Ocupar el centro

SANTIAGO – A la prensa internacional le ha resultado difícil etiquetar las posturas políticas de Emanuel Macron, el ganador de la primera ronda en las elecciones presidenciales de Francia. Algunos lo han llamado liberal y otros moderado, pero la mayoría finalmente se decidió por de centro.

Esta opción es comprensible, pero no deja de tener sus problemas. Sugiere un mero punto medio, como si las ideas de centro fueran solo una combinación de la derecha y de la izquierda. En realidad, los movimientos políticos de centro que han tenido éxito forman parte de lo que el sociólogo Anthony Giddens llama el centroradical: tienen una ideología clara e ideas propias.

¿Es posible que una contracción fiscal estimule el crecimiento?

¿Es posible que una contracción fiscal estimule el crecimiento?

SANTIAGO – La reciente experiencia europea sugiere que una contracción fiscal no puede ser expansiva. Cuando se la aplicó en Grecia, el gasto fiscal cayó, los impuestos aumentaron, y la producción colapsó. Lo mismo sucedió, de manera menos dramática, en otras naciones del continente. Los austerianos, como los llama el Nobel en economía Paul Krugman, perdieron la discusión.

Sin embargo, las lecciones de Occidente no se aplican necesariamente al resto del mundo.

Libre comercio sin Estados Unidos

Libre comercio sin Estados Unidos

SANTIAGO – ¿De qué modo debería responder América Latina al enfoque de “Estados Unidos primero” que el presidente Donald Trump propugna para la economía global? He aquí una posible respuesta: estableciendo una zona de libre comercio de Las Américas sin Estados Unidos.

Desde luego que esta idea no tiene nada de nueva. Los padres de la patria de varias repúblicas latinoamericanas hablaron de ella hace doscientos años, pero nunca fue puesta en práctica.
En los años 1960, se discutió mucho sobre la integración de América Latina. Se realizaron cumbres y se suscribieron acuerdos, pero después no fue mucho lo que se avanzó en materia de libre comercio. Para la mayor parte de los países de la región, Europa o Estados Unidos continuaron siendo socios comerciales de mayor envergadura que sus vecinos.

Cómo funciona el populismo económico

Cómo funciona el populismo económico

SANTIAGO – Hoy día, ante la llegada al poder de los populistas en el mundo occidental, se está gestando un conflicto sobre la propiedad intelectual de su orientación. Escritores como John Judis afirman que los estadounidenses decimonónicos inventaron el populismo político, con su postura antielitista y su inflamatoria retórica. Acaso no estén de acuerdo con esto los argentinos, que aportaron al mundo el ultrapopulista Juan Domingo Perón, ni tampoco los brasileños con su conocido Getúlio Vargas.
Pero no puede haber desacuerdo alguno en que los latinoamericanos han sido los mejores y más antiguos practicantes del populismo económico. En el siglo XX, Perón y Vargas, junto con Alan García en Perú (por lo menos durante su primer período), Daniel Ortega en Nicaragua, Salvador Allende en Chile y muchos otros, practicaron el proteccionismo comercial, incurrieron en altos déficits presupuestarios, sobrecalentaron sus economías, permitieron el alza de la inflación, y eventualmente sufrieron crisis cambiarias. En años recientes, Hugo Chávez y Nicolás Maduro de Venezuela han practicado estas políticas en forma aún más extrema.

El corazón antidemocrático del populismo

El corazón antidemocrático del populismo

SANTIAGO – En la reunión anual del Fondo Monetario Internacional efectuada a principios de octubre, se escuchó a muchos de sus participantes expresar algo así: “Si los republicanos hubieran nominado a alguien con las mismas opiniones anticomercio de Donald Trump, pero que no hubiera insultado ni acosado sexualmente… ahora un populista proteccionista iría camino a la Casa Blanca”.

La visión subyacente es que el creciente populismo de izquierda y de derecha, tanto en Estados Unidos como en Europa, obedece directamente a la globalización y sus consecuencias indeseadas: la pérdida de puestos de trabajo y el estancamiento de los ingresos de la clase media. Esta es una conclusión abominable para los visitantes frecuentes de Davos, quienes, sin embargo, la han abrazado con el fervor de conversos recientes.