A primeros de diciembre pasado nos enviaron unxs compas de Murcia la nota que va a continuación y unas cartas de Antonio Nieto Galindo. Este compañero, que viene participando en la propuesta de lucha colectiva desde sus inicios tiene, como él mismo cuenta más abajo, una larga trayectoria de sufrimientos y lucha en la cárcel, participó en la COPEL y lleva preso más de 40 años. Su situación actual es difícil –una verdadera cadena perpetua de hecho–, por la resistencia de las autoridades carcelario-judiciales españolas a aplicarle una refundición de penas adecuada y por las OEDE (Orden Europea de Detención y Entrega) que pesan sobre él, por delitos supuestamente cometidos en Francia hace cuarenta años y condenas dictadas sin su presencia ni oportunidad alguna de defenderse. Se ha publicado recientemente una carta suya donde informa de todas esas cosas en el blog de lxs compas de Fuera del Orden, lo mismo que el texto de la gente de Murcia que ponemos abajo. También se puede encontrar alguna información sobre la situación del compañero en Tokata. Lxs compañerxs murcianxs han iniciado una campaña para denunciar públicamente la situación de Antoine y exigir su liberación, a la que nos sumamos.
ANTONIO CARLOS NIETO GALINDO: RESUMEN AUTOBIOGRÁFICO
En Campos el Río, a 25-XI-2018
Hola compañeros:
Intentaré realizar un resumen a grandes rasgos de lo que ha sido mi vida, por llamarla de alguna manera, puesto que desde el mes de junio de 1967 que dejé la escuela en Francia, concretamente a la edad de 14 años, prácticamente hasta la fecha de hoy, la he pasado en la cárcel…
Siempre he sido considerado un “rebelde”, y la verdad sea dicha, si ser rebelde es oponerse a los abusos de poder, a las injusticias y tratos inhumanos, así como a los sistemas impuestos por los todopoderosos de los capitalistas… ¡yo me siento muy orgulloso de serlo!
Mi vida ha sido una contradicción, y lo aclaro a continuación: “me ha gustado tanto la libertad, que llevo toda mi vida preso”.
En Francia pasé dos años preso por pequeños delitos de robo, sobre todo de coches. En la noche del 20 al 21 de junio de 1969 conseguí fugarme junto a dos compañeros, uno parisino y el otro bretón. Han pasado tantos años que me he olvidado de sus nombres, pero eso no importa. Los llevo siempre en mi corazón.
Ahora viene mi contacto obligado en conocer el sistema carcelario franquista, así como las torturas de todo tipo de su sistema policial. Primero en su conocida como “Vía Layetana” jefatura superior de policía de Barcelona, y comandancia de la guardia civil de Almería. Con estos últimos pasé durante varios días sufriendo sus torturas. Fueron los mismos que años después asesinaron y quemaron a tres jóvenes trabajadores confundiéndoles con miembros de ETA.
La primera cárcel que conocí fue la Modelo de Barcelona. Era en 1971, meses de febrero, marzo y abril. Conseguí la libertad provisional bajo el depósito de 10 mil pesetas.
En Almería intentamos liberar a un compañero de prisión, Rafael Bueno Latorre, resultando condenado a la edad de 19 años a casi un total de 30 años de condena.
En el mes de mayo mi primer intento de fuga, 120 días en celdas de castigo, las correspondientes palizas, éstas eran a diario…considerado ya un “inadaptado” destinado al penal de Cartagena. En ese penal nos obligaban a trabajar. Recuerdo cuando detuvieron a Eleuterio Sánchez “el Lute”. Yo me encontraba cumpliendo 80 días en celdas de castigo por haberle golpeado en la cabeza a un tal Pedro “cabo de balones” y un gran chivato. A esa cárcel de Cartagena, se la conocía por “la caja fuerte”. Teníamos las 24 horas la idea de evadirnos, pero nos fue imposible.
Fui trasladado al penal de Ocaña en septiembre de 1973. Ese presidio albergaba unos 800 presos de entre 21 y 25 años. Yo aún no los había cumplido, y como ya tenía un expediente muy “cargado” con faltas disciplinarias, estaba considerado un preso “peligroso”, por lo que fui objeto del máximo control. Me lo hicieron pasar muy mal con castigo y palizas continuas. De nuevo en septiembre de 1976 conseguí que me trasladaran al hospital general penitenciario de Carabanchel, hoy en día transformado en un CIE, o sea, que sigue siendo una cárcel.
Qué alegría y felicidad la mía al encontrarme con mis mejores compañeros-amigos de presidio. Se me ha olvidado comentar que el día 6 de octubre de 1975 estalló la mayor revuelta-motín en el penal de Ocaña. Días o semanas antes sucedió en Barcelona-Modelo, y en el penal de Teruel, donde mataron a un preso por un disparo en la cabeza efectuado por la guardia civil. Por aquella época no se andaban con bromas.
Había tanto odio e impotencia que teníamos acumulada, en Ocaña, por tantos abusos y malos tratos, que solo faltó “esa chispa” de aquella tarde de ese 6 de octubre de 1975 para que sucediera la explosión de gran parte de los presos. Entraron más de 30 carceleros pistolas en mano para llevarse a un compañero nuestro de Bilbao conocido como el “Yuyú”. Todos nosotros (unos 800 presos) estábamos situados debajo de las marquesinas, que eran para protegernos de los días lluviosos. Yuyú en el medio del patio sin dejar de proferir toda clase de insultos, así llevaría más de una hora, cuando vimos entrar a los enemigos armados, ¡qué hermoso y valeroso fue el compañero “Patufet” que se interpuso entre los carceleros y Yuyú y nos dijo lo siguiente: “Compañeros, no debemos permitir que se lleven a nuestro compañero tan cobardemente delante de todos nosotros. ¿Dónde está nuestra dignidad y hombría? Vamos a por ellos…” Al instante, las dos porterías que había en el patio para jugar los partidos de fútbol, quedaron desmontadas y con sus palos nos tiramos contra los carceleros. Disfruté viéndolos cómo corrían como ratas… Disfruté mucho pero… nos salió muy caro, nada menos que 380 días de castigo en celda de aislamiento, unas auténticas mazmorras, palizas de muerte, un plato de aluminio sin cuchara. Pero mucho peor era la escasa comida. Nos tenían solo con una manta vieja, como un petate asqueroso que nos lo entregaban a eso de las 22 horas y a las 7 nos los volvían a quitar. Las celdas medían 3 x 2, e imposible poder subirte a la ventana. Todo estaba prohibido, solo podías respirar y pensar, sin ningún contacto con nadie.
Llegó ese día de inmensa alegría, ¡el 20 de noviembre! Por fin la muerte del dictador, y con la coronación de ese… del rey, el indulto, por lo que de los 800 presos que éramos en Ocaña y en el departamento celular unos 80, tan solo quedamos unos 15 castigados y unos 200 en el patio general en lo que llamaban “vida normal”. Yo lógicamente fui uno de los cinco cabecillas del motín…
Regreso a finales del año 76 en hospital penitenciario de Carabanchel. Manteníamos un continuo contacto con los compañeros presos en Carabanchel, con una total coordinación para organizarnos y dictar nuestra tabla de reivindicaciones. En la primera exigíamos nos concedieran la amnistía a los presos sociales, lo mismo que les dieron a los políticos. Así y en esos momentos nació y fundamos la COPEL, Coordinadora de Presos en Lucha. Fundamos nuestras comunas y asambleas, prácticamente a diario, todos teníamos voz. Nuestra primera subida a los tejados del hospital exhibiendo pancartas y apoyando a los compañeros de enfrente “prisión de Carabanchel”, en huelga de hambre. Solo subimos 18 presos como se acordó en Asamblea, sobre todo los más fuertes físicamente.
Por una vez en toda nuestra historia carcelaria, esta rebelión nuestra no fue reprimida ni castigada…solo permanecimos en los tejados 24 horas y al bajar fuimos revisados por los servicios médicos, desayuno y a descansar en nuestras camas, ¡increíble pero cierto! Habíamos ganado la batalla.
Llega el mes de abril. Justamente estábamos en una de nuestras asambleas…Llega un compañero de ETA del comando que hizo volar a Carrero blanco, y nos comunica que han visto que no dejan de traer en camillas a compañeros nuestros de Carabanchel. Un total de 27 autolesionados. Todos los quirófanos cosiendo los profundos cortes realizados con cuchillas de afeitar, incluso tumbados sobre mesas. Urgentemente convocamos a todos los compañeros de COPEL del hospital, y tomamos la decisión de no permitir que se los vuelvan a llevar a Carabanchel, cosa que conseguimos. Al otro día vimos por las ventanas que daban a la calle, cómo los grises apaleaban a todos los familiares de… (se interrumpe la carta).
2-XI-2018
Hola compañeros: Sigo con mis recuerdos y vivencias a grandes rasgos sobre aquellos tiempos que dimos vida a nuestra añorada COPEL, y compañeros muy valerosos, dignos, con principios, unos auténticos presos revolucionarios, y no el 95% que pueblan las cárceles del estado español, llamados “internos”.
Después de nuestra primera subida a los tejados del hospital penitenciario de Carabanchel, conseguimos que se quedaran con todos nosotros en el hospital los 27 compañeros que se autolesionaron en la prisión de Carabanchel. Al otro día después de muchas charlas y exponer ideas y opiniones, nos reunimos en asamblea exponiendo realizar una acción de lucha, protesta y denuncias… Se votó unánime realizar una subida al tejado con pancartas todo el tiempo que se pudiera y nos obligaran a la fuerza bajar, nunca por propia voluntad, y llegado ese momento nos debíamos autolesionar con cortes sobre los antebrazos, tragarse vía bucal cucharas, pilas y cuchillas de afeitar, pero sin emplear la violencia por nuestra parte (en este punto, varios de nosotros no estábamos de acuerdo, pero debíamos un respeto a nuestras normas de COPEL, y así fue).
Como estaban los 27 compañeros autolesionados y todos cosidos y muy malheridos, se tomó el acuerdo que Julián Bustillo Rana, Carlos Santamaría García y yo, debíamos subir los primeros, así desde arriba con cuerdas trenzadas con sábanas, fuimos subiendo de uno en uno a los 27 compañeros. Después subimos cajas de alimentos y unos botes grandes de agua. Los compañeros que se quedaron en el interior del hospital, la mayoría recién operados de meniscos, por lo tanto cojos, otros también con muletas con las piernas enyesadas por fracturas, brazos también, operados de fístulas y hemorroides etc., otros ingresados y recién salidos de quirófano en cama y con el oxígeno puesto… Imaginaos el panorama nuestro, dispuestos a dejarnos la vida por nuestros derechos.
Los compañeros se las ingeniaron para montar en todos los pasillos y entradas al hospital barricadas. Eso sucedió por el mes de marzo finales o principios de abril de 1977. Subimos a media tarde, y ya nos pusimos a exhibir nuestras pancartas, con la primordial petición: ¡amnistía para los presos sociales! ¡reforma del código penal! ¡reforma del reglamento carcelario! ¡somos personas y no animales! Etc. todos nuestros carteles con nuestras siglas de COPEL. Así pasamos dos noches y tres días. En todo momento el hospital se encontraba rodeado por los antidisturbios (los grises). Por la noche, nos enfocaban con unos focos grandes como los faros para orientar a los barcos de la costa. Teníamos a la prensa y TV las 24 horas; no dejaban de informar a la opinión pública de nuestra lucha y situación. No puedo olvidar al gran H… facha de Rodolfo Martín Villa que era el Ministro del Interior y que fue el que dio la orden de entrar al hospital empleando las fuerzas y la violencia que hiciera falta, incluso que hicieran uso del “fuego real”… Nosotros desde el tejado, impotentes, fuimos viendo como varias compañías de antidisturbios, de los que algunos de ellos, estando insultándolos como se merecen, nos llegaron al disparar varias ráfagas de sus malditas metralletas.
Estos perros de maderos no tardaron mucho, creo que menos de media hora, con los compañeros luchadores del interior del hospital. Es más y lo puedo asegurar: hubo médicos y funcionarios que se metieron con ellos, ya que disparaban bombas de humo por los pasillos, de estos gases que te hacen llorar por el picor de los ojos y no te dejan respirar, y no se cortaban nada a pesar de haber enfermos en cama recién operados. Pues no veas cómo les pegaban con sus porras. Estas personas tienen todo mi respeto y admiración.
Veíamos cómo se llevaban esposados e incluso a rastras a los compañeros que luchaban detrás de las barricadas en el interior del hospital. Los grises hicieron “un pasillo” por ellos mismos hasta la prisión de Carabanchel. Los que hacían de pasillo cuando el compañero pasaba a la altura de ellos, aprovechaban para golpearlos con las culatas de madera de sus fusiles (máuser alemanes). Los conducían hasta llegar a un sótano, en el cual hay muchas celdas y que conocemos por “las celdas de condenados a muerte” o “presos en capilla”. Ahí una vez te quitaban los grilletes, nos esperaban un montón de carceleros porra en mano en compañía de un par de “cabos de vara”, presos de su confianza.
Una vez se hicieron con el hospital, en lo más alto del edificio donde se encuentran los motores de los ascensores, hicieron un gran boquete con cortafríos y mazos, también con picos. Julián, Carlos y yo, justo estábamos situados cerca del boquete para impedirles que entrasen al tejado golpeándolos con unas barras que habíamos conseguido… ¡Claro, ellos disponían de sus escudos y sus gases lacrimógenos! Yo fui el primero que pillaron esta banda de asesinos. Fueron tantos los golpes que recibí, que perdí el conocimiento. Fijaos cómo me golpeaban pasando por el pasillo de ellos, que hacían que recuperara el conocimiento. Así hasta llegar al sótano, donde me esperaban mis amigos. Al quitarme las esposas, con mi cara chorreando de sangre y sin sentir mi cuerpo, al llegar a la altura de los carceleros, intenté levantar el puño para al menos golpear a uno de ellos. Todos tenían las caras y miradas sádicas. Sentí como si me llegara una corriente fuerte de viento… fueron los golpes de sus porras que me hicieron perder de nuevo el conocimiento. Me desperté en una celda junto a otros compañeros todos sangrantes por los golpes recibidos y todos teníamos cortes de venas en los antebrazos, solo nos saludábamos con un toque con nuestras manos destrozadas ya que no podíamos gesticular palabra porque nuestras caras y labios los teníamos superhinchados. Así fueron llegando los demás compañeros. En estas celdas de condenados a muerte, nos fueron introduciendo a los considerados los “cabecillas”, a los demás se los llevaban a CPB, celdas de planta baja del reformatorio de Carabanchel, que aparte de disponer de un cabo de vara, nada menos que tenían un perro de raza pastor alemán. Unos auténticos nazis.
Por hoy me quedo aquí, que ya van a realizar la apertura de celdas. Son casi las 16:30 y por las noches del frío que hace, no puedo escribir desde la cama.
Sabéis que os estoy relatando todo sin entrar en detalles, de lo contrario tendríamos para escribir varios libros, pues deseo ir escribiendo hasta llegar a estos momentos.
Os mando un fuerte abrazo revolucionario y libertario
Antoine