Conferencia de David Walsh, editor de arte del WSWS, a cien años de la Revolución Rusa:

El significado de la Revolución Rusa para el arte moderno y la cultura actual

por Dave Walsh
23 marzo 2018

Presentamos la conferencia que David Walsh, editor de arte del WSWS, dio en varias universidades en diciembre y enero, para conmemorar el centenario de la Revolución de Octubre.

Sólo los están en comunión con su época tienen la capacidad de engendrar ese arte original que pinta nuevos paisajes; que ensancha los canales de la creatividad”.
—Trotsky, Literatura y Revolución

La Revolución rusa de Octubre 1917 fue el acontecimiento más grande de la historia moderna, la primera etapa de la revolución socialista mundial. A nosotros nos toca extenderla y completarla.

Hace cien años se sublevaron la clase obrera y los campesinos pobres, dirigidos por el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky; los obreros conquistaron el poder e impusieron su gobierno mientras combatían una feroz contrarrevolución y una invasión militar de todas las grandes potencias.

Este año nuestro movimiento, a través de nuestro sitio web de Internet, el World Socialist Web Site, festeja ese acontecimiento con una serie de reuniones y extensas discusiones de los hechos y protagonistas. Ningún otro movimiento político le dedica hoy a la Revolución Rusa ni una décima, quizás ni una centésima, parte de la atención que nosotros le dedicamos. Nuestro enfoque va enlazado a las condiciones actuales que confronta la mayoría de los habitantes de mundo, tal como la enorme crisis capitalista y el peligro de guerra y dictadura.

Se inicia otra época de rebeliones sociales. Por lo tanto, estudiar la experiencia de los más grandes acontecimientos históricos mundiales es de vida o muerta para nosotros y para todo el proletariado. Mientras todos los otros supuestos movimientos de izquierda que giran en derredor del Partido Demócrata se enfrascan en la campaña antirrusa y en la histeria de la mala conducta sexual, junto con nuestras otras intervenciones en la clase obrera y entre los jóvenes hemos estado estudiando y aprendiendo mucho de la Revolución de Octubre.

Revolución de Octubre 1917

En la exposición de esta noche discutiremos lo que este magno acontecimiento significó, y sigue significando, para el arte y la cultura. El tema de esta noche tiene dos caras: por un lado la manera en que la revolución y todo lo que ésta conlleva dirigen u orientan las artes y por el cómo respondieron esas artes modernas. El presente análisis se concentrará principalmente en el primer aspecto. Espero animarlos a todos ustedes a investigar aún más.

Aunque esta charla se concentre en el los sucesos dentro de la Unión Soviética, al mismo tiempo hablaremos de acontecimientos mundiales. ¿Qué significó para la vida cultural de toda la humanidad el comienzo de una época mundial de revolución social, con su perspectiva de acabar con la explotación de la sociedad de clases y de crear una sociedad anclada en la solidaridad?

En verdad, no bien esa realidad se actualiza en octubre 1917, todo cambia. Todas las subsecuentes corrientes artísticas, con todos sus problemas, ocurrirían en el entorno de la revolución, aun “negativamente” durante tiempos de derrota y reacción.

En su introducción a “Literatura y Revolución” Trotsky, en ese entonces dirigente del gobierno obrero revolucionario de la Unión Soviética, escribe a comienzo de los años veinte:

“Nos queda un futuro de décadas de lucha, en Europa y América. Participarán los hombres y mujeres de nuestra generación y de la que está por venir; serán sus héroes y víctimas. Todo el arte de esta época estará totalmente bajo la influencia de la revolución.”

León Trotsky

No obstante parecer superficialmente al contrario, yo creo que ese argumento es profundamente real y nos pinta el cuadro más exacto de la actual vida artística y cultural, y de los retos que la confrontan.

Se puede decir que ese es el tema central de la discusión de esa noche. Tanto en término de la evolución cultural de amplias capas populares en la Unión Soviética como de la labor artística mundial, las más grandes conquistas resultaron del esfuerzo conciente de empalmar la cultura y el pensamiento artístico y, en alguna medida, de la intuición de que la Revolución Rusa le había abierto los portones a una nueva época, engendrando una nueva vida cultural e intelectual, y que la sociedad humana iba en rumbo a una etapa superior. De allí parte el inicio más productivo y verdadero de la vida intelectual y social, el punto de vista más fecundo posible para resolver las contradicciones de la realidad artística contemporánea.

Es más, se podría decir, en cuanto a que retrocede la influencia de revolución social, la conciencie de ella y, parcialmente, la intuición, el debilitamiento de la vida artística, su enorme crisis es producto de una complicada historia ligada principalmente a los crímenes del estalinismo y las derrotas del proletariado. Tendré más que decir sobre ese tema.

Los grupos de poder de todos los países capitalistas odian y repudian a la Revolución Rusa por su rápido éxito y su larga permanencia en poder. También atacan las conquistas artísticas y culturales de la Revolución; incluyendo el profundo efecto que tuvo sobre importantes artistas a través del mundo.

No es posible negar los logros culturales y artísticos de la Unión Soviética que fueron tan importantes. Por lo tanto, los ataques tratan de separar las artes de la Revolución; argumentar que la transformación artística nada tuvo que ver con la Revolución, que los artistas habían sido ingenuos soñadores o víctimas de engaños, y que la represión estalinista de los años 1930 desenmascaró el verdadero carácter del bolchevismo y del comunismo.

Aunque en el año centenario de 2017, ocurrieron pocas exhibiciones de arte de importancia; se publicaron pocos libros sobre el arte de la Revolución Rusa, a comienzo de ese año hubo una exhibición neoyorquina, en el Museo de Arte Moderno (MoMA), seguida por una más grande el al Academia Real de Londres. Les siguieron otras, incluyendo una en el Instituto de Arte de Chicago en el otoño. Como era de esperar, todas estas exhibiciones combinaron ansiedades y ponzoñas anticomunistas. Ninguna de las muestras o libros sobre el arte soviético de los primeros años hizo ninguna referencia ni seria, ni no seria, a la influencia de Trotsky o al movimiento de oposición socialista antiestalinista. Todos repetían la línea de que el estalinismo resultó inevitablemente de revolución.

Exhibición en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en el 2017

Un comentario de la revista financiera Forbes ejemplifica el nerviosismo hacia la muestra de MoMA:

“El terrible destino de la avanti-garde ruso es más que de interés histórico en este tiempo de alboroto político. A medida que artistas intentan crear alternativas radicales al gobierno que se avecina [de Trump], existe un fuerte impulso a identificarse con la oposición política popular. Una de las lecciones de la experiencia soviética enseña que el arte significativo es incompatible con la retórica política. Otra de las lecciones es que ninguna corriente populista tolera el pensamiento independiente”.

Jonathon Keats, “MoMA’s New Exhibition of Russian Revolutionary Art Calls Out to the Present Political Moment”, Forbes, 19 de enero 2017.

¿Qué significa esa oración: “el arte significativo es incompatible con la retórica política”? Todo lo contrario: por el mal o el bien la retórica política refleja las pasiones, disputas, conflictos de intereses. Refleja las ideas y el espíritu de algún tiempo histórico. Argumentar que es arte es “incompatible” con la retórica política, sin explicaciones o justificaciones, puede significar que el arte nada tiene que ver con las pasiones, problemas e ideas de su época. ¿De qué sirve esa clase de arte?

Es legítimo decir que el arte no puede ser sólo un espejo de la retórica política. Aun así, arte le debe a la retórica de los tiempos un enfoque crítico (revolucionario, aun), de repudio cuando sea necesario, de apoyo cuando sea posible, fortaleciendo siempre, intelectual y emocionalmente todo lo que es genuinamente humano y progresivo.

La segunda “lección”, sobre la intolerancia de todos los populismos, devela una actitud desdeñadora hacia los deseos de los que sufren y son oprimidos. Keats expresa el complaciente punto de vista de la clase media acomodada.

Un ex izquierdista calumnia la exhibición de la Real Academia de Londres:

“La admiración descuidada del arte moderno de la época de Lenin trata con nostalgia a uno de los más mortíferos capítulos de la historia. Si la Real Academia organizara una gran exhibición del arte de la Alemania de Hitler, seguramente habría protestas. El arte de la Revolución Rusa está igualmente enredada con las sangrientas matanzas del siglo XX”.

Jonathan Jones: “ We cannot celebrate revolutionary Russian – it is brutal propaganda ”, periódico El Guardian, primero de febrero 2017, criticando a Revolution: Russian Art 1917-1932.

Para nada sorprende, aunque da asco, que periodistas a sueldo en defensa capitalismo calumnien y distorsionen la historia de la Revolución Rusa. La Revolución perdura; amenaza; es un espectro.

Se trata de asuntos en disputa, de riñas feroces. Las artes son de este mundo, a pesar de lo que este u otro artista o crítico de arte se imagine. Cuando es rechazado lo que hacen o dicen, autores, cineastas, dramaturgos, poetas, músicos y pintores con frecuencia son encarcelados por gobiernos represivos; a veces son ejecutados. Así ha ocurrido en el siglo XX . Así ocurre en muchos países hoy en día. Ciertamente es lo que les gustaría llevar a cabo en este país a Donald Trump y al Partido Demócrata. Eso es lo que significa de la censura por parte de Google de las páginas de izquierda, de la fraudulenta campaña antirrusa y de los ataques contra las supuestas noticias falsas. Se trata de un intento inicial. En verdad se prepara una represión total en este país.

El nerviosismo de las autoridades está fundamentado. Los artistas colaboraron en la caída del zar ruso en 1917. Durante el siglo anterior, novelistas, poetas, dramaturgos, y otros artistas rusos habían criticado a la sociedad por su pobreza, atraso y crueldad, agitando los sentimientos de la población, preparando a los sectores de vanguardia para las ideas socialistas, aun sin ser socialistas ellos mismos.

Es una lista larga que incluye a Pushkin, Lermontov, Nekrasov, Gogol, Goncharov, Uspenski, Turgenev, Tolstói, Dostoyevski, Ostrovski, acompañados por críticos sociales y de la literatura como Herzen, Belinski, Chernyshevski y otros más. Trotsky dice del gran novelista León Tolstói, autor de Guerra y Paz, Anna Karenina y Resurrección, por ejemplo:

Ánton Chekov y León Tolstói

“Tolstói no se consideraba un revolucionario, pero sí lo era. Con gran pasión buscaba la verdad. Habiéndola encontrado, no temía proclamarla. … Todo lo que Tolstói declaraba en público: sobre el sin sentido de régimen zarista, sobre la criminalidad del servicio militar, sobre la deshonestidad de la propiedad rural, sobre las mentiras de la Iglesia, penetraba en mil maneras la mente de las masas trabajadoras. … Sin ser un revolucionario, Tolstói alimenta los sectores revolucionarios con sus palabras geniales. Cuando se escriba el libro de la gran tormenta que fue [la revolución de] 1905, se le dedicará un capítulo de honor a Tolstói”.

León Trotsky: “Sobre la muerte de Tolstói” (1910)

He dicho que uno de los argumentos más usados por críticos contemporáneos del arte revolucionario ruso, es que tanto la Revolución como su arte eran “utópicos”, dizque representaban en su mejor lado un ideal fantástico e imposible, como demostraría la transformación de la revolución bajo Stalin.

Una obra relativamente nueva (2013) sobre la Unión Soviética, editada por tres personas, se intitula Utopian Reality. Se basa en una conferencia del 2011 sobre el mismo tema. Los tres autores dicen en la introducción:

“El marxismo es obviamente utópico porque propone que a la revolución política le seguiría una estructura centralizada y una superación del comportamiento humano, que repercutiría, llevaría al socialismo y a la desaparición del andamiaje estatal”.

Introducción, “Utopia y Distopia: el impulso de la historia”, en Utopian Reality (2013) editado por Christina Lodder, María Kokkori y María Mileeva.

Se puede demostrar que la Revolución Rusa fue el levantamiento popular menos utópico de la historia. Han sido realmente “utópicas” las aspiraciones de Oliver Cromwell y de la revolución inglesa de los años 1640 de un gobierno “piadoso y justo”, de Jefferson y la revolución estadounidense en base a los derechos a la “vida, libertad y búsqueda de felicidad”; y de Robespierre y la revolución francesa animada por la “libertad, igualdad y fraternidad”, dadas los límites históricos de sus tiempos. Tan sólo basta considerar la actualidad de esas naciones, cada una de las cuales tiene un gobierno corrupto, de ladrones y enemigos de la democracia.

En contraste, en parte, el marxismo nace de una lucha antiutópica, opuesto a ella. Así escribe Marx:

“Elaboramos nuevos fundamentos de los mismos fundamentos del mundo. No le decimos al mundo: Abandona tus luchas; son ridículas; nosotros te indicaremos el verdadero eslogan de lucha. Simplemente le demostramos al mundo el verdadero significado de sus luchas; necesita adquirir conciencia, aunque no desee hacerlo”.

Karl Marx

Los bolcheviques se fundamentaron en la evolución mundial de las fuerzas productivas y en el hecho, que éstas ya “sobrepasaban el límite impuesto por el sistema de estados nacionales”. La carnicería entre potencias que fue la Primera Guerra Mundial, con el objeto de dividir al mundo entre ellas, demuestra tal transformación.

La revolución rusa, en verdad fue el acontecimiento mejor planeado y más racional de la historia, producto de décadas de discusión y preparación sistemática. Llevada a cabo por los sectores más concientes y preparados de la vanguardia de obreros e intelectuales.

En particular, repugnan los síntomas de declive intelectual y cultural que hacen que hoy en día se considere “utópico” y descabellado proponer organizar la sociedad humana en base a la razón y la ciencia para satisfacer las necesidades más básicas y acabar con las hambrunas famélicas, la pobreza y la guerra, con el objetivo de construir un mundo humanista.

Al punto nos topamos con esa sarta de combinaciones de balbuceo académico y de clasismo en la introducción del catálogo de la exhibición que se abrió en Chicago a fines de octubre 2017 en el Instituto de Arte: Revoliutsiia! Demonstratsiia! ¡Arte Soviético bajo la lupa!:

Revoliutsiia! Demonstratsiia! Arte Soviético en Prueba, en el instituto de arte de Chicago, 2017

“Al sacudir a Rusia la revolución bolchevique de octubre 1917, por motivos que no son claros [¿Cómo que no? Fue la revolución socialista mundial]. Aun cuando la propaganda del Partido Comunista [que no tenía entonces ese nombre] estaba dirigida al proletariado, esa entidad política nunca apareció [apareció muchísimo, particularmente en el año 1917]. Entendamos que la clase obrera industrial casi no existía en este país agrícola, y que peligró aún más durante los subsiguientes cinco años de guerra civil que arrasaron con la economía rusa [¿Qué importa tuvo eso en 1917?]… Es más, se acuerdo con la teoría marxista, el proletariado no era una verdadera clase social [¡esto es algo nuevo!] sino una fuerza social que acaba con las afiliaciones de clase para establecer por primera vez en la historia una subjetividad universal [¡un dialéctico genuino!]. Por lo tanto un sujeto universal no puede tener una identidad propia [¿?]. Por lo tanto es imposible definir los beneficiarios de la revolución bolchevique ni en forma teórica ni en forma empírica [absurdo]”.

Devin Fore y Matthew S. Witkovsky, Introducción, Revoliutsiia! Demonstratsiia! El arte soviético bajo la lupa (2017).

Ninguno de los supuestos expertos puede explicar cómo fue que este acontecimiento de locura política e intelectual, la Revolución Rusa, creó algunos de las conquistas de mayor envergadura en la cultura del arte, como también en la industria, ciencia y cultura popular. Los argumentos no son coherentes; pero pocos los critican, fuera de nosotros.

La degeneración de la Revolución Rusa bajo Stalin no fue un resultado de objetivos ilusorios e imprácticos. Nace de la aislación de la Unión Soviética luego de las derrotas y traiciones de las oportunidades revolucionarias en Europa y Asia y del tremendo retraso ruso y de tremenda pobreza, elementos que los bolcheviques heredaron de la Rusia zarista.

La gran interrogante después de la Revolución Rusa fue como extenderla, para que la avanzada tecnología e industria alemana, por ejemplo, se compartiera con la Unión Soviética para así amenguar su enormemente difícil situación económica. Esa es la cuestión fundamental. Ocurre en el otoño de 1923 una situación revolucionaria en Alemania que es dilapidada, por razones que no tienen que ver con esta presentación.

Teniendo en cuenta la prolongada, aunque temporánea, aislación de la URSS, mucho dependía de un enfoque correcto entorno a la vida económica y cultura. El atraso ruso imponía inmensas presiones sobre el régimen obrero; alentaba egoísmos, consumo material y corrupción.

Lenin, Trotsky, Aleksandr Voronski, Anatoly Lunacharski, y otros fomentaban el progreso cultural del pueblo, tonto en sus aspectos más esenciales (alfabetismo, relaciones familiares, alcoholismo, “idioma culto”, puntualidad, etcétera) como en los más complejos.

En diciembre 1917, el gobierno bolchevique publica un decreto sobre la educación que contiene el siguiente lenguaje:

“En un país donde reinan el analfabetismo y la ignorancia, el deber fundamental de todos los sectores genuinamente democráticos es la lucha contra esa oscuridad. Deben engendrar, cuanto antes, el alfabetismo universal, mediante la organización de escuelas que apliquen la pedagogía moderna. La educación debe ser universal, obligatoria y gratuita, para todos”.

“Sobre la Educación Popular”; diciembre 1917, decreto firmado por A.V. Lunacharski, Comisario del Pueblo sobre Educación.

En la Rusia de principios del siglo XX, menos de la mitad de los hombres podía leer, y sólo un octavo de las mujeres. Decía Lenin: “El analfabeto está al margen de la política. Hay que enseñarle a leer, Sin ello, para él sólo existen rumores, cuentos de hadas y prejuicios —y nada de política”. Una lámina famosa ilustra ese argumento: ser analfabeto es como ser ciego.

En diciembre 1919, Lenin firma un decreto de nueve puntos sobre la alfabetización. Reproduzco las oraciones más importantes:

“El analfabeto”, lámina bolchevique de 1920

“Con el fin de que todos los habitantes de la república tengan la oportunidad de participar con conciencia en la vida política del país, el Consejo de Comisarios del Pueblo decreta:

1. Todos los que vivan en esta república, entre los ocho y cincuenta años de edad, que no sepan leer y escribir, tienen la obligación de aprender a leer y escribir en ruso, o, si así lo deseen, en su lengua nativa…

3. Se otorga al Comisario del Pueblo sobre Educación y a sus filiales locales el derecho a reclutar a toda la población alfabeta del país… como responsabilidad laboral…

5. Para los que aprenden a leer y escribir que trabajen por hora… se les abreviará la jornada laboral por dos horas, con el mismo sueldo”.

En 1920, el gobierno bolchevique crea una comisión especial para resolver el problema del analfabetismo. Recluta cien mil miembros del partido para ser maestros; la mayoría de ellos eran miembros de la juventud bolchevique. La comisión establece unas treinta mil escuelas de alfabetización y treinta y tres mil bibliotecas y salas de lectura. También imprimieron los bolcheviques más de seis millones de libros de enseñanza como parte de sus programas de alfabetización.

Clase soviética de alfabetización, 1930

Hacia fin de la segunda guerra mundial, el noventa por ciento de los habitantes de la Unión Soviética podía leer y escribir.

Los únicos cimientos genuinos para el nuevo arte y la nueva cultura era levantar el nivel cultural de todos los habitantes.

“Cuando Lenin hablaba de la revolución cultural, para nosotros su fundamento era elevar el nivel cultural de las masas. … Sin pensamiento que generalice y sin arte, la vida humana sería gris y estaría empantanada en la pobreza. Desde luego, es cierto en gran medida que la vida es así en la actualidad para millones de gente. La revolución cultural debe hacerse el propósito de abrir la posibilidad que todos ellos tengan acceso a toda la cultura no solamente a lo más bajo. Eso no es posible a sin levantar las condiciones materiales. Por eso, hoy en día para nosotros es un elemento de primera clase en la revolución cultural máquinas que automáticamente produzca botellas; mientras que un poema heroico sería sólo un elemento de décima. …”

Sólo merece el nombre de revolución cultural ese proceso. Sólo sobre ese terreno florecerá una nueva filosofía y un nuevo arte”.

León Trotsky, “Cultura y Socialismo” (1927)

Trotsky, 1922, por Annenkov

Esta guerra a favor de la elevación y fertilización de la cultura está ligada a la lucha contra el falso concepto de “cultura proletaria”, una teoría utópica idealista sobre una cultura de la clase obrera que se desarrolla aislada de la transformación de las condiciones del mundo y de la Unión Soviética —teoría que aparece en los primeros días de la Revolución Rusa. Más adelante, en manos estalinistas, esa teoría de “cultura proletaria” se convertiría en un aspecto del argumento a favor del “socialismo en un solo país” y en “un sistema de control burocrático del arte, y en una manera de empobrecerla” [Trotsky].

Les presento algunos ejemplos de la transformación artística y cultural en la Unión Soviética, que incluye educación gratis en las artes:

Sovetskoe foto (Foto Soviética)

“Otro periódico que apareció en 1926 fue Sovetskoe foto[Foto Soviética], publicada en interés de fotógrafos amateurs y periodistas fotógrafos. Cada escuela primaria e instituto de educación superior tenía un club de fotografía. Tanto es así que entre 1935 y 1936 el número de lectores de ese periódico aumenta de diez mil a dieciséis mil”.

Alejandro Lavrentiev; “Soviet Photography in the 1920s and 1930s in Its Cultural Context —The Photo Landscape of the Period,” en The Power of Pictures, Early Soviet Photography, Early Soviet Film (2015).

El número de películas de largometraje aumenta también, de nueve en 1921 a 123 en 1924. “Era obviamente popular ir al cine en la Unión Soviética. En 1928 se vendieron 300 millones de boletos. La película promedia era vista por 2,5 millones de personas” (Jens Hoffman, “Film Is Conflict,” en The Power of Pictures: Early Soviet Photography, Early Soviet Film, 2015).

En los 1920 y 30 se produjeron importantes películas. Algunas de ellas son:

Las extraordinarias aventuras de Mr. West en el país de los bolcheviques (Необычайные приключения мистера Веста в стране большевико), de Lev Kuleshov, 1924

Las aventuras extraordinarias de Mr. West en el país de los bolcheviques, 1924

Aelita (Аэлита), también conocida como Aelita: Reina de Marte, dirigida por Yákov Protazñanov, 1924

El acorazado Potemkin (Броненосец Потёмкин), 1925, Octubre: Diez días que transformaron en mundo (Октябрь),1927, ambas de Serguéi Eisenstein

Mama (Мать), 1926 dirigida por Vsévolod Pudovkin

La Casa en Trubnaya, The House on Trubnaya (Дом на Трубной), 1928 de Boris Barnet

El hombre de la cámara (Человек с киноаппаратом), de Dziga Vértov

Tierra (Земля), 1930 de Alexandr Dovzhenko

El nacimiento de la industria de cine en el Asia Central soviética, en regiones donde antes de la Revolución de Octubre los habitantes eran nómadas, viviendo en condiciones precapitalistas, primitivas y atrasadas, sin ser culpables de eso, fue uno de los logros más extraordinarios.

Hombre de la cámara,1929

“Una señal que se repite en gran parte de la Unión Soviética y que refleja el boom de cine soviético de los años 1920, fue que las Repúblicas de Asia Central comenzaron a establecer sus propios estudios de film”. …

“En su cima productiva, los estudios de Asia Central producían más de veinte largometrajes, entre cuarenta y sesenta cortometrajes y más de cien documentarios. Se estima que produjeron allí casi ochocientos largometrajes durante la existencia de la Unión Soviética”.

Barry Mowell; “Political, economic and historical foundationsnof Central Asian cinema”; en Social and Cultural Change in Central Asia: The Soviet Legacy; editado por Sevket Akyildiz y Richard Carlson.

Hasta la disolución de la Unión Soviética, la música clásica jugó un papel inmenso. Dmitri Shostakovich y Sergei Prokofiev tienen fama mundial.

Hay que señalar que Prokofiev, uno de los compositores más grandes del siglo XX, regresa a la Unión Soviética a principio de los 1930. Ya era mundialmente famoso. Sin embargo, se podría decir que produjo su mejor música después de su regreso, a pesar de los terribles problemas que encaraban los artistas, o quizás como consecuencia de ello. En verdad, tanto Prokofiev como Shostakovich, estuvieron muy ligados a su época. Ambos pudieron identificarse con la experiencia soviética. En mi opinión abrazaron la revolución y repudiaron su traición.

Sergei Prokofiev

A través de la Unión Soviética fueron muy populares pianistas como Emil Gillels y Sviatoslav Richter. Importantes conciertos se convertían en grandes acontecimientos, temas de controversia y discusión.

“A veces se recibía a poetas como a estrellas de rock. Decenas de miles iban al estadio de Luzhniki para las recitaciones de poesía”, cuenta un comentarista.

Lyubov Popova

Me gustaría hablar sobre algunos artistas, especialmente sobre los vanguardistas soviéticos, como Vladímir Tatlin, Alexandr Rodchenclo y Varbara Stepanova, y sus estudiantes Kzimir Malevich, El Lisitzki y Lyubov Popova, y Vladímir Mayakovski. Sin embargo, hablar de ellos plantea importantes cuestiones.

A veces se dice, superficialmente, que estos artistas eran, digamos, algo así como la expresión artística del bolchevismo. Probablemente nosotros también lo hemos dicho descuidadamente.

“Una radical transformación cultural resultó de Octubre 1917… Al principio, la mayoría de los artistas de vanguardia le dieron la bienvenida a la revolución porque el concepto leninista de la vanguardia política como agencia de transformación social daba legitimidad a su propia campaña a favor de la acción radical para combatir perspectivas conservadoras sobre arte y sociedad. A marxistas como [Vladímir] Tatlin se presentaba la oportunidad de cambios reales y significativos. Recuerda: ‘Para mí nunca existió esa opción, de aceptar o no aceptar la Revolución de Octubre. Me rendí orgánicamente en una vida activa, creativa, social y pedagógica’ ”.

Christine Lindey, “Art and the Bolshevik Revolution,” 2015

Lindey es un crítico de arte visual para Morning Star, el periódico del Partido Comunista británico.

Vladímir Tatlin

Los vínculos entre el partido marxista, el partido de la clase obrera, y los artistas es compleja y problemática, a diferencia de lo que sugiere esa cita.

No hay porqué inventar cuentos de hadas izquierdistas para que todos nos sintamos bien. En realidad, antes de la revolución, Tatlin había sido anarquista. Al igual que toda una sociedad de artistas de vanguardia, inicialmente no fue amigo de la Revolución de Octubre.

La realidad es que los círculos artísticos anteriores a la Primera Guerra Mundial, tanto en Rusia como en Europa y Estados Unidos no estaban de acuerdo con el marxismo o con la lucha de los marxistas para construir partidos dentro de la clase obrera. En verdad, lo que más influenciaban a las sociedades de artistas eran Friedrich Nietszsche (1844-1900) y diferentes clases de irracionalismo y subjetivismo.

Monumento a la Tercera Internacional, por Tatlin

Nietzsche fue un pensador alemán que rechazó vehementemente el socialismo y la democracia. Criticó con furia a la sociedad y cultura capitalistas, pero desde la derecha, con un enfoque elitista y aristocrático. Sostuvo que es necesario esclavizar a la clase obrera, para que las grandes mentes, los “individuos superiores”, los “héroes”, los “espíritus libres” pudieran llegar a su apogeo.

Esto es típico de él:

“Aquí debemos analizar al fondo; llegar a lo que es fundamental y descartar todas las debilidades sentimentales: la vida misma es esencialmente tomar ventaja, herir, y vencer a desconocidos y a gente débil. Consiste en oprimir, ser duro, imponer nuestras formas, tomar control y al menos, en su manera más suave, explotar”.

Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y el mal Preludio a una filosofía del futuro (1886) (Jenseits von Gut und Böse. Vorspiel einer Philosophie der Zukunft)

Si estas opiniones no atraen; entonces, ¿cómo fue que Nietzsche apeteció a tantos artistas, inclusive a gente inteligente y progresista como Heinrich y Thomás Mann, George Bernard Shaw, Jack London y muchos de los artistas rusos que ya he mencionado?

Nietzsche era un escritor sutil e inteligente; repudiaba la mediocridad y la complacencia burguesas; criticó a la religiosidad y postración cristianas. Para muchos representaba un personaje “requeté-revolucionario”, destructivo y con la apariencia de rechazar a los grupos de poder, anarquista. Reclamaba la “liberación de los instintos”, la espontaneidad, el egoísmo. “Nada es verdad; todo es permisible”, declara Nietzsche. Ponía en trono al caos, la incoherencia, la subjetividad e “intoxicación”. …

Friedrich Nietzsche en 1882

Ese mensaje era una tentación para muchos artistas que encaraban a la vida y analizaban la realidad en un periodo de enorme cambio. Ciertamente esa melodía de sirena era más capaz de extraviar, y aparentemente más poética, que examinar las condiciones tan difíciles, muchas veces duras y agobiantes, de la clase obrera.

Los círculos de arte en la antesala de la Primera Guerra Mundial estaban embebidos con irracionalismo, y también dominados por nacionalismos y patriotismos. Es iluso creer que existía un gran grupo de artistas antiguerra y radicales que repudió el chauvinismo y en nacionalismo de las élites gobernantes de agosto 1914, en nombre de los más profundos intereses de la humanidad, al comenzar la guerra. Los artistas respondieron a la propaganda patriótica con el mismo entusiasmo inicial que el resto de la pequeña burguesía. A muchos pintores y poetas le costaría sus vidas. Otros se desilusionarían hondamente y se radicalizarían.

Los futuristas italianos fueron los más agresivos. Algunos de sus principales representantes apoyarían a Mussolini y al fascismo. Así dice el Manifiesto del futurismo (1909):

1. Deseamos cantar el amor al peligro, al hábito de energía y temeridad…

3. Hasta ahora la literatura engrandece a la parálisis meditativa, a la euforia, y a la soñolencia. Nosotros deseamos exaltar movimientos agresivos, el insomnio febril, la marcha forzada, el salto peligroso, la cachetada y el puñetazo…

7. La belleza existe sólo en la lucha. Ninguna obra maestra carece de una naturaleza agresiva. La poesía debe ser un violento asalto contra las fuerzas de lo desconocido, para obligarlas a postrarse al hombre…

9. Deseamos glorificar la guerra —el único remedio para el mundo— el militarismo, el patriotismo, y el ademán destructivo de los anarquistas, las hermosas ideas que matan, y el desprecio a la mujer.

10. Deseamos derrumbar museos y bibliotecas…

Filippo Tommaso Marinetti, futurista italiano

Si bien los italianos eran los más agresivos, también hubo muchos artistas; alemanes, austríacos, británicos y franceses; expresionistas, fauvistas, vorticistas y otros, influenciados por Nietzsche y por otros filósofos retrógrados, que le dieron la bienvenida a la guerra, considerándola un acto de higiene social para purificar a Europa y, arrasar a llamaradas toda la podredumbre y estancamiento.

De los futuros artistas vanguardistas que ya he mencionado, dos de ellos, Malevich y Mayakovsky, produjeron propaganda patriótica rusa. He dicho también que el horror de la guerra, desilusionaría a muchos.

Para los artistas, aún para los más radicales, la Revolución de Octubre fue un gran golpe. Sería un error creer que el extremismo herético o el amor a esta u otra “intoxicación” intelectual son buena preparación para encarar el espectáculo que representa la intervención en la historia de las masas oprimidas, con la audacia de declararse los nuevos amos del país.

Trotsky señala que la “infatuación” de los artistas con el “futuro” y la necesidad de ellos de rechazar el pasado burgués, tenía más que ver con un “nihilismo bohemio” que con la “lucha por la revolución proletaria”. En realidad, muy a pesar del radicalismo verbal de muchos poetas y pintores, la revolución de 1917 “le da la impresión a la capa intelectual, incluyendo a la izquierda literaria de ser la total destrucción del mundo conocido, de ese mismo mundo del que se separaba de cuando en cuando para crear nuevos movimientos artísticos y al cual inevitablemente regresaba”.

En otras palabras, entre los bolcheviques y el partido revolucionario, por un lado, y los artistas (aún aquellos que les brindaban su apoyo) por el otros, existían inevitables diferencias, contradicciones y fricciones.

“La demolición del gobierno provisional y el ascenso de los bolcheviques golpea a los intelectuales no ligados a los partidos de izquierda, dejándolos mudos por varios meses o boicoteando a los nuevos líderes”.

Hubertus Gassner, “The Constructivists: Modernism on the Way to Modernization,” en The Great Utopia (1992)

De hecho, a pocos días de la insurrección revolucionaria, cuando Anatoly Lunacharski, comisario del Pueblo para la Educación invita públicamente a los artistas de Petrogrado a presentarse en el Instituto Smolny para discutir futuras colaboraciones, sólo se presentan seis: el poeta Aleksadr Blok, la publicista Larisa Reisner, los pintores David Shterenberg y Nathan Altman, el dramaturgo Vsevolod Meyerhold y al poeta Vladímir Mayakovski (Majakovski).

Producción de teatro de Vsevolod Meyerhold

Los intelectuales burgueses rusos, académicos, abogados, ingenieros, empleados bancarios, otros profesionales y maestros (que en la Rusia zarista era una capa más privilegiada que ahora) en su mayoría repudiaban a la revolución socialista. En mayo y junio 1918, Lunacharsky lanza un fuerte reclamo, pidiendole a los maestros dejar de boicotear el gobierno obrero:

“Por primera vez las masas rusas, lucharon independientemente y armadas con su propio programa y el deseo de apoderarse del gobierno. ¿Cómo responden los intelectuales a esa histórica maniobra del proletariado de crear, al borde de su propia destrucción, un fuerte gobierno popular —organizar el país y acabar con la guerra? Responden con repudio. No sólo se rehúsan a ayudar al proletariado, sino que aplauden todas las conspiraciones en su contra”.

Anatoly Lunacharski en 1925

Anatoly Lunacharski; “A todos los que enseñan”; mayo-junio 1918

Es verdaderamente extraordinario, si nos fijamos particularmente a los artistas visuales —a la luz de sus historias políticas (anarquismo, apego al Nietzsche, subjetivismo) y sus discordes comentarios— que durante 1918-1919 casi todos los importantes artistas de izquierda, incluyendo a Malevich, Tatlin y Rodchenko, acordaron cooperar o trabajar directamente para las nuevas instituciones del nuevo gobierno revolucionario.

Alexander Rodchenko y Varvara Stepanova

Ese cambio se debió más que nada porque el gobierno bolchevique demostró con gran empuje resolución su seriedad en defensa del estado obrero, tanto contra el ataque de las potencias imperialistas, como contra los ataques internos de la pequeña burguesía, el anarquismo, y la izquierda seudorrevolucionaria. Dice Trotsky: “La ley de atracción social (hacia la clase de poder) que en última instancia determina el trabajo creativo de los intelectuales, ahora funciona en nuestro beneficio”. Es decir, la pequeña burguesía se sentía atraída a la clase que actuaba con fuerza y resolución.

Los artistas más visionarios se entregaron a una variedad de actividades, bajo condiciones de grandes sacrificios, luego de pasar al lado bolchevique, dejando a un lado titubeos y vacilaciones.

Cartel de Mayakovski para ROSTA

El poeta Vladímir Mayakovski pintó y escribió versos para más de cuatrocientos carteles de ROSTA (La agencia telegráfica rusa). El propósito de esas láminas era levantar la conciencia de los obreros y campesinos en tiempo de guerra civil. Sus temas iban de lo simple —como limpiar un fusil, como coser botones— a lo complejo —como destruir los ejércitos de los generales Blancos, como construir el socialismo.

El Lisitzki creó “Derrotemos a los Blancos con la Cuña Roja”, una famosa lámina de propaganda soviética. Vladímir Tatlin se convirtió en uno de los dirigentes de la Junta de Artes Visuales de Moscú, parte de la Comisaría del Pueblo para la Educación. En 1919 y 1920 crea su famoso monumento a la Tercera International, organización internacional de los partidos comunistas, dedicada a la revolución socialista mundial.

Al año siguiente, Varvara Stepanova llevó a cabo su sueño de ligarse a la producción industrial. Ella y Lyubov Popova se convirtieron en diseñadoras textiles en la Primera Fábrica Textil, cerca de Moscú. Rodchenko se hace fotógrafo.

Diseños de Varvara Stepanova

Con la aparición de la burocracia estalinista y sus medidas nacionalistas, reaccionarias y finalmente contrarrevolucionarias, se extingue la llama creativa; también, despiadadamente, se extingue la vida política democrática de la clase trabajadora.

Así lo describe Trotsky en 1936: “Los artistas más eminentes, o bien se suicidan, o bien escogen temas del lejano pasado, o bien enmudecen”. ( Revolución Traicionada, 1936).

Existe una foto extraordinaria de fines de los 1920 del compositor Dmitri Shostakovich, el director de teatro Vsevolod Meyerhold, el poeta Vladímir Mayakovski, y el artista diseñador fotógrafo Alexander Rodchenko. Shostakovich sobrevive a raíz de su fama internacional. Los otros ilustran la observación de Trotsky: Mayakovski se suicida, Mayerhold muere en las purgas, Rodchenko “enmudece”.

Eran cuatro genios del arte; la transformación de la Revolución Rusa, la de los que participaron en ella y la sus partidarios conllevan elementos trágicos, más allá de lo imaginable.

Dmitri Shostakovich, Vsevolod Meyerhold, Vladímir Mayakovski, Alexander Rodchenko

Los representantes “artísticos” de la nueva casta burocrática persiguieron a Mayakovski hasta sus últimos días. Rechazaba el mundo oficial “aunque no podía comprenderlo y por lo tanto no podía encontrar la manera de superarlo”, dice Trotsky. El poeta se consideraba “insobornable”. Estas líneas son de una de sus últimas famosas poesías, “A toda voz” (Во весь голос), 1930:

¡A mis más respetados

camaradas venideros!

Al hurgar en

la mierda petrificada

de estos días,

al explorar el ocaso de nuestros tiempos,

a ustedes,

quizás,

les llegue la ocasión

de preguntar sobre mí. …

A Agitprop [propaganda de agitación]

la tengo encajada

en mis dientes yo también

y prefiero

crear

romances para ustedes;

rinden más

y encantan más.

Sin embargo

postrado estoy

yo mismo

con el talón

en la garganta de mi canto. …

El enemigo

de la clase obrera movilizada

también es mi enemigo

empedernido y duradero.

Años de pruebas

y días de hambre

nos azuzaron

a marchar

con la bandera roja.

Abrimos

cada volumen

de Marx

como abríamos

las persianas

de nuestra casa.

Las dialécticas nuestras

no las aprendimos

de Hegel.

No había que leer

para convencernos

a qué banda unirnos,

en qué lado luchar.

El trueno de la batalla

explotaba en versos;

cuando,

bajo el fuego,

la burguesía se rajaba

como cuando nosotros

habíamos huido

de ella. …

No me importan un gargajo

las toneladas de bronce;

no me importa un gargajo

el grasiento mármol.

Somos hombres parecidos;

aceptaremos nuestra fama:

¡qué nuestro

monumento colectivo sea

el socialismo

creado en

tantas batallas!

¡Gente de la posteridad!

examinad el naufragio de diccionarios;

sobre el Lete del olvido

flotarán

las astillas de palabras tales

como “prostitución”,

“tuberculosis”,

“bloqueo”.

Para vosotros,

que ahora estáis

saludables y ágiles,

este poeta

con su propia áspera lengua,

de carteles,

limpió la baba tísica.

Arrastrando la cola de mis años,

comienzo a parecerme

a esos monstruos,

fósiles desenterrados. …

Camarada vida:

déjanos forzar la marcha;

atravesar

rápido lo que queda

del plan de cinco años.

Mis versos

no me traen

rublos;

ningún artesano nunca hizo

sillas de caoba para mi morada.

En verdad

no necesito nada

excepto una camisa recién lavada.

Cuando yo aparezca

ante el CCC [Comisión Central de Control]

de los diáfanos años venideros

con mi carnet de partido bolchevique,

levantaré

por encima de las cabezas

de esa pandilla de egoístas

Vladímir Mayakovski

poetas y estafadores,

todos los cien volúmenes

de mis

libros de convencido comunista.

Mayakovski se mata de un tiro el 14 de abril de 1930, dos años después de haber sido exilado Trotsky por el régimen estalinista. Los dos se habían reunido varias veces y se escribían. Trotsky consultó con Mayakovski cuando escribía el capítulo sobre futurismo en Literatura y Revolución. Por su parte, el poeta celebraba las obras de Trotsky.

Vladímir Mayakovski

Aunque ese no es el tema de la presente discusión, en verdad la influencia de Revolución Rusa y la época que ésta inicia transforma la vida artística de todo el mundo. De hecho, fundamenta las más importantes obras revolucionarias del siglo XX.

Hay un sin fin de artistas que fueron influenciados, de una manera u otra, o por la Revolución de Octubre o por la existencia de la Unión Soviética (las dos no son la misma cosa). ¿Cómo no ser así? La Revolución Rusa representa el norte, el camino a acabar con la violencia carnicera, con la pobreza, y la opresión del capitalismo. Miremos a Estados Unidos, por ejemplo, supuestamente un candente centro de anticomunismo. Muchos artistas, poetas y novelistas afroamericanos consideraron la lucha para acabar con el racismo como parte de la lucha anticapitalista.

En 1919 Claude McKay, escritor afroamericano quien en 1922 estuvo presente en el Cuarto Congreso de la Internacional Comunista, declara “Cada negro cuyo objetivo es ser un líder tiene que estudiar el bolchevismo y explicar su significado a las masas de piel oscura. Es la idea más grande y más científica del mundo actual”.

Richard Wright

En 1932 el novelista Richard Wright (autor de Native Son) comienza a ir a reuniones del Club John Reed, organización literaria patrocinada por el Partido Comunista. Escribiría más tarde: “Las palabras revolucionarias saltaban de la página y me golpeaban con tremenda fuerza. Me cautivó la similitud de experiencias de obreros de otras tierras y la posibilidad de unir las gentes desparramadas en una fuerza singular. Me pareció que al menos aquí, en el ambiente de expresión revolucionaria, la experiencia afroamericana podría encontrar su lugar, su valor funcional y su papel”. Aunque más adelante Wright haría un abrupto giro a la derecha, su obra más importante ocurrió cuando estaba bajo la influencia de la Revolución Rusa.

Ralph Ellison, Langston Hughes, Paul Robeson and Lorrain Hansberry apoyarían o se unirían a Partido Comunista, en un momento u otro, seducidos todos ellos por la Revolución de Octubre.

Lorraine Hansberry

Theodore Dreiser, quien nunca fue socialista, de todos modos visita a la Unión Soviética y a fines de su vida se une al Partido Comunista. Con mucho interés y eventual desaliento, F. Scott Fitzgerald se mantiene al tanto de la evolución y degeneración de la Unión Soviética. En el periodo 1932-1935 pensó en unirse al Partido Comunista. Conoció a miembros del Partido Comunista pero quedó mal impresionado. Ernest Hemingway fue uno de los artistas del Frente Popular, y “amigo de la Unión Soviética” durante un tiempo, particularmente en el periodo de la Guerra Civil Española.

La depresión económica empuja a Edmund Wilson, el principal crítico estadounidense de literatura, también amigo de Fitzgerald, hacia la izquierda, en dirección al Partido Comunista y hacia Trotsky a fines de los 1930. Mary McCarthy novelista y crítico de literatura, también siente la atracción de las ideas de Trotsky, a quien defiende contra las calumnias de Stalin a fines de los 1930.

Theodore Dreiser

Tres de los gigantes de la vida literaria de posguerra en Estados Unidos, James Baldwin, Norman Mailer y Saul Bellow estuvieron en la periferia del movimiento trotskista.

De una forma u otra, cada uno de estos autores cae bajo la influencia de la Revolución Rusa, el Partido Comunista, el estalinismo, o la lucha de Trotsky contra el estalinismo.

Similares fenómenos ocurren en todos los países que tenían significativas vidas culturales en el siglo XX.

Claro está que los vínculos entre los artistas y la Revolución de Octubre son complicados y muchas veces problemáticos; he ahí el ejemplo de los mismos artistas rusos de izquierda, y de todos los otros atraídos más a la estabilidad de la Unión Soviética y del estalinismo que al hecho que los obreros conquistaron el poder en 1917. De todos modos, es imposible analizar la cultura de este último siglo sin considerar la influencia esencial de la Revolución.

Mary McCarthy en 1933

Eso nos lleva a nuestra última conclusión. En nuestra opinión, las artes no son simples expresiones individuales, o las imaginaciones creativas de individuos, si bien su existencia no es posible sin esos elementos. Las artes son uno de los métodos imprescindibles en la batalla para descubrir y comunicar la verdad de la vida y de la realidad, mediante imágenes concretas.

Las artes son más que formas. El artista no es una máquina vacía que produce formas agradables o complicadas; el público no es una máquina de consume. Está compuesto de seres sociales, con puntos de vistas y sicologías que son productos de condiciones sociales e históricas.

Las apariencias y las formas no se comunican con lectores o videntes con la misma profundidad de las cosas mismas, que, con su lenguaje, vibran y nos transmiten importantes ideas y sentimientos sobre el mundo. A grandes artistas como Tolstói o van Gogh no les interesaba hablar de “técnicas”. Vivían con la obsesión de desenmascarar la vida y la realidad, revelando lo esencial. Si bien desarrollaron técnicas extraordinarias, esas fueron siempre elementos subordinados.

El desarrollo del arte sigue el desarrollo del mundo. La revolución social es la gran interrogante de nuestro día, por sobre todas las otras. La Revolución Rusa nos mostró el camino a seguir, aunque haya estado en la ruina durante década. Sigue siendo la única solución a la crisis social. Los artistas que tuvieron que lidiar con esa interrogante, por ser la interrogante fundamental de la humanidad. Los que la evitan o rechazan, paulatinamente se quedan con menos que decir; no es cuestión de lo que los marxistas “ordenen”; es una simple realidad histórica y moral. ¿Cómo pueden las artes mirar con indiferencia las convulsiones de nuestra época? Además, como ya he indicado ¿de qué valdrían artes como esas?

No es que la revolución social sea el único tema posible, ¡claro que no! Pero la fuerza de un poema de amor al fin proviene de la urgencia de la vida; muchas veces es la protesta contra el mundo que hace ese amor imposible.

El cinismo posmodernista, la indiferencia social, la opinión que los seres humanos son fundamentalmente requeté podridos y no hay nada que hacer sobre la naturaleza del mundo —una o todas esas ideas son un mal cimiento para crear, trátese de versos personales o de otras expresiones artísticas.

En un mensaje para los artistas posrevolucionarios de la Unión Soviética, Trotsky insiste que ellos asimilen y absorban en la médula de sus huesos la naturaleza y las características de época revolucionaria:

“Sin embargo el arte nuevo que establezca nuevos objetivos, que ensanche el canal de la creatividad, sólo puede ser creado por los que estén enlazados a su época. …”

“La revolución se refleja en el arte, parcialmente ahora, en cuanto el artista deje de considerarla una catástrofe externa, en cuanto la asociación de nuevos y viejos poetas y artistas se transforme en parte del tejido biológico de la revolución y aprenda a observarla desde adentro, y no desde afuera”.

León Trotsky; Literatura y Revolución

Claro está que hay quienes rechazan ese punto de vista:

“Trotsky fue uno de los que establecen los cimientos de la tradición soviética que evaluar el arte según su peso político, en vez del estético. Ese enfoque tendría nefastas consecuencias para la literatura rusa, fatales para sus autores”.

Bengt Jangfeldt, Mayakovsky: A Biography (2014)

“Trotsky esparce aplausos y rechazos según la relación de la obra a la revolución, y no según criterios puramente artísticos”.

Ian D. Thatcher, Trotsky (2003)

Todo lo contrario, las artes pertenecen a la transformación social de la humanidad; no están alienadas de ella. La verdad y la potencia de las ideas y sentimientos del artista, y la capacidad de sus obras para influenciar y perdurar, están todas relacionadas.

La frase “criterios puramente artísticos” en sí es un símbolo de declive intelectual. El crítico Belinski de la Rusia del siglo XIX una vez notó que un artista es grande y perdura porque él o ella es el órgano, el portavoz de su tiempo, de su sociedad, y por lo tanto, de tosa la humanidad.

Las artes deben dialogar con la vida y sus grandes retos para no marchitarse y morir. Esa es nuestra crítica del arte contemporáneo. A medida que la revolución social pierde su influencia, y que domina la falta de preocupación con la suerte de anchos sectores de la población, se daña y debilita la vida artística.

“¿Qué significa la palabra realismo? … Un sentimiento particular e importante hacia el mundo. Consiste en sentir por la vida tal como es, en una aceptación artística de la realidad, en vez de batirnos en retirada, en estar interesado en la estabilidad y movilidad concretas de la vida. Se trata de luchar o para pintar la vida tal como es, o para idealizarla, justificar o condenarla, en fotografiarla o generalizar y simbolizarla. Existe siempre la preocupación que nuestra vida de tres dimensiones es suficiente como tema artístico. Desde ese punto de vista filosófico más amplio, y no desde el punto de vista mas limitado de una corriente literaria, uno puede establecer que el arte nuevo será realista”.

León Trotsky, Literatura y Revolución.

Esa perspectiva es la nuestra: consiste en batallar por artes y vida cultural orientadas hacia la realidad y hacia los problemas más grande de nuestros tiempos, a la situación humana total. Esa “totalidad” abarca a todo el mundo. El arte más grande expresará la lucha por el socialismo mundial, internacional por naturaleza y, por lo tanto, verdaderamente universal. Ese arte rechazará todas las estrecheces anacrónicas que dividen a la especie humana en categorías reaccionarias como la política actual de división entre géneros y razas. Requiere de una preocupación obsesiva con la gran masa humana, que sufre y es agredida por doquier, por todos los gobiernos, por todos los partidos, bajo amenaza de guerras y dictaduras. El artista debe rechazar las retóricas políticas y entregarse de lleno, activa y críticamente, a los conflictos de esta época.

El elemento principal y más importante en el renacimiento del arte en nuestros tiempos será el movimiento de las masas contra el capitalismo, en que la clase obrera se encarrila como fuerza política independiente. Eso transformará la atmósfera de los círculos artísticos. Nosotros nos dedicamos al establecimiento de ese movimiento.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 28 de febrero de 2018)