Os presentamos un fanzine que fue publicado hace más de 14 años, pura arqueología de la lucha política en el campo de la salud mental. El paso del tiempo es algo de lo que uno no puede huir. Antes de la generalización de páginas webs o redes sociales, los fanzines eran el medio de expresión al que recurríamos muchas de nosotras. Este texto conformó el número 7 de Enajenadxs, una publicación intermitente que se extinguió en el momento en el que debió hacerlo. En defensa de la anormalidad salió a la calle con unos 2.000 ejemplares impresos, de los que luego se harían más fotocopias. Se tradujo al italiano, el portugués y el inglés (junto con posiblemente el griego, pero en este punto nos falla la memoria), siendo publicado también en algunos países de América Latina. Dicho de otra manera, se leyó mucho más de lo que se leen la mayoría de las publicaciones digitales actuales, por más cientos de retuits que tengan.
Recomendamos a nuestros lectores que tengan en consideración los años transcurridos y lo hagan con cierta perspectiva. El contexto en el que se redactó y el actual guardan semejanzas estructurales y distancias políticas evidentes. Más allá del estilo macarra que exigía el momento y cierta verborrea situacionista que ha envejecido de manera regulera, lo que queda claro es que detrás de esas palabras los corazones latían con fuerza. Traten de sentir el bombeo de la sangre más allá del brillo de sus pantallas.
«A mis anarcos queridos,
bajo bandera,
bajo mortaja,
bajo vinos
y versos interminables.»
Alfredo Zitarrosa
A mis amores de Bocanegra. Hermosa virtud esa de no juzgar.
«Quiero sentir algo que me huela a vida.»
Triana
«Probablemente es imbécil desde que nació. Un completo idiota… Roguemos a Dios porque así sea.»
Comentario del doctor de El hombre elefante, película de David Lynch.
[El presente manifiesto no busca provocar juicios estéticos, elucubraciones interpretativas o goce alguno por parte del lector.
La contemplación supone el fracaso en el intento de abordar el cambio: subvertir la realidad nada tiene que ver con jugar torpemente a interpretarla.
No se persigue ni más ni menos que una sacudida, una llamarada.
Estas páginas están felizmente condenadas a arder. Queda por escribir qué arrastrará consigo el incendio.]
[0] Planteamos a las claras la necesidad de despejar el terreno como primer paso en el inicio de un tercer asalto a la sociedad de clases. La labor teórica que asumimos es la de determinar nuestro lugar en dicho asalto, estudiar las potencias, los movimientos y las tácticas necesarias. A su vez, somos conscientes de que cada cual debe llevar a cabo esta tarea de localización por sus propios medios: nadie va a venir a hacerlo por nosotros.
Como psiquiatrizados en lucha, entendemos que el todo social tiene por eje la Norma. La relación de los sujetos con ella comienza desde los primeros años de vida, y no sólo a través de las instituciones de la familia o la escuela, cada vez la medicación con psicofármacos es más temprana: no es nada extraño ver a los médicos recetar tranquilizantes, como si fueran caramelos, a los niños más «revoltosos». Sin embargo, entendemos que existe un punto clave (que frecuentemente se produce en las cercanías de la adolescencia, pero que no tiene porqué ser siempre así) en el que una gran parte de la gente se plantea que hay algo en la Realidad que no acaba de convencerle a uno; a menudo, se llega a esta situación a partir de la mirada de los propios padres… esta suele mostrar que este mundo no es tan estupendo, que la vida no es necesariamente el don tan hermoso que tantas veces nos han repetido. Cuando la duda va tomando forma a base de ostias, de sufrimientos varios, desilusiones, palos y desesperanza, se suelen abrir dos caminos: por un lado, la autodestrucción con todas sus variantes (drogas, suicidio, ostracismo voluntario, etcétera), y por el otro, la inmersión —por un camino o por otro— en las redes del Sistema de Salud Mental.