domingo, abril 23, 2017

Venezuela: Mujeres revolucionarias alzaron su voz contra la injerencia en Tribuna Antiimperialista

INAMUJER El Congreso de la Patria Capitulo Mujer, instaló en la Plaza Bolívar de Caracas una Tribuna Antiimperilista de Mujeres en Defensa de la Patria-Matria, en rechazo a los constantes ataques contra Venezuela y a la injerencia extranjera.

"Las mujeres venezolanas firmes con la institucionalidad democrática nos pronunciamos en contra de las escaladas de agresiones que viene sufriendo nuestro país en las últimas semanas, ratificamos el apoyo legitimo y constitucional al presidente Nicolás Maduro Moros, así lo dio a conocer, Rebeca Madríz, coordinadora del Congreso de la Patria, capítulo Mujeres, encargada de leer el pronunciamiento.

"No aceptamos que se vulnere por parte de ninguna fuerza imperialista el modelo de democracia participativa y protagónica que fue impulsada por la Constitución y que es una de las principales fortalezas con las que cuenta la Venezuela de Hugo Chávez, y rechazamos contundentemente cualquier intento de subversión del orden constitucional que pretenda alterar la paz en nuestro país", resaltó.

Asimismo citó la misiva, "como hijas de Urquía, de Apakuana, de Josefa Camejo y Argelia Laya, debemos estar prestas para la defensa de nuestra Patria, de nuestras instituciones democráticas y nos declaramos en movilización permanente por la defensa de nuestra Soberanía Nacional, nos comprometemos a mantenernos a la vanguardia de la ofensiva revolucionaria como protagonista fundamentales de nuestra Revolución Socialista y Feminista".

Mujeres alzan su voz

Distintas expresiones organizativas de mujeres hicieron sus pronunciamientos al tiempo que con su alegría característica gritaban consignas en rechazo a las acciones injerencista y plasmaban sus mensajes de apoyo a la Revolución Bolivariana en murales dispuestos en la Plaza Bolívar.

Perteneciente al Movimiento Argelia Laya, Rogelia Martínez, señaló: "Venezuela se respeta, Venezuela es libre y seguirá siendo libre, estamos resteadas con el presidente Nicolás Maduro. Nuestro país es de todos y vamos a defenderlo".

Por su parte, Marianela Frías, integrante del Congreso Integrador de Mujeres de Izquierda, mostró su rechazo frente a las amenazas contra la Patria Bolivariana, que ponen en riesgo la paz y el modelo democrático. Asimismo exhortó a los movimientos sociales del mundo a fortalecer los mecanismo de articulación y diálogo, especialmente en el momento donde el imperialismo con su aparato hegemónico de dominación imperial, va en contra de las políticas emprendidas por el pueblo.

Asimismo, Gisela Jiménez, integrante del movimiento Género con Clase, citó un comunicado de esta organización: "las mujeres ratificamos nuestro compromiso de asumir el reto de colocarnos a la vanguardia de estas luchas y de las grandes batallas que se están librando en nuestra Patria- Matria y más allá de nuestra fronteras, comprometidas como pueblo mujer con el legado de nuestro Comandante Chávez… respaldamos todas las medidas adoptadas por el Gobierno Nacional en defensa de nuestra soberanía".


Yajaira Melendez, integrante de la vicepresidencia de Mujeres del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), resaltó: "presidente cuente con nosotras, con esta vanguardia de mujeres que estamos dispuestas a seguir defendiendo y decirle al mundo que no vamos a aceptar ningún tipo de injerencia, somos un pueblo soberano", asimismo mostró su apoyo a la canciller Delcy Rodríguez por sus diferentes actuaciones en defensa de la Soberanía.

En este sentido, Suzany González, perteneciente a la juventud del Partido Socialista Unido de Venezuela, destacó "rechazamos categóricamente la injerencia y el asedio internacional del que somos objeto, por parte de interés internacionales, y felicitamos a nuestra canciller Delcy Rodríguez, quien se erige desde ya como una heroína contemporánea de esta Matria, como buena heredera de Juana Ramírez, Apacuana, Josefa Joaquina Sánchez, Argelia Laya, entre muchas otras".

Finalmente, se recibieron diferentes pronunciamientos de movimientos sociales de mujeres de países hermanos como Ecuador, Argentina, Cuba, El Salvador, Colombia, Uruguay, entre otros; quienes brindaron su absoluta solidaridad con el pueblo venezolano y con el legitimo gobierno del presidente Nicolás Maduro.

Machismo de izquierdas

Natalia Salvo Casaus

TribunaFeminista No hay nada más parecido a una persona machista de derechas que una persona machista de izquierdas. El machismo es machismo, anide en la ideología que lo haga. Es importante que dejemos los eufemismos y reconozcamos abiertamente que dentro de la izquierda hay fuertes reacciones machistas. Resulta fundamental asumir esta realidad para atajarla.

Cierto es que la izquierda, tanto la política como la sindical o la social, han tenido una sensibilidad especial a las demandas del movimiento feminista, pero no es menos cierto que la realidad es que dentro de estas organizaciones lo que hubo, y hay, son movimientos feministas internos de mujeres, y también algunos hombres, que van abriendo camino a la igualdad y al feminismo, no sin reticencias. Fruto de esas presiones que nacen en los senos internos de las organizaciones de izquierdas hemos alcanzado marcos legislativos y normativos y, al menos, condenas públicas del machismo y de la violencia que genera.

No obstante, tampoco podemos rehuir la realidad de que existe connivencia de una parte del movimiento feminista con el machismo de izquierdas en tanto en cuanto no se condena con la misma vehemencia con la que condenamos a los y las machistas de derechas. Si entendemos el feminismo con el movimiento llamado a derribar el sistema de opresión más perenne de los habidos, el patriarcado, éste no puede ser cómplice ni por acción ni por omisión.

Si entendemos el feminismo con el movimiento llamado a derribar el sistema de opresión más perenne de los habidos, el patriarcado, éste no puede ser cómplice ni por acción ni por omisión.

Mujeres y hombres, con independencia de nuestra ideología, hemos nacido y nos hemos desarrollado en sociedades patriarcales que nos imponen visiones machistas de todos los ámbitos de la vida, y por todo ello es fundamental fomentar procesos de deconstrucción personal y de trabajo de las nuevas masculinidades y feminidades, sin obviar otras realidades, fundamentalmente la LGTBIQ.

Por todo ello, debemos asumir que si queremos prevenir y erradicar el machismo y la violencia que genera tenemos comenzar haciendo pedagogía dentro de la propia izquierda, donde todavía no hay siquiera una postura unánime en torno a la abolición de la prostitución, que es una de las más dolorosas formas de violencia contra las mujeres.

Si no superamos el discurso que Ana de Miguel denominó “el mito de la libre elección” y comenzamos a comprender que la prostitución no es un problema laboral sino un problema de Derechos Humanos, de extorsión y redes tratantes, y de feminización de la pobreza, no podremos avanzar hacia una verdadera sociedad libre de violencia contra las mujeres. Si la izquierda no supera de una vez por todas las posturas equidistantes en torno a la compra-venta de mujeres, de sus cuerpos y sus vidas, no construiremos JAMÁS sociedades libres de violencia contra las mujeres.

Hay trabajo por hacer dentro de las organizaciones de izquierdas, pero el movimiento feminista también debe asumir que no puede ser cómplice del machismo dentro de la izquierda. Que debe condenarlo como cuando se da dentro de la derecha, inclusive más.

Lo escribieron Gioconda Belli, Patricia Vergara o Dulce Chacón con las palabras más hermosas que pudieron. Incluso las que las precedieron… María Cambrils, Alexandra Kollontai o Emma Goldman… Sin feminismo no hay izquierda.

Cómo se convirtió la prostitución en la profesión más moderna del mundo

Kajsa Ekis Ekman

Truthdig Cuando se conoció la noticia de que la vicepresidenta de una de las “organizaciones de trabajadoras-es del sexo” consultada por Amnistía Internacional en política sobre prostitución había sido condenada por tráfico de seres humanos y proxenetismo, muchas abolicionistas se sintieron horrorizadas, pero no sorprendidas, ya que “los derechos de las trabajadoras del sexo” cada día se utilizan más como eufemismo de los derechos de los proxenetas, los propietarios de burdeles y de los hombres que pagan por sexo. El discurso del “trabajo sexual” ha hecho posible que “el oficio más antiguo” se convierta en la profesión más moderna del mundo. La prostitución ya no es considerada como un vestigio medieval patriarcal, sino subversiva, liberadora, incluso feminista.

A los movimientos feministas se les vendió la prostitución como el derecho de la mujer a su propio cuerpo; a los neoliberales, como un símbolo del libre mercado; a la izquierda, como “trabajo sexual” que necesita sindicatos y derechos laborales; a los conservadores, como un acuerdo privado convenido entre dos personas al margen de toda intervención social; al movimiento LGTB, como sexualidad que exige su derecho a expresarse. La prostitución se convirtió en un camaleón capaz de adaptarse a todas las ideologías. Y cuando la izquierda abraza la prostitución como “trabajo”, lo hace pasando por alto que el marxismo considera el trabajo como algo intrínsecamente alienante que debería ser abolido y el resultado de la pérdida de la capacidad de trabajadores y trabajadoras a decidir sobre sus propias vidas. Otro elemento ausente es la conciencia sobre la forma utilizada por el capitalismo para expandirse de manera incesante en cada vez más dimensiones de nuestra vida, haciéndonos ver nuestros cuerpos y mentes como meras mercancías.

El discurso del trabajo del sexo fue inicialmente un discurso marginal surgido en el ambiente político creativo y caótico de California. Obtuvo relevancia cuando el gobierno holandés lo promocionó con miras a preparar el terreno a la re-legalización de la industria del sexo. Holanda, con su floreciente industria sexual, tenía a todas luces un interés económico en obtener impuestos de ella. El argumento de que la prostitución era un trabajo como cualquier otro resultó ser muy útil. Pero si la prostitución tenía que ser considerada una profesión, era fundamental que hubiera sindicatos, y así fue cómo la organización De Rode Draad (El Hilo Rojo) se convirtió en el primer sindicato de este tipo en el mundo. De Rode Draad fue fundado por el gobierno holandés y presentado como el sindicato de las “trabajadoras del sexo”, pero fue financiado con dinero público desde el momento de su creación y su dirección siempre estuvo en manos de sociólogos y sociólogas, no de personas en situación de prostitución. Hay hoteles en Ámsterdam que ponen a disposición de los turistas folletos en los que se les asegura que no deben sentirse culpables de pagar por sexo, ya que “muchas” prostitutas pertenecen al sindicato De Rode Draad.

Las referencias a este sindicato son algo prácticamente insoslayable en los libros sobre feminismo de los años 80. Y sin embargo, De Rode Draad nunca llegó a tener más de cien miembros, jamás intervino en un solo conflicto laboral en un burdel y sus representantes, como el sociólogo Jan Visser y la investigadora y escritora Sietske Altink , no tenían ninguna experiencia en prostitución. Sietske Alkink, en el transcurso de una conferencia en 2009, dijo que la demanda de prostitución disminuiría “ya que las mujeres casadas han mejorado mucho en cuestión de sexo”. Actualmente trabaja en el Comité Internacional por los Derechos de las Trabajadoras y los Trabajadores del Sexo en Europa (ICRSE), en el que -curiosamente- nos encontramos a menudo con los mismos políticos, universitarios y trabajadores sociales apareciendo una y otra vez y construyendo su carrera profesional a base de hablar del derecho a hacer algo que ellos personalmente no han hecho.

Dado que la industria del sexo ha aumentado en el mundo entero, el discurso del trabajo sexual ha adquirido un estatus hegemónico. Y así fue cómo segmentos de la izquierda y del movimiento feminista se tragaron el anzuelo de la propaganda con el plomo y el sedal: luchar a favor de la prostitución se convirtió en luchar por la libertad. Resulta cuando menos extraño. Hace cien años, la lucha contra la prostitución era un asunto crucial tanto para el movimiento obrero como para el movimiento de las mujeres. Recordemos aquellos carteles del sindicato británico de estibadores que se hicieron tan populares y en los que se leía “No pararemos hasta barrer toda la miseria, la prostitución y el capitalismo” y “An injury to one is an injury to all”, que las feministas convirtieron en la consigna “Nos tocan a una, nos tocan a todas”. Los estibadores tenían claro que la prostitución condenaba a sus hermanas de la clase obrera a ser utilizadas por los hombres de clase alta y no estaban dispuestos a permitirlo.

Por lo que se refiere al movimiento de las mujeres, lucharon contra la prostitución antes incluso de exigir el derecho al voto: acabar con la trata de esclavos y esclavas era lo más urgente y prioritario. La prostitución no ha cambiado. Sigue siendo la misma industria, los mismos hombres con dinero comprando mujeres pobres, la misma explotación, la misma violencia y la misma trata (aquello que en el pasado se llamaba “trata de blancas”). Lo que cambió fue la etiqueta. Como dice Sonia Sánchez , una mujer argentina superviviente de la prostitución: “Existe un feminismo que es muy útil para los proxenetas, un movimiento sin movimiento, liderado casi exclusivamente por universitarias, muy lejos del feminismo popular.” Pasé cuatro años viajando por Europa y estudiando las organizaciones del “trabajo sexual” para mi libro L’être et la marchandise (El ser y la mercancía). Vi cómo se repetía siempre el mismo patrón: una organización de “trabajo sexual” con una web muy elaborada y una presencia en las redes impresionante, con cientos o miles de miembros con experiencia en trabajo sexual que en realidad eran tres que quedaban para tomar café.

Eso es lo que ocurría, por ejemplo, con el grupo francés Les Putes (ahora llamado STRASS). También era frecuente encontrar a personas relacionadas con la investigación o con ong’s copando la junta directiva mientras que sólo había una persona en la organización con experiencia en prostitución. Esta persona era la única, por supuesto, que hablaba con los medios, como era el caso del ICRSE (International Committee on the Rights of Sex Workers in Europe). En el caso de la organización española Ambit Donà, no contaban ni con una sola persona ejerciendo la prostitución, por mucho que aseguraran “defender el derecho a ser putas”.

A veces, los grandes sindicatos contaban con una sección para las personas en situación de prostitución, como era el caso de CCOO en España o el sindicato Ver.di alemán, con escasos resultados. Ni una sola persona en situación de prostitución se afilió a CCOO. En la sección sindical alemana de las trabajadoras sexuales me dijeron que “nunca habían tenido más que unas cuantas afiliadas” y que nunca habían tenido ningún conflicto laboral, a pesar de que la industria de la prostitución alemana es la más importante de Europa, con más de un millón de personas vendiendo sexo todos los días. Igual de decepcionantes fueron los resultados de la regulación en Alemania: sólo un 1% de las mujeres prostituidas se registraron como “trabajadoras sexuales”.

Cuando el Estado se preguntó la razón y realizó una encuesta, muchas mujeres en situación de prostitución respondieron que lo que ellas deseaban era dejarla tan pronto como pudieran y que no querían ver la prostitución más que como una solución temporal. Huschke Mau, una superviviente alemana de la prostitución, escribió : «Como la mayoría de prostitutas, yo no me registré como tal porque tenía miedo de no poder dejarlo si lo hacía. Porque tenía miedo de que me preguntaran por qué ya no quería seguir trabajando como prostituta si era un trabajo como otro cualquiera. Y eso fue exactamente lo que pasó cuando quise dejarlo. Busqué ayuda en la sanidad pública y sólo recibí incomprensión. Y no conseguí salir.

¿Qué se supone que tenía que decir en la oficina de empleo si iba a pedir una prestación para poder pagar el alquiler y la comida sin necesidad de tener que chupar diez pollas cada día? ¿No me preguntarían cómo me había ganado la vida en los últimos tres meses? Y si se lo dijera, ¿no me preguntarían por qué no quería seguir haciéndolo, habiendo un burdel fantástico allí cerca que me podía contratar? Una mujer que había tenido que volver a las organizaciones “de trabajo sexual” con la esperanza de encontrar refugio me contó que la usaron sólo como herramienta de propaganda.

TAMPET, otra organización holandesa, recibe millones de euros de la Unión Europea para luchar contra el VIH, pero utilizan ese dinero para repartir condones entre las mujeres inmigrantes y en hacer campaña a favor de la despenalización. Cuando hablé con su representante, otra trabajadora social, me contó que a menudo las mujeres le pedían que las ayudara a salir de la industria del sexo y que ella les respondía que su trabajo no era sacar a las mujeres de ahí, sino enseñarles a ser mejores prostitutas.» A veces, tras la fachada de los derechos de las “trabajadoras sexuales”, hay hasta proxenetas.

Es lo que ocurre con Douglas Fox, que se autodenomina “chico escort independiente”, aparece a menudo en los medios hablando de los derechos de los trabajadores y las trabajadoras sexuales y de lo malo que es el feminismo. Esto es lo que dice Huschke Mau de ese fenómeno que nos encontramos a nivel internacional: «Cuando habláis de BesD (Berufsverband erotische und sexuelle Dienstleistungen, organización alemana de trabajadoras sexuales), os referís a ella como “una organización de trabajadoras sexuales organizadas”, pero ¿os dais cuenta que sólo representa al 0,01% de las prostitutas alemanas? ¿Qué tipo de organización de prostitutas es ésa que incluye también a los propietarios de los burdeles? ¿Explotadores que crean un ‘sindicato’ para representar a las trabajadoras? Que un patrón no tenga los mismos intereses que los trabajadores y las trabajadoras es algo obvio para la izquierda, excepto cuando se trata de prostitución.

Y así fue que el International Union of Sex Workers (IUSW) fue rápidamente invitado a incluirse como sección dentro del gran sindicato británico GMB y ahí sigue. La idea de organizar “sindicatos de trabajadoras del sexo” es muy poderosa. Sin embargo, en el transcurso de mi investigación, no encontré ni una sola organización que funcione verdaderamente como un sindicato; es decir, que haya sido creada y financiada por sus miembros, se componga únicamente de personas de ese sector y tenga como adversarios naturales a empresarios y otras personas que obtienen beneficios del sector. La mayoría de estos grupos forman parte en realidad de un lobby que pretende a toda costa legalizar todos los aspectos de la industria del sexo a través del etiquetado de la prostitución como “trabajo”.» Los sindicatos en general hablan de problemas profesionales, de las largas jornadas de trabajo, de los riesgos y de la lucha por los beneficios que genera la actividad profesional.

Pero lo más extraño de los auto-denominados sindicatos de “trabajadores-as del sexo” -aparte de no contar con afiliación y de su total fracaso en llevar adelante denuncias laborales contra proxenetas y propietarios de burdeles- es su insistencia en que el “trabajo sexual” es estupendo. Y, sin embargo, la prostitución presenta unos índices de riesgos laborales que pocos trabajos tienen: un 82% de las personas en situación de prostitución han sido físicamente agredidas, el 83% han sido amenazadas con un arma y el 68% han sufrido violación. La tasa de mortalidad entre las mujeres que se dedican a la prostitución es más elevada que la de cualquier otro grupo femenino, incluso mayor que la de mujeres sin techo y mujeres toxicómanas.

¿Un sindicato que de verdad representara a las personas en situación de prostitución no debería hablar de estas cosas? Pues muchas de las organizaciones arriba mencionadas hacen justo lo contrario: enmascaran los problemas. Sólo dicen lo mucho que empodera estar en la prostitución, que es una verdadera liberación del patriarcado y una excelente manera de desafiar sus límites. Dejadme que os diga que eso es algo que nunca vais a oír en la calle.

Fuente:http://www.truthdig.com/report/item/how_prostitution_became_the_worlds_most_modern_profession_2016090

Un abrazo que unió dolor, alegría y música

Jeremías Batagelj

Página12 Multitudinaria despedida a Micaela García en Concepción del Uruguay. Hubo banderas, emoción y militancia. Y un llamado del Indio Solari, que cantó a través del teléfono. Fueron miles: familiares, amigos, compañeros de facultad y militancia de la joven asesinada. También, dirigentes sociales y políticos. Todos, con la consigna “Por vos juramos vencer”.

Miles de personas, entre ellos, familiares, amigos, compañeros de facultad y columnas de militantes del Movimiento Evita participaron del velatorio de Micaela García en Concepción del Uruguay. La ceremonia de despedida en el Centro de Educación Física (CEF N° 3) de la ciudad entrerriana tuvo dolor, baile, alegría, música, banderas y compromiso político, todos los ingredientes que pidió la familia para homenajear a la joven asesinada. Incluso, en el medio del cortejo, el Indio Solari se comunicó con los padres de la víctima y cantó, por teléfono, unas estrofas del tema preferido de Micaela.

Luego, una multitud caminó hasta el cementerio local para el último adiós a la joven. Cuando a las 8.30 de la mañana se abrieron las puertas del Microestadio del CEF N°3, ubicado a pocos metros del Río Uruguay, no se divisaba la multitud que finalmente se acercó, en todo el día de ayer, a la ciudad entrerriana de Concepción del Uruguay para despedir a Micaela. Es que en ese horario llegaron, primero, los familiares y amigos más cercanos de la joven estrangulada el sábado 1° de abril en Gualeguay. En el estadio ya se encontraban Néstor García y Andrea Lescano, los padres de la “Negra”, tal como era apodada Micaela desde sus primeros años.

También aguardaba para dar comienzo a la ceremonia íntima su novio y compañero de militancia en el Movimiento Evita, Alejandro Jacquet. Tras una hora y media de un velorio íntimo, el “abrazo a Mica” se abrió para todo el público. Mientras los móviles televisivos se ubicaban para registrar la ceremonia, decenas de militantes colgaban de las gradas del Microestadio las primeras banderas que homenajeaban a la joven militante. Una de las insignias más grandes retrataba a Micaela con un aerosol y el lema “Las paredes se limpian.

Las pibas no vuelven”. Un mes atrás, la “Negra” había pintado un mural con esa misma frase, con el objetivo de difundir los reclamos del movimiento de NiUnaMenos. “La queremos despedir con alegría, como ella quería”, explicaba en plena mañana ante los medios la mamá de Micaela, Andrea. En el salón se instalaron dos pantallas gigantes que mostraban fragmentos de la vida de esta joven de 21 años: desde sus participaciones en campeonatos juveniles de gimnasia rítmica, bailes de colegio hasta grabaciones de la “Negra” donde remarcaba su compromiso político.

Todos los clips eran acompañados con el hashtag #TodossomosMicaela, que se viralizó durante todo el día en las redes sociales. Entre video y video, la música fue protagonista: Silvio Rodríguez, Patricia Rey y sus Redonditos de Ricota, La Renga y varias bandas de cumbia sonaban a todo volumen por los parlantes del estadio. Los bombos y el ruido también se hicieron oír. Al mediodía, cientos de militantes del Movimiento Evita y la JP Evita ingresaron al Centro de Educación Física entre cánticos, saltos y banderas de esas agrupaciones políticas, tal como lo harían en cualquier otra manifestación.

El tema de presentación “Abran paso, llegó la JP” sufrió modificaciones para explicar que Micaela “estaba en sus corazones”. A esa altura, el estadio estaba colmado y entre los presentes apareció Emilio Pérsico, referente del movimiento al que pertenecía la joven militante. También estaban el ex canciller Jorge Taiana y el senador Juan Manuel Abal Medina. Lo que sí faltó en el festejo, por expreso pedido de los familiares, fueron las ofrendas florales. En su lugar se dispuso un buzón para donar dinero y así, crear una Fundación en homenaje a Micaela. “A partir de mañana me ocuparé legalmente de este tema. Todavía no tenemos el nombre pero estamos seguros de hacer una institución que se encargue de mantener los ideales que tenía la Negra”, contó Andrea, mientras vestía una camiseta amarilla con el número 9, la misma remera que usó su hija en el curso de profesorado de Educación Física en la ciudad de Gualeguay. La madre también usó un rosario bendecido por el papa Francisco.

La sorpresa llegó mediante Whatsapp. Al celular del padre de Micaela, Néstor García, llamó el ídolo de su hija: Carlos Solari. En la comunicación telefónica, amplificada por los parlantes del estadio, el cantante expresó que, pese a sus problemas de salud, “quería estar de alguna forma”, y agregó que “Micaela era una chica muy solidaria, un ejemplo de piba. Pero, como siempre, los buenos se van antes”. –Indio, ¿te puedo pedir un favor? Mi hija volvió muy enojada con vos del último recital (en Olavarría) porque no cantaste “Juguetes Perdidos”, ¿podés cantar algún reglón? –preguntó Andrea cuando su esposo le pasó el teléfono. Tras el pedido, Solari cantó la primera estrofa de aquel tema de

Los Redonditos de Ricota y se disculpó “por olvidarse la letra”. El cantante se despidió entre los agradecimientos de los padres y los aplausos del público en las gradas. El féretro de Micaela se ubicó, durante todo el día, en uno de los extremos de la cancha, donde era cubierto por rosarios, pancartas y remeras que dejaban quienes se acercaron a despedir a la joven militante. “Por vos juramos vencer”, rezaba, en la gigantografía con su imagen, la consigna con la que habían convocado sus compañeros de militancia para este abrazo popular.

El cierre del cortejo le correspondió a su padre. Luego de las palabras de sus compañeros de facultad y de Damián Castro, referente del Movimiento Evita de Concepción del Uruguay, García pidió que “hagamos el país que Micaela soñó”, ante el silencio total de todos los asistentes. “Mica, tus sueños ya lo empezaste a hacer realidad y se ven en el corazón de cada joven que está acá y que antes no estaba comprometido”.

A las seis de la tarde, cuando comenzó a oscurecer, la multitud abandonó el Centro de Educación Física para realizar una caminata hasta el cementerio local de Concepción del Uruguay, ubicada a 150 kilómetros del campo donde fue atacada sexualmente y estrangulada Micaela. La lenta procesión –no por el ritmo sino por cantidad de gente que transitó las 25 cuadras que separan el CEF N°3 del cementerio– se caracterizó por conservar el mismo color que tuvo la velatorio de despedida: aplausos, banderas de Nuevo Encuentro, Frente de Mujeres y CTEP que se sumaron a las columnas del Movimiento Evita y un canto que se repitió durante varios minutos. “Micaela presente. Ahora y siempre”. “Micaela no hacía caridad, sino que se metía en el barrio para poder cambiar la realidad.

Ella quería que los chicos con necesidades tengan un futuro”, expresó García ante los medios, una vez que terminó el acto en el cementerio. El padre volvió a remarcar que no “busca venganza ni justicia por mano propia, ni mucho menos represión”, sino que “hay que luchar para cambiar ciertas estructuras de nuestra sociedad”.

También confirmó que cumplirá otro de los deseos de Micaela: sus restos serán esparcidos, una vez que acaben las autopsias judiciales, en la Villa Mandarina, el mismo barrio que concurría todos los sábados la “Negra”, “para ayudar a los que más lo necesitan”, indicó García.

Fuente:https://www.pagina12.com.ar/31280-un-abrazo-que-unio-dolor-alegria-y-musica

Nuestra lucha contra los feminicidios en Latinoamérica

Ilka Oliva Corado

Crónicas de una inquilina La autora ve necesario que nos informemos y formemos sobre qué es eso del patriarcado y cómo funciona, desde la judicatura hasta toda la sociedad, partiendo del ejemplo de las graves cifras de feminicidios existentes en la latinoamérica actual. Solamente implicándose todos los sectores de la sociedad se podrá acabar con esta lacra que es el patriarcado y sus violencias machistas.


El 8 de abril se cumplió un mes del feminicidio de 41 niñas, a las que el Estado de Guatemala violó y quemó vivas. Y también, el 8 de abril apareció el cuerpo de Micaela García, una niña argentina miembro del Movimiento Evita que hace unos días había desaparecido. Micaela, de 21 años estudiaba la carrera de Educación Física, se desvivía por los parias, los negritos esos a los que el clasismo detesta. La violó y la asesinó un violador serial al que un juez dejó en libertad porque según él lo único que tenía era una “perversidad natural.” En el mismo país, hace solo unos meses, en octubre de 2016, Lucía Pérez, de 16 años fue drogada y asesinada.

Los forenses descubrieron que había sido violada por la vagina y por el ano, no solo con el pene, también le metieron un palo por ambas vías, palo que le atravesó el cuerpo. Murió de tanto dolor. La muerte de Lucía encolerizó al pueblo argentino, que llamó a la marcha de #NiUnaMenos y a la que se unió el continente entero.

En México, en los últimos seis años 900 mujeres y niñas han sido asesinadas en feminicidios. En Chile, 2016, el nombre de Nabila salió a la luz pública cuando fue encontrada en la calle por un adolescente, al ser llevaba al hospital encontraron que le habían sacado los ojos, que tenía fracturado el cráneo y la mandíbula. El relato oficial cuenta que fue a una fiesta con su pareja, padre de dos de sus cuatro hijos, y que se “emborrachó”, y estaba en “descontrol” y que al llegar al taller mecánico donde vivían, la golpeó. Fue acusado de femicidio frustrado y mutilación.

En Colombia 2016, Yuliana, niña indígena de 7 años, fue violada y estrangulada hasta la muerte en Bogotá. El culpable, un hombre de alta clase social que “bajo efectos de las drogas” cometió el delito. El resto ya lo conocemos. En Zacapa, Guatemala Yohana, de 8 años de edad, en el 2016 fue violada por tres hombres y ahorcada. Sus padres habían salido de la aldea, para ir a cobrar dinero de un programa social y dejaron a sus 3 hijos en casa, los hombres entraron aprovechando la ausencia de los padres.

Cito solamente algunos casos, porque son miles. Hace unos días un juez en México dejó en libertad a un violador porque consideró que meter los dedos dentro de la vagina de la víctima no era violación. Algo que respaldó un conocido intelectual mexicano en un programa radial de la UNAM, y aparte dijo que a las mujeres nos gusta que nos violen.

En Latinoamérica el 98% de los casos de feminicidios queda en impunidad. Y los pocos que se logran comprobar y se abren procesos en cortes, tienen un final triste, el culpable es declarado inocente. Por razones patriarcales: la víctima lo provocó por vestirse de tal manera, por salir a altas horas de la noche, por pasar por tal lugar, por no querer acostarse con él. La razón de las violaciones sexuales y los feminicidios es una sola: el género. Jueces, hombres y mujeres con mente patriarcal toman decisiones patriarcales y dejan en libertad a los culpables o toman los casos sin seriedad por tratarse de mujeres vulneradas.

Es necesario que todos, en todos lados, nos informemos sobre el patriarcado, desde el lenguaje patriarcal pasando por los mal llamados piropos, que no son más que acoso, hasta llegar al sistema de justicia, pasando por medios de comunicación y su forma de dar las noticias.

Ninguna mujer es culpable y provoca que la violencia, la golpeen y la asesinen. Ninguna mujer pide ser violada, o que le griten guapa en la calle, que le toquen las nalgas o las tetas en el autobús. Si una mujer dice no es no, así sea su pareja. Las mujeres no somos objeto de nadie y esto lo deben de entender los jueces, el sistema.

Necesitamos un sistema de justicia con perspectiva de género, gente capacitada que tenga el conocimiento sobre el patriarcado, para que lleve los casos y dicte sentencias con todo el peso de la ley. Un ejemplo de la ineptitud de un sistema de justicia, patriarcal es el caso de las 41 niñas asesinadas, que fueron quemadas vivas en Guatemala, a los culpables se les está tratando con privilegios de clase y poder. El presidente debió ser destituido inmediatamente el mismo día que las niñas fueron quemadas, con más razón si ellas ya habían denunciado que ahí las violaba personal del lugar.

Pero cambiar el sistema no es cosa fácil, para eso tenemos que involucrarnos todos, en todos los ámbitos de la sociedad, ¿cuándo vamos a empezar? La lucha contra la feminicidios, la violencia de género y el patriarcado tiene que ser de todos, ¿quiénes se apuntan?

Las niñas de Guatemala

Cristina Burneo Salazar

Rebelion Guatemala también le duele al mundo. Cientos de ciudadanos piden justicia por la muerte de más de 40 niñas y adolescentes de un hogar estatal del municipio San José Pinula. Los abusos sexuales y físicos a los que eran sometidas les llevó a provocar un incendio como protesta. ¿Qué le dice esta tragedia al mundo?

Estaban hacinados. Eran 807 niños y jóvenes en noviembre. Vivían en San José Pinula, en las afuera de ciudad de Guatemala. El Hogar Seguro Virgen de la Asunción es una combinación de prisión, orfanato y albergue, y solo caben 400 personas. No es un centro de acogida como se esperaría, y su funcionamiento se asemeja a las correccionales del siglo XIX que, al no considerar a los niños como seres humanos plenos, reducían sus cuidados a lo mínimo y se concentraban en el castigo.

Las pequeñas, desprotegidas y abandonadas. En la historia de la pobreza y la indigencia, en donde los niños son maltratados por los Estados, las niñas viven en un estado particular de indefensión que las expone a la muerte, o a una vida más aterradora que la muerte. Tras un incendio en este albergue, hasta la madrugada del domingo 12, cuando escribo esto, han fallecido 42 niñas calcinadas o quemadas. Nómada, medio digital de Guatemala, describió así a la población del hogar en este texto: “Algunos fueron reclutados por las pandillas para el robo, la extorsión o el asesinato. Otros cometieron la insolencia de pertenecer a una familia que los abandonó a la calle, a un padre que les pegaba hasta que un vecino llamó a la policía.

A una red que las prostituía siendo niñas. A unos padres que no supieron qué hacer cuando vieron que su hijo tenía capacidades especiales. Otros nacieron allí, hijos de adolescentes violadas por sus compañeros o sus maestros o los trabajadores de la Secretaría de Bienestar Social del Gobierno de la República de Guatemala”. Un lugar para los olvidados, nacidos bajo el signo terrible de la violencia.

La misma violencia que los devolvía al albergue como un maldito búmeran. Karen Ramos trabaja en este caso. Me explica: “Extrañamente, la noche del 7 de marzo los monitores abren las puertas del hogar para que salgan los niños. Se ‘escapan’ entre 50 y 60. En las condiciones en que viven estos niños, por supuesto se desatará una revuelta. Al recapturarlos los separan en grupos de hombres y mujeres, y 50 chicos son encerrados sin permiso de ir al baño. Tienen que orinar en el mismo cuarto donde pasan toda la noche. Los jóvenes dicen que vieron cuando se llevaron a sus compañeras para que fueran violadas. También tenemos la versión de que la policía tenía las llaves de los cuartos.

Eso es un delito. Ellas estaban en un cuarto muy pequeño cerrado con llave que fue incendiado”. Coincido con Karen en que la narrativa construida para este caso es una narrativa de reclusos, no de niños en estado de indefensión. “Se escaparon, los recapturaron”. “Si están en un centro de reclusión no se pueden escapar, pero se habla como si se tratara de cárceles. Sara Oviedo, relatora de niñez de ONU, visitó este centro y lo comparó con las cárceles del Holocausto. Había que cerrarlo. Ahora estamos esperando el informe del Congreso, pero hay muchos indicios de que el incendio fue provocado”.

Las niñas eran violadas, obligadas a abortar o forzadas a tener a los bebés de sus violadores. Habían sido encarceladas en un hogar en que supuestamente las protegían. Hablo también con Alba Marina Escalón, artista y traductora guatemalteca que ha construido un altar para las niñas. Alba ha acudido a la protesta del sábado 11 en la Plaza de la Constitución. Entre defensores de DDHH, ciudadanía, testigos, hay varias hipótesis, pero todas ellas desembocan en una certeza: las 42 niñas que han fallecido hasta hoy fueron asesinadas, no murieron en un accidente.

Se trata de 42 femicidios simultáneos. Los bomberos fueron notificados media hora después de desatado el incendio. Una eternidad. Una vez en la puerta, no los dejaban entrar, y un cuarto ardía en llamas con decenas de niñas dentro. Era el 8 de Marzo. Es posible que las niñas hubieran sido encerradas en un lugar en donde había gasolina, como un taller. Hay rastros de combustible en los cuerpos, dicen, como si hubieran sido rociadas. El incendio se dio por las denuncias de las niñas, y quizás también porque dentro del hogar podría existir una red de trata: podrían haber sido prostituidas.

Entre las sobrevivientes, hay nueve niñas embarazadas. Nueve. ¿Seguimos pensando que la posición provida defiende algo cuando son justamente estas vidas en estado de indefensión las que hay que proteger? ¿Qué responderán los gobiernos de nuestros países ante esto? “Han iniciado los funerales y los entierros. No se sabe si las niñas que murieron también estaban embarazadas. Yo siento que es un aborto masivo forzado provocado por el Estado, asesinaron a esas niñas para deshacerse de esos bebés frutos de la violación”, dice Alba. Su interpretación me estremece: es un exterminio. También es una contradicción sin nombre.

Unas semanas antes había llegado a aguas internacionales frente a la costa guatemalteca el barco de Women on Waves para asistir con abortos seguros a mujeres criminalizadas por abortar. El barco tuvo que irse porque estaban en riesgo: tanto el Congreso como el Ejército de Guatemala rechazaron su presencia. La posición provida de las instituciones del Estado en Guatemala deja morir a sus mujeres, como lo explica Gabriela Miranda, pero prohíbe que se les dé asistencia médica. Hay niñas que terminan en albergues donde son violadas, y cuando son embarazadas se les provocan abortos inhumanos o se les obliga, de manera igualmente inhumana, a mantener sus embarazos.

Cuando llega asistencia internacional, se les prohíbe recibir atención digna. Una muchacha muy joven decide dar su testimonio para la televisión: “Nos hicieron mucho daño. Nos pegaban, nos violaban, a mí me hicieron abortar a los 13 años: a mi nena la tiraron en el barranco. A mi otro niño no lo conozco, tiene 3 años. Nos ponían inyecciones de vaca para que dejáramos de hacer bochinche. Queríamos ver a nuestras mamás y no nos dejaban, nos violaban”. A esta muchacha la obligaron a abortar de manera brutal, pero jamás le permitirán abortar gratuitamente y a salvo. Tendremos que recordar estos testimonios y darles todo el valor que tienen: en Guatemala hubo un campo de tortura para niños y el Estado lo sabía.

Este testimonio coincide con otro que registra Alba cerca del parque central. Así me lo cuenta: “Llegó una chavita con su tío, empezaron a hablarnos. Ella había estado en el hogar por 3 meses y conocía a todas las niñas asesinadas. Nos contó de los maltratos: los mantienen drogados para dormirlos, para que no se rebelen. Cuando le preguntamos si las violaban, se queda callada y baja la cabeza”. La muchacha dice también que en el sitio había siete sectores. El 1, pandilleros, 2, migrantes, 3, prostitutas, 4, violaciones…

Había un sector especial para muchachas que habían sufrido abuso sexual, pero allí dentro iban a seguirlas violando. Por eso denunciamos, porque esta violencia es pavorosa, porque los Estados, las instituciones y el poder se ensañan cada vez más contra las niñas y las mujeres, y en esa desigualdad de fuerzas siempre estará, al fondo, la muerte. Por eso mismo tuvo lugar la revuelta de las niñas, como dice el comunicado de la red Tzk’at de sanadoras ancestrales y feministas comunitarias de Iximulex: “Las ninÞas se agruparon porque denunciaban malos tratos, falta de amor, falta de comida, enfermedades, violencia sexual, intentos de suicidio, olvido de la sociedad. Se agruparon porque queriìan vivir, porque todaviìa teniìan suenÞos como otras ninÞas en el mundo que disfrutan en libertad y alegriìa”. Queda el resto de niñas que sobrevivieron el incendio. Esta misma red ha demandado su resguardo.

Estas niñas, que todavía podrían soñar, volverán un día a una sociedad que les hizo saber que no las quería, que las había olvidado y que las prefiere muertas. Cuando hablamos de despenalización del aborto, de protección a la niñez, estamos hablando de salvar estas vidas de la violencia de gobiernos provida y misóginos como ha demostrado serlo en esta tragedia el del derechista Jimmy Morales, cuyo secretario de Bienestar Social llegó a decir que las niñas de rebelaron “porque no les gustaba la comida”. Este poder siniestro es ahora una sombra que se cierne sobre todos nuestros países. Se afirmó también que, en la fecha histórica del 8 de Marzo, las niñas se rebelaron conociendo sus derechos. No fue así, dice Karen Ramos.

En efecto, se idealizó la narrativa de estos asesinatos por la fecha del incendio, pero por supuesto no deja de tener un valor sombríamente simbólico. En el incendio de las niñas se reproduce un hecho macabro: el asesinato de las 123 obreras textileras en Nueva York en 1911. Ellas también murieron quemadas al verse encerradas en la fábrica donde trabajaban. Despierta también el incendio en donde murió la escritora Zelda Fitzgerald en Asheville: ingresada en un hospital psiquiátrico, ella y otras ocho mujeres murieron quemadas. Algunas estaban atadas a sus camas y otras, tan sedadas que no lograron escapar. Sedadas como los niños del hogar Asunción. La historia de las mujeres quemadas en hogueras, cacerías de brujas, fábricas, psiquiátricos, no es folclor.

Hoy volvemos a confirmarlo de la manera más dolorosa. La muerte de estas niñas se considera en muchos sectores de la vejada sociedad guatemalteca como una ejecución extrajudicial que va a sacudir la Historia de Guatemala y de todos nuestros países. Pensamos que ya no nos quemarían. Pensamos que podíamos cantar “Somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar”, o las nietas de las obreras, de las locas, de las descartadas. Lo cantábamos hace unos días en más de 60 países. A estas niñas sí las pudieron quemar, ellas no tendrán nietas que canten lo mismo que nosotras cantamos ahora.

Esa historia en donde nos pensábamos sobrevivientes la vemos hoy, a través de las niñas de Guatemala, del otro lado, siniestro. En esa fuerza internacional que formó el 8 de Marzo debemos inscribir también este duelo. Así como fue internacional y se regó como pólvora nuestra fuerza, así también este duelo debe regarse como cenizas de memoria por las niñas de Guatemala. De la pólvora a las cenizas para resurgir una vez más, en memoria de ellas.

Seguir vivas es nuestra revuelta.

Últimas noticias: Al mediodía del domingo 12 de marzo, Karen Ramos desde Guatemala según información recabada por la Comisión Nacional Contra el Maltrato y Abuso Sexual Infantil (CONACMI): “El número de víctimas es de 58. Hasta hoy en la madrugada habían fallecido 42: 19 en el hogar y 23 en hospitales. De ellas han sido reconocidas 30. El resto aparece como XX y se requerirá un examen de ADN. De entre las sobrevivientes, hay 11 en hospitales, 4 han sido trasladadas a Estados Unidos y 3 están por ser trasladas allá. Ellas, junto con las 4 niñas que ya viajaron, se encuentran estables pero tienen el rostro desfigurado. Hay dos casos de adolescentes que no van a ser reclamadas por familiares y son de la región de Baja Verapaz. Se presume que habrá más casos así. Un total de 30 niñas han sido entregadas.”

jueves, marzo 09, 2017

Presidente Maduro otorgó réplica del sable de Urdaneta a mujeres luchadoras de la Revolución


Miren Ortubay (España): “Para que desaparezca la violencia contra las mujeres hay que avanzar en igualdad”

Amanda Andrades

ctxt.es Ana Orantes había nacido en 1937. Con 19 años se casó con un novio al que había conocido en un baile en un Corpus. Aguantó cuarenta años de insultos, palizas y vejaciones. Un día encontró la fuerza y el coraje para escapar y pidió el divorcio. La sentencia impuso que compartiera la misma vivienda con su exmarido: ella y sus dos hijos arriba; él abajo. Ana también encontró la fuerza y el coraje para contar su historia, su sufrimiento en Canal Sur, un 4 de diciembre de 1997. Dos semanas después de que se emitiese su entrevista, su exconyuge la asesinó. La golpeó hasta dejarla inconsciente, la ató a una silla en el patio de su casa y le prendió fuego, tras rociarla con gasolina.

Su brutal asesinato ayudó, paradójicamente, a tomar conciencia de un problema que hasta entonces permanecía oculto, escondido como un asunto doméstico. Su muerte ayudó a cambiar la percepción de la sociedad sobre la violencia contra las mujeres. Siete años después llegaría la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género.

Desde 2003, cuando empezaron a elaborarse estadísticas oficiales sobre violencia machista, han muerto asesinadas por sus parejas o exparejas 886 mujeres. En estos momentos en el Congreso de los Diputados, una subcomisión a puerta cerrada ha comenzado a dar los primeros pasos hacia la creación de un pacto de Estado contra la violencia de género. Hasta ahora, se han centrado en escuchar a 60 especialistas en el tema. Una de ellas ha sido Miren Ortubay. Doctora en Derecho Penal y especialista en violencia contra las mujeres, Ortubay responde por teléfono a CTXT a algunas cuestiones sobre la ley, sus éxitos y límites y el camino que aún quedan por recorrer para que las mujeres podamos vivir libres de violencia.

Se cumplen 13 años de la entrada en vigor de la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, ¿cuáles han sido sus éxitos?

Su principal éxito es existir. Durante mucho tiempo, cuando se empezó a tomar conciencia del problema estructural de la violencia sexista, esta quedaba oculta, diluida, en el seno de la violencia familiar o doméstica. El que se defina y se delimite la violencia de género como violencia contra las mujeres es un éxito. La definición que hace la ley de ese fenómeno es bastante limitada y deja fuera bastantes manifestaciones de violencia sexista, pero es un avance. También lo es que se reconozcan que son derechos de las mujeres. Es decir, que es una responsabilidad de los poderes públicos garantizar la vida, la dignidad y la libertad de la mitad de la población.

¿Cuáles son esos límites en la definición de la violencia de género recogida en la ley?

A pesar de que en su exposición de motivos la ley dice que violencia de género es aquella ejercida contra las mujeres por el hecho de serlo, en el artículo 1 la define como la ejercida por el hombre que haya sido pareja o expareja. Eso deja fuera toda la violencia sexista cometida por extraños, una agresión en la calle, la trata de mujeres, la prostitución forzada, el acoso sexual en el trabajo... Todo lo que en el plano internacional se considera violencia contra las mujeres.

¿Qué hay que mejorar?

Una de las cosas más positivas de la ley es toda la primera parte de la misma donde se hace una apuesta por la prevención y la sensibilización, por un cambio de mentalidad social, una apuesta a largo plazo. Nunca antes había estado reconocido en una ley y es muy importante. Al final es el único instrumento realmente válido, pero el problema es que nunca se ha puesto en práctica de verdad, nunca se ha hecho la inversión necesaria. Además, cuando llegó la crisis fue lo primero que sufrió recortes. Si algo hay que cambiar es que se cumpla lo que la ley dice que va a hacer en materia de educación, sensibilización y prevención. Otro de los problemas de la ley es que ha dado demasiado protagonismo al sistema penal. Este es insustituible, nos hace falta, pero también hay que reconocer que tiene muchas limitaciones. El sistema penal no es ni un instrumento de política social ni un instrumento de empoderamiento, de emancipación de las mujeres. Hay que complementarlo.

¿En qué sentido?

No hay que quedarse solo en el castigo al agresor y en la respuesta que el sistema penal da a las mujeres, una indemnización y poco más. Cuando consigues una condena del agresor tienes acceso a determinados derechos y prestaciones, pero el problema es que ese apoyo, sobre todo, el psicológico, pero también una buena atención jurídica e información de qué va a suponerle entrar en el sistema penal, habría que dárselo a las mujeres antes de la denuncia para apoyarlas en ese proceso y para que no se echen atrás porque no era eso lo que ellas buscaban o necesitaban.

Más allá de la respuesta institucional que da la ley, ¿qué podemos hacer como sociedad?

Ya se están haciendo cosas. Hay que apoyar y reconocer el trabajo que están haciendo las asociaciones de mujeres supervivientes, mujeres que han podido salir de relaciones violentas y que están acompañando a otras víctimas. Y eso tiene muchísimo valor. Luego también hay otros grupos y colectivos que están dando ese acompañamiento que las mujeres necesitan para soportar ese proceso, que es un proceso largo y difícil. Pero además, el único camino efectivo para que desaparezca o disminuya la violencia contra las mujeres es avanzar en igualdad. Y para ello hay que tener una educación igualitaria que no es lo mismo que la educación mixta, solo con mezclar niños y niñas en clase no se hace una educación igualitaria. Además, no sirven de nada las campañas si después de las noticias viene un anuncio sexista o si gente con autoridad hace declaraciones machistas y despectivas hacia las mujeres. Avanzar en la igualdad es convencernos de que el machismo nos hace daño a todos, sobre todo a las mujeres, pero también a los hombres, a los que encasilla en esos papeles absolutamente desfasados y frustrantes. Solo si nos convencemos de que con igualdad avanza toda la sociedad, avanzaremos.

Las últimas perversiones del feminismo

Lidia Falcón

Este 8 de marzo se cumplen 108 años de la masacre de la fábrica Cotton de Nueva York, en la que murieron asesinadas 200 mujeres que se habían encerrado dentro para reclamar aumentos de salarios y el empresario incendió la nave abrasándolas dentro. Ese día Clara Zetkin propuso que se instituyera el Día Internacional de la Mujer, una mirada a la situación que a parte del Movimiento Feminista nos desconcierta.

Nos estimula repasar los avances que en el mundo occidental ha conseguido MF. No diría que no se puede repetir la atrocidad de 1909, porque hace pocos años el techo de un edificio en Bangladesh se desplomó matando a mil trabajadoras que cosían dentro, en condiciones de esclavitud, para abastecer a las empresas de ropa confeccionada, Zara entre otras, donde las privilegiadas clientes europeas y americanas nos surtimos. Creo que es importante no olvidarlo.

Pero lo que desconcierta y desanima es comprobar cómo en este Primer Mundo, que disfruta de los avances que los movimientos sociales han alcanzado en siglos de cruentas batallas, un sector del MF, más desinteresado hoy de la lucha por la subsistencia, está derivando a defender reclamaciones que contradicen la esencia misma del feminismo.

Cuando reclamábamos el derecho al amor libre, vindicación que ha cumplido más de un siglo, no pudimos ni imaginar, ni nosotras ni nuestras heroicas antepasadas, pioneras de todas las luchas, que tal reclamación se pervirtiera de tal modo que se defendiera la prostitución como un trabajo aceptable, o incluso deseable, ignorando la degradación moral y la explotación económica que supone dicha esclavitud para las mujeres. Querría recordar como las anarquistas que fundaron el grupo Mujeres Libres, y que incluso se unieron a los hombres en la primera línea de fuego durante la Guerra Civil, fueron enormemente críticas contra sus compañeros que frecuentaban los prostíbulos.

Federica Montseny, nuestra primera ministra de Sanidad durante la contienda, creó los liberatorios de prostitución, ofreciéndoles a las mujeres acogida, mantenimiento y formación profesional. Y 80 años más tarde un sector del feminismo ve con complacencia la explotación de las víctimas, haciendo una infame campaña a favor de legalizarla, montando incluso una Escuela de Prostitución en Barcelona, que permiten tanto ese Ayuntamiento del cambio, como la independentista Generalitat ─que no sabemos si la financia─, que sólo se ocupa de separarse del resto de España. Supongo que si consiguen la independencia, el gobierno catalán podrá convertir Cataluña en el prostíbulo de Europa.

Cuando aún no hemos logrado abolir la prostitución y situarnos entre los países avanzados moralmente, nos encontramos con que unos sectores del movimiento LGTB defienden legalizar “los vientres de alquiler” Es decir, la mercantilización más absoluta del cuerpo de la mujer. Y como esa es una demanda del movimiento homosexual, predominantemente masculino, que tiene influencia en muchos de los partidos políticos, y dinero para financiar sus campañas, han logrado que la mayoría de ellos no se defina en contra, a la espera de ver cuántos votos logran.

Pues todavía tenemos que conocer nuevas tendencias que vienen a perturban aún más la ideología feminista.

¿Ustedes saben lo que son las TERF? No se sientan ignorantes, yo tampoco lo sabía hasta hace dos días. TERF, acrónimo de trans exclusionary radical feminist, resulta que somos nosotras. Sí, las feministas de siempre, las que reclamamos desde hace 200 años libertad, igualdad, solidaridad. Ese término se lo han inventado un grupo de transexuales, apoyadas al parecer por otro grupo de LGTB, que siguiendo la teoría queer ─aquella que dice que no nacemos con una pretedeterminación de sexo sino que a lo largo de la vida escogemos variablemente el que queremos─ han decidido que ni el sexo, ni la edad, pueden ser definitorios.

Para resumir lo que está llenado páginas de webs, de Facebook, de WhatsApps, incluso de libros: una puede ser mujer u hombre, según lo decida en el momento en que así lo desee, y una y uno, igualmente. Y si esta transformación ya era conocida, e incluso amparada por las leyes, pero implicaba someterse a los cambios físicos que acompañan a las características de cada sexo, ahora no. Ahora todo el mundo es un transformista y puede serlo por la mañana o por la tarde, este fin de semana o el mes que viene. Y del mismo modo escoge en cada momento la edad que desea. No es preciso tener, o pretender, la apariencia física correlativa al sexo que se desea.

Una foto de un señor con unos bigotazos negros lleva la leyenda: “Soy una niña de cinco años”. Tal es la transformación que ha escogido. Y, en consecuencia, se ha sentido con derecho a acosar sexualmente a un niño de seis. Porque él se siente niña pequeña, y en consecuencia no es un pedófilo ni un pederasta sino un transgender, y por ello tiene derecho a violar niños. Y quienes nos opongamos a semejantes desquiciadas fantasías, somos TERF, homofóbicas, transfóbicas y perseguidoras de la libre elección de sexualidad y de edad.

Lo peor es que algunas conocidas activistas del movimiento LGTB están dando cobertura a tales peligrosos disparates, y cuando se les lleva la contraria difunden toda clase de críticas, trufadas de insultos, contra las TERF, que somos nosotras. Incluso se preguntan si no podrían agruparnos a todas y tirarnos al mar.

Una doctora de EEUU está haciendo campaña a favor de la pederastia, acusando a los TERF de penalizar la sexualidad infantil como antes se penalizó el amor libre y la homosexualidad. Y en estas polémicas, que llegan más allá de las palabras puesto que se ponen en práctica abusando sexualmente de niños y niñas, invierten su tiempo ─alguien también pagará─ las otrora activistas del feminismo.

Y yo pienso, las que a tal campaña se dedican sin duda pocos sufrimientos padecen y menos son capaces de observar y emocionarse por los de las demás mujeres del mundo. Esas feministas no sólo invierten su tiempo y su capacidad mental en discutir qué sexo van a llevar hoy, como si fuera el vestido que se cambian, sino que están siendo el soporte de la campaña que han desencadenado los pederastas para violar impunemente niños y niñas.

Nuria Varela: “En los medios de comunicación vemos mucho neomachismo”

Silvia Melero

el asombrario Su libro ‘Feminismo para principiantes’ abrió un camino a muchas personas que descubrieron lo que nunca les habían contado. Nuria Varela, periodista, escritora, profesora y experta en violencia de género e igualdad, habla de las medias verdades y las mentiras, de los micromachismos, de la impunidad y de la alfombra patriarcal en su nuevo libro ‘Cansadas. Una reacción feminista frente a la nueva misoginia’. Recoge en sus páginas el agotamiento de tantas mujeres que luchan cada día por la igualdad.

¿No te imaginabas que acabaríamos así, verdad?

(Risas). No, efectivamente, no me lo imaginaba. De todas formas no hemos acabado, seguimos peleando. Más bien no me imaginaba que tuviéramos tanto retroceso tan rápido. Estábamos confiadas en los avances porque las reclamaciones son tan obvias y tan justas (es que no se me ocurre nada más básico que reclamar una vida libre de violencia), por eso es difícil aceptar que parte de la sociedad se empeñe en retroceder en el ámbito de igualdad. ¿Cómo se puede recortar un 26% en los presupuestos de lucha contra la violencia de género, con un índice de violencia tan elevado? No me imaginé que pudiera pasar.

Hay dureza en el libro cuando hablas de una generación desperdiciada, de mujeres fallidas, cansadas, invisibles, frustradas… Te estarán diciendo, tras leerlo, que era muy necesario ponerle palabras a esto también.

La respuesta ha sido sorprendente. Me he dado cuenta de que son reflexiones muy compartidas y además de manera intergeneracional. Para las mujeres de mi generación (40, 45 años) está claro, pero me ha sorprendido entre mujeres muy jóvenes que sienten lo mismo. Siempre defiendo que tenemos que escribir porque las mujeres escribimos muy poco sobre nosotras mismas, el feminismo escribe poco sobre los procesos. Ya lo dijo Victoria Sau: ‘las feministas tan empeñadas en hacer feminismo no se han preocupado mucho ni en definirlo’. Estamos tan ocupadas en la tarea diaria de hacer cosas, la acción, las propuestas, los cambios, que escribimos poco.

Citas y recuperas a mujeres como Aspasia de Mileto o Hypatia de Alejandría, que a lo largo de la Historia han pagado muy caro defender derechos. Si no se recupera ese camino labrado por tantas mujeres, ¿dónde estamos?

Los pueblos que no tiene historia no tienen legitimidad. A nosotras nos pasa lo mismo. Luego se queda en el imaginario social que los derechos vienen solos, y nada más falso. Cada derecho de los que disfrutamos se ha peleado antes. Por ejemplo, el sufragismo. 80 años, tres generaciones de mujeres luchando por un único objetivo que ahora damos por descontado. Se desmantela y se devalúa el trabajo del feminismo y las demandas actuales diciendo que poco a poco, que el paso del tiempo… El paso del tiempo nunca ha traído derechos, ha habido que pelearlos y hay que recordar esas luchas de esas mujeres que nos proporcionaron esos derechos de los que hoy disfrutamos. Nadie nos los ha regalado.

El velo de la igualdad, esa idea de que la igualdad ya se ha conseguido, es un discurso que se extiende. ¿Es especialmente preocupante entre jóvenes y adolescentes?

Sí, es preocupante en todas las generaciones, pero entre jóvenes y adolescentes especialmente, porque estamos educando a las niñas y a las adolescentes con dos discursos contradictorios. Por un lado, les decimos que pueden ser lo que quieran, ingenieras de la NASA o presidentas del Gobierno, que tienen derecho a su propia vida. Pero al mismo tiempo les damos todo el mandato del princesismo, el mito de la belleza, la sexualización de sus cuerpos, la cultura de la violación (que incide en que el hecho de que no sufran violencia sexual depende de ellas: de cómo se visten, de si van solas, y no de ellos). Esto está provocando problemas en el tipo de relaciones que establecen la personas adolescentes, relaciones más violentas que en otras épocas. Cuando salen los estudios de violencia en las primeras relaciones de noviazgo, todo el mundo se lleva las manos a la cabeza porque no deja de aumentar. Tienen muy arraigados los estereotipos y la banalización de la violencia.

¿Cómo puede ser que se haya vuelto a un mayor sexismo en la educación y se haya retrocedido tanto?
Es una constante. Cada vez que hay un avance en derechos de las mujeres, viene una fuerte reacción patriarcal. Lo vemos desde el siglo XVIII, en la época de la Revolución Francesa. Cuando Olympe de Gouges publica La declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana acaba en la guillotina. Tras las reclamaciones de igualdad de las mujeres europeas, sobre todo en Francia, llega el código de Napoléon y nos vuelve a dejar sin derechos de ciudadanía. Pasó igual en la época de las sufragistas, después del derecho al voto vino la mística de la feminidad. Tras avances, llega el retroceso y ahora estamos viviendo lo mismo. En España se ve más claro porque veníamos de una dictadura muy dura en general, y en particular con las mujeres, los procesos de cambio se hicieron en poco tiempo. Tras años de modificaciones legales, la reacción patriarcal es muy potente, sobre todo en el ámbito de la educación, donde hay más resistencias al feminismo. El capítulo I de la Ley contra la Violencia de Género está íntegramente dedicado a la educación. No se ha desarrollado y no se cumple.

Hace unas semanas, alumnas de un instituto denunciaban que miembros de la Policía les habían ofrecido una charla de supuesta ‘sensibilización’ contra la violencia de género en la que había negacionismo y consignas machistas. Fue justamente una alumna la que alzó su voz para rebatir sus argumentos. ¿Guardianas del feminismo que confirman que algo sí se ha sembrado estos años?

Afortunadamente están ahí. Es que el ámbito de la violencia de género es el de mayor beligerancia porque es obvio que nos estamos jugando la vida y que nos están matando. Eso es lo único que no se puede esconder. Pueden maquillar cifras, colocar asesinatos en investigación, hacer intentos de minimizar la violencia que no tiene resultado de muerte (la que no asesina), pero los cadáveres no se pueden esconder. Es evidente que hay un repunte de violencia extrema. Por eso ahí es donde se ataca más duro. Sólo consiguiendo sociedades igualitarias podemos erradicar la violencia de género. La violencia es un desprecio hacia las mujeres, un menosprecio hacia su vida y sus derechos. La única medicina preventiva contra la violencia de género es la igualdad. Y ahí es donde está siendo más duro el retroceso, con el negacionismo (negando estudios, evidencias, cifras), el mito de las denuncias falsas, decir que la violencia se ejerce igual por hombres que por mujeres. Pero los asesinatos están ahí día tras día.

¿Quiénes son los guardianes del patriarcado?

Son muchos. Son los misóginos y los machistas, por un lado, y luego están los que Miguel Lorente llama “neomachistas”, los que disimulan y han lanzado mensajes mucho más sutiles con la intención de que las cosas sigan igual. Sobre todo los vemos en los medios de comunicación. Machismo tradicional, nueva misoginia, neomachismo, machismo sutil, micromachismos… Sus mensajes son abrumadores. Es un relato continuo. Hay muchos guardianes del patriarcado en la política y en el ámbito judicial.

Pones el foco en la Real Academia de la Lengua porque el lenguaje es muy importante para nombrar o no las cosas.

En la RAE y en el ámbito académico hay muchos guardianes del patriarcado, muchas resistencias. Son beligerantes contra la igualdad, con explicaciones (se movilizaron con la palabra ‘genero’) que no tienen nada que ver con la lengua. Sus explicaciones son extralingüísticas porque siguen defendiendo su poder y sus privilegios masculinos. La lectura no patriarcal del diccionario ya se hizo hace años, los libros están publicados, no tienen ni que hacerlo, sólo tienen que practicarlo.

¿Cansada también de hacer la ola?

(Risas). Estamos en una situación tan precaria respecto a la igualdad que cualquier gesto por parte de ellos se ensalza de forma exagerada. Creo que es hora de acabar con esto y empezar con las exigencias. Creo que hay un mínimo que se le puede exigir ya a una sociedad democrática del siglo XXI. Ese mínimo de respeto e igualdad no lo podemos rebajar.

Formaste parte de la histórica puesta en marcha del Ministerio de Igualdad en 2008 como directora del Gabinete de la ministra Bibiana Aído y luego como asesora. Un ministerio atacado política y mediáticamente desde el minuto cero. ¿Qué rescatas de aquella vivencia?

Todo el trabajo que se hizo con la reforma de la Ley del aborto. Lo rescato no sólo porque tenemos una ley mejor que la que teníamos, sino como ejemplo de que cuando se trabaja algo y se trabaja bien la sociedad lo hace suyo. Pone de relieve la importancia de trabajar a favor de la igualdad. Además de eso, medidas concretas como incorporar la trata en el Código Penal (se hizo el primer Plan de Trata), entre otras cosas. Fue muy importante también el mensaje social y la batalla simbólica. Poner en primer lugar del discurso político la importancia de la igualdad. Por eso fue tan potente la reacción. Simplemente existir en lo simbólico era importante. Las mujeres no somos ciudadanas de segunda categoría, necesitamos ajustar nuestro marco legal, el marco real, los presupuestos, los mensajes mediáticos y políticos. Por primera vez un organismo estaba empeñado en eso: en defender la igualdad real.

Un Ministerio de Igualdad que… ¿nació en condiciones de desigualdad?

Fue un aprendizaje patriarcal muy interesante. No nos hacía falta (risas), pero si querías unas prácticas en patriarcado real y potente era el mejor sitio. Claro, nace desde los márgenes, ésa es la historia de las mujeres, y nace con debilidad. En el ámbito económico hay un abuso espectacular por parte de los hombres. Una de las críticas más potentes que se hacían era el “despilfarro”. Se repetía a todas horas. ¿Las mujeres no pueden ser beneficiarias de los presupuestos? Que lo que pagamos en impuestos revierta en igualdad suponía un cuestionamiento continuo. Encima los presupuestos que tenía el ministerio eran mínimos. Hay que empezar a poner el foco también en la violencia económica.

Esencial dejar rastro escrito de todo esto, como decías antes.

El ministerio de Igualdad había que escribirlo. Forma parte de la historia de las mujeres de nuestro país; dentro de unos años se borrará, se olvidará como si nunca existió. Fíjate lo que ha costado rescatar todo lo que se hizo en la II República, hasta el propio nombre de Clara Campoamor o todo el trabajo de las maestras en ese periodo histórico.

Dices que vivimos en la ‘cultura del simulacro’. Una cosa es lo que recogen las leyes, los discursos, y otra la realidad. ¿Cómo detectarla?

La filosofía de la sospecha es muy útil para verlo. Repasar las argumentaciones respecto a la igualdad que nos lanzan todos los días. El proceso de desaprendizaje es más difícil que el aprendizaje. Es complicado quitar los tópicos, estereotipos y prejuicios que nos colocan desde que nacemos en el proceso de socialización. Pero desaprender es el camino. Y preguntarnos por qué ocurren las cosas. ¿Por qué en un momento en el que podemos seguir la huella que deja en la capa de ozono cada ser humano no tenemos datos desagregados por sexo, cifras fiables sobre violencia, por ejemplo? ¿Por qué la mayor parte de la violencia permanece impune? La impunidad es la gasolina que alimenta la violencia contra las mujeres. Las víctimas denuncian poco, no confían en la justicia y ahí tenemos una anormalidad democrática. Estamos en un 30% como mucho. Ya de partida, el 70% de la violencia es impune. En violencia sexual probablemente sea más.

¿De qué aguas bebe la nueva misoginia?

El meollo de la nueva misoginia es la sutileza. Los mensajes machistas tradicionales (los mensajes Trump) provocan rechazo en buena parte de la sociedad. La nueva misoginia es mucho menos evidente, utiliza incluso términos del feminismo para malversarlos, descargarlos de contenido político, con lo cual parece que están en un discurso igualitario. Su base es el maquillaje que se ha puesto: nuevos ropajes para que nada cambie.

¿Y de qué aguas beberemos las mujeres para fortalecernos ante esta cultura de la violación, del menosprecio, de la discriminación laboral, de la falsa conciliación, el mito del amor romántico, la falta de justicia afectiva, el desgaste y tantas otras cosas que abordas en el libro?

De las aguas del feminismo, sin ninguna duda. Ya tenemos conocimiento, experiencia política importante, muchas generaciones incorporadas trabajando. El paso que nos toca, insisto, es el de la exigencia. La igualdad es un principio fundamental constitucional. Hay que desenmascarar los discursos que hablan de igualdad, pero que no la hacen efectiva. No aceptar esa constante invitación al silencio. Hay que deslegitimar al patriarcado poniendo encima de la mesa sus mentiras, sus trucos, sus abusos. Un sistema de dominación en el que siguen primando los hombres sobre mujeres no puede ser aceptable.

Mujeres constructoras de paz

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Público Las acciones que llevan a cabo las mujeres en periodos de violencia o guerra, pueden ayudarnos a ensanchar la manera de entender la construcción la paz. Poner fin a un conflicto armado y construir la paz es un objetivo que suele movilizar a la comunidad internacional de diversas maneras, con misiones de paz, delegaciones diplomáticas o impulso a comisiones de negociación entre otros. Por lo general las mujeres quedan excluidas de todos estos instrumentos de paz, no suelen formar parte de ellos y a menudo ni siquiera son escuchadas con sus afectaciones especiales en estos espacios.

Hoy quisiera llevar a cabo un reconocimiento a las aportaciones de las mujeres en la construcción de la paz. Las mujeres durante y después de un conflicto son el soporte de las familias, de las relaciones familiares y de las relaciones interpersonales de la comunidad más cercana. Las mujeres son las que han desarrollado el papel esencial de la construcción de la paz en la esfera informal, en la esfera no oficial, y son las que han quedado excluidas de los procesos de paz formales, de las mesas de negociación, se las ha excluido incluso de voz, en tanto que no pueden ser escuchadas sus reivindicaciones y su trabajo de constructoras de paz pasa desapercibido en las esferas académicas, en las esferas políticas y públicas.

El papel de las mujeres constructoras de paz surge de su experiencia de opresión, de su experiencia de lo que significa estar excluida y de la búsqueda de una sociedad más inclusiva. Muchas mujeres han acabado siendo y son activistas constructoras de paz en tanto que han defendido formas no violentas de relacionarse las personas; otras muchas mujeres se han convertido en mediadoras entre la guerrilla y su familia o la comunidad, grupos de mujeres han negociado con los bandos armados espacios para poder cultivar o comerciar los productos que mantienen la vida de la comunidad; muchas mujeres se han convertido en consejeras de traumas, en cuidadoras de sufrimientos, muchas de ellas han detectado situaciones que podrían transformarse en violentas y han actuado. Son las mujeres las que acaban actuando de cooperantes en el reparto de la ayuda humanitaria, se convierten en cooperantes de desarrollo.

En muchas ocasiones han sido las mujeres las que han facilitado el dialogo entre facciones armadas, clanes o grupos enfrentados, son las que intentan convencer al marido, hijo, sobrino, padre o tío de que abandonen la violencia. Son ellas las que a menudo tienden puentes entre las líneas divisorias, las que buscan los puntos comunes y de encuentro que sobrepasan los elementos de división. Las mujeres han puesto las cuestiones vitales como la continuidad de la vida, la supervivencia de la familia, la alimentación, el tener techo, la salud o la educación como elementos esenciales a salvar.

La contribución de las mujeres a la construcción de la paz se da mayoritariamente en la esfera informal, se produce en lo que llamaríamos la trastienda, con trabajos no remunerados, con trabajos considerados auxiliares y sin reconocimiento social. Es por todo eso que las mujeres suelen quedar excluidas de los procesos formales de construcción de paz, suelen quedar excluidas de las comisiones de negociación de paz, sus peticiones suelen quedar excluidas de los puntos de negociación. Las mujeres pueden ser vanguardia en iniciativas de paz, pero los negociadores suelen ser casi en exclusiva hombres.

Cuando un conflicto violento o una guerra acaba suelen ser las mujeres las que empiezan a recomponer el tejido social, son ellas las que se quedan a cargo de hijos, viejos y enfermos, son ellas las que en medio de la devastación tienen que encontrar la manera de sobrevivir todos los miembros que están a su cargo. En cambio la sociedad y los académicos no reconocen la actividad que llevan a cabo las mujeres como actividad constructora de paz.

La experiencia nos muestra que las mujeres articulan el conflicto y la paz de manera diferente a los hombres, pero las investigaciones académicas ofrecen muy pocos estudios y muy pocas explicaciones a los conceptos que subyacen en la construcción de la paz. Hay pocos estudios que aborden como funciona la construcción de la paz y que papel llevan a cabo las mujeres en el mismo.

Es necesario romper el dualismo de que los hombres solamente son idóneos para el mundo público, para el mundo político, para la justicia transicional, para las negociaciones políticas y las mujeres solamente, son idóneas para actuar en el mundo privado, para actuar el mundo del cuidado de las personas, para recoger los pedazos emocionales de la violencia y la guerra. La construcción de la paz se construye en los dos mundos, requiere de las dos esferas y las mujeres quieren estar en las dos esferas.

Finalmente cabe tener presente que también hay mujeres que cogen las armas, se unen a los grupos guerrilleros o insurgentes o llevan a cabo tareas de apoyo a los guerrilleros. Hay mujeres que asumen el rol de los hombres en la construcción de la división y la guerra.

viernes, febrero 03, 2017

México: Marcela Lagarde, a 10 años de la LGAMVLV

Lucía Lagunes Huerta

Cimacnoticias Hace 10 años, la doctora Marcela Lagarde y de los Ríos, junto con la Comisión de Equidad y Género de la LIX Legislatura de la Cámara de Diputados, logró la aprobación de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV), sustentada en el trabajo científico de 60 investigadoras.

Marcela cuenta que pudo aprobarse la ley porque “donde pone el ojo, pone el hacer”, porque logró acuerdos con la Comisión, encabezada por Diva Gastelum y con partidos; por la experiencia de sus compañeras diputadas, como Angélica de la Peña y porque, como ella le aconsejó, habló “hasta con el diablo” sobre la urgencia de una ley que no sólo castigara.

Todo se volvió creíble, recuerda, porque fue público y dialogado, y se votó “palabra por palabra”, pero lamenta que a 10 años de la LGAMVLV lo que más haya pegado “como moda” sea la Alerta de Violencia de Género, y las otras partes de esta ley integral no se vea. Critica también la descoordinación y enredos de las instituciones que surgieron a partir de la ley.

ERRADICAR, NO SOLO DENUNCIAR

Lucía Lagunes (LLH): ¿Cómo surgió la LGAMVLV?

Marcela Lagarde (MLR): La ley surgió porque entendí que no solo estás ahí, en la Cámara de Diputados, denunciado, ya eres parte de las instituciones del Estado y no puedes ponerte solo a denunciar. Y porque Alma Vucovich, ex diputada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) me habló y me dijo “tú has venido mucho a Ciudad Juárez, sabes lo que pasa aquí, ven a explicarnos por qué los hombres matan a las mujeres.

Eso me cambió la vida porque tuve que asumir una posición propositiva, investigativa, teórica y política para explicarlo, ya no para denunciarlo y me encontré con un libro maravilloso de Diana Rossel y Jean Ralsfo que se llama “El feminicidio, una política del asesinato de las mujeres”, que es una antología sobre el feminicidio, que contiene una incipiente teoría del feminicidio.

Mi agenda política era lograr la tipificación del delito de feminicidio, no sabía nada, no entendía. Había trabajado por la tipificación, ya tenía una visión, se llamaba feminicidio. Establecí la Comisión de Feminicidio y la Cámara asumió el concepto.

La gente no se da cuenta, pero vas creando una jurisprudencia, que se nombren las cosas como nosotras las nombramos, desde la perspectiva feminista de género. Fue un gane, sin pelearnos, siendo minoría numérica, las mujeres en la Cámara éramos 22 por ciento y éramos minoría ideológica, filosófica, 4 autodefinidas feministas.

Abrimos la Comisión, reunimos muchos puntos de vista porque era la lógica de la política dialógica. Yo pertenecía al movimiento, no dejas de pertenecer al movimiento porque eres legisladora, eres una legisladora feminista y tienes una base.

Pero llegó un momento en que dije: con la tipificación del delito no vamos a enfrentar el problema, esa es una parte mínima, vamos a poder construir una parte del acceso de las mujeres a la justicia, porque vamos a tener un delito en el Código Penal, y eso nos va a permitir perseguirlo y castigarlo, pero lo que queremos es erradicar la violencia contra las mujeres.

DE LA IDEA A LA LETRA

MLR: Un día me levanté y dije, necesitamos una ley que dicte una política de Estado como dice la CEDAW (la Convención sobre la eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer). Entonces nos juntamos e hicimos la ley entre muy poquitas diputadas, nos pusimos a estudiar técnica jurídica, porque no sabíamos ni cómo se redactaba.

Trabajamos en la ley, constantemente, dos diputadas y la presidenta de la Comisión de Equidad y Género, Diva Gastelum. Hicimos una alianza trans-partidista, con perredistas, priistas, hasta un cuate de Convergencia, Jesús González Schmal. Después, a defender Comisión por Comisión. Es terrible, se va votando casi palabra por palabra, pero tienes un texto que tiene coherencia y pueden hacer un cicirisco de un texto. Me pasó eso con la definición de la Alerta de Género.

RUPTURAS, PACTOS Y AVANCES

LLH: En ese momento, te toca un momento muy fuerte: la ruptura del PRD con Rosario Robles.

MLR: La ruptura… yo no, pero sí el partido. Las personas no son idénticas siempre, evolucionan, cambian, dan virajes, tienen crisis, hitos en su vida. Rosario, siempre fue una mujer de izquierda, la conocí en el sindicato en la UNAM, en la Facultad de Economía, participó en todo y luego gobernó esta ciudad e hizo cosas fenomenales, reconocida por la gente, era una cosa impresionante.

LLH: Reconocida entonces por algunas feministas como la próxima presidenta…

MLR: No solo por algunas feministas, creo que en el cuadro político, eso tuvo que ver, y se la poncharon, entre otras cosas por eso, porque se acercó demasiado a la posibilidad de ser la primera presidenta de este país.

LLH: Y en ese ambiente, no solo contra Rosario, sino contra el feminismo, lograste sacar una ley…

MLR: No sólo una ley: logramos acreditar al feminismo, tuvo autoridad. Mi reacción era empoderarnos con un orgullo feminista. Caminábamos por la Cámara, a nosotras no nos van a enjuiciar junto a Rosario, estábamos haciendo una ley. Con mi Comisión y 60 investigadoras hicimos la investigación más importante que se ha hecho en México sobre violencia feminicida. Todo eso logró callar la boca a todo el mundo en torno a nosotras, pero también se fue diluyendo el tema de Rosario y fue prevaleciendo el aporte positivo que hacíamos las diputadas feministas, además aliadas con todo el mundo.

LLH: ¿Pactaste?

MLR: Pactamos. Todo lo que fui elaborando lo pude poner en práctica, la sororidad con principio político de relación con las demás. Y mira que me serrucharon el piso, juntaron firmas para sacarme de la Comisión de Feminicidio, hicieron cosas terribles y la persona que lo hizo sabe que lo hizo.

Mi ética política es otra, no contexto con destrucción, sigo adelante. Nosotras hicimos el dictamen de la ley, pasó por tres comisiones, y elaboramos los tres dictámenes. Nos quitaron de la ley el delito de feminicidio, por técnica jurídica y penal. Entonces dijeron “hagamos una negociación, ustedes quitan el delito de feminicidio y aprobamos la ley”. Así fue la negociación.

Desconsideraban la ley, les parecía anodina. Nos la objetaron porque estaba dirigida solo a las mujeres. El sujeto de la ley son las mujeres y eso rompe con todo el marco jurídico mexicano. Es transgresora, es vanguardista en el mundo, porque tiene como sujeto a las mujeres. Además, porque consideramos la violencia misoginia concentrada, contiene todo el argumento de cómo el patriarcado violenta a las mujeres. No es que los hombres, unos poquitos estén enfermos, no es que las mujeres se peleen con todo el mundo. Es que hay cinco tipos de violencia y cinco modalidades.

Nos faltó la violencia política, que ahora vamos a introducir en una reforma y ojalá se haga pronto. Tampoco incluimos la violencia obstétrica, que se introdujo en Veracruz. Sigue siendo una ley maravillosa, la política que contiene esa ley está en construcción.

FUI DERECHO, NO ME QUITÉ

LLH: ¿Cuáles fueron las claves que te permitieron sacar esta ley?

MLR: Cuando pongo el ojo, pongo el hacer, fui derecho y no me quité. Además con Diva Gastelum, quien estuvo de acuerdo, que asumió, pues esa era la Comisión Legislativa. Y luego Angélica de la Peña, quien tiene una experiencia legislativa de lujo y me enseñó que hay que hablar hasta con el diablo.

Y lo hice, hablé con procuradores en todo el país, con defensores de derechos humanos, con quienes estaban acusando, con quienes exigían. Eso nos permitió hacer la ley. Y a mí, con un equipo científico, hacer la investigación diagnóstica. En mi cabeza la investigación justificaba la ley: no sólo íbamos a castigar.

Ese fue un debate con muchas compañeras feministas, que querían únicamente la penalización. Con todas fui a discutir, todo lo hicimos público, dialogado, se volvió creíble.

También hubo problemas con compañeras de Ciudad Juárez, porque cuando les llevamos la investigación diagnóstica sobre el feminicidio en México me dijeron que le dábamos en la torre al trabajo que venían haciendo desde años, al decir que había feminicidio en otros lados del país, cuando el argumento de ellas era la excepcionalidad del feminicidio.

MÁS QUE ALERTAS

LLH: Todavía no se logra aplicar la ley…
MLR: La gente me dice “siguen matando a las mujeres”, y lo dicen con orgullo, que “hay muertas”. Existe una cantidad de morbo en torno a la violencia contra las mujeres terrible. He visto, por ejemplo, en el debate sobre hacer las leyes o no hacerlas, a grupos de compañeras de movimiento de mujeres que parecía que estaban esperando a la siguiente, para demostrar que matan mujeres.

Acabé asqueada de esa incapacidad de empatía con las mujeres, y en contraste, del uso de las mujeres y la problemática de las mujeres para hacer activismo, para denunciar, para exigir. Al extremo de que, lo que más pegó como moda en el movimiento amplio de mujeres fue la Alerta de Violencia de Género (AVG).

Y de lo demás de la ley nadie se ocupa, no les importa, no les interesa, no entienden que es una ley integral, que requiere una política integral del Estado. Solo exigen que se cumpla la AVG porque esa, yo lo entiendo, permitía denunciar, exhibir, exigir enfrentar con el discurso la impunidad terrible que hay.

EL TRAMPOSO ENREDO

LLH: La alerta ha sido un instrumento también para las instituciones del estado, se volvió un “toma y daca”...

MLR: Ahí hubo un cambio importante, pasamos los primeros años en algo muy atrapante, muy terrible, que estaba en la ley: ese famoso Sistema Nacional para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar las Violencias de las Mujeres en México, que lleva el título completo porque lo tomamos de la Convención Belém do Pará. Se llama así para hacer todo eso y porque era el encargado de aprobar todas las políticas ligadas a la violencia.

Luego surgió la CONAVIM (Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres), porque no había organismo en la Secretaría de Gobernación, que preside al Sistema, para encargarse del asunto. Se crea también la Fiscalía Especial para Atender Delitos de Violencia contra las Mujeres. Eran ya varias instancias, cada una trabajando cosas sin entender bien la ley, para empezar.

Luego, rápidamente a la Fiscalía Especial le aumentaron “y la Trata de Personas”, lo que la desvirtuó totalmente. Estaba imponiéndose en toda América Latina la Ley de Trata, fue una movilización latinoamericana y europea. Estaban definiendo qué es la trata, digamos para acotar los mercados de mujeres. Para mí fue clarísimo: para eso se legisló.

CAMINO DE LEYES

LLH: ¿Cómo ha sido tu experiencia como legisladora?

MLR: La Cámara de Diputados se conecta con lo de ahora, la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, en donde soy presidenta de la Comisión Carta de Derechos. He sido militante inscrita con credencial en los partidos de izquierda: pasé del Partido comunista (PCM) al PSUM (Partido Socialista Unificado de México, al PMS (Partido Mexicano Socialista), al Frente Democrático Nacional y al PRD.

En el PRD no me gustó el tratamiento que hicieron en el proceso para las candidaturas a la Cámara de Diputados y la Asamblea de Representantes del Distrito Federal (1988), y no volví durante 10 años. Después me pidieron que fuera candidata a diputada, en la LIX Legislatura, cuando Rosario Robles era la presidenta del PRD. Su nombre ha quedado en una reforma legal que tiene que ver con el aborto. Es la única ley que lleva el nombre de una mujer: la Ley Robles.

Decidieron abrir en el PRD 20 candidaturas ciudadanas y me dije “ustedes no han cambiado”. Una semana me estuvieron presionando, fui a dos reuniones a casa de amigos, donde estaba Rosario, y ahí nos propuso que fuéramos con el PRD y todos muy críticos. Yo muy atravesada por una contradicción: “están convocando a que las mujeres hagamos política y tienes que ir a través de los partidos”, porque no habían esos fenómenos de las y los independientes. Tenía 50 años, llena de vida y muy apasionada, pensé “esto me permite aprender algo nuevo”.

Fui una “mujer cuota”, 4 cuotas que habíamos ganado en los ayeres en otros partidos y que heredó el PRD: la cuota externa, intelectual y ser feminista.

LLH: ¿Qué te significó recibir la medalla Elvira Carrillo?

MLR: ¡Uf!, me significó mucho gusto, por el reconocimiento que el Senado me hacía, siendo una feminista y porque, por tanto, estaba reconociendo al feminismo. Nosotras, que somos rebeldes, subversivas, transgresoras, que hemos estado a veces en la esquina de la política, que hemos sido vistas como peligrosas al orden social, casquivanas, todo lo que está en el imaginario de la derecha sobre el feminismo, ésas estamos siendo reconocidas en una institución muy importante del Estado mexicano.

Para mí los cambios pasan por el Estado, para que haya derechos humanos tiene que haber Estado, si no hay Estado que garantice no hay derechos. Soy una crítica del Estado contemporáneo, como todas las feministas de todos los tiempos, pero al mismo tiempo pues ser una teórica del Estado feminista.

Nosotras ya vivimos en un Estado reformado, desde el punto de vista de género, pero nosotras le hemos dado un empuje enorme en la segunda mitad del siglo XX.

Son 15 años de reformas impresionantes en el mundo global, en las instituciones internacionales de derechos humanos, y todo eso es un impacto en el mundo occidental enorme, la Conferencia Mundial de Pekín, la Cumbre de Viena, Belém do Pará… Son un conjunto de movimientos feministas que cuajan en declaraciones vinculantes, en tratados, en los que nos apoyamos las locales para llevar en nuestros países.

Género con Clase Impreso