Los militantes de Podemos finalmente votaron. Y lo hicieron por la opción liderada por Pablo Iglesias frente a la de Íñigo Errejón. Radicalidad frente a moderación. Construcción de un relato nuevo que impugne los grandes consensos que han llevado a millones de españoles a la pobreza frente a adaptare al relato neoliberal existente.
Parece mentira, pero ahí seguimos, mandando a los países de turno, año tras año, a candidatos con canciones que NADIE (salvo la horda de eurofans, repito) corea ni antes ni durante ni después. Tras lo del sábado, he preguntado a colegas que trabajan en la cadena por qué coño no dejamos de una vez el festival, por qué no dejamos de hacer el ridículo, por qué seguimos yendo a una cita tan penosa, rancia y hortera de bolera.
La reafirmación de Podemos a la izquierda de la izquierda en el tablero político español supone perder la esencia de lo nuevo. De lo transversal. Del eje arriba/abajo que inspiró inicialmente al partido y que debía persuadir tanto al votante socialista como al desafecto del sistema.
El estudio más riguroso e independiente que se ha elaborado hasta la fecha sobre la gestión del agua en Andalucía revela que casi la mitad de la población depende de la gestión privada. Las grandes empresas fijan objetivos de renta, población y deuda municipal para hacerse con la gestión de lo que se considera un derecho humano.
El 'Estatut de Maragall' tuvo unos efectos secundarios ya previstos por muchos críticos del apaciguamiento; el apaciguamiento pocas veces funciona. Nadie apacigua a un tigre hambriento con un bistec, por bueno que sea y bien cocinado que esté. Fue como echar gasolina a las llamas....
Sin árboles, aumentará más la fealdad urbana, habrá más cambios climáticos, más islas de calor más fatiga en nuestras ciudades del malestar. Sin árboles se verán más las insensatas fachadas, los egocéntricos cerramientos y los musculosos armazones de la arquitectura sin alma; esa que se hace para ponerla de escaparate a los coches que la ven al pasar velozmente, sin que la vean ni la disfruten los peatones.
San Valentín es también una forma, como cada cumpleaños o cada Nochevieja, de marcar y jalonar el erial en que hemos convertido el tiempo. Da igual un aniversario, la primavera o un día mundial, lo importante es que haya un evento a la vista, algo que celebrar en este desierto interactivo de las soledades conectadas en la sociedad del conocimiento.
La vida es un cuarto oscuro con una grieta por donde entra un destello hecho de innumerables haces de luz. Un espacio oscuro lleno de dudas iluminado por el mismo anhelo de todos, el amor, los amores. Y la literatura ha tratado toda la vida de descifrar la naturaleza de esos haces de luz que anhelan, llenan o guían nuestras vidas.
La mayor "revelación" de las últimas elecciones en Estados Unidos no es la victoria de Trump, sino la reacción que están teniendo millones de personas que se proclaman liberales y progresistas. El beneficio más evidente e inmediato del resultado de las elecciones es que se está revelando de la verdadera faz del "liberalismo progresista".
El grito de los gladiadores del "errejonismo", no al entrar sino al salir ya derrotados de la arena de Vistalegre, suena igual al de los luchadores que combatían en la antigua Roma. Temen lo que les espera, tras la inapelable victoria de Pablo Iglesias y, con ella, la de su entorno más cercano. Nadie confía en que haya clemencia tras una guerra que ha dejado demasiadas heridas y no pocos rencores, pese a que si algo han penalizado las bases ha sido la pelea y el ruido interno.
Lo verdaderamente sustancial de Vistalegre II no es que Iglesias haya ganado a Errejón: siempre hay alguien que pierde. Ni siquiera que hayan sido buenos amigos: el tándem González-Guerra también se quebró y el PSOE no colapsó de repente. Lo relevante es que una parte mayoritaria de los militantes, consciente de que era una elección determinante, ha apoyado un liderazgo y un modo de hacer política claramente definido. Incluso sesgado. Votar a Iglesias no es votar a una incógnita.
Todos los periodistas auténticos tienen algo importante que les motiva, que es nuestra brújula. En el centro de nuestra misión está el periodismo, que hace rendir cuentas a las instituciones poderosas y a los individuos. Tenemos la obligación de decirle la verdad al poder, y los poderosos de nuestro mundo no deben suprimir nunca nuestra voz.
Hoy, la preocupación por la desigualdad se está generalizando. Incluso los asistentes a la Cumbre de Davos de enero de 2017, para nada representantes del radicalismo izquierdista, acaban de manifestar su preocupación por el abrupto incremento de la desigualdad en muchos de los países desarrollados y han establecido relaciones de causalidad entre esta y el ascenso generalizado de las tendencias proteccionistas y nacionalistas en lo comercial y populista, cuando no xenófobas, en lo político.
Una vez que consiguen hacer valer sus derechos en los juzgados, suele empezar el verdadero calvario para las familia que reclaman que sus hijos reciban horas de castellano en la escuela que les corresponde según la ley. Es tal el acoso al que se somete a estas familias, que en la mayoría de los casos acaban por renunciar lo que la justicia les ha dado y, en no pocas ocasiones, acaban incluso cambiando a sus hijos de centro escolar.
La pregunta me ronda la cabeza desde que mi mundo comenzó a llenarse de canciones sobre tallarines que son payasos en un plato, padres y madres llamando cookies a sus retoños en el parque mientras les ayudan a subir a lo más alto del columpio o la manía de cualquiera de dirigirse a ellas como "princesas" y a ellos como "campeones".
Es la hora de incidir en el manejo eficaz y eficiente de los datos, una obligación en un mundo donde el volumen de datos digitales se duplica cada dieciocho meses. La mejora en la gestión de los datos públicos no sólo favorecería la necesaria transparencia gubernamental, tendría un impacto positivo visible sobre el ciudadano.
La mayoría de las narraciones de Marian Izaguirre son como esas muñecas que esconden otras muñecas debajo y éstas, a su vez, otras más pequeñas. Es decir, historias que remiten a otras historias, unidas por un hilo que las entrelaza a todas con suma maestría y delicadeza.
No es que los españoles leamos más, sino que vivimos felizmente dentro de las páginas del Lazarillo de Tormes o en las de El Quijote. Ahora resulta que a Artur Mas no se le juzga por desobediencia y prevaricación, sino por el simple y valeroso hecho de "poner unas urnas", por demócrata, por defender la democracia.