José Luis Macías

Mente y corazón convergen en el ser. La posibilidad de adquirir conocimientos y la capacidad de abrigar emociones son elementos que originan, mantienen y culminan al ser humano. Ninguno puede existir sin el otro, la razón y el sentimiento se entrelazan de forma constante dentro de cada uno de nosotros. Sin remedio y sin escapatoria, cada paso que damos, cada decisión que tomamos, es mezcla armoniosa del razonar y el sentir. Si esto es así… ¿Por qué nos empeñamos en dividirlos?

Durante siglos, el quehacer del hombre ha sido encontrar respuestas de su realidad, en esta búsqueda incansable e incesante, los caminos fueron abriéndose, unos anduvieron por el sendero de lo lógico y otros por la vereda de lo aprensivo. De pronto, unos daban respuestas de su ser y formulaban teorías de la vida a través de la ciencia; y otros, con la misma brillantez, expresaban con vehemencia el sentido de la humanidad en una pintura o en una novela. Los caminos se fueron distanciando más y más. Con vista miope y horizonte corto, ambos recíprocamente se miraban con ojos incrédulos. Sin darnos cuenta, fuimos construyendo barreras que fueron segmentando la capacidad de comprendernos a nosotros mismos y a todo lo que nos rodea.

En el año de 1959 un físico y novelista inglés llamado Charles Percy Snow publicó una obra sobre las ideas de las líneas anteriores titulado “Las dos culturas” en donde sentenciaba a la misma humanidad de haberse fragmentado en dos grandes mundos, por un lado la ciencia y por el otro las humanidades y como consecuencia, situarse en posición precaria y deficiente para poder seguir comprendiendo su realidad y encontrando soluciones integrales a sus problemas.

Varios años más tarde, en 1995, un norteamericano de nombre John Brockman, interesado en el planteamiento de Snow, publicó la obra “La tercera cultura” y en ella planteó una nueva forma de comprender la realidad a partir de un método holístico capaz de fusionar el potencial humano para allegarse de la verdad a través de la cultura científica y también, de la cultura humanística.

Hace un par de años si mal no recuerdo, tuve el honor de participar por invitación de mi amigo Martín Barberena y en carácter de huele moles de honor, a la sesión de clausura de un curso impartido por el brillante Dr. Alfonso Pérez Romo respecto de la convergencia de la literatura y la política a la luz de la gran obra de Cervantes Saavedra: Don Quijote de la Mancha y en consecuencia, pude dar testimonio fiel de como la perspectiva o la comprensión de algún suceso se vuelve mucho más robusta e integral cuando permitimos derribar estas barreras entre los mundos de las humanidades y la ciencia y permitimos que nuestro ser, unido en mente y corazón utilice todas sus posibilidades para apreciar lo que ve.

La educación segmentada, en aras de la especialización, sacrifica la dimensión. Durante siglos la humanidad se ha desgastado en crear lupas poderosas para conocer los más minuciosos detalles y en consecuencia, a menudo se nos olvida que si bien es importante apreciar una rama, nunca debemos perder la capacidad de contemplar el bosque completo. Es momento de la tercera cultura, esa que utiliza todas las herramientas humanas posibles para encontrar soluciones a nuestros problemas, que no tiene empacho de dejar a un lado los procesos rígidos y lineales del conocimiento y se acoge de todas las perspectivas.

Lo invito a reflexionar sobre éstos breves apuntes, lo invito a explorar la posibilidad de abrir todo el potencial que alberga dentro de Usted, es tiempo de decirles a nuestros maestros que su materia por sí misma, jamás nos dará una respuesta completa.

@licpepemacias