La Paz, Bolivia

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María Galindo
Desde la acera de enfrente

Milagroso altar blasfemo

Milagroso altar blasfemo
Hace casi un año, Mujeres Creando pintó un altar blasfemo en la fachada del Museo Nacional de Arte, rompiendo la idea del Museo como espacio interior. Interviniendo la narrativa de los altares coloniales para instalar un discurso feminista. 

 La obra fue destruida en pocas horas por un horda de fanáticos religiosos, con la mirada complacida y cómplice de los organizadores que nos invitaron.  Estaban más que contentos con dicha destrucción y no podían ni disimular su complicidad, porque en el fondo ese fanatismo cristiano les ayudaba a demostrar que la obra era repudiada y que con ese repudio a la obra nosotras también lo éramos. 

 Sería inútil recordar dicha escena si no fuera que estamos hoy en la ciudad de Quito, en las espaldas de la cúpula de la iglesia de la Compañía de Jesús. Invitadas por una de las curadoras españolas feministas más afamadas, como es Rosa Martínez, pintando en este momento el milagroso Altar Blasfemo. 

 El lugar que tenemos hoy para hacerlo es un exconvento de los jesuitas convertido en el más importante museo de la ciudad. Este lugar tan simbólico, desde donde mientras escribo contemplo el Chimborazo,  demuestra que tenemos entre manos una obra viva y elocuente, potente e imprescindible pero, sobre todo, demuestra que el azar está de nuestro lado. La potencia de nuestro altar no sucumbió a la censura fanática ni a la envidia mezquina. Revive hoy en un lugar más trascendente.

 Lo que proponemos es una descomposición, adaptación,  reinterpretación y síntesis de todos los altares instalados a lo largo y ancho de nuestra América para que acatáramos el colonialismo como mandato divino.

 Para que aceptáramos de rodillas nuestra inferioridad y nos olvidáramos de nosotras mismas, y de los placeres y sabores de la vida. 

 Es un Altar Blasfemo para responder a todos y cada uno de los altares donde nuestras madres y abuelas rezaron, suplicaron  y lloraron pidiendo perdón,  misericordia y milagros que nunca llegaron.

 Nosotras representamos el milagro implorado; nuestra pluma, nuestra brocha, nuestra rebeldía es la que convierte el diseño de una lámina escolar de nuestros ovarios en una virgen protectora de las aborteras, esa conversión simbólica es el milagro. 

 Nos atrevemos a utilizar los diseños de Guamán Poma de Ayala, el cronista catequizado, para, con su trazo, imaginar a la virgen trans: ni hombre, ni mujer, cuyos emblemas son el sol y la luna al mismo tiempo. 

Son las figuras de las indígenas bañándose en el río Amazonas las que nos permiten imaginar a una virgen dolorosa, llorando por las asesinadas convertidas en ángeles sexuados que reivindican la libertad que sus feminicidas les quitaron.

 La Virgen de Copacabana cambia el cetro de mando por el trinche del pecado para convertirse en pecadora. 

 Si los altares sirvieron como relatos didácticos donde aprender, asimilar y aceptar historias de sumisión, nuestro Altar Blasfemo nos redime y nos sirve para aprender a leer nuestra propia libertad, para jugar con símbolos y significados.

 También evocamos el castigo que pesa sobre nuestros cuerpos con las imágenes del castigo que se cumplía en la Colonia en el frontis de las iglesias. Castigo al que eran sometidos los herejes públicamente para que tuvieran miedo de desafiar el orden simbólico colonial y su miedo cundiera masivamente haciendo escarnio colectivo.  

 La cruz está hecha de penes que los hombres llevan a sus espaldas, marcándoles su encierro genital como carga, condena, suplicio y destino. El Papa se masturba en la escena lateral del altar, frente al sufrimiento de la humanidad.

 El primer altar fue en La Paz, el segundo es en Quito y el tercero, ya pactado, será en la ciudad de Santiago de Chile. Se trata entonces de una serie de obras infinitas a ser pintadas como señas para un nuevo mapa de descolonización y despatriarcalización del continente entero.  

 Silenciarnos es imposible, censurarnos es inútil, destruir nuestra obra la hace más potente. 

 Como bien decíamos en el manifiesto del frontis del museo: nuestro feminismo es más explosivo que la dinamita y más urgente que el pan de cada día.
 
María Galindo es miembro de Mujeres Creando.
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