«Simplemente, no había visto de dónde había pasado esta vez el inevitable reformismo, de forma discreta pero seguro: de allí donde se habla de insurrección y de autonomía a miles de parejas».
Cita del opúsculo Le mouvement est mort… Vive la réforme, noviembre 2017.
La Zad era nuestro barco pirata, la madre de todas las Zad. Emergió en una época sin salidas y ha sido como si el mundo se volviera un poco más soportable. Como un breve vistazo, una posibilidad que hacia irrupción en la espesa niebla y pegajosa de nuestro futuro. Para nosotros, que llevamos vidas movimentadas y fuera de las normas, era la conciencia de que siempre habría habido un lugar para acogernos, en caso de escapar. Un lugar donde el Estado nunca habría venido a buscarnos. Un lugar donde siempre habríamos encontrado aliadxs para alimentarnos, vestirnos, disimularnos en los pliegues de su bocage.
Y es precisamente a este Estado que nos aplasta, nos mata, nos da la caza, que hace tres años la Zad ha sido ofrecida por un puñado de oportunistas. Aquellos y aquellas que, incluso ayer, sostenían que este territorio estaba «en secesión».
Esta odiosa traición, llevada a cabo a espaldas por aquellxs que combatían a los gendarmes en las barricadas, no se puede olvidar. Mucho menos cuando el komintern local nos saca fuera un proyecto de Escuela de Tritones, para celebrar los tres años de aquella que ellos consideran una victoria.
¿Reconstruir allí donde estaba el squat de las Planchettes, entonces? ¿Cómo no exultar de rabia ante esta enésima provocación? ¿Cómo no gritar a la venganza por la parte este de la Zad, devastada? [Leer más]