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Entrevista a Embat: “No nos da miedo vivir momentos históricos. Hemos visto que por fin tenemos un pueblo fuerte”
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entrevista
Sunday October 08, 2017 03:22 by José Antonio Gutiérrez D.
Los sucesos que se están viviendo a un ritmo vertiginoso en Catalunya, cuyas repercusiones se hacen sentir no sólo en el Estado español, sino que en toda la Unión Europea, tienen al mundo boquiabierto. La creciente “erdoganización” del gobierno español, con Mariana Rajoy cerrando cualquier puerta a una solución civilizada, suprimiendo y desconociendo los derechos más básicos de la democracia y con una represión que ha ido escalando (hasta el punto de hablar de militarizar Catalunya), ha dejado a todo el mundo atónito. La aparición del rey, cuestionando las credenciales democráticas de los independentistas, ha sido una auténtica sinvergüenzura: la ironía de un monarca que no ha sido elegido por nadie, y cuyo puesto existe gracias a que a su familia la reinstaló un dictador fascista después de un golpe de Estado y una sangrienta campaña militar de exterminio, se le escapó sólo a los más despistados. La aparición de “su majestad” nos recuerda que las monarquías europeas no son instituciones decorativas: su existencia se debe a toda una sociedad excluyente, elitista, de castas, que las sustenta.
Este momento es una bisagra histórica, de la que se pueden abrir muchos escenarios posibles, dependiendo de las correlaciones de fuerzas, de las claridades de los distintos actores, y de las posibilidades del momento. Dentro de ese escenario, existe un espacio que se ha abierto a los de abajo, no sólo en Catalunya, para profundizar las posibilidades de un futuro federado, sin monarquía, con democracia deliberante para los de abajo. Que esto es posible lo demostró, con todas sus contradicciones, la convocatoria a la huelga general del 3 de Octubre, convocatoria que partió de una serie de organizaciones anarcosindicalistas (CNT, CGT y Solidaridad Obrera) y que se extendió al conjunto de la sociedad. La actitud asumida por los anarcosindicalistas de oponerse sin peros a la supresión de libertades y la represión bestial, de traer al pueblo al campo de lucha, para que no sea sólo espectador, y sumar una serie de demandas al derecho a la autodeterminación, como ser el fin de los recortes laborales, trabajo decente, etc. demuestra lo que el movimiento libertario puede hacer cuando decide ser con otros y se resuelve a tomar la iniciativa. Sin miedo, el anarcosindicalismo fue clave para llenar de contenido social a los hechos de las últimas semanas, y para abrir una brecha en los discursos meramente nacionalistas, trayendo la lucha de clases a la palestra.
Sobre esto, hemos tenido la oportunidad de charlar con un compañero de Embat, organización anarquista catalana que ha estado sin vacilaciones en la agitación y la lucha de estos días. La conversación que sostuvimos entrega muchos elementos de juicio para entender mejor una situación compleja que se ha desarrollado de manera inesperada en tan poco tiempo y que en los próximos días tendrá nuevos desarrollos que pueden cambiar radicalmente el panorama europeo.
José Antonio Gutiérrez D.
7 de Octubre, 2017
1. ¿Cuáles son en su opinión los temas claves de la actual crisis que se vive en Catalunya, y por consiguiente, en todo el Estado español?
En Catalunya se vive una crisis institucional provocada por la negativa del Estado para hablar sobre el encaje de este territorio en España. La cuestión territorial es una de las más importantes puesto que viene de siglos. No es infrecuente escuchar que la «España» que agrada a Catalunya es de tipo confederal, del estilo de los reinos medievales o incluso aquella España que existió hasta los borbones en el siglo XVIII, donde cada reino tenía sus propias leyes e instituciones. Y se contrapone a la idea de España que prefiere Castilla, de carácter centralista y unitario. Visto así, Castilla fue el pez grande del acuario que se comió a sus hermanos.
Entonces desde el siglo XIX existe el debate sobre cómo debe ser España y qué papel puede jugar Catalunya en ella. Esta es una de las causas de la extensión del federalismo por estas tierras del Mediterráneo. Y también es una de las causas del regionalismo, que arraigó fuerte entre una parte de la burguesía y del campesinado catalán. Por ejemplo se dice que la burguesía catalana buscó durante mucho tiempo un modelo similar al italiano, donde Turín o Milán son políticamente igual de importantes o más que Roma. Pero todo aquello fracasó. El regionalismo acabó en nacionalismo, y entre las clases populares el federalismo acabó en anarquismo.
Volviendo a lo que nos atañe, el inicio del actual proceso, viene dado en el 2006 cuando el Partido Popular hundió el proyecto de Estatuto de Autonomía de Catalunya, documento pensado para tener tranquilos a los catalanes. Entonces gobernaban en Madrid y en Barcelona los socialistas. Pero la suspensión de estas reformas, que los catalanes más nacionalistas veían como insuficientes, rompió simbólicamente las ganas de seguir atados a este Estado tan poco tolerante. No tuvo ningún problema el Estatuto de Autonomía de Andalucía, de carácter similar al propuesto en Catalunya. La comparación abrió muchas heridas.
A partir de finales de aquella década apareció un movimiento popular de raíz independentista que era transversal. Desde las instituciones a las asambleas de base. Logró que los municipios con mayoría independentista hicieran consultas por la independencia, en las que participaron hasta 1 millón de personas. Y luego organizó manifestaciones monstruo cada 11 de Septiembre, el día de la victoria de los borbones sobre Barcelona en 1714. Todo ello con el beneplácito de los medios de comunicación y de una parte del catalanismo institucional. De hecho las instituciones fueron arrastradas al independentismo como resultado de la calle, de ese independentismo popular transversal e interclasista.
Yendo a nuestros días, en este verano se han sucedido varios acontecimientos claves para entender este estado de las cosas. Primero que el gobierno catalán, la Generalitat, puso al fin una fecha y unas preguntas claras para el Referéndum. Muchos se temían que se había echado atrás. Por otro lado se emitió en horario de máxima audiencia televisiva un documental sobre las alcantarillas del Estado, en el que se relataba la actuación de los servicios secretos y la policía a las órdenes directas del anterior Ministro del Interior para minar el soberanismo catalán. Para ello no dudaron en inventarse cuentas en Suiza de ciertos políticos o lanzar campañas mediáticas de acoso sobre ciertos temas. Esto hizo a mucha gente ver que se tenían que ir de un país que hace esto con sus ciudadanos.
Otro aspecto fue el del atentado de Barcelona del 17 de agosto. En él, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona fueron quienes organizaron todo el operativo quedando el Estado en un segundo plano. Durante un par de días funcionaron virtualmente de forma independiente. Además la actuación de la policía catalana fue vista y entendida como altamente profesional. A partir de ahí se encumbró a esta policía como «estructura de Estado» y se le blanqueó de sus anteriores desmanes violentos contra las protestas sociales. Como si no hubieran ocurrido nunca.
Otro punto fue la entrada en marcha de la Hacienda catalana, que es considerada una «estructura de Estado». El Estado central la boicoteó diciendo que quien pague sus impuestos ahí, no los está pagando a donde corresponde y que se expone a graves multas. El Estado entendía las cosas como una cuestión monetaria. Tomaba a los catalanes como que lo que hacían era presionar para lograr mayores competencias fiscales, sin entender que ya una buena parte - acaso la mayoría - del soberanismo era independentista al 100%. Además el Gobierno se ha parapetado detrás del Tribunal Constitucional y de la Fiscalía. Eran y son como dos brazos más del gobierno.
Entonces, cuando se inicia la campaña electoral por el Referéndum el Gobierno español tiene un duro despertar. No se lo esperaban. E inician la puesta en marcha de la maquinaria represiva. Durante semanas se dedicaron a buscar las urnas, el censo electoral, la lista de convocados a las mesas electorales y las papeletas. Registraron imprentas, empresas de plásticos, registraron la contabilidad de la Generalitat, los servidores fueron hackeados... sin encontrar nada. Porque cientos de personas, quizá miles, las tenían escondidas en lugares como iglesias o almacenes personales y no hubo ni una sola filtración. Dato a tener en cuenta.
Cuando al Estado se le acaba la paciencia se dedicó a registrar la sede del departamento de Economía de la Generalitat y la sede de algunos partidos políticos. Inmediatamente se autoconvocó el movimiento independentista juntando 30.000 personas. Las escenas de las sentadas masivas ridiculizaron a la policía que no logró encontrar nada ahí. Ya no se trataba de votar la independencia, sino sólo de votar. Era un referéndum por la democracia. Una victoria discursiva del independentismo. A partir de este momento la dirección del soberanismo queda en la calle.
En aquellos días se hizo la convocatoria de una huelga general por parte de los sindicatos alternativos (anarcosindicalistas: CGT, CNT y Solidaridad Obrera; independentistas: CSC y COS; y la intersindical IAC). Pero también en aquellos días llegaron fuerzas de la Policía Nacional y de la Guardia Civil desde toda España. Unos 5.000 policías. Luego decían que 10.000. Como los ayuntamientos los declaraban no gratos, se tenían que ir a los cuarteles de unas pocas ciudades, que estaban saturados. Por ello en una jugada surrealista el gobierno trajo tres cruceros con los dibujos de la Warner Bros para alojar a los policías en los puertos.
Y llegamos al 1 de Octubre. El Referéndum se pudo realizar a pesar de la tremenda represión policial. Por la mañana la policía en grupos de 50 ó 100 atacaron los colegios electorales con violencia. Produjeron muchos heridos, unos 840, a base de porrazos y empujones. Una persona estuvo a punto de morir, otra perdió un ojo de un pelotazo de goma. Los observadores internacionales presenciaron actos de violencia de todo tipo. Y a pesar de ello se pudo votar. La semana antes se había formado un movimiento popular enorme por la democracia. Se formaron comités de base en toda Catalunya, hasta en los pueblos. Y estos se dedicaron a abrir los colegios electorales y a protegerlos. Los agricultores colocaron tractores bloqueando el posible paso de los policías. Los bomberos formaban cadenas humanas... Pero el gentío estaba autoconvocado y no obedecía a nadie. El independentismo fue desbordado por la calle.
Fue curioso ver a la gente que iba a votar con banderas de España (aquella gente que no quería una ruptura territorial) siendo aplaudida por las personas que hacían cola. Había un espíritu de resistencia, de complicidad, de conspiración, por una vez parecíamos Pueblo. La violencia de la mañana había unido a todo el mundo y por la tarde era como una especie de fiesta tensa pero firme. Una parte de la izquierda que había llamado a la abstención (los Comunes sobretodo) llamaron a proteger la democracia y criticaron la represión.
Por la noche ocurrieron los sucesos de Calella, ciudad costera y vacacional donde se alojaban unos cuantos cientos de policías en hoteles. Una veintena de ellos salió de civil con porras extensibles a repartir palos al estilo neonazi. La protesta popular posterior fue tan fuerte que una masa rodeó toda la noche los hoteles. Al día siguiente el Ayuntamiento pidió la expulsión de toda la policía española del pueblo, y los hoteles les pidieron que se fuera. Abandonar una población fue otro símbolo.
La violencia fue el gran error del Gobierno central. De una consulta que podría haber pasado sin pena ni gloria se hizo una gesta épica. Y muchísimos catalanes se hicieron independentistas.
La Huelga General del día 3 fue convocada por todo el mundo entonces. La protesta contra la represión y a favor de la autodeterminación (esto no es necesariamente lo mismo que independencia) era unánime. Las fuerzas soberanistas convocaron a un «paro cívico» o un «paro de país». La Generalitat se adhirió. Convocó hasta el FC Barcelona.
El resultado fue la huelga más generalizada desde la de 1988. Los piquetes fueron enormes con mucha gente atraída por los comités de base que se reconvirtieron en comités de huelga. Los sindicatos alternativos por fin tuvieron gente suficiente para realizar los cortes de carreteras que siempre habían anhelado, unos 70 en toda Catalunya. Incluso los agricultores se unieron cortando por su cuenta las carreteras con los tractores. Las manifestaciones fueron enormes, en muchas ciudades intermedias han sido las manifestaciones más grandes de su historia. Y CCOO y UGT no convocaron: habían convocado los sindicatos alternativos anticapitalistas y sobretodo el soberanismo.
Por último lo del miércoles. Habló el Rey. Y el Rey echó una reprimenda a los catalanes por antidemocráticos al ocurrírseles votar. El Rey se ha adherido a la versión oficial del Gobierno (y de la oposición socialista) y ha encadenado su destino a las decisiones que éste tome. El bloque del Partido Popular, Ciudadanos y el Partido Socialista parece irrompible. Además comienzan a darse manifestaciones por la unidad de España cargadas de simbología patriótica, y dentro de ella, fascista también. La policía estos días se ha visto respaldada por una población con posiciones cada vez más a la derecha que quiere que los catalanes cambien de opinión a palos. «No os independicéis, pero iros de España, que aquí no os queremos».
El Parlamento Europeo también ha hablado el miércoles diciendo más o menos que este asunto es una cosa interna de España, uno de los socios preferentes de la Unión. La verdad es que si se independiza Catalunya, ésta queda fuera de la UE automáticamente, y por tanto el Euro caerá. Además será dudoso que sin Catalunya el Estado español sea capaz de pagar sus deudas, por lo que Europa se arriesgaría a tener que rescatar España, que es uno de estos países «too big to fail» [ie., demasiado grandes como para fracasar].
Por tanto Catalunya depende de sí misma. Declarar la independencia es la única salida para ser reconocida como interlocutor válido porque ahora mismo el Gobierno se niega a hablar con ella y está incitando a la gran burguesía a que se vaya de Catalunya llevándose sus capitales. De alguna manera se está echando a Catalunya o bien se la está dando por perdida. Pero declarar la independencia significa reconocerte a sí misma. Si tú no te reconoces a tí misma, no esperes que los demás lo hagan.
2. ¿Qué caracterización hacen de las diversas fuerzas en movimiento actualmente en Catalunya?
Por un lado está el Estado español y sus defensores. Cada vez con posturas más antidemocráticas y liberticidas. Pidiendo mano dura. Hay algunas manifestaciones de unos pocos cientos de personas, de carácter fascista. Está la policía ocupante. Y están unos partidos políticos de derechas. En tanto, los unionistas de izquierda (PSC y Comunes) están implosionando. Hay alcaldes socialistas que están dimitiendo, mientras en que el espacio de los Comunes, el partido Podem (la versión catalana, que pertenece a esta coalición de partidos que son los Comunes, cuya cabeza visible son Xavier Domènec y Ada Colau) apuesta por la ruptura.
Por otro lado, está el independentismo. Hoy por hoy es la gran fuerza social refrendada por 2,2 millones de votos. Dentro de él la fuerza mayoritaria son Junts pel Sí (el partido político) y el bloque Asamblea Nacional Catalan y Omnium Cultural, que son dos entidades que han sido las responsables de las movilizaciones ciudadanas de todos estos años. Son quienes hacen todas las consignas. Tienen carácter liberal. Y se plantean que Catalunya puede ser un país de la UE y de la OTAN como hasta ahora. Supuestamente los cambios serían mínimos a nivel social. Como hemos dicho, su principal baza es la calle.
Por otro lado está la Esquerra Independentista (CUP) que ha sido un actor minoritario en todo este tiempo, aunque significativo. Se logró ampliar su base a través de los Comités de base, pero hay que darse cuenta que estos comités han ido por su cuenta y que en algunos casos han sido convocados por los movimientos sociales. Siguen apostando por la ruptura inmediata y el no ingreso en la UE ni en la OTAN de Catalunya. Estos son embriones de democracia de base con alguna aspiración anticapitalista. Aún demasiado inconexas.
Por último los movimientos sociales y el vector anticapitalista, que tendrían relación con los anteriores. Aquí también estaría el movimiento anarcosindicalista y el anarquismo. Somos fuerzas minoritarias que hemos vivido una gran movilización que se movía por otros parámetros distintos al nuestro. Por tanto éramos secundarios. En el caso de proclamarse la República debemos realizar una ofensiva social a gran escala. Y en caso de tener un escenario de ocupación policial, también.
3. ¿Qué tan profundo fue el impacto que tuvo la represión salvaje vivida el 1 de Octubre?
Como hemos dicho, el 1 de Octubre la represión fue tan grave y a la vez tan recogida por los medios de comunicación que provocaron una conmoción nacional. Un quiebre. Muchísima gente dijo que nunca antes la había vivido y que no se imaginarían que se pudiera llegar a este nivel de barbarie. Se ve que no estuvieron en las huelgas generales del 2013. Pero es visible en los miles de grupos de Whatsapp y en las redes sociales. Están llenas de fotos de aquellos días y de las escenas de resistencia. La tensión y la autoorganización lograron hacer que estas cientos de miles de personas se «emocionaran juntas», cosa que constituye un rasgo necesario para crear una identidad de pueblo.
La huelga del 3-O fue una necesidad vital para todas estas personas que necesitaban una vía de escape. La sensación fue que nadie controlaba lo que estaba pasando a pesar de las consignas de las organizaciones convocantes. Lo que ha tenido lugar ha sido una revolución democrática que aún falta por culminar.
4. ¿Qué balance hacen del paro del 3 de Octubre? ¿Qué fuerzas sociales se movilizaron, qué rol tuvieron los libertarios, se está tejiendo una unidad del pueblo desde abajo?
La huelga ha sido la más seguida desde 1988. Y para variar esta vez no la convocaron los sindicatos mayoritarios CCOO y UGT. La convocó el sindicalismo alternativo y anticapitalista. Pero nos engañaríamos si no viéramos que la huelga triunfó realmente debido al paro cívico y a que muchísimos negocios y empresas cerraron desde arriba.
Lo que nos debe importar es haber estado con el pueblo. O mejor dicho al revés, que el pueblo haya estado por un día en los piquetes, que nos haya desbordado completamente. Que en las manifestaciones nos haya dejado como una gota en el océano. Por primera vez hemos estado en contacto con mucha gente, algunos compas han dado mítines para miles de personas, cosa que no pasaba desde los 70.
Los libertarios estuvieron el 1-O. Hay que decirlo. El clima de linchamiento que estaba llevando a cabo el Estado español contra Catalunya convenció a casi todos los activistas a salir con sus vecinos. En muchos pueblos y barrios se trataba de la mayoría de la militancia libertaria existente allí. Vimos anarquistas protegiendo los colegios electorales. Una novedad histórica. Y vimos anarquistas votando. Esto ya no es tan novedad. En tanto organizaciones y colectivos, muy pocas - como la nuestra - llamaron a participar y a la autodefensa. El anarquismo parece que no puede romper ciertos tabús. Nuestra militancia hace gestos, somos capaces de grandes cosas y de enorme generosidad, pero, cuidado, no se entere nadie que hemos quebrantado los sacrosantos principios.
Y los libertarios estuvieron el 3-O. Esto ya es más de nuestra tradición. Los piquetes. Pero tampoco era enteramente nuestro, dada la cantidad de gente que vino, que hacían que la convocatoria fuera más suya que nuestra. El caso es que estábamos con el pueblo y que había un ambiente de euforia. Nosotros íbamos un poco descolocados, «¿esto es una huelga o un paro de la burguesía?». Pero sabemos que las organizaciones patronales desconvocaron su paro cívico, y que lo siguieron las entidades políticas.
En definitiva, hemos estado donde tocaba estar a pesar de todas las contradicciones, que son evidentes y que no obviamos.
5. ¿Cuáles creen que son los escenarios que se abren por delante?
Estamos ante una ruptura. Se entiende como tal un momento en el que la historia se decide en días, en horas. Llevamos 40 años con un Régimen inamovible. La Constitución española es un texto inmutable. Sólo se puede cambiar legalmente con 2/3 de las cámaras, y esto es inviable. Es como si estuviera esculpida en piedra.
Hoy por hoy la salida es proclamar la independencia y atenerse a las consecuencias. El pueblo está lo bastante caliente como para resistir una militarización de la calle y una disolución de la autoridad civil, que dudamos que sea sangrienta porque vivimos en Europa occidental. Si hay derramamiento de sangre, será más por la acción de grupos fascistas callejeros que no por la acción de la policía. La suspensión de la autonomía sería una consecuencia inmediata de la independencia. Y posiblemente la entrada en prisión de los políticos. Pero esto a la vez provocará la ingobernabilidad de este territorio y una crisis económica que arrastrará toda España.
Una solución para evitar que seamos un territorio ocupado será que la gente de izquierdas del resto de España se movilice decisivamente. Podemos intenta mover un frente de partidos. Pero lo que importa es la calle. De momento, la respuesta es tímida. Y de lo que se trata no es que se movilicen por Catalunya, sino para acabar con la Monarquía y que se proclame una República. Eso es una ruptura. Tienen motivos: el Gobierno se ha dedicado a apagar el fuego con gasolina y ahora tiene un incendio de proporciones colosales.
Otro apunte que hace un compañero nuestro, es que hasta ahora gran parte de las sociedades de Europa sólo ha entendido la protesta y la ruptura como cosas de la ultraderecha. Desde el error histórico de Syriza al no salirse de la UE y la caída del impulso de los Occupy, la izquierda dejó de ser tenida en cuenta como protagonista de las rupturas. Las sociedades europeas confiaron en rupturas de derechas. Sin embargo, Catalunya vendría a ser una ruptura de liberación nacional. Y no dudamos que detrás de ella vendrán otras contribuyendo a crear un clima de inestabilidad en todo el continente. Al fin y al cabo, los choques de élites benefician el pueblo organizado.
6. Como Embat, ¿cuál es la proyección que ven a la movilización que se ha desatado en Catalunya? ¿Qué aporte específico pueden jugar los anarquistas en esta lucha?
Al ser un actor pequeño, sólo podemos aspirar a ampliar nuestra base. A diferencia del movimiento comunista, que ha sabido mantenerse fuera del debate público, el movimiento libertario ha participado de él. Ha estado en los comités de base siendo parte activa y propositiva de ellos (y no me refiero sólo a quien milita en Embat, sino a cientos de compañeras y compañeros libertarios de todo tipo de colectivos desde anarcosindicalistas a insurreccionalistas o transfeministas). Ha estado en los colegios del referéndum. Algunas – muchas – ni votaban, pero estaban plantadas esperando a la Guardia Civil con sus vecinas. Y luego en la huelga. Nuestras organizaciones sindicales eran las convocantes, lo cual lo dice todo.
En este sentido ha resultado clave el clima de unidad de algunas organizaciones libertarias y anarcosindicalistas de cara a la huelga, que, desde nuestras posibilidades, ayudó a gestar nuestra organización.
Podemos hacer mención a los textos y contra-comunicados que realizan algunos colectivos del Estado español entendiendo la posición independentista como alineación con la burguesía. Sin embargo, hay que recordarles que hubo más porcentaje de voto en los barrios obreros de inmigrantes españoles que en Pedralbes, el barrio de la alta burguesía. Es un movimiento interclasista con colaboración de las instituciones. No lo negamos. Pero nos debería hacer pensar que estos políticos independentistas hoy por hoy están dispuestos a ir a la cárcel por sus acciones, mientras que los revolucionarios del resto del Estado los acusan de burgueses. Nuestro lugar está con el pueblo, como bien ha entendido, por ejemplo, la CNT a nivel estatal.
Nuestro aporte específico como organización libertaria es crear un Frente Social que arrastre el pueblo hacia la izquierda. Los pueblos europeos necesitan desesperadamente movimientos populares fuertes que sean capaces de arrastrar a cientos de miles de personas con ellos. Esta masividad, que no tenemos, es lo que hay que lograr a partir de un proceso constituyente de sociedad, volcándonos en el eje social, atrayendo al independentismo recién llegado a la política a las cuestiones materiales, que serán evidentes si hay un repunte de la crisis. Embat solo sirve para orientar o para apuntar en este sentido.
Muchas veces nos parece estar viviendo los días previos al 14 de abril de 1931, cuando cayó la monolítica Monarquía española. La CNT había hecho varias huelgas políticas en el otoño anterior. Había llegado a un pacto con los republicanos. Incluso había hecho una huelga insurreccional el 12 de diciembre de 1930. La CNT no pidió el voto en las elecciones municipales del 12 de abril, pero se sabe que muchos de sus afiliados votaron. Y los días siguientes lanzó una huelga general. El día 14 –al conocer los resultados – se colgaron banderas republicanas espontáneamente de los balcones de algunos ayuntamientos. Y en Barcelona se proclamó la República catalana. En Galicia también la gallega. Hasta que para evitar un caos mayor se tuvo que proclamar una República española. El rey huyó a la Italia de Mussolini. 5 años después vivimos la revolución socialista más profunda de la historia, dinamizada por el movimiento libertario.
No nos da miedo vivir momentos históricos. Hemos visto que por fin tenemos un pueblo fuerte. Ahora toca consolidar el poder popular creado en la calle y tener organizaciones de masas.
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