Los símbolos del poder, los espacios de los gobernantes están protegidos por las fuerzas de seguridad. Se trata de transmitir una imagen de seguridad, de control y de la imposibilidad de cuestionarlos. No menos de 13.000 fuerzas policiales estarán controlando la ciudad en las próximas semanas. Pero control muchas veces no tienen mucho que ver con imágenes o símbolos, sino con asegurar ciertos procesos y ciertas funciones. Así mismo en la mayoría de los casos no son los grandes espacios representativos ni las personas en frente de las cámaras o en las mentes, sino aquellas personas que hacen su trabajo en el trasfondo y que funcionan. Son aquellas líneas, los caminos, los rieles, las ondas, los servidores que hacen que todo funcione, que hacen que la miseria social, la opresión diaria siga funcionando a nivel micro y a nivel macro – y que no pare nunca. Estos espacios, donde se encuentran aquellas funciones tan importantes para asegurar el funcionamiento de la máquina, se encuentran en todos lados y es imposible vigilarlos todos. Son cables que tienen sus interfaces, son puntos nodales cuya función recién se percibe cuando ya no funcionan. Son conexiones y redes que siempre tienen que existir para que no haya fallos, no haya espacios no-controlados. Y en muchos casos no es nada complicado sabotear su función. Por ejemplo en la antena en la estación de trenes Kellinghisenstrae en Hamburgo, que desconocidos le prendieron fuego el 12 de junio de 2017. Como se podía leer en una nota de la radio estatal NDR (que parece haber sido borrada luego en el marco de un embargo mediático antes del G20), se tuvo que sacar la antena de la corriente y con ella de la red. En si solo un sabotaje de una pequeña parte de infraestructura de la normalidad, pero como idea de una red indefensible, una práctica revolucionaria realizable y repetible infinitamente, con pocos o con muchas personas, independiente de que sea en un estado de excepción o en la triste rutina cotidiana. Seguir leyendo →