Opinión
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La batalla de Oaxaca
Gustavo Esteva
N

o es una más de las muchas guerras oaxaqueñas. Es parte de una guerra mucho más profunda y extensa, que ni siquiera se contiene en el territorio nacional. Pero la batalla que se está librando en Oaxaca tiene un significado especial en esa guerra, en la gran guerra.

Es una batalla largamente anunciada. En Oaxaca se sabía que muchos aspectos de la confrontación en curso se estaban posponiendo por las elecciones. Era evidente que después de éstas arreciarían los golpes, las provocaciones, el asalto final. Comenzaron por todas partes los preparativos.

El 14 de junio todo Oaxaca estaba recordando. Era la memoria contra el olvido: el escenario de hoy parecía espejo fiel del de hace 10 años. Veíamos de nuevo la misma película: la movilización magisterial, el plantón en el zócalo, las marchas, las exigencias del magisterio, una feroz campaña mediática… Y las autoridades apostando de nuevo, como entonces, al desgaste de la sección 22; a la irritación creciente de los ciudadanos; al temor de la gente por la violencia y la pérdida de ingresos y empleos…

La marcha que este 14 de junio llegó al zócalo oaxaqueño expresaba los sedimentos de la experiencia. A lo largo de casi 10 horas, al lado de los maestros acampados en su plantón, muy diversos sectores expresaron creativamente las formas en que la memoria inspira hoy la acción.

El Espacio Civil es una articulación nueva de colectivos, organizaciones y grupos de muy diversas características, que retoma la experiencia de 2006 para darle formas nuevas. Su pronunciamiento Diez años construyendo nuevos caminos se formuló en el marco de la violencia gubernamental para imponer la mal llamada reforma educativa y en el marco de una ejemplar resistencia magisterial y popular, ante el riesgo inminente de que se redite la negra noche represiva que vivimos el 25 de noviembre de 2006.

La sociedad civil oaxaqueña se pronunció con firmeza por la necesidad de aprender de 2006 para cerrar un ciclo que nos dejó llenos de heridas y dolores y para abrir nuevas etapas de lucha en que no cometamos las mismas equivocaciones y asimilemos las enseñanzas positivas del movimiento.

Hoy que diversos pueblos luchan en defensa de su territorio, contra la minería, las eólicas, por el respeto a su autonomía y a sus usos y costumbres, a su cultura, por el cuidado de sus recursos naturales, sus bosques, el agua y la biodiversidad, hoy consideramos necesario avanzar en la construcción de una agenda común que unifique a maestras, maestros, colonias, pueblos, jóvenes, mujeres, adultos en plenitud, a todas y todos los que aspiramos y estamos dispuestos a luchar por un Oaxaca y un México mejor.

Al iniciar una Jornada de Reflexión 2006-2016, el Espacio Civil hizo un llamado a fortalecer el movimiento magisterial y las luchas de colonias, comunidades y pueblos para echar abajo la reforma laboral disfrazada de reforma educativa y las reformas estructurales y para detener la represión. Sólo juntos, subrayó, lograremos la libertad de nuestras presas y presos políticos, la presentación con vida de nuestros desaparecidos y que no se vuelva a repetir una larga noche de represión y dolor en contra del magisterio y de las colonias y pueblos de Oaxaca.

Desde ese día empezaron a bloquearse los caminos. En Nochixtlán y en el Istmo la gente salió a la calle para cerrar el paso a los camiones llenos de policías militarizados que se dirigían a la ciudad de Oaxaca, a cuyo aeropuerto empezaron a llegar en aviones. Muchos miles de personas, de todos los sectores de la sociedad, nutrieron y respaldaron los bloqueos y empezaron a tejer la solidaridad.

En la tarde del sábado, el Centro de Derechos Humanos Tepeyac, del Istmo de Tehuantepec, y la Red de Defensoras y Defensores Comunitarios de los Pueblos de Oaxaca emitieron un comunicado en que consideraron absurda y sin sentido la respuesta del gobierno federal a la protesta social. Plantearon que la escalada de violencia exhibe a una clase política que busca perpetuarse en la lógica del poder y la confrontación, en vez de propiciar espacios de diálogo que abran cauces a esta fracturada democracia. Al mismo tiempo, apreciaron la sabiduría de mujeres y hombres de los pueblos, colectivos y grupos emergentes al proponer una resistencia creativa, ponderando el sentido de la vida y la construcción de una sociedad justa.

Oaxaca está ardiendo. Hay conciencia clara del momento de peligro. Por eso, desde todos sus rincones, se apela hoy al coraje, tanto al que expresa la indignación moral que comparte un número creciente de personas como el que significa valor, entereza, capacidad de caminar con dignidad y lucidez en estos tiempos oscuros. La batalla acaba de comenzar.