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argentina/uruguay/paraguay / miscellaneous / opinión / análisis Thursday May 30, 2019 01:13 byFederación Anarquista Uruguaya

Carta Opinión de la Federación Anarquista Uruguaya. 20 de Mayo 2019

CARTA OPINIÓN – fAu – 20 de Mayo 2019

IMPUNES HOY, GOLPISTAS MAÑANA

«Son las momias que aún se escurren a hurtadillas, por las negras galerías de la infamia»

Este verso del compañero Carlos Molina bien describe y cataloga el constante accionar de las Fuerzas Armadas y de quienes esconden la verdad de los crímenes que éstas cometieron durante la dictadura. De toda esa estructura de poder, que para eso existe y ampara a estas instituciones.

Un «Tribunal de Honor» militar -habría que decir un Tribunal de Vergüenza y Cinismo- entendió que José «Nino Gavazzo» y Jorge «Pajarito» Silveira debían ser expulsados del Ejército por haber guardado silencio ante la prisión de otro militar, Juan Carlos Gómez, por el crimen de Roberto Gomensoro Josman. Pero en el mismo acto, Gavazzo, de hecho, se autoadjudicó el crimen de Gomensoro, y eso fue considerado como un hecho irrelevante por el Tribunal militar. Silveira a su vez le adjudica más crímenes a Gavazzo, pero nada de ello motivó que sus «camaradas» de armas dieran cuenta de esos mismos hechos de acuerdo a su gravedad. Al contrario, para ellos, bien adoctrinados y bestializados, la tortura, muerte y desaparición de gente del pueblo no es algo que importe.

Una pequeña y horrenda parte de lo que todo el mundo conoce hace décadas, se hizo público luego de que un periodista con vínculos con Gavazzo publicara los fallos del Tribunal militar. Este hecho no queda claro en primera instancia, ni tampoco por qué Silveira le suma una serie de acusaciones a Gavazzo.

Pero a esta especie no se le puede pedir algo de ética, en el silencio compartido no hay nada de valores solidarios. El silencio es para cubrirse entre cómplices que ejecutaron horror y muerte. Así que de estos círculos cualquier cosa se puede esperar, la existencia de enfrentamientos mezquinos no es algo que a nadie pueda llamar la atención. Son buenos discípulos de un sistema genocida y fueron bien enseñados para servirlo. El Ejército, como parte de las FFAA, actuó como ha venido haciendo desde luego de la dictadura: ampararse en un profundo pacto de silencio y en la impunidad que todo el sistema político, todos los gobiernos, le ha garantizado a los militares. A esos “pobres viejitos” que igual mataban a la madre.

La destitución del Comandante en Jefe del Ejército Manini Ríos y de los seis generales que integraron los llamados Tribunales de Honor y de Alzada, más ministro y secretarios, se debe a que esta vez a estos asesinos, genocidas y encubridores, se les ha ido la mano. Queda expresado a nivel público lo que sienten y son y esto tiene efectos políticos, que por distintas razones, conveniencias y cálculos mediante, debe ser cubierto en esferas públicas. Se trata de esas mismas denuncias que familiares han hecho una y otra vez durante décadas y que han tenido como respuesta la indiferencia inhumana y cruel. Cuando mucho alguna cosa mínima para hacer como que hay preocupación sobre el tema y con esto tratar de mantener apoyo y votos para sus partidos o gobiernos.

Hay una confesión de un asesinato político y el hecho pasa desapercibido, porque al decir de Manini, ya era un hecho conocido y que nada aportaba. Con esas declaraciones de Manini al semanario Búsqueda, y todo el contenido de la entrevista que dio a ese medio, se sigue justificando el terrorismo de Estado y la impunidad. Asesinar, torturar, secuestrar -incluso bebés-, desaparecer, no parecen ser hechos que ameriten ningún tipo de castigo, sino que son las tareas «naturales» que un Ejército como el uruguayo tiene encomendadas para «mantener el orden». Y lo peor es que así funciona el sistema capitalista vigente. Forma y tiene una máquina de muerte que usa de acuerdo a las circunstancias sociales que la coyuntura le indica en referencia al mantenimiento y reproducción de sí mismo. Sistema configurado para que unos pocos tengan la riqueza y el poder. Y esa institución militar actúa de diferente manera de acuerdo a la situación social existente, por momentos reprimiendo episódicamente reclamos populares y en extremo directamente como dictadura. Defienden la patria en todo momento, la patria de los poderosos. Después van volviendo al carril, no sin menores contradicciones, nuevamente dóciles y dispuestos, habiendo sacado la tajada que han podido. Siempre a la orden y con el odio a flor de piel contra esa chusma sediciosa del pueblo que quiere comer todos los días y un futuro digno y justo.

La impunidad tiene su historia…

Los militares garantizaron para sí mismos la impunidad. La última puntada de esa costura la dieron en el Pacto del Club Naval en 1984, con el aval del Partido Colorado y el Frente Amplio que participaron de dicha reunión de contenido secreto. Mientras la reunión del Club Naval tenía lugar, aún se torturaba en los cuarteles y en el Servicio de Inteligencia, morían compañeros en la tortura y la represión se mantenía en las calles. A ese pacto secreto se sumó luego por la vía de los hechos el Partido Nacional, aprobando la Ley de Impunidad a fines de 1986, para evitar que algunos cuantos asesinos fueran citados por el Poder Judicial.

El Referéndum de 1989, el llamado popularmente «voto verde» movilizó a amplia militancia popular; primero en la campaña de recolección de firmas, luego en la campaña hacia el 16 de abril, hecho del cual se cumplen 30 años. Por allí se canalizó el intento de anular tan infame ley, pero se perdió. Se perdió ante una campaña de miedo, ante los rumores y temores de retorno de los militares, de que saldrían nuevamente de los cuarteles… En ese clima se desarrolló el referéndum… Razzias policiales mediante y el asesinato del compañero Guillermo Machado, joven obrero de la construcción en 1988.

Parecía que los de arriba y los militares habían cerrado el tema. Durante años casi no se habló de las violaciones a los Derechos Humanos en dictadura. Vino la represión del Filtro y se cobró la vida de dos compañeros más. Pero no se puede derrotar a la Resistencia. Un pueblo con dignidad encuentra caminos. Es así que Familiares convoca en 1996 a la «Marcha del Silencio». Y otra vez el tema se coloca en el centro de la discusión política del país e interpela a los gobiernos y al sistema político. Algo tenían que hacer.

Llegó el inefable Jorge Batlle y crea en el año 2000 la Comisión para la Paz, como un intento de poner un «punto final» al tema. Intenta obtener algunas «confesiones» y se recolecta información de varios casos. Se elabora un informe, que en realidad, estaba lleno de inexactitudes y mentiras. Lo cierto es que se reconocían las violaciones a los Derechos Humanos y desapariciones, esas que ahora desconocen Manini y Feola. Pero se quedaba ahí. Ese «punto final» no agregaba nada; más bien oficiaba como cortina de humo y ahondaba en el discurso de «dar vuelta la página» y «olvidar el pasado».

En 2005 con la llegada del Frente Amplio al gobierno, las expectativas de algunos sectores de la población de que se avanzara en este tema, se disiparon rápido. «Todo dentro de la ley», dijo el presidente Tabaré Vázquez al asumir, y ello implicaba respetar la Ley de Impunidad y su artículo 4º, el cual se mostraba como el estandarte de la lucha por «verdad y justicia». Exceptuando algunos pocos casos que fueron quitados de la Ley de Impunidad y el procesamiento de las figuras más notorias de la represión, no ocurrió mucho más. Acerca de la verdad y el famoso artículo 4º, poco se obtuvo. Fue casi imposible avanzar en otras causas judiciales.

Todavía está en nuestra retina la figura del ex Comandante del Ejército Carlos Díaz junto a Macarena Gelman, señalándole el lugar donde estaba enterrada su madre. Y allí no había nada.

Durante el gobierno de Mujica se impidió la anulación de Impunidad en el Parlamento con la «cruzada» de Víctor Semproni, haciendo los mandados a Mujica y al Ministro de Defensa Fernández Huidobro. Es que tenían un pacto con los militares que no podían romper…

Han sido innumerables las mentiras que han propalado los militares hasta el día de hoy. Las declaraciones de Gavazzo al diario El País del domingo 5 de mayo son, por lo menos, repugnantes. Se reiteran las mentiras, igual que ante el Tribunal militar. La desinformación ha sido siempre su tarea, por lo tanto, no debe sorprendernos que este tipo de personajes mientan. Es parte de la política de impunidad.

Construyendo la impunidad del mañana…

El hecho de no avanzar en materia de verdad y justicia, hace que la impunidad se perpetúe y fortalezca, que cimente la impunidad de mañana. Pero, además, hay políticas específicas que fomentan la impunidad del futuro. Una de esas políticas es la «ley antiterrorista», que ya fue aprobada por el Senado con el voto de todos los partidos, y que «era necesaria» para colocar a Uruguay a tono con las exigencias internacionales en la materia. Claro, las exigencias vienen del norte, del imperio, del mayor terrorista del mundo. Se decía que Uruguay podía quedar expuesto a sanciones por no controlar el lavado de activos para financiar el «terrorismo». El GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacional) presionó a Uruguay para aprobar dicha ley, ya que este organismo se encarga de la revisión de la normativa en materia financiera, y viene presionando en cuanto a fondos que pueda recibir el «terrorismo».

Pero lo cierto es que el proyecto de ley que ya cuenta con media sanción en el Senado -fue aprobado por unanimidad-, y no solo se enfoca en los fondos que financien el «terrorismo», sino que tipifican como tal a una gama bastante amplia de acciones o posibles móviles de acciones del movimiento popular. Permite el uso de «agentes encubiertos» en investigaciones -vaya novedad-, pero ahora con total desparpajo se permite que utilice la identidad ficticia en el juicio. A través de esta ley se legaliza y garantiza el espionaje a las organizaciones populares y facilitará el armado de causas judiciales cuando sea de su antojo.

Por otra parte, en algunos de sus artículos se abordan asuntos un tanto improbables, como por el ejemplo el manejo y traslado de material radiactivo… El texto de la ley parece que ni siquiera fuera hecho en Uruguay, parece ser un modelo, una receta brindada desde el extranjero.

Este tipo de leyes no se diseñan y aprueban para enfrentar a los grupos terroristas que apoya y financia Estados Unidos. Esos grupos tienen cuenta corriente de la CIA y otros organismos similares. El terrorismo tiene un origen bien claro: Estados Unidos. Desde allí proviene su financiamiento, entrenamiento y las más diversas justificaciones ideológicas. Ayer fue Al Qaeda y Osama Bin Laden financiados por el gobierno de Ronald Reagan para contener la invasión soviética en Afganistán, al mismo tiempo financiaba la «contra» nicaragüense para hacer fracasar la Revolución Sandinista y el continuo apoyo en dinero, armas y entrenamiento a los ejércitos centroamericanos que cometieron verdaderos genocidios en los años ’80, aplicando los manuales norteamericanos de la «guerra sucia».

En la región, Brasil y Argentina aprobaron bajo los gobiernos progresistas de Dilma Roussef y Cristina Kirchner leyes de este tipo. En Brasil, el Movimiento Sin Tierra ya cuenta con sus primeros procesados bajo esta ley por acciones que tienen que ver con la lucha campesina. Este es un proyecto para que los de arriba tengan más herramientas legales para reprimir la lucha del pueblo. Lo vemos en Argentina y Chile con la lucha del pueblo mapuche y el armado de la causa judicial «RAM», que vincula a la lucha y acción directa mapuche a diversas organizaciones populares y de izquierda y las acusa de tener vínculos con las ya disueltas FARC y con la guerrilla kurda, lo cual es disparatado. Es decir, el armado de causas para los y las militantes populares, estará a la orden del día con este tipo de leyes. Con esta ley y otras, que conforman un marco jurídico denso, generan las condiciones para reprimir y encarcelar al pueblo ante los futuros descontentos. El sistema tiene previsto posibles estallidos, nuevas rebeldías, el avance de la lucha popular y generas sus «antídotos» contra eso, que no son más que barreras para que unos pocos puedan seguir gozando de sus privilegios. Para eso necesitan garantizar la impunidad del mañana y mantener latente el terrorismo de Estado.

El puñado de poderosos y beneficiarios…

La dictadura no fue solo un asunto militar. Varios civiles participaron directamente, algunos del gobierno, otros no se mancharon las manos, pero estuvieron tras las bambalinas, alentando, palmeando el hombro a estos asesinos.

Apenas se produce el golpe de Estado el 27 de junio de 1973, las cámaras patronales (Unión de Bancos del Uruguay, Asociación y Federación Rural, Cámara de Industrias, entre otras) saludaron dicho golpe. Y se vieron beneficiadas rápidamente con el decreto del 4 de julio de 1973 -en plena huelga general- el cual habilitaba a los patrones a despedir obreros a causa de su actividad sindical. Pero no quedó allí: más adelante la dictadura aprobó la rebaja de aportes patronales a la Seguridad Social, por la cual los empresarios pagan solamente el 7,5% como concepto de Montepío, mientras los trabajadores pagamos el 15%. Justamente ahora, que se empieza a hablar de reformar la Seguridad Social y todas las propuestas van en la línea de aumentar los años de trabajo -tal como acontece en la región y en el mundo-, hay que poner arriba de la mesa que los patrones durante 46 años han pagado menos que los trabajadores al BPS y que ya es hora de que se termine con esa impunidad e injusticia y que aporten el 15%, como antes del golpe. De este modo se solucionaría el déficit del BPS y, por otra parte, se pondría fin a un aspecto de la impunidad que han gozado aquellos que se beneficiaron de la dictadura y fueron sus autores intelectuales.

Por otra parte, jamás se investigaron los negociados realizados durante la dictadura, los préstamos a ciertos empresarios, el abultado crecimiento de la deuda externa. Fue la dictadura militar la que generó una brutal transferencia de ingresos, bajando los salarios reales de los trabajadores y aumentando la porción de la riqueza que se apropiaba la burguesía criolla y extranjera. Fue el «boom» de la construcción en Punta del Este, para que esos asesinos de guante blanco pudieran descansar tranquilos…

Y la dictadura dejó implantado el modelo neoliberal. Avanzó todo lo que pudo en ello; hirió de muerte definitiva al aparato industrial, reprimarizando aún más la economía. El gobierno de Lacalle sólo vino a profundizar ese modelo, que ya estaba implantado por los militares y su execrable ministro de economía Alejandro Vegh Villegas.

La impunidad también tiene varias facetas que hay que atacar.

Una larga y porfiada lucha de nuestro pueblo

Es legítimo que el pueblo uruguayo, los hombres y mujeres bien nacidos en este rinconcito del mundo, manifestemos nuestra indignación y bronca ante tanto cinismo; ya no podemos tolerar tanta infamia. Asco nos da que sujetos de la calaña de Gavazzo y Silveira sigan existiendo, y que lejos de ser juzgados haya impunidad y amparo. Pero que no sean juzgados por esta justicia también tiene su explicación profunda. Es ella una institución de primer orden para la seguridad del sistema y todo el privilegio que circula en su seno. Decía Foucault al respecto en un estudio de mucho rigor: «Si se puede hablar de una justicia de clase no es sólo porque la ley mismo o la manera de aplicarla sirvan los intereses de una clase, es porque toda la gestión diferencial de los ilegalismos por la mediación de la penalidad forma parte de esos mecanismos de dominación… hablar de política criminal es hablar de unos de los capítulos claves de poder». El sistema capitalista ha organizado los «ilegalismos» de tal forma que aseguran y reproducen su dominación.

Pero frente a ello el pueblo uruguayo ha mantenido el alto la bandera y el reclamo de justicia. Lo poco que se ha avanzando en materia de verdad y de algún milico procesado, ha sido por el esfuerzo de las organizaciones de Derechos Humanos y del conjunto del movimiento popular. Ante tanta impunidad, silencio, y tapadera de todo el sistema político que no le conviene que se abran a pleno los archivos y se sepa paso a paso lo que realmente ocurrió, no ha sido poco lo realizado por el campo popular.

Bien se sabe, Gavazzo y Silveira fueron dos de los represores que, actuando en el marco

del Plan Cóndor, plan genocida de las dictaduras de la región y de los Estados Unidos, secuestraron y asesinaron a nuestros compañeros y compañeras de FAU. Por sus sucias manos pasaron hombres y mujeres de la talla de Gerardo Gatti, León Duarte, Victoria Grisonas, Alberto Mechoso, Adalberto Soba y un inmenso grupo de compañeros y compañeras, todos detenidos y torturados por ellos y otras figuras deleznables, en Automotores Orletti. Ahora parece, según Manini Ríos y Gavazzo, que el segundo vuelo no tuvo lugar y que no se trasladaron 28 detenidos desde Buenos Aires a Uruguay. Testimonios de quienes fueron trasladados abundan, pero tienen el cinismo y el descaro de negar hoy la existencia de ese vuelo, y con ello poner en duda el resto de los mismos. Es más, es tan grande y profunda la impunidad y el silencio generado por estas bestias y todos los gobiernos desde 1985 a la fecha, que no se sabe con exactitud cuántos vuelos se desarrollaron ni quiénes fueron trasladados.

La impunidad asquea, repugna e indigna aún más que estos genocidas anden sueltos, caminando por las calles con total tranquilidad. Pero el pueblo sabe que esto no es casualidad. Solo han sido encarcelados unos pocos militares y policías, los más notorios, protegidos en una cárcel vip; pero son más de 400 los que andan tranquilos, impunes. Y junto a ellos están todos los civiles, la estructura de poder que los empujó y respaldó: dueños de diarios y radios, cámaras de comercio y rurales, grandes empresas extranjeras, dispositivos del imperio que operaban en el área. Todos ellos son responsables, nuestro repudio eterno a toda esta estructura del horror que asesinó a hijos e hijas de nuestro pueblo.

¿Hasta cuándo tanta impunidad? ¿Hasta

cuándo vamos a permitir que todos estos mal nacidos sigan jugando con la verdad y el destino de nuestros compañeros y nuestras compañeras?Necesitamos desde hoy y todos los días ir forjando un pueblo fuerte. La impunidad de hoy es el cimiento de nuevos golpes de Estado, de nuevos crímenes para cuando el sistema se vea en peligro por el clamor de justicia y libertad de los y las de abajo.

No nos resignamos a que no haya justicia, pero sabemos cuál justicia, tampoco a que se consagre sin más la impunidad y los discursos derrotistas. Seguimos la senda de nuestros compañeros desaparecidos y asesinados, no bajamos los brazos y señalamos a los responsables de los crímenes de la dictadura, amparados por toda la estructura del Estado, aparato de dominación de las clases poderosas para oprimir al pueblo.

Pero el pueblo, los pueblos, esos que las historias hechas desde la élite y cúpulas desprecian, han conservado en su imaginario, en el profundo de su corazón, el sentimiento de repugnancia a las atrocidades vividas, así como el recuerdo tierno, respetuoso por todos aquellos que fueron víctimas de la barbarie. En ese pueblo se ha conservado y ha ido creciendo el repudio a ese mundo del atropello y de la muerte. En el pueblo, las instituciones sociales, los familiares está el legítimo interlocutor; él está exento de cálculos, él constituye la única vía para lograr una verdadera justicia. Ese mismo pueblo ya encontrará su camino de justicia social total, donde volverán a habitar los mejores hijos e hijas de nuestra clase.

¡NI OLVIDO NI PERDÓN!
¡LIBERTAD O MUERTE!
¡POR EL SOCIALISMO Y LA LIBERTAD!
¡ARRIBA LOS QUE LUCHAN!

federación Anarquista uruguaya

Zelmar quedó para siempre entre nosotros. No se fue, está aquí. Mientras haya lucha por una sociedad distinta, socialista libertaria, estará entre nosotros. No es una frase formal, su trayectoria nos seguirá diciendo mucho y por ello es que lo sentiremos ahí.

Recordándolo trataremos de hacer una breve semblanza militante de este querido y entregado compañero. Las actividades que recorrió, que no fueron otras que aquellas distintas tareas que son necesarias en una organización específica.

“Fue detenido un compañero, lo llevaron para la comisaría de la otra cuadra, vamos a sacarlo”. Era una propuesta hecha en la calle, en el marco de una movilización callejera, en enfrentamiento a la represión policial. El detenido era en esta oportunidad Zelmar que había resistido con todas sus fuerzas el malón represivo. Una veintena de compañeros se agruparon ante la comisaría y exigían que lo soltaran. Zelmar era puntual en aquellas movilizaciones que se realizaban, varias por semana, vinculadas a reclamaciones obreras y estudiantiles de la década del 60. No pedía un puesto de lucha, lo tomaba.

Fue la suya una infancia sufrida, de hogar humilde supo de niño cómo sienten y viven los de abajo. Tuvo un largo tránsito por el infame camino de la pobreza, de la falta de todo aquello que permite una vida simplemente regular en este mundo de opresión, de mucho privilegios para unos pocos y mucha miseria para los más. Pero esto no lo marginó o lo hizo un resentido, por el contrario, le permitió ir al encuentro de la esperanza de un mundo mejor. Pero la cruda experiencia le había ido enseñando que ese mundo poblado de justicia auténtica y solidaridad solo se podía lograr con mucha resistencia y lucha y que la tarea comenzaba ya.

Nace y transcurre alguna parte de su vida en Rivera. Siendo niño pasa a no tener hogar de familia directa, da tumbos, va de un lugar a otro. A los 7 años queda internado en el Consejo del Niño. Aún en esas condiciones tiene un propósito entre ceja y ceja: ir al liceo. En el Consejo del Niño le reconocen su habilidad manual y estiman su deseo de estudiar. Lo trasladan para que esto fuera posible. Finalmente hace el Liceo en Pando, para llegar a él debe realizar una larga caminata todos los días, persevera y sigue hasta terminar. Es en ese Liceo que conoce a Roger Julien. Juntos, años después, concurren a la Escuela de Bellas Artes. Ahí toma contacto con las ideas libertarias y participa en actividades sociales de la Asociación de Estudiantes, especialmente en las luchas callejeras durante un periodo. A principios de la década del 60 se identifica con la FAU, con sus planteos de acción para el medio social del momento y con su estrategia general. Conoce un poco del monstruo por dentro y los planteos líricos no lo atraen, quiere una trinchera donde luchar contra la bestia con métodos adecuados.

Está la Universidad sitiada por fuerzas represivas, rodeada por el milicaje. Pretenden entrar para desalojar a palos a quienes se encuentran en ese momento refugiados ahí, después de una refriega donde la represión no las tuvo todas con sí. Fue un largo enfrentamiento obrero-estudiantil en 18 de julio y los alrededores de la Universidad. Las bestias del poder fueron sumando fuerzas y terminaron rodeando los calles linderas de toda una zona, quedó finalmente como repliegue la Universidad. Después un grupo grande de compañeros trancó la puerta y se quedaron allí reforzándola para impedir la entrada de la represión. Los milicos metían gases y arremetían una y otra vez y nada, la resistencia era firme y no pudieron quebrarla. Ahí, entre los compañeros de la puerta estuvo todo el tiempo Zelmar, firme, sereno y dispuesto.

No le sacaba el hombro a ninguna tarea. Sabía que todas eran necesaria en este combate de clases que circula por todas las arterias del sistema. No lo seducía lo espectacular, lo ganaba cualquier tarea de las necesarias para sostener en lo cotidiano esa esperanza de futuro, ese futuro que sentía que había que estar construyendo todos los días en diferentes terrenos sociales.

«Cómo marchan esos arreglos», le preguntaban los compañeros del Cerro a Zelmar en un amplio salón de la calle Galicia que se estaba transformando en un salón para actos. Se habían formado grupos de trabajo que hacían horario todos los días, del grupo de Bellas Artes venía Zelmar y Hugo Garrone. Y allí un par de meses estuvo en esa tarea que fue dura, ya que ese galpón estaba en condiciones de regular para abajo. Era infra para el proyecto de creación del Centro de Acción Popular. Un proyecto de actividad social amplio que abarcaba distintos matices combativos. Algo con alguna semejanza con lo que sería la ROE unos años después.

Zelmar era de hablar poco, pero seguía con interés e intervenía en discusiones sociales y políticas. Un silencio vivo y expectante lo acompañó toda su vida. Modesto de los de verdad, no hacía cosas por ego sino por convicción de que eran cuestiones necesarias u obligatorias de encarar.

Hizo un pasaje por un grupo de Violencia FAI antes de entrar en la actividad de OPR 33. Le llamamos FAI en memoria a los compañeros de la Revolución Española. Lo de violencia es porque se asumía la concepción malatestiana de que a la violencia que oprime la violencia que libera. Conceptualmente se marcaba además que estamos ante un sistema donde el conjunto de relaciones de dominación están asentadas en la violencia, al margen de cómo se expresen en una u otra coyuntura o discurso. Violencia FAI, se trataba entonces, de grupos operativos de apoyatura a conflictos gremiales y en general a movimientos sociales de masas. Una acción operativa ágil y bien cercana a la lucha de masas. Por ejemplo, las ollas sindicales eran frecuentes en algunos casos, ollas que en gremios grandes no era fácil sostener. Zelmar junto a otros compañeros participó en una expropiación que comprendió carnes y un conjunto de artículos comestibles que resultaban fundamentales para prolongar esa olla por el tiempo que fuera necesario.

“Todo salió bien”, dice Zelmar mientras pone sobre una mesa un paquete grande. El paquete contenía la paga de la Planta de Acodike. Temprano de la mañana un equipo de OPR fue hasta la casa del Gerente, lo «levantó» y trajo en auto hasta la Empresa. Con el gerente al volante, el sereno le abrió la puerta y lo que vino después fue sencillo. Zelmar hacia una posta a pocas cuadras, allí paró el auto donde iba el equipo y le entregó el paquete. Los compañeros se fueron limpios y pronto se desparramaron. Zelmar llegó con una sonrisa, un pedacito de revolución logrado. No era mucho pero se podía ir acumulando.

A mitad del ’72 se da la resolución de evacuar parte de la Organización para Bs. As. Se estimaba que llegaba la dictadura y que había que acomodarse para “durar haciendo” como sintéticamente se decía. Se evacuaba fundamentalmente los grupos de OPR, mitad de Junta Federal y algunos compañeros vinculados a tareas internas generales. Quedaba el grueso de los compañeros que trabajaban en el medio sindical y popular. Se había planteado que Bs. As. era buen lugar para hacer las finanzas, tanto para las que pronto se necesitarían como para las que eran imprescindibles frente a la etapa que venía. Quedaba poco del dinero que diera la retención de Fernández Lladó. Finalmente en 1974 se concreta la retención “secuestro” de un pez gordo por el que se cobró 10 millones de dólares, en poder adquisitivo unos 90 millones de hoy. Ya estaba la dictadura y para llevar adelante proyectos de la Organización que andaban en la vuelta se precisaban urgentemente medios económicos. El trabajo total de este operativo fue complejo y largo. La retención de Hert duró cerca de 6 meses. Implicó un conjunto de tareas distintas. En una de ellas estuvo Zelmar. En una de las difíciles. Fue parte de este operativo igual que su compañera de toda la vida: Amelie Leivas. Juntos estuvieron y militaron toda una vida en la Organización.

Logró escapar de la Argentina en aquel marco feroz de torturas, desapariciones y asesinatos de compañeros que llevó adelante la OCOA. Ya en el exilio realizó distintas actividades sociales, muchas vinculadas a las luchas de denuncia contra la dictadura. Regresó a Uruguay poco después de la reorganización de FAU. De inmediato recomenzó su militancia orgánica. Distintas comisiones de trabajo interno contaron con su presencia y energía. En el momento de su muerte integraba además de una agrupación de FAU, una actividad social: el Ateneo del Cerro.

Fue nuestro querido Zelmar, un compañero profundamente fiel a su convicción y todo un ejemplo militante. Amaba la esperanza de una sociedad justa, libre y solidaria. Odiaba profundamente este sistema oprobioso, genocida, que siembra injusticia, hambre, xenofobia, exclusiones y que está organizado para solo un puñado de ricos y poderosos. Ese sistema del que nada pueden esperar los y las de abajo. Del que no hay que usar ninguna de las herramientas que tramposamente ofrece como real posibilidad de cambio. Otras necesariamente deben ser las herramientas para irnos acercando a ese socialismo con libertad, de poder popular auténtico, por el que entregaron todo tantos pueblos y militantes. Sí, militantes como Zelmar al cual hoy recordamos con gran cariñoy reconocimiento por su calidad humana y su entrega militante ejemplar. Un compañero de arriba los que luchan, siempre.

argentina/uruguay/paraguay / movimiento anarquista / enlace al audio Wednesday May 29, 2019 00:51 byNathaniel Clavijo

Nathaniel Clavijo es militante de fAu (Federación Anarquista uruguaya). En esta entrevista hablamos de la condición “especifista” de su organización. De las características de ese “partido” anarquista no electoral y de las diferencias metodológicas con los partidos de ideología marxista. Desde ese lugar tan particular reflexionó sobre la relación entre los grupos políticos y las organizaciones sociales.

Muchas veces recurrimos en la entrevista a ejemplos de la vasta historia del anarquismo internacional y otras a la de la propia fAu, que en sus casi 63 años de existencia experimentó desde la creación de un frente de masas como la R.O.E, un grupo armado llamado O.P.R.33 y hasta una ruptura en la década del setenta que desencadenó en el P.V.P, actualmete en el Frente Amplio.

Sobre temas de actualidad Clavijo desarrolló las particulares posturas de fAu sobre la realidad de Venezuela y Nicaragua y las diferencias en el proceso de Poder Popular que ven en uno y otro proceso. Tampoco quedó relegada la discusión sobre las elecciones en Uruguay y la posición y el análisis sobre la disputa del poder y el alcance e incidencia de este mecanismo sobre lo que determina, para fAu, un cambio profundo en la sociedad.

argentina/uruguay/paraguay / miscellaneous / opinión / análisis Wednesday May 29, 2019 00:40 byFederación Anarquista de Rosario

Podríamos gastar tinta y utilizar varios párrafos en describir lo que representa la figura de Alberto Fernández, tanto por sus orígenes (Menem, Cavallo, Duhalde) como por sus vinculaciones (Papel Prensa, Clarín, Repsol, Embajada Norteamericana). Sin embargo, nuestra línea de análisis intenta ir por otro carril que no es el de la denuncia o el vuelo intelectual. Para ello debemos recaer en los abrumadores números vertidos en el último número de nuestra prensa: 260 mil despidos el último año, índices records de desocupación y pobreza, y una pérdida de más 15 puntos del salario con respecto a la inflación. Luego de 3 años y medio de ajuste brutal, el inicio de un año difícil para los y las de abajo generó hasta aquí presión en las calles, a través de sucesivas medidas sectoriales y unitarias, cuyo desenlace expuso a la cúpula de la CGT, que no tuvo más salida que convocar a un Paro General el 29 de mayo.

En otros momentos de la historia, crisis sociales e inestabilidades económicas –y en algunos casos políticas- provocaron una salida anticipada del gobierno de turno, como sucediera en el 89 y en 2001, en el marco de estallidos sociales con características particulares a cada momento. Pero en este contexto de caída libre de la imagen del gobierno, de grandes cuestionamientos a dirigentes sindicales, y donde comienzan a proyectarse meses de lucha en la calle, aparece la “jugada política del siglo” para descomprimir.

Como lo dijimos en nuestro último periódico, el gobierno sólo está sostenido por el FMI y los EEUU, que apenas garantizan cierta estabilidad política. El anuncio sorpresivo de CFK de ungir a Alberto Fernández como cabeza de su fórmula presidencial, tapó inmediatamente el índice de la inflación de abril –además de los números que mencionamos más arriba- y el impacto que podría generar la previa del paro del 29. Ahora todos los medios se encuentran intentando develar el “inteligente” movimiento de fichas de la líder.

La primera lectura que hacemos es la de reacomodamiento del peronismo. Tal como sucediera en épocas pasadas, en momentos en que el país se encontró inmerso en una grave situación social, como en 2003 (tras la desintegración pos menemista) o en el 87 (tras la pérdida de hegemonía del peronismo bonaerense heredero de la derrota de Luder), el justicialismo debió reestructurarse para ser alternativa de gobierno sin perder la vocación conciliadora.

Hoy, los distintos sectores del PJ –entre ellos el kirchnerismo- vienen buscando la forma de canalizar el descontento popular en las clásicas y restringidas vías de participación que ofrece la comodidad institucional. Recordemos que durante los 12 años de kirchnerismo, además de haberse conseguido algunas reivindicaciones sentidas por los sectores populares, desde arriba se intentó con cierto éxito fragmentar, cooptar e institucionalizar a distintas expresiones del movimiento popular, consiguiendo desmovilizar y desarticular el trabajo de base (que inclusive el peronismo de otras épocas supo llevar a cabo de manera masiva). Esto último incluso ha dejado abierta la puerta en la actualidad a la inserción de movimientos reaccionarios y conservadores como el evangelismo, cuyos efectos se pueden anticipar mirando a Brasil.

Pero además en esos 12 años el proyecto K no tenía planes siquiera de modificar la matriz económica, política y social del país. Las últimas declaraciones de Cristina presentando el libro, reafirman esto mismo, cuando reivindica el policlasismo y la sociedad de mercado. Por consiguiente, este intento por arriba de enfrentar a Macri, busca a la vez desarticular la apuesta a la rebeldía del pueblo, la capacidad organizativa del mismo, y desacreditar la confianza en su propia fuerza. La figura de Alberto Fernández no significa otra cosa que transmitir tranquilidad a los mercados, seriedad al FMI y demás organismos de crédito, y brindar seguridad al capital extractivista, al poder financiero y a los grupos concentrados en la Argentina. Una síntesis de esto fue expresada por una de las economistas de Alberto Fernández, Cecilia Todesca, cuando caracteriza la fraudulenta y exorbitante deuda contraída por Macri como “una deuda legítima tomada por un gobierno democrático”.

En este sentido hay tres elementos interrelacionados que se destacan y que nos preocupan e interesa analizar. Por un lado, que asistimos a un paradigma de la no-participación. Por otro, el predominio del posibilismo en sectores del amplio campo de la militancia. Por último, la falta de un programa de clase con el desdibujamiento de las funciones propias de los sindicatos.

En principio el anuncio, que sin dudas ha generado simpatía y esperanza en ámbitos militantes del campo popular, y en sectores castigados por el salvaje ajuste de Macri, no provino de un proceso de deliberación de la militancia reunida en un congreso, ni siquiera de un Comité Ejecutivo partidario, sino de una reunión de dos personas iluminadas, en cuya fórmula se vuelve a depositar expectativa. Eso muestra a las claras, cómo la participación de la militancia más activa, ni que hablar de quienes no son orgánicos, ha sido de meros espectadores. Un desfile de aplausos, comentarios por facebook, figuras famosas dando entrevistas, festejando la decisión de la “jefa”.

Esto nos lleva al segundo punto, en la construcción discursiva cada vez es más acotado el horizonte de cambios o transformaciones pretendidas en las plataformas políticas, algo que tiene efectos inmediatos en la práctica. Es en este sentido que se expresaba Bakunin cuando decía “Es soñando con lo imposible que el hombre ha realizado siempre lo posible. Los que se han conformado con lo que les parecía posible no han avanzado nunca un sólo paso”. Un proceso de institucionalización de mediano plazo que ha impactado haciendo que cada vez más sectores, referenciados en un sentido amplio, dentro de la izquierda hayan entrado en una deriva peligrosamente reformista, construyendo un programa que no tiene como sujeto a los trabajadores sino al partido operando en el estado, relegando a los sectores oprimidos al mísero rol de electores. Es comprensible en ese sentido que la actitud electoral de los sectores populares sea pragmática. No se construyen los medios para que la clase exprese su programa y participe de un proceso emancipatorio, sino que se la interpela con marketing y retórica, en los moldes discursivos del enemigo.

En esta errancia no están solos quienes apuestan a construir desde el kirchnerismo transformaciones más profundas, sino que comprende a gran parte de la izquierda clásica como el FIT y los otrora sectores autonomistas (Patria Grande y Ciudad Futura entre otros). Tarde llegaron las críticas de Altamira –desde una exterioridad asombrosa- cuando vemos la priorización de la disputa electoral por sobre la militancia de base (con miras ésta a la construcción de sujetos revolucionarios). El electoralismo no solo ha mostrado sus límites, incluso dentro del propio juego electoral, sino que en momentos como estos encuentra a parte de la izquierda en una encrucijada. Sin herramientas de crítica real, más allá de las chicanas o denuncias de prontuarios de candidatos, los sectores oprimidos dejan de referenciarse en sus propuestas, ya que no encuentra grandes diferencias. Y entre propuestas posibilistas, es de esperar que la gente vaya por la más posible –la más reformista-.

Pero esto desnuda un problema aún más grave y es la falta de un programa de clase. Abundan los programas de gobierno de los partidos, sin embargo vemos que las organizaciones sindicales y sociales carecen de un propio programa de clase. Esto atraviesa a gran parte del campo de la clase oprimida, que al carecer de un programa en el cual referenciarse, termina cayendo en propuestas cortoplacistas, plagadas de clientelismo y burocracia.

En este sentido, desde nuestra corriente debemos formular la correspondiente autocrítica, al no haber podido hasta el momento plasmar masivamente una expresión organizada con independencia de clase y un programa de transformación social reivindicado por el conjunto de la clase oprimida que conjugue la democracia directa, la solidaridad y la acción directa como principios. Por tanto, la coyuntura nos exige una vez más a estar a la altura de la circunstancia, no sólo analizándola sino también reafirmando nuestro compromiso como militantes anarquistas, para poder enfrentar, no sólo la situación acuciante en la que nos encontramos, sino los problemas y peligros aquí desarrollados.

Más allá de la esperanza que genere esta fórmula en una parte de la militancia y en algunos sectores populares que anhelan una sociedad igualitaria –a quienes indudablemente deberemos interpelar-, y más allá de la postura electoral que tomen, la tarea que el anarquismo organizado tiene por delante consistirá en seguir apostando a la construcción de un pueblo fuerte. Para esto es vital continuar profundizando la lucha y la organización desde abajo, desde los barrios, escuelas y sindicatos, defender la calle como único escenario de resistencia, desbordar y trascender cualquier planteo de "solución por arriba" al mismo tiempo de ir por la recuperación de nuestras organizaciones gremiales en manos de los traidores de clase, confiando siempre en la propia fuerza de la rebeldía popular que ha sabido forjar los mejores capítulos de la historia de nuestra clase oprimida.

FEDERACIÓN ANARQUISTA DE ROSARIO- MAYO 2019

southern africa / workplace struggles / opinion / analysis Tuesday May 28, 2019 17:53 byLucien van der Walt

Don't abandon the unions, or take sides in inter-union rivalries. Build a serious, organised, non-sectarian project of democratic reform and political discussion that spans the unions, including a rank-and-file movement that fosters debate, and opens the treasure-chest of union and left history and theory. Recover the politics of disconnecting from the state as raised by, for example, Occupy and the Rojava Revolution. Replace reliance on the state and parties with struggle, and destructive inter-union rivalry with a serious project of working class counter-power.

Rebuilding the workers’ movement for counter-power, justice and self-management

A contribution to the debate by Lucien van der Walt (ZACF)

THE ROBUST EXCHANGE BETWEEN comrades Ronald Wesso and Mametlwe Sebei, in the pages of recent issues of Amandla!, over the South African Federation of Trade Unions (Saftu) brings contrasting analyses of unions to the fore. Wesso favours a “new workers movement” based on the millions of precarious workers. He argues that unions represent a small elite enmeshed in a “neoliberal labour relations system,” and are undergoing “terminal decline” and “collapse.”

For Sebei, by contrast, the organised workers and unions – Saftu especially – have waged bitter battles, including a “stubborn Stalingrad shop floor resistance,” to casualisation, and remain key to change. These positions have obvious political implications, with Wesso at the Casual Workers Advice Office (CWAO), and Sebei in Saftu’s General Industries Workers Union (Giwusa) and #OutsourcingMustFall.

I offer my points in a constructive spirit; let us keep our energy for the real enemy. I suggest that Comrade Sebei’s position is more convincing, but that both of them skip some key issues. Specifically, I argue that we need a serious discussion on how to reform the unions – still the largest, formal, class-based organisations – and what role they can play in a radical redistribution of wealth and power to the popular classes. These are profoundly political questions. I argue against reliance upon the state, and for re-building unions – and other workers’ movements – to maximise direct action, autonomy, and education, so laying the basis for direct workers’ control over production and the economy, rather than nationalisation.

It comes down, fundamentally, to the issue of consciousness. I argue against a tendency, common across the left, to continually substitute a search for new vanguard layers, moments and movements, for serious, patient work to construct a counter-hegemonic apparatus oriented to the big battalions of the working class.

THE COLONIAL WAGE

There are many areas on which comrades Wesso and Sebei agree: the ongoing centrality of cheap black labour power to South African capitalism, and the racist oppression this involves; the central role market-based, neoliberal measures like outsourcing play; the reality of a huge, growing pool of insecure, low-wage workers outside unions and collective bargaining; and the necessity of working class rebellion. I concur. But the question is how to link immediate struggles to a profound transformation.

UNIONS RESILIENT

Overall, i do not find the notion that unions are in a state of collapse or demise convincing. In terms of numbers, South African unions are astonishingly stable and resilient. This is all the more remarkable given rising mass unemployment, the worst of any semi-industrial country, and a neoliberal assault from the late 1970s.

In 1997, the state recorded 2,649,012 union members; in 2013, 3,261,900. Cosatu grew from 462,359 in 1985 to 1,258, 853 in 1991. It had 1,768,000 members in 2003, and 2,191,016 in 2012. Over one in four workers (29.1 percent in 2012, Comrade Wesso argues) are unionists. Nearly a third of the workforce (31%, or 3.6 million in 2014) is covered by collective bargaining. If we exclude domestic service – almost impossible to unionise – and non-working class strata, like senior and managerial staff, the proportions would be even higher.

Cosatu reported 1,568,910 members at its 2018 congress, but its losses were to other unions. The National Union of Mineworkers (NUM) fell from 308,628 (2011) to 198,237 (2015), largely due to NUM splinter, Association of Mineworkers and Construction Union (Amcu), which currently claims 200,000, including beyond mining. The 338,000-strong National Union of Metalworkers of SA (Numsa) and 120,000-strong Food and Allied Workers Union (Fawu) left to form Saftu (2017) with unaffiliated unions.

Some, like Giwusa, were rooted in earlier Cosatu splits. Like the Federation of Unions of South Africa (Fedusa), which claimed 700,000 in 2017), Saftu (claiming 800,000) has grown mainly by attracting existing unions. Then there is the National Council of Trade Unions (Nactu), and the Confederation of South African Workers’ Unions (Consawu), claiming 290,000, including Solidarity (140,000).

UNION WORK

These are huge figures, if not what any of us might wish. Comrade Wesso is right that union density (the percentage in unions) has fallen because the workforce has grown. But it is still high, not least for the neoliberal era and African context.

Politically, the ongoing reality of three million-plus union members has to be addressed. This means, for me, an ongoing orientation towards unions, the largest formal organisations in civil society outside churches. The facts of serious corruption, the breakdown of workers’ control, serious gender issues, as well as racial, ethnic and national conflicts, intolerance, gulfs between resolutions and reality etc. are undeniable. Precarious workers may be alienated by unions, but, not surprisingly, so are a significant number of other workers, including some union members.

UNION CHALLENGES

But this does not indicate unions are hopelessly compromised or elitist. Rather, it indicates the need for a serious, nonsectarian reform project. That many unionised workers today are relatively well-paid, increasingly skilled, secure etc. is a victory, even if it should not be exaggerated: Bischoff and Tame’s survey data shows that 50% of Cosatu members earn R11,800 monthly or less, with 40% earning R9,000 or below. The victory is threatened by cheap labour, deeply resented by private and state employers, and does not translate neatly into conservatism or defense of neoliberalism.

Even the most compromised unions and bureaucracies must address working class interests, or face internal revolt, splits, or collapse – NUM was forced into major reforms to survive Amcu.

Comrade Sebei is spot-on when he characterises unions as progressive but warped movements, contested politically and between base and bureaucracy, the latter enmeshed in corruption and prone to betrayal. Capitalism cannot concede in any sustained way all workers’ demands, so it’s not possible to completely co-opt workers, whether or not they are union members.

UNION STRUGGLES

Unions should have done more to fight the casualisation that threatens their survival, but Sebei is correct in noting that Cosatu and Saftu were not absent, organising general strikes and winning legal reforms.

I agree with Comrade Wesso that unions’ resistance is profoundly compromised by entanglement with the state – especially Cosatu’s ANC/SACP link. However, this does not delete the resistance.

New formations like the Simunye Workers’ Forum and NGOs like Casual Workers Advice Office can be complementary. There is enough space for a thousand initiatives.

Certainly, unions’ heavy reliance on labour law amendments and court cases, and on political parties (by Cosatu), should be criticised. But using the state’s laws and courts is also central to CWAO. If the laws can undermine some cheap labour mechanisms, then we have more than a neoliberal labour relations system. Rather, it is imprinted with powerful working class struggles – grave compromises but real concessions, forcing major neoliberal labour market restructuring to rely on legal loopholes, and excluding precarious workers. They are intended to contain unions, but can be used carefully, so long as they do not compromise workers’ control and autonomy.

MANY FRONTS

Perhaps eight million workers are outside the unions. So new formations like the Simunye Workers’ Forum and NGOs like CWAO can be complementary. There is enough space for a thousand initiatives.

Given union neglect (decades of grand resolutions aside) it is hardly surprising many precarious workers are alienated; the new forms of organising should be welcomed. Whether such formations herald a new workers movement that can displace unions remains to be seen, but it is unlikely. The new and the old are effectively operating amongst different
sections of workers.

UNION REFORMS

How then to reform the unions – and for what purpose? These are profoundly political questions.

Comrade Wesso correctly highlights continuities between Cosatu and Saftu, and poor choices unions have made.

Both come down to workers’ ideas. Being willing to fight is a start, but not enough: Amcu, for example, outflanked NUM with higher wage demands and more militancy, but has not shown more internal democracy, nor a serious programme beyond bread-and-butter issues.

I suggest that what is needed is a serious, organised, non-sectarian project of democratic reform and political discussion that spans the unions. This would include a rank-and-file movement, and would allow multiple views and foster critical thought. This needs to engage seriously with the treasure-chest of union and left history and theory, including debates over the state, corporatism, and alliances, insights from the 1980s
Registration Debate and “workerism”, and current debates, like disconnecting from the state as raised by, for example, Occupy and the Rojava Revolution. It means replacing reliance on the state and parties with struggle, and destructive inter-union rivalry with a serious project of working class counter-power.

There is no short-cut, no new movement or moment. No new social movements, strike committees, “Numsa moment”, Cosatu renewal, EFF etc. can replace systematic, patient work and building from the bottom-up, including in big unions. It is is a struggle for workers’ control and popular power, not mediated by laws, state ownership, or patronage, and independent of all ruling class factions, state-based or private sector.

**Lucien van der Walt has long been involved in union and working class education and movements and published widely on labour, the left and political economy. Currently at Rhodes University, he’s part of the Neil Agget Labour Studies Unit and the Wits History Workshop.

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