Estamos de vuelta en Madrid, donde comienza y termina una época con tanta brillantez en sus inicios como trivialidad luego. Hay muchos grupos cuya discografía refleja bien ese tránsito tantas veces repetido a lo largo de la historia: sus primeras obras siguen manteniendo interés aún hoy, mientras el resto se va desvaneciendo en el olvido. También hay algunas excepciones, que por lo general corresponden a los grupos de más categoría y que supieron retirarse a tiempo como Radio Futura, tal vez el mejor ejemplo. Y luego hay rarezas, casos únicos como el de quienes nos visitan hoy: los Esclarecidos. En esencia se trata de una reunión de amigos que se dedicaba a la música "por horas", ya que no era esa la ocupación principal de sus miembros. Por otra parte mantenían amistad con varios personajes de la movida madrileña, lo cual les dio la "visibilidad" necesaria para establecer una carrera más o menos convencional. Su música, por lo general muy elegante, cercana al lounge, es una alternativa que consiguió más seguidores de los esperados, aunque también es cierto que su estilo decadente va bien con la filosofía vital que comienza a encarnarse en esa generación ya casi treintañera que llega al segundo quinquenio de los 80 en una "optimista" posición económica y social. Los Esclarecidos podrían definirse como el art decó hecho música pop, para entendernos.
Hay una pequeña pandilla de muchachos que están terminando sus carreras y pronto conseguirán empleo, pero la música es una afición compartida por todos ellos. Y un día, tras adquirir una mínima habilidad instrumental y algunas actuaciones informales donde fuese, deciden que el tiempo libre lo dedicarán a mantener la cohesión necesaria para dar vida a un grupo, aunque sea a rachas: así nacen los Esclarecidos, a principios de la década. Aunque por razones de trabajo o simple cambio de perspectiva habrá algunos que irán siendo sustituidos por otros, la esencia del grupo está en el núcleo familiar compuesto por los hermanos Lliso (Cristina, cantante; Nacho, saxo) y Alfonso Pérez, esposo de Cristina e inicialmente el batería; junto a ellos, la formación original se completa con el guitarrista Fernando Mata y Coyán Manzano al bajo. Es frecuente que en las grabaciones participen otros músicos, sobre todo batería o saxo, ya que las habilidades de sus titulares son bastante reducidas; y aunque en la creación musical colaboran todos, las letras suelen ser de Pérez. Por último, para grabar y publicar cuando ellos quieran sin tener que ceñirse a los intereses de un sello discográfico, crean uno propio junto a sus amigos de Décima Víctima: Grabaciones Accidentales, S.A., o sea, GASA, que publicará también a otras luminarias como Derribos Arias, por ejemplo.
En 1982 debutan con dos Eps. El primero es "Música para convenios colectivos", en los que se notan influencias contemporáneas del tipo Cure o Passions junto a una voluntad por la sofisticación en el estilo, y la cara A con "Punto de observación" es un buen ejemplo, ayudada además por esa letra casi cinematográfica, muy esteticista, que será otro de sus elementos distintivos. La cara B se abre con la pieza que da título general al single y que tiene un estilo similar a la primera, ambas abrigadas por el saxo y unos agradables juegos de cuerdas. Aunque la calidad del sonido es muy justita de momento, la producción hecha por el grupo junto a Paco Trinidad le da un buen realce; Trinidad, por cierto, será más delante miembro de pleno derecho. Tras escuchar el disco, la sensación general es de que estamos ante un grupo con influencias contemporáneas, muy actuales. Pero también resulta evidente que su formación anterior tiene poco que ver con el rock: parecen haber saltado del swing, por decir algo, a la new wave con matices post punk sin términos medios. Es admirable que gran parte de las tribus madrileñas de sus primeros tiempos les hubiesen seguido; más explicable resultará luego, por las razones de madurez que dije antes.
El segundo Ep, también de tres canciones, tiene un ambiente muy parecido al anterior, e incluso la cara A, con "Pánico en la convención", recuerda inevitablemente a la pieza que daba título a aquél. Pero las dos piezas de la cara B ya muestra que están empezando a sumar nuevos registros en su estilo, y mientras "Sección femenina" es una canción vibrante, muy rítmica y con un magnífico repertorio de percusiones y cuerdas, "Húmeda" es la alternativa melódica, con un ritmo lento pero constante, casi de marcha, marcado por un bajo luminoso y un arreglo de saxo que redondea ese ambiente de indefinible melancolía, nostalgia incluso, que constituye una de las señas de identidad de este grupo. En cuanto a la voz de Cristina Lliso, se queda en agradable, sin más: todavía está madurando, y por otra parte es posible que no le favorezca el tipo de producción que llevan en sus primeros tiempos, con un sonido general un tanto "lejano", con un eco en el que a veces queda un poco apagada. De todos modos son dos discos cuya categoría formal ya muestra un timbre de distinción sobre la media de la oferta madrileña, a pesar de sus imperfecciones.
La personalidad de los Esclarecidos comienza a definirse al año siguiente, cuando publican un mini Lp titulado a su nombre: son siete canciones entre las cuales se incluye "Húmeda", tal vez porque ya forma parte de esa cercana mayoría de edad, y aunque la calidad de sonido es todavía irregular ha mejorado. Es una selección muy rítmica, acercándose al funk en algunos momentos, donde el bajo y la envoltura del sonido del saxo son grandes protagonistas. Entre los amigos que participan en la grabación se encuentran los Radio Futura Enrique Sierra y Solrac, y en algunos momentos parece haber un espíritu cercano a ese grupo aunque la esencia de los Esclarecidos sea otra. Y aun siendo un disco de transición, y aunque todavía se notan influencias de grupos isleños de la onda oscura o postpunk, ya destacan algunas canciones con un sello muy personal: la apertura con "Una noche en Roma", seguida por "Los elefantes", hacen un buen par de muestras. También aquí se presentan sus primeras canciones de tiempo medio y ambiente casi somnoliento, atmosférico, como "Manila girls": ese será otro de sus rasgos distintivos a partir de ahora. Hay también algún intento de fusionar ritmos vanguardistas con percusiones al estilo africano (que incluso afectan a la cadencia que adquiere la voz) como en la curiosa "Sueña con Lovelace". De todos modos el gusto por la experimentación en percusiones y cuerdas se mantiene a lo largo de casi todo el disco, y "Al compás" es otro ejemplo. Y con "Emoción en el canódromo" hacen un guiño a sus primeros tiempos, pero los arreglos de teclados le dan un nuevo músculo a ese ambiente posmoderno. En conjunto ya digo, no alcanzará la altura de los siguientes pero ya tiene una gran riqueza de matices.
Su confirmación definitiva llega en 1985 con "Esclarecidos 2", en el que Trinidad ya figura como integrante oficial del grupo: además de producir el disco toca guitarras y programa los teclados electrónicos. Por otra parte se refuerzan con el saxo tenor de Pepe Cardona (El Víbora), que ya es un clásico de las grabaciones madrileñas, y que junto con el saxo alto de Lliso dará ese ambiente de sala jazzy que envuelve a los Esclarecidos. Sin embargo también trabajan la balada incluso en su particular homenaje a Miles Davis, que suena en tono de pop orquestado, melódico, casi de sala de baile decadente. Así que ahora podríamos considerarlos como un grupo de jazz pop intimista, aunque tal definición resulte un tanto pobre teniendo en cuenta la riqueza de sonidos que pueden llegar a conseguir (de vez en cuando se nota la influencia de unos Talking Heads, por ejemplo). En todo caso resulta evidente que a su estatus le sienta muy bien este nuevo quinquenio en el que entramos, y aunque su condición de músicos diletantes no les permite mantener un circuito de actuaciones constante (ni les interesa) no cabe duda de que la crítica posmoderna los adora. Es en este disco donde se incluyen dos de sus canciones más recordadas: "Pipeline", con ese ritmo vivo pero con el tono casi doliente que le imprime la letra, la voz y la cadencia de Cristina; y sobre todo la hermosa "Arponera", una balada intemporal, de siempre. El nivel medio del repertorio es impresionante, y en cuanto a la riqueza de sonidos, como ejemplo hay que recordar que aquí llegan incluso al "momento salsa" con "El dormía en un fotomatón", que aun sin salirse de los cánones demuestra muy bien que saben imprimir su carácter a cualquier estilo. Para mí este es su mejor disco y también el más equilibrado.
Dos años después presentan "Por amor al comercio". El tono general es alegre, animado, muy bien definido ya por la apertura con ese casi soul blanco que es "La carta", un estilo que se mantiene en otras piezas como "Apostar"; aunque por supuesto aquí se encuentra una de las más hermosas canciones de amor del repertorio nacional, la que da título al disco, con esa señorial entrada de piano. Hay también un momento bossa nova, "Unas congas y un café", que una vez más demuestra la gran versatilidad a la que pueden llegar y que en el fondo no es más que un catálogo de todos los estilos que les gustan como aficionados. Las influencias de la actualidad británica, ese aroma de pop rítmico pero medio tiempo, se perciben en "¿Cuál es la diferencia?" y "Los buitres", o se acercan al funk blanco en "Camina deprisa", y llegan incluso al terreno del jazz pop blanco con "Señorita, por favor". En ese aspecto los Esclarecidos ya pueden entroncarse en esa gran corriente que tuvo su momento en el segundo quinquenio de los 80 y principios de los 90, aunque tal vez el paso del tiempo no le haya favorecido a una parte de su repertorio, que suena muy actual, tal vez demasiado, y por eso mismo perecedero. Por otra parte comienza a usarse mucho el concepto de "música pop para adultos" y, como en el caso de su equivalente "rock para adultos", aún hoy no tengo claro si eso es bueno o malo (aunque el espíritu del pop no tenga nada que ver con el del rock). De todos modos en su época fue otro de los discos reverenciados entre los aficionados más veteranos, y las ventas fueron bastante razonables.
En 1989 llega su cuarto disco, titulado "De espaldas a ti". La producción es más cálida, a juego con el tono reposado, clasicista y por momentos sensual que distingue a la mayor parte del repertorio. Aquí abundan en su repaso de la balada tanto en su vertiente de pop orquestal como en su variante jazzy, buscando un ambiente de decadencia nocturna, tan cinematográfica (salvo excepciones como la casi rockera "Tucán" o "La abundancia", tan latina). La composición es exquisita, está todo muy cuidado. Entran en la década de los 90 con esa misma exquisitez, que para unos ya es reiterativa y para otros no lo será nunca. En sus últimos tiempos, ya en el segundo quinquenio de los 90, llegaron hasta el trip hop y los sonidos electrónicos, algo que incluso dentro del propio grupo causó discusiones hasta que lo dejaron en el 97. A mí, que no soy muy dado a tanta elegancia, me siguen gustando mucho sus tres primeros discos. Y ya digo, la prensa los puso por las nubes hasta el final.