que hicieron hasta el momento, no tuvo tanto éxito. Como ya dije, no fue tanto culpa de ellos, sino de las políticas económicas que se aplicaron en la época que complicaban el acceso a ciertos bienes, como los discos. A estos problemas externos, hay que sumarle el problema interno de que la banda se había peleado con su manager, Alejandro Taranto. El tipo intentaba presionarlos para que lograran otro éxito como el que tuvo el tema Yo te avisé, que seguía siendo su mayor logro comercial hasta ese momento. Al final lo terminaron echando y dedicándole el tema titular. Igualmente, a pesar del mal momento que atravesaban, se metieron a grabar su siguiente material, y el proceso de grabación se dio entre septiembre y octubre de 1989. El disco fue lanzado ese mismo año, y tampoco fue ningún éxito de ventas. Vamos a revisarlo.

Bien, bien, bien. Lo primero que tengo que decir acá es que, desgraciadamente, el disco no continúa la línea ascendente que venía mostrando el grupo en términos de calidad. No es un bajón tremendo, pero sí considerable. Nuevamente, no es culpa del grupo en su totalidad. Entiendo que una situación económica que les impida vivir de lo que aman va a sacarles las ganas de esforzarse. O sea, ¿conocen ese dicho que dice «trabajá de lo que amás y nunca más vas a volver a amar de nuevo»? Bueno, esto mismo seguramente les pasó a los chicos. Obviamente estaban más preocupados por poder ganar unos mangos que por seguir evolucionando, así que puedo comprenderlo. Después de todo, la música está hecha por humanos (salvo que se use una inteligencia artificial de las que tanto abundan en estos días), y los humanos tenemos nuestros malos momentos. Aun así, no voy a ser tan malo con el disco, ya que sí noto un par de avances dentro de que no es un trabajo tan sólido. El primero es que, si bien no todas las canciones llegan a ser obras maestras, hay menos relleno globalmente que en anteriores discos. Mientras que antes teníamos al menos dos temas de sobra por álbum, acá hay solamente uno que no me gusta. El resto, sin deslumbrar, se disfruta y no ofrece ningún sobresalto desagradable. El segundo avance es que uno de los temas de este disco es, quizás, la mejor canción que el grupo hizo hasta ese momento. En total, se puede decir que plantea una cierta evolución para la banda esta obra, a pesar de no haber sido concebida así. Eso es valorable.

Ahora sí, hablemos primero de los dos temas más destacables (para bien y para mal). Y ambos están al mismísimo principio, así que me facilita el trabajo. El tema que da nombre al disco y que lo abre es una maravilla. No me alcanzan las palabras para explicar cuánto amo esta canción, pero voy a intentarlo igualmente. Rítmicamente sigue el estilo bailable que venían proponiendo, pero no es tan insustancial. De hecho, el tema tiene alma y arte, y se nota en lo oscuro que es. Nunca habían hecho algo tan oscuro antes. A pesar del ritmo, remite más a un exorcismo que a una fiesta. Toda esta bronca y oscuridad llega a la catarsis en el estribillo, y esa catarsis llega a otra catarsis con ese remate «los cadillacs tocando para vos/los cadillacs tocando para vos». No es la primera vez que se compone un gran tema en respuesta a un manager abusivo, sino que también tenemos cosas como Death on Two Legs de Queen y The Writ de Black Sabbath, pero me encanta que esta banda continúe con la tradición. Algún día me voy a hacer manager también y voy a terminar cagando a los grupos y artistas que apadrine para que se inspiren a componer grandes canciones. Y no, no va a ser por amor a la guita, sino por amor al arte. El tema que destaca para mal es El mensaje soy yo, un rap patético pletórico de ritmos repetitivos y básicos, un scratch detestable de DJ, un asqueroso dueto entre Vicentico y Luciano Jr. (el mismo tipo de Belcha. Sí, ese tema va a ser mi eterna mala referencia en la página de este grupo), y un estribillo sonrojante. Y ojo, que no hablo de ese sonrojamiento agradable que sentimos cuando vemos a la chica (o al chico) que nos gusta, sino el de saber que estamos ante una situación vergonzosa como lo puede ser el escuchar a una banda de talento sacrificando el buen gusto para vender un poco más. Ya de por sí el tema es malo, así que imagínense el efecto nefasto que causa el escucharlo después de la maravilla del tema anterior. Bah.

Por suerte, el resto de los temas están muchísimo mejor. Mi favorito es Contrabando de amor, que fue otro éxito de este disco, aunque solo moderadamente. Es un tema más new wave en su vertiente pop. Aunque en menor medida que en los dos primeros discos, el grupo todavía se niega a dejar ir completamente el estilo, pero se perdona porque son los 80. Además, esta canción es fantástica. La melodía puede parecer infantil, pero hasta para hacer canciones simples e infantiles hay que ser inteligente, y el grupo lo es. El estribillo rulea y los arreglos instrumentales son el perfecto acompañamiento a la melodía vocal. Chico perdido tiene como un sabor a rapeo en los versos, pero no es tan indigesto como en el segundo tema, así que está bien, además de que musicalmente es todo virtudes. Las armonías vocales están muy bien, y también lo están los arreglos de teclados y esas trompetas giratorias. Mi nombre es Travis me llama la atención por su letra referida a Travis Bickle de la película «Taxi Driver» y por tener algunos extractos de diálogos de la misma, pero no se sostiene solo en estos detalles, sino que la música realmente transmite ese ambiente nocturno, sucio y solitario de la obra de Scorsese. Por Dios, si hasta los coros quedan bien a pesar de lo repetitivos. ¿De qué me voy a quejar, entonces? Prefiero simplemente pasar a otras canciones como El sonido joven de América, que suena a lo que sonarían los Beach Boys si fueran argentinos y tocaran ska, o El golpe de tu corazón, otra canción romántica e intimista que funciona mucho mejor que varios intentos de anteriores discos. Ambas tienen melodías muy entretenidas y resultonas dentro de lo que cada una se propone, así que les doy el visto bueno. Fiebre ’90 es de las que más playeras suenan en el disco y, así, de las que más hacen justicia a la portada. El ritmo es tremendamente adictivo y dan ganas de «marcar el paso latino», como dice la letra. Los latinos no somos pura pachanga y joda como los yanquis y europeos quieren creer, pero que los prejuicios los tumbe otra persona. Yo prefiero bailar este ritmo. Todas las cosas que ella me dio es como un ska con toques de surf rock, pero la combinación termina ganando por todos los flancos. Lo único que me jode un poquito es ese pitido del teclado que suena en ciertos momentos, pero no es ni a palos tan molesto como en el primer álbum, así que no me voy a quejar. Verano salvaje cierra el disco con una cierta conciencia de que es un cierre, y es un buen final de fiesta gracias a su estilo punk festivo (¿o debería llamarlo ska agresivo?). Ese «voy a la playa/voy a la playa/largo verano» de la coda me trae a la cabeza imágenes de cuando uno era chico y disfrutaba a tope los últimos días de vacaciones antes de volver a la escuela, y es una muy linda imagen mental, así que me parece fantástico como cierre. Nos queda Rudy (un mensaje para vos), que es un cover del músico jamaiquino Dandy Livingstone. Suena un poco más argentinizada y enérgica que la original de Piedra viviente, pero eso es lo importante en un cover. Darle tu propia vuelta de tuerca a lo que hizo otro artista. No es ninguna maravilla, pero es simpática y es la más corta del disco, así que dejémoslo ahí.

Perfecto. Todo perfecto. El disco, entonces, no es tan terrible considerando las pocas ganas que debían tener de grabar los muchachos. Tenemos tan solo un tema malo y el resto va de lo disfrutable a lo espectacular. Tampoco es que lo espectacular sea una norma acá, pero ese pico que tiene es lo más alto a lo que llegaron hasta ese momento en su carrera. Además, son más autoconscientes de sus limitaciones, y esto se nota en la duración de las canciones. La más larga llega solo a los cuatro minutos y medio. No es que un disco sea mejor por ser más corto, pero al menos esto evita que sus muy disfrutables canciones se vuelvan pesadas y estén dando vueltas más tiempo del tolerable. Al final, el conjunto es lo que me gusta llamar «un paso adelante y medio paso atrás». Es decir, no están tan adelante como deberían estar, pero a la vez se nota que van naturalizando la consistencia y el buen hacer. En definitiva, pese a todo, no hay grandes motivos para preocuparse. Nada más que decir.

viernes, 12 de mayo de 2023

Los fabulosos Cadillacs - El ritmo mundial


Nota: 8
Mejor tema: Vasos vacíos.
Peor tema: Es tan lejos de aquí.

1)      Es tan lejos de aquí
2)      Revolution Rock
3)      Vasos vacíos
4)      Siempre me hablaste de ella
5)      Botella de humo
6)      Conversación nocturna
7)      Tengo solamente dos maneras de estar cerca del cielo
8)      Más solo que la noche anterior
9)      Número dos en tu lista
10)    Twist y gritos
11)    Te tiraré del altar


Bastante mejor. No bastante bastante mejor, como era «Yo te avisé!!» con respecto a «Bares y fondas», pero bastante con un solo bastante sí, y eso es bastante. Los Cadillacs siguen puliendo su sonido y mejorando pasito a paso su nivel compositivo e interpretativo, al punto en el que puedo decir que este es un buen disco. Ya no decente o pasable, sino bueno, y eso es todo un halago de mi parte, pero vamos por ídem (o, mejor dicho, «ídems», ya que este segundo «partes» es plural).

El anterior disco no solo le había dado fama a la banda dentro del país, sino también en países limítrofes, como Chile y Perú. Acá en Argentina, como ya eran demasiado prestigiosos para los bares en los que solían tocar, decidieron hacer un recital en el estadio Obras Sanitarias, el cuál fue muy exitoso y multitudinario. Ya libres de las obligaciones de las giras, a fines de octubre de 1988 comenzaron con su nuevo material. Este disco fue grabado en el estudio Panda y producido por Mario Breuer. Originalmente se llamaba «El ritmo mundial: La revolución del rock» en su versión long play, pero se acortó su nombre cuando lo pasaron a CD. La banda deseaba seguir incorporando influencias de diversos estilos del tipo caribeño, a tal punto que incluso contaron con la participación de la legendaria Celia Cruz, aunque ella estuvo más por necesidad de popularidad y dinero que por gustarle el grupo, del cual no había escuchado nada. Pero bueno, una colaboración es una colaboración. En cuanto a la recepción del trabajo, fue bien recibido por la prensa pero aun así tuvo pocas ventas (aunque esto fue por razones políticas y económicas más allá del poder de la banda). Una lástima, ya que el disco está más que bien.

Bueno, ya básicamente les resumí lo que pienso del disco, pero un resumen, como la palabra lo indica, es algo extremadamente breve y poco informativo. Yo quiero una excusa para escribir mucho y desplegar mi mundo interno de ideas, así que ahí vamos. El disco comienza a tener un sonido más cercano a lo latino, lo cual luego se iría acentuando más en trabajos siguientes. También se destaca que ya prácticamente no quedan rastros de la música new wave (excepto por Número dos en tu lista, que para colmo suena muy bien). Si bien, como escuché decir muy acertadamente a alguien de Twitch, el new wave es un género de características muy poco claras como para considerarlo algo más que «un género paraguas», yo me refiero a que no queda nada de tecnológico y futurista en el sonido del grupo, ya que estas canciones siguen teniendo ese músculo Talkingheadesco, y todos sabemos que Talking Heads fue una de las bandas capitales de dicho estilo. Supongo que me entienden. Pero bueno, todo esto no serviría de nada si las canciones no estuvieran bien escritas e interpretadas, y lo están. Ninguno de estos temas me gusta más que El genio del dub, pero el conjunto está mucho más pensado y trabajado que el de cualquiera de los dos discos anteriores. La distribución de canciones es muy adecuada e inteligente. Salvo por el principio y el final, claro. Es tan lejos de aquí abre con un agradable ritmo juguetón y unos «uh, ah/uh uh ah» bastante simpáticos y pegadizos, pero después llegan los otros coros «uo uo uo uo ua» que nos hacen sospechar de que algo no anda tan bien con la canción, lo cual nos termina de confirmar el horrendo y ridículo rapeo de los versos y, como si fuera poco, siguen repitiendo ese coro decadente con menos gracia que muchos shows de stand up. El único motivo por el que no la marco en azul es porque instrumentalmente se sostiene y porque, cuando cantan como la gente, resulta bien. No por eso deja de ser una mala elección para abrir el disco, así como tampoco fue una gran elección cerrarlo con Te tiraré del altar. Si bien esos coros de barra borracha pueden hasta llegar a ser graciosos, hay una parte en la que creo que canta el mismo tipo que había cantado en Belcha del debut, y lo hace igual de mal. ¿Era necesario reflotar elementos de ese tema horrible? Y, lo más importante, ¿era necesario poner los dos temas más flojos justo en los dos momentos más importantes y definitorios de un disco como lo son su comienzo y su conclusión? Por el amor de Dios, no aprenden más.

Bah, estoy exagerando. Aunque lo hagan despacito, sí aprenden, y se nota. El resto de las canciones son realmente entretenidas y bien hechas. Me llama la atención que el grupo introduce una premisa muy novedosa e interesante para futuras bandas, que puede resumirse en «hacer covers de covers». Sí, así como escucharon. Revolution Rock es un cover de un tema de The Clash que en realidad era un cover de unos tales Jackie Edwards y Danny Ray, y Twist y gritos es un cover de los Beatles que en realidad era un cover de The Isley Brothers. Un seguidor de esta propuesta fue el personaje de Capusotto llamado «Lalo Ranni, el doble de Copani», que era un músico que le hacía tributo a Ignacio Copani haciéndole tributo a otros artistas. Un doble homenaje lo llamaban. Con respecto a lo que hacen los Fabulosos, pensaba empezar diciendo que Revolution Rock suena más fiestera y menos combativa, pero la versión de The Clash también era bastante relajada. En todo caso, podemos decir que los Cadillacs la hacen sonar más apta para un cumple de 15, y no lo digo despectivamente. De hecho, me gusta más su versión que la de los ingleses, ya que tiene más energía, grandes solos de instrumentos de vientos (de los cuales el primero suena extrañamente etéreo) y, lo más importante, ¿me van a decir que no les encanta cuando dice «llamá a tu viejo/llamá a tu vieja»? O sea, está bien que el rock es (o era) justamente para rebelarse de los padres, pero ese es un sentimiento muy adolescente. Con el tiempo uno se da cuenta de que lo más importante es el tiempo que pasamos con nuestros seres queridos. Sí, me puse muy sentimental, pero está bien. No todo son jodas acá. También hay lugar para la belleza y la nostalgia en mis críticas. Vamos a arruinar este momento en un rato. Con respecto a Twist y gritos, toma también elementos de La bamba y mezcla todo. Si bien la versión de los Beatles ya tenía gusto a fiesta, los muchachos lo que hacen es sazonar de ese sabor particular al tema, y el resultado es un auténtico gozo. No es una maravilla, pero siempre voy a respetar cuando un artista no toca las versiones al pie de la letra sino que le ponen un poco de lo suyo, que es lo que hacen los Cadillacs acá, y no lo hacen nada mal. Buenas versiones.

Del resto de las canciones quisiera destacar tres especialmente. La primera es la celebérrima Vasos vacíos, que es una de las que tuvo la participación de Celia Cruz. Sin importar si está acá por los verdes, la reina de la salsa está en su ídem. El tema es elegante, urbano y romántico, con una gran alternancia entre Celia y Vicentico durante los versos y un inolvidable dueto en el estribillo que me hace imaginar una cena durante el atardecer en un restaurante al lado del mar. Muy específica la imagen, pero es lo que me provoca. No puedo hacer nada con mi subjetividad. Hermoso tema. También me gusta mucho Número dos en tu lista, que es más una especie de pop ochentoso acústico con toques de The Cars y de los Kinks de «State of Confusion». La melodía vocal es conmovedora y pegadiza a partes iguales, la línea de bajo elástica le da dinamismo al conjunto y el teclado es de lo mejor que hizo la banda en este estilo. Toda esta combinación hace que la historia que cuenta la letra, sea una joda o algo sincero, llegue al corazón. No es normal para ellos hacer este tipo de canciones, así que aprovechémosla mientras dura. El tercer momento que quería destacar es Siempre me hablaste de ella, que tiene un ritmo de guitarras acústicas y eléctricas muy movido, un gran riff de trompeta que engancha en su sencillez y un estribillo que me llama la atención ya que parecería que va a desarrollarse como algo más complejo tras ese «siempre me hablaste de eeeeeeellaaa» alargado, pero que nunca lo hace. Puede parecer un desperdicio de potencial, pero creo que ese coro funciona muy bien como está. Un buen día la podría marcar en rojo.

Los otros temas no destacan tanto, pero tienen lo suyo. Botella de humo tiene unos coros «uououo» que me hacen reír por la forma en la que el grupo los enfatiza, un solo de teclado casi infantil y un estribillo algo más pesado y agresivo rematado por un bajo burbujeante. Conversación nocturna me llama más la atención por su ritmo combativo que parece un adelanto de las inclinaciones políticas que el grupo expresaría más adelante en canciones como Matador y El león, aunque su letra no tenga nada de político. Tengo solamente dos maneras de estar cerca del cielo es algo parecida estructuralmente a Botella de humo (ritmo movido en los versos, estribillo que enfatiza los acordes de la guitarra y las palabras del cantante, remate de bajo al final del estribillo), pero es una buena segunda parte. Además, me da risa que el coro que dice «say what?» suena tan desquiciado que me lo imagino cantado por David Byrne. Y esta no va a ser la última referencia a Talking Heads en el apartado de esta banda, ya lo verán. Por último, Más solo que la noche anterior tiene un ritmo que no encaja con el mood que uno se esperaría con ese título, pero logra crearme la imagen mental de un baile frente al mar que sí va con la letra. También, algunas partes cantadas tienen una cadencia que me recuerda al rap, solo que queda mucho más natural que lo que intentaron hacer en el primer tema, así que está bien. Además, cuenta también con la participación de Celia Cruz, y eso es una garantía. No son canciones espectaculares, pero son mucho mejores que el relleno de los dos anteriores discos.

Y ahí tenemos nuestro álbum. No es ni a palos el grupo en su pico absoluto, pero sí en su pico parcial. Es decir, quizás es el mejor disco de su etapa más bailantera y complaciente. Todas las canciones tienen algo que ofrecer dentro de las limitaciones de ser una música poco seria. Es que lo «poco serio» no necesariamente tiene que ser algo malo. Cada tanto está bueno escuchar algo que nos saque de la esfera Pink Floyd y King Crimson. Y ojo, que no digo que este disco sea una obra comparable a lo que hacen esas bandas. Ni ahí. Todavía conservo el criterio musical intacto. Lo que digo es que es tan pelotudo el que solo escucha música pasatista que no le hace pensar en nada como el intelectualoide que solo escucha música complicada para alimentar su mitomanía de que es más inteligente y refinado que el resto de las personas. En la vida se necesita un balance, hay que consumir música de todo tipo. Pero bueno. Si solo querés tener un único disco de música lo bastante tonta como para que tus neuronas quieran hacerse el harakiri pero lo bastante inteligente como para que a último momento digan «pará un momento, che. Esto no es tan terrible», lo encontraste. En resumen, otro avance en la carrera de los muchachos.