1Las reconstrucciones de la historia maya que manejamos habitualmente sostienen que el periodo clásico fue una etapa muy evolucionada en la que culminaron los grandes estilos arquitectónicos y escultóricos y se obtuvieron enormes avances en la manufactura de objetos de arte mobiliar, en las ciencias y las artes, proponiéndose soluciones técnicas y sociales muy adecuadas para organizar poblaciones, ciudades y territorios ocupados por decenas de miles de individuos. Por el contrario, hasta hace pocos años el Postclásico se ha considerado un periodo de desestructuración social y política, en el que algunos patrones culturales se encuentran más cerca de aquellos que caracterizan a las sociedades tribales que los propios de los estados complejos.
2Los estudios arqueológicos y etnohistóricos recientes son críticos con esta reconstrucción, defendiendo una mayor continuidad entre el Clásico y el Postclásico (Chase y Rice 1985 ; Sabloff y Andrews 1986), y la aparición de nuevas formas complejas de organización socio-económica para la etapa inmediatamente anterior a la llegada de los españoles. Para la presente ocasión hemos elaborado unas reflexiones acerca de la estructura política de los chontales que ocuparon la región de Acalán, con la intención de compararla con la que funcionó en el sur de las Tierras Bajas a lo largo del periodo clásico y proponer, en definitiva, la pervivencia de algunos mecanismos claves del sistema político del Clásico en la región, ayudando a diseñar una consideración distinta del periodo postclásico de lo que se ha venido haciendo hasta ahora.
3A pesar de los grandes avances conseguidos en esta última década en relación al estudio de la organización política de los mayas del Clásico, no existe consenso a la hora de determinar el sistema de gobierno de las comunidades mayas de esta etapa. Ello ha generado una proliferación de modelos antropológicos que intentan explicar este particular los cuales, no obstante, confluyen en torno a dos concepciones básicas (Fox et al. 1996). La primera defiende que los mayas construyeron formaciones políticas a gran escala (Figura 1), organizadas en torno a un poder centralizado (Chase y Chase 1996). La segunda establece que los territorios políticos mayas fueron pequeños (Figura 2), con escasa centralización política (Demarest 1992, 1996).
4Nuevas lecturas e interpretaciones de los textos glíficos han permitido diseñar una tercera vía que contempla la formación de territorios multi-estado administrados por hegemonías políticas que incorporan otras más pequeñas ; un sistema político que tuvo una gran proyección al menos desde los inicios del Clásico hasta la llegada de los españoles (Martin y Grube 1995, 1996, 2000 ; Lacadena y Ciudad 1998 ; Ciudad 2000).
5Ross Hassig (1988 ; ver también Berdan et al. 1996) utilizó el concepto de imperio « hegemónico » para referirse a la situación política existente en el centro de Mesoamérica a comienzos del siglo xvi. Una coalición de tres territorios políticos que ocupaban la cuenca de México una centuria antes – Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan –, había logrado construir un gran imperio. Ese imperio tuvo un grado de integración política muy variado de región a región, pero en términos generales estaba compuesto por multitud de territorios políticamente autónomos, una buena parte de ellos controlados por señores locales y por sus élites políticas tradicionales ; para Hassig, el modelo imperial consistía preferentemente en la prestación de tributos en materias primas y bienes acabados y en una variable, pero en términos amplios reducida, intervención en la estructura política de los territorios sujetos.
6En estos últimos años la visión de Hassig ha sido contestada (Webster y Sanders 2001), en el sentido de que el nivel de integración y de intervención política desde la cabecera del imperio, Tenochtitlan, fue superior a lo que él había supuesto ; de manera que la situación ofrece una enorme variedad de respuestas: desde el respeto al mantenimiento de las dinastías locales que básicamente se limitaban a supeditar su política exterior a los intereses estratégicos de la entidad política dominante, al establecimiento de puestos de observación y fortalezas militares que aseguraban el firme control de las regiones, pasando por alianzas de muy variado género y el desembarco de una burocracia administrativa en determinadas capitales políticas. Ello no obstante, resulta claro que nunca hubo una unificación política en todo el territorio del imperio de la Triple Alianza.
Fig. 1 – Estados regionales del Clásico Tardío (según Adams 1986).
7Esta situación parece manifestarse en el área maya a lo largo del Clásico y del Postclásico, con multitud de variables en el espacio y en el tiempo1 (Grube y Martin 1998 ; Martin y Grube 2000 ; Lacadena y Ciudad 1998). La hegemonía política en este sentido no es un tipo de organización política uniforme sino que ofrece una amplia variedad de comportamientos, propios en cualquier caso de los estados preindustriales en los que el grado de centralización es escaso. Por esta razón las hegemonías no son uniformes desde el punto de vista de su extensión, poder, influencia y durabilidad en el tiempo, sino que mantienen ritmos muy diversos de gestación, madurez y decadencia, de manera que su estudio manifiesta variaciones en grado de poder, de centralización y de territorialidad. La estructura interna de estas hegemonías coincide en muchos aspectos con la que caracteriza el estado segmentario, pero a la vez contempla la formación de sistemas políticos de escala superior a aquellos simplemente compuestos por un mosaico de pequeños estados igualitarios (Mathews 1991), así como una administración más centralizada y una jerarquía política semi-rígida. En consecuencia, la entidad política máxima en Tierras Bajas no es el ajawlel, sino una organización superior que hemos denominado hegemonía (Grube y Martin 1998 ; Martin y Grube 2000 ; Lacadena y Ciudad 1998), que engloba en su seno varios ajawlelob’ que pueden presentar diferentes grados de subordinación o confederación, intervención o autonomía, con respecto a un ajawlel más poderoso. Según tal caracterización, estas formaciones estatales del Clásico resultan equiparables a las que se formaron a lo largo del periodo postclásico no sólo en el conjunto de las Tierras Bajas mayas, sino en amplias regiones de la Mesoamérica prehispánica.
Fig. 2 – Organización política de las Tierras Bajas mayas en 9.18.0.0.0 (790 d.C.) (según Mathews 1991, Fig. 2.6).
8El problema desde el punto de vista de los científicos sociales es detectar ese tipo de poder hegemónico, establecer las diferencias que existen en unas regiones y otras, y la especificidad del grado de presión hegemónica que se ejerce en las diferentes áreas de un mismo territorio político. Hegemonía política es un concepto vago pero de gran utilidad antropológica.
9La documentación procedente del norte de la península de Yucatán ha tenido una gran participación en la reconstrucción de la estructura política de los mayas del Postclásico, aplicándose de manera generalizada para el conjunto de las Tierras Bajas. Sin duda en ello ha colaborado la naturaleza de la información arqueológica con la que hemos contado hasta tiempos recientes, la cual contempla la existencia de sitios con gran trayectoria cultural como Chichén Itzá, Mayapán, Dzibilchaltún y Tulum entre otros. Por otra parte, es evidente que las fuentes documentales para el norte de Yucatán han sido numerosas y muy elocuentes acerca los sistemas de vida de las poblaciones nativas (Bienvenida, Landa, Cogolludo, Lizana y Ciudad Real entre otros). Sin embargo, en tiempos recientes la investigación se ha orientado también a zonas diferentes del centro y norte de Yucatán (Graham 1991 ; Jones 1998 ; Rice, Rice y Pugh 1998), lo cual ha permitido obtener valoraciones más contrastadas acerca de las instituciones y los comportamientos culturales de los mayas del resto de Tierras Bajas.
10En lo que se refiere a la estructura política del periodo postclásico, las interpretaciones de Ralph Roys (1957, 1972) han conformado nuestra visión hasta la actualidad. Este investigador determinó un paisaje político para la península de Yucatán dividido en 16 provincias, denominadas en terminología maya yucateca cuchcabalob’ (Figura 3). En ellas observó la existencia de tres tipos simultáneos de organización política que oscilaban desde entidades (Tipo A) organizadas en torno a un poder central personificado en el halach uinic, un cargo equivalente al de los ajawob’ del Clásico, a provincias que estaban dirigidas por un conjunto de batabob’ confederados pertenecientes a un mismo linaje (Tipo B). Un consejo de principales, los ah cuch cabob’, apoyó a los dirigentes de ambos tipos de provincia para controlar cada uno de los pueblos que se integraron en ellas. Una última categoría de entidades políticas estuvo conformada por aquellas que albergaron distintos centros independientes dirigidos por batabob’ que pudieron o no compartir una descendencia común (Tipo C).
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Fig. 3 – a) Distribución de los 16 cuchcabalob’ mayas de la península del Yucatán a inicios del siglo xvi (según Roys 1957, mapa 1) ; b) Diagrama en el que se representan los tipos de provincias establecidas por Roys (1957) para el Yucatán en el siglo xvi (según Marcus 1993, Fig. 3).
12Recientemente Quezada (1993 ; véase también Okoshi 1995) ha desplazado el criterio de la provincia como el principio básico para definir estas subdivisiones políticas. Para este autor la subordinación a un gobernante o a una cabecera política es el elemento fundamental a tener en cuenta, mientras que algunas provincias estuvieron definidas en función de particulares relaciones de parentesco. Las unidades mínimas de este sistema están ocupadas por diferentes cuchteelob’ o grupos de familias extendidas y emparentadas entre sí por reglas de patrilinealidad ; los batabilob’ son unidades intermedias definidas por la subordinación política y administrativa de determinados cuchteelob’ aun batab – un oficial que combinó funciones políticas, militares, religiosas y judiciales. Desde la cabecera del batabil, el batab controló su dominio asistido por un consejo de ah cuch cabob’. Algunos batabilob’ fueron independientes, mientras que otros conformaron unidades políticas mayores subordinadas a un gran señor o halach uinic, el cual no requirió de una burocracia especial para ejercer su poder, sino que tuvo una organización similar a la del batabil, pero sí ejecutó funciones importantes de tipo macropolítico, ya sea de carácter administrativo o religioso (Quezada 1993 ; Restall 1997 ; Thompson 1999). En unos y otros modelos del Postclásico yucateco no se ha logrado definir el concepto de hegemonía política, aunque en realidad en su diseño está implícito en los términos que lo empleamos en este ensayo. Ello no obstante, se hace necesaria una reevaluación de la macropolítica de los territorios políticos yucatecos a lo largo del Postclásico.
13Fuera de la región septentrional, ciertos procesos políticos del periodo postclásico maya han sido calificados como hegemónicos en la medida en que, al igual que en algunos casos bien documentados del periodo clásico, un reino central extendía su dominio sobre otros reinos – étnica y lingüísticamente relacionados o no –, pero sin absorber a esos otros reinos supeditados haciéndoles perder su identidad política. Ejemplos mencionados han sido la hegemonía quiché (Martin y Grube 2000) o la itzá (Lacadena y Ciudad 1998 ; Ciudad 2000). En el presente trabajo se va a analizar el sistema político existente en la región chontal de Tamactún-Acalán en el Postclásico Tardío, proponiéndolo como otro ejemplo de sistema político hegemónico.
14Cuando Hernán Cortés llegó a la región de Acalán en 1525, esta entidad política circundaba el sur y el este de la actual Laguna de Términos en el Golfo de México, y estaba gobernada por Paxbolonachá, un señor que ostentaba el título de ajaw, « rey ». Según la documentación disponible, era el séptimo rey, en sexta generación, de una dinastía que debió haberse formado hacia finales del siglo xiv y que habría de perdurar de manera independiente hasta pasada la mitad del siglo xvi. La llegada de Cortés en 1525 va a desencadenar un largo pero imparable proceso de desestructuración de la entidad política indígena. En un caso especial de absorción sin conquista manu militari, el reino de Tamactún fue paulatinamente diluyéndose en el nuevo sistema económico, político, cultural y religioso impuesto por los españoles, hasta perder finalmente su identidad: los pueblos de la región van a ser entregados en encomienda a personajes españoles, las consecuencias de la evangelización van a ir haciéndose más profundas, y el traslado de la capitalidad de Ytzamkanac a Tixchel junto con otros realojamientos de pueblos va a terminar suponiendo la desestructuración política y cultural. Con Don Luis Paxua, undécimo gobernante de la dinastía, que gobernó en la década de 1550, la fórmula de accesión al poder de los monarcas indígenas no será ya chumvan ta ahaulel « asentarse en el reino », sino chumvan ta gobernadoril « asentarse en la gobernatura », dejando claro el nuevo contexto político institucional en el que se inserta la antigua entidad política indígena. El propio gobernante don Luis Paxua terminará huyendo de Tixchel al poco de su llegada y morirá en el exilio en 1558, como dramático ejemplo de cómo el sistema indígena es incapaz de enfrentarse eficazmente al nuevo orden impuesto por los castellanos. Su sucesor, don Pablo Paxbolón, quien gobernará a partir de 1566 (Scholes y Roys 1996, p. 147) tras un periodo de interregno, ya habrá sido educado en Campeche por religiosos y se convertirá en un agente sumamente eficaz al servicio de las autoridades políticas y religiosas españolas.
15De toda esta historia lo que nos interesa ahora en este trabajo es el esclarecimiento del sistema de organización política indígena original, antes de que se iniciara el proceso de desestructuración. La documentación existente es escasa y en ocasiones no muy esclarecedora: las investigaciones arqueológicas realizadas sobre ella han sido esporádicas (Andrews 1943 ; Ruz 1969 ; Ochoa y Vargas 1986 ; Vargas y Teramoto 1996) y los documentos coloniales son tardíos y escasos ; si a ello añadimos que la situación étnica y lingüística de los grupos establecidos en Acalán es bastante confusa, podemos concluir que existen serias dificultades para reconstruir las instituciones y los mecanismos culturales de su pasado prehispánico. Con todo, disponemos de determinadas noticias y descripciones que realizaron los primeros españoles que visitaron la región (Cortés 1976 ; Díaz del Castillo 1984), así como alguna información posterior realizada por diferentes cronistas y determinados documentos orientados a la reclamación de derechos y encomiendas por parte de los conquistadores y colonizadores del área (Izquierdo 1997). Con estos elementos en la mano, los denominados Papeles de Paxbolón-Maldonado, que contienen las probanzas de servicios prestados por Don Pablo Paxbolón y por su yerno, Francisco Maldonado, a la Corona, constituyen nuestra fuente principal para elaborar una visión del sistema político existente a la llegada de los españoles. Tal documentación es de gran utilidad para el estudio de la organización política, ya que destaca el poder de los antecesores de Don Pablo Paxbolón en la región de Acalán, que fue gobernada con autonomía, con objeto de solicitar una encomienda a la administración española en 1612.
16Los ocupantes de la región de Acalán se conocieron a sí mismos con el término de Amactun o Mactun uinicob, « gentes del Mactún », los cuales poblaron un territorio conocido bajo el término de Tamactún (Scholes y Roys 1996, p. 54, nota 10), gobernado por una dinastía de ajawob’ que, según las fuentes indígenas, tuvo su origen en Auxaual, primer monarca mencionado. La fundación de la dinastía debió tener lugar hacia finales del siglo xiv2, y adoptó la forma de llegada, un acontecimiento de importante significación habitualmente relacionado con la fundación y refundación de nuevos estados indígenas. La llegada de fundadores o instauradores de nuevos órdenes políticos tiene una larga tradición en las narraciones históricas y míticas de Mesoamérica (Schele 1992 ; Stuart 2000 ; Martin y Grube 2000), cristalizando durante el Epiclásico a partir de un complejo sistema ideológico-político que ha recibido el nombre de zuyuano, que obligaba al delegado supremo de Serpiente Emplumada en la tierra – el gobernante – a viajar al « Lugar de los tules » – Tollan – para obtener el poder del dios. Las fuentes escritas se refieren al viaje legitimante del soberano ya como paso milagroso al otro tiempo-espacio, donde recibía como dones los símbolos del poder, o al santuario que reproducía el lugar de la creación (López Austin y López Luján 1999, p. 65). Algunos grupos como los quichés realizaron estas migraciones hacia un lugar en el oriente. La llegada de Auxaual a la región de Acalán tuvo su punto de partida en el otro extremo de la Península de Yucatán, la isla de Cozumel. Tradicionalmente se ha considerado que la llegada de Auxaual es también la llegada de todo un grupo de chontales a la región. Scholes y Roys (1996) e Izquierdo (1997) hablan de migración, es decir, del desplazamiento de un contingente humano de entidad significativa, contingente que sería intrusivo en el área de destino. Sin embargo, no hay evidencias arqueológicas o lingüísticas que nos permitan suponer la presencia de contingentes de población significativos de habla chontal en el noreste de la Península de Yucatán para estas fechas. De hecho, la población de habla chontal muy posiblemente ocupó desde el periodo clásico aproximadamente la misma región en la que luego se va a documentar en el siglo xvi, el Occidente de las Tierras Bajas meridionales (Lacadena y Wichmann 1999). Lo que sí es cierto es que Cozumel es un centro de importante significación religiosa para distintos grupos chontales, quienes van a peregrinar a los santuarios de la isla en el periodo postclásico.
17Por todo esto, pensamos que no debemos entender la llegada del fundador de la dinastía como la migración de todo un pueblo que sería intrusivo en el área. Consideramos más acertado interpretar la llegada de Auxaual como un acontecimiento de significación fundamentalmente simbólica, aunque no por ello desprovisto necesariamente de historicidad. De alguna manera Auxaual, el fundador, va a obtener en Cozumel, lugar considerado sagrado, los atributos de poder necesarios que luego sus sucesores van a presentar como argumento de legitimación política cuando se refieran a los orígenes de su dinastía.
18El periodo clásico maya ofrece interesantes paralelismos. Acontecimientos importantes de fundación y refundación dinástica están descritos como consecuencias de llegadas de gobernantes a los sitios. Si tomamos el ejemplo de Tikal y Copán, con las respectivas llegadas a los centros de Siyaj K’ahk’ – al servicio de Atlatl-Lechuza – y K’ihnich Yax K’uk’ Mo’, en ambos casos la llegada de los gobernantes no implica la fundación material ex nihilo del reino o su capital – que no es el caso de ninguno de los dos centros, los cuales existían desde épocas anteriores –, ni necesariamente la irrupción de contingentes elevados de población, sino su refundación dinástica y la instauración e inauguración de un nuevo orden político (Stuart 2000 ; Martin y Grube 2000).
19La llegada fundacional de Auxaual a la región de Acalán va a estar acompañada de una inmediata imposición política por la fuerza sobre otras poblaciones existentes, centradas en la región de Tanodzic (Tenosique):
« Unacahibal auxaual tali cuçumil tali uchuci cabil cabob vi koti umole cah tanodzic yithoc unucalob huncha yithoc paxoc yithoc chacbalam uchantulib paxmulu hainix ulotob. Ulachuci cabob » (paleografía de Smailus).
« En su principio está Auxaual ; vino de Cozumel ; vino y capturó la tierra y los pueblos ; llegó aquí a juntar el pueblo de Tanodzic, con sus grandes, Huncha, Paxoc, Chacbalam y el cuarto Paxmulu ; éstos fueron sus acompañantes. El capturó las tierras completamente » (traducción de A. Lacadena).
20En realidad, ignoramos dónde pudo encontrarse con exactitud originalmente el reino de Tamactún-Acalán y su primera capital. Pero si atendemos a cómo se realiza su expansión y la secuencia de conquistas emprendidas por sus reyes, podemos ver que éstas siguen un orden geográfico preciso: los primeros ataques se dirigen contra el área del Usumacinta, luego contra la Laguna de Términos para seguir a continuación sobre la costa de la región de Tixchel y luego contra la región cehache del interior. Las regiones afectadas por la expansión de Tamactún-Acalán conforman un círculo de doscientos cuarenta grados en cuyo centro se encuentra el río Candelaria. Del mismo modo que no hemos interpretado la llegada de Auxaual como una migración, tampoco interpretamos que la sucesión de ataques a las regiones mencionadas señalan el camino seguido por un pueblo en marcha en busca de territorio donde asentarse definitivamente y que finalmente recalaría en Ytzamkanac tras ser expulsado de todos los lugares donde habrían intentado establecerse (Scholes y Roys 1996 ; Benavides 1991). En realidad, consideramos que los ataques dirigidos contra la región del Usumacinta, la Laguna de Términos, la región de Tixchel y la región cehache se lanzaron desde un epicentro común a todos ellos, la región del curso medio del río Candelaria. Si consideramos que las primeras conquistas de los chontales de Tamactún-Acalán no van a ser resultado de campañas dirigidas contra territorios remotos sino más bien contra vecinos inmediatos, posiblemente, por tanto, la región nuclear del reino de Tamactún-Acalán se encontraría en el interior de la tierra chontal, en el curso medio del río Candelaria, en la misma región donde siempre estuvo su centro de poder. La recién inaugurada dinastía de Tamactún-Acalán regiría en su comienzo un reino más entre otros de la Chontalpa, e iniciaría su expansión controlando la tierra del área vecina de Tanodzic (Tenosique), situada en su rumbo meridional (Figura 4).
Fig. 4 – Mapa de las principales entidades políticas del oeste de las Tierras Bajas del sur en el Postclásico Tardío (límites aproximados marcados con una línea de puntos). En la Figura se indica con una retícula el ajawlel de Tamactún-Acalán, territorio que se incluye dentro de la hegemonía del mismo nombre. Las flechas que parten del ajawlel indican la expansión emprendida por los ajawob’ de Tamactún-Acalán desde sus orígenes (mapa basado en Roys 1957 ; Scholes y Roys 1996 e Izquierdo 1997).
21Durante los siguientes reinados, el poder y territorio controlado por la recién estrenada dinastía no sólo se mantiene, sino que no va a dejar de crecer. Del segundo rey, Pachimal, poco más sabemos además de que era hijo de Auxaual. Podemos suponer que la primera expansión conseguida por su padre se mantiene. El tercer rey, Champel, hijo de Pachimal, desarrollará un papel más activo, a tenor de las fuentes: extenderá su influencia hacia la costa, hacia la estratégica región comercial de la Laguna de Términos, paso obligado de la importante ruta comercial costera, conquistando Tatenam y alcanzando Dzabibkán (Boca Nueva) y Holtún (Puerto Escondido). Esta misma política expansionista la seguirá Paxua I, su hijo y heredero, y cuarto rey de la dinastía, quien ocupará Tixchel. La ocupación del territorio de Tixchel va a marcar el comienzo del primer freno serio a la expansión Acalán por el norte, provocando una fuerte reacción de los territorios vecinos y el desencadenamiento de guerras con Champotón, Cactam (Xicalango), Apopomena y Acucyah (Tabasquillo), fuertemente involucrados en el comercio costero. Esta tenaz oposición supuso una auténtica guerra regional, si tenemos en cuenta que los lugares mencionados pertenecen a tres reinos independientes (Figuras 4 y 5) (vid. Izquierdo 1997), uno de ellos incluso no contiguo territorialmente con Tamactún-Acalán. Estas reacciones contra las pretensiones acalanas de expansión son exitosas, y los chontales de Acalán habrán de desalojar finalmente Tixchel, si bien con toda probabilidad mantuvieron el dominio de algunas poblaciones del interior. No obstante este contratiempo que pone límites a la expansión Acalán por la región de Tixchel, el rey Paxua I compensará el revés conquistando la tierra de los cehache mazatecat – de lengua yucateca –, de quien la crónica destaca la población de Tayel, y la de los dzulob – probablemente estos últimos de lengua del tronco nahua. Durante el reinado del siguiente gobernante, Pachimalahix I, hijo de Paxua I y quinto rey de la dinastía, Acalán tendrá probablemente su último episodio de expansión y alcanzará probablemente también su máxima extensión de influencia territorial. El rey Pachimalahix, según la relación chontal, llegará a extender su influencia hasta la costa este de la Península de Yucatán, imponiendo tributo a Chactemal (Chetumal) (Figura 4). También el rey Pachimalahix habrá de enfrentarse a la agresión vecina, esta vez por parte de los dzulob capitaneados por Tzitzimit, quienes llegarán a tomar Balancán y pretenderán imponer tributo a los chontales. Ante la negativa chontal de ceder a estas pretensiones, se desatará una guerra durante una campaña de ochenta días, que se saldará con el mantenimiento chontal de su autonomía y la conquista de un nuevo territorio, Tachakam, que, en el contexto de la guerra mantenida con los dzulob, debió pertenecerles de alguna manera, si bien el topónimo es claramente de filiación chontal.
Fig. 5 – Geografía política de la Chontalpa en el siglo xvi (según Izquierdo 1997, mapa 9).
22A partir de Pachimalahix I, los chontales parecen no emprender ninguna aventura expansionista más. Su sucesor inmediato será su hermano Macvaabin, quien aparentemente mantendrá la situación estable. Esa misma situación es la que heredará el siguiente rey, Paxbolonachá, séptimo rey de la dinastía, y sexta generación desde la llegada de Auxaual, cuyo territorio, en 1525, alcanzarán los españoles de Cortés. Sin pretender significar, por supuesto, que el estado era de paz, ni a Macvaabin ni a Paxbolonachá ni a los siguientes sucesores se les atribuirá ninguna otra conquista, ni se les mencionará como objeto de ninguna otra agresión exterior de envergadura. Con toda seguridad fueron constantes las confrontaciones de menor entidad en un estado permanente de tensión entre los chontales de Acalán con sus vecinos, como con los cehache, cuyos pueblos fuertemente fortificados fueron descritos por Cortés en su ruta hacia el Petén Itzá. En tiempos de Paxbolonachá la capital se establecerá en Ytzamkanac.
23Como hemos podido ver, durante posiblemente algo más de un siglo, la dinastía de reyes de Tamactún-Acalán ha ido construyendo un Estado estable y duradero, a la vez que dinámico en lo que se refiere a la extensión de sus áreas de influencia, las cuales han oscilado con el tiempo hasta estabilizarse, aparentemente, en su época final. La descripción que de Tamactún-Acalán hacen los españoles testimonia un territorio grande, políticamente fuerte y rico como lo sugiere esta apreciación de Hernán Cortés: […] « esta provincia de Acalan era muy gran cosa, porque hay en ella muchos pueblos y de mucha gente […] » (Cortés 1976, p. 199).
24Los estudiosos coinciden en identificar el sitio arqueológico de El Tigre con la Ytzamkanac de las crónicas (Scholes y Roys 1948 ; Piña Chán y Pavon Abreu 1959 ; Izquierdo 1997), aunque las investigaciones que se han realizado sobre él no han sido muy abundantes3. El Tigre ocupa la margen izquierda del río Candelaria, elevándose sobre una zona de lomas de unos 100 m de altura sobre el nivel del mar, y está rodeado de bajos por el oeste y por el sur, lo cual le proporciona una naturaleza estratégica para el control del tráfico fluvial y una posición defensiva de primer orden (Ochoa y Vargas 1986).
25El centro se compone de un núcleo que incluye cuatro estructuras mayores y seis menores organizadas en torno a dos plazas a las que se asocian trece altares y tres estelas lisas (Figura 6). Estos edificios fueron levantados en diferentes fases al menos desde el Preclásico Tardío, existiendo una continuidad de uso hasta el Postclásico Temprano y, quizás, hasta la llegada de los españoles. La arquitectura y los análisis de la cerámica recuperada apuntan tentativamente a que su etapa de esplendor corresponde al Preclásico Tardío, momento en que sus estructuras principales (1 a 4) fueron decoradas mediante grandes mascarones de estuco colocados en sus basamentos, los cuales manifiestan estrechas relaciones con los existentes en el Petén Central (Vargas y Teramoto 1996 ; Vargas 2001).
26Diferentes sacbeob’ articularon el centro del sitio con un asentamiento que se extendía más de 6 km. La calzada principal se distribuye en dos tramos: el primero alcanza 300 m de longitud y unos 25 m de ancho para salvar unos bajos y comunicar la zona habitacional de la ciudad por el oeste ; el segundo completa los 1.061 m de longitud y en su entorno se emplazan estructuras de superior tamaño conforme se acerca a la Plaza Central, constituyendo quizás la entrada principal a la ciudad. A unos 2 km de su conclusión un foso delimita el sitio por esta parte, aunque la zona habitacional continúa por otros 2 km más, finalizando en unos bajos. Por el sur, el sitio se extiende unos 3 km y muestra evidencias de una ocupación menor, concluyendo de nuevo en unos bajos y en la laguna Pato, donde un nuevo sacbé parece haber comunicado la zona salvando las áreas inundadas e incluso una estructura pudo servir como embarcadero. Hacia el este la ocupación se extiende unos 2 km, y presenta construcciones de buen tamaño.
27Esta consideración de centro complejo es la que nos transmite Cortés (1976, p. 26) al mencionar que Ytzamkanac era: « […] muy grande y de muy muchas mezquitas ». Pero es a Fernández de Oviedo a quien debemos una impresión más detallada de la ciudad cuando comenta que
« […] en esa ciudad de Acalan hay 900 o 1000 muy buenas casas de piedra y blancas, encaladas, cubiertas por techos de paja ; la mayoría de hombres principales » (Fernández de Oviedo 1944-45, Cap. VIII, p. 202).
28Como señala Izquierdo (1997), la composición urbana de El Tigre en varios grupos arquitectónicos conectados por sacbeob’ rodeados por zonas de bajos y pantanos, concuerda con la descripción que Bernal Díaz del Castillo (1984, p. 273) hace de Ytzamkanac-Acalán al decir que « era sobre veinte poblezuelos, de ellos unos en tierra firme y otros en unas como isletas, y todo se andaba en canoas por ríos y esteros ».
Fig. 6 – Centro ceremonial de El Tigre (según Vargas y Teramoto 1996, Fig. 2).
29Las fuentes documentales no son muy elocuentes, pero en el texto chontal aparecen indicios de que esta gran capital estuvo dividida en cuatro sectores o barrios, los cuales siguieron un patrón ideológico de tipo astronómico muy común en las capitales del Postclásico mesoamericano ; como se pone de manifiesto en México Tenochtitlan (Calnek 1976), Nojpetén (Jones 1998) y K’umarcaaj (Carmack 1981) entre otras. Al menos esto es lo que se deriva del siguiente pasaje contenido en los Papeles Paxbolón-Maldonado:
« […] como no había nada, no lo hubiera informado a los cuatro barrios del pueblo que nombré [Ytzamkanac]. Así sucedió que ellos escucharon lo que había que narrar » (Smailus 1975, p. 49).
30Es muy posible, por otra parte, que esta división cuatripartita de la ciudad se extendiera, como veremos más adelante, a todo el conjunto del territorio, el cual pudo estar simbólicamente dividido en cuatro cuadrantes conformados cada uno de ellos por un ajawlel, cuya representación política pudo residir en la capital Ytzamkanac (vid. infra). El texto chontal resulta, en este sentido, muy explícito cuando comenta que tras la llegada de fray Diego de Béjar a la ciudad en 1550 éste pide a los responsables del gobierno que destruyan sus ídolos y entonces
« […] ellos sacaron todos sus ídolos. Tanto a Cukulcahan, el ídolo del rey, como también al ídolo de Tadzunum, como también al de Tachabtte, como también [al de] Atapan [y al de] Taçactto y otros ídolos más » (Smailus 1975, p. 83).
31Parece claro que los ídolos de cada uno de los ajawlelob arriba señalados (Tadzunum, Atapan, Taçacto y Chabte/Tachabte) residían en la capital política de la hegemonía, y de ello se puede derivar que cada uno de los cuatro barrios a que hemos hecho referencia pudo estar regido por los gobernantes de dichos ajawlelob’, quienes residieron en ella y formaron el consejo político con el ajaw de Tamactún (vid. infra).
32Aunque no hay desacuerdo entre los investigadores a la hora de considerar Ytzamkanac como la capital de Tamactún-Acalán durante unas décadas y que tuvo una población de unos cuatro mil quinientos habitantes, sí lo hay acerca de la extensión del territorio que regentaba4. Clave para resolver esta cuestión es la lista de 76 pueblos dependientes de Acalán que ofrece el documento chontal. Para Scholes y Roys, estos 76 pueblos son pueblos reales, de distinta entidad, aunque no puedan ser identificados en el mapa. Para Izquierdo, sin embargo, estos 76 nombres constituirían una mezcla heterogénea de pueblos, barrios de pueblos, aldeas e, incluso, parajes deshabitados. Si bien coincidimos con Izquierdo en que esta lista recoge un variado grupo de poblaciones de muy diversa entidad en cuanto a población y tamaño, pensamos, en cambio, con Scholes y Roys que son poblaciones reales. Al margen de ello, la lista de los 76 pueblos pertenecientes a Tamactún es un tanto desconcertante:
1. Existen poblaciones claramente vinculadas a Tamactún tal y como muestran otros pasajes del texto chontal que, sin embargo, no aparecen en la relación. Por mencionar sólo un ejemplo, Chivoha, donde se refugió Don Luis Paxua tras su huida de Tixchel, y para quien Izquierdo (1997, pp. 87-88) demuestra la existencia de un « vínculo de subordinación […] a Itzamkanac en la época prehispánica », no está incluido en la lista.
2. De las conquistas realizadas por los reyes acalanes (vid. supra), sólo dos de ellas (Tayel y Tachakam) aparecen incluidas en la lista.
3. Llamativo es también que de la lista están excluidos lugares como Tadzunum, Atapan, Taçacto y Tachabte, que de acuerdo con el texto chontal fueron de extremada importancia política, ya que a estos lugares se asocian los cuatro principales consejeros de los monarcas de Tamactún. Dado que estos cuatro lugares han sido considerados como barrios de la capital Ytzamkanac, entonces no extrañaría su ausencia si lo que está mencionando esa lista son poblaciones, no barrios ; pero iría en contra de la interpretación de Izquierdo (1997), quien considera que la lista de 76 pueblos incluye también barrios – de hecho, de ninguno de los 76 sitios ha sido sugerido que se trate de un barrio de un pueblo.
4. Curiosamente también, los pueblos de la lista que han sido identificados geográficamente – sólo 5 de 76: Itzamkanac, Taxakhaa (Teotilac/Teutiercas), Xacchute (Tizatepetl), Tachakam y Chanhilix (Figura 4) – no se distribuyen por todo el territorio sugerido como perteneciente a Acalán (vid. Izquierdo 1997, p. 107), sino que todos se concentran en su mitad sur.
33¿En qué consiste entonces la lista de 76 pueblos? Del análisis del documento chontal y de las nuevas claves interpretativas del sistema político mesoamericano, sugerimos lo siguiente:
34En primer lugar, la lista de 76 pueblos pertenecientes a Tamactún corresponde exclusivamente a los pueblos que integraron el ajawlel de Tamactún, no a la totalidad de las poblaciones del territorio que integraron la esfera política de Tamactún como hegemonía política regional. El ajawlel o reino de Tamactún es, por tanto, un territorio geográficamente más pequeño que el de la hegemonía del mismo nombre (Figura 4). Dada la concentración de los lugares identificados de la lista en la zona sur, proponemos que éste es precisamente el área donde se encontraba originalmente el reino.
35En segundo lugar, sugerimos que desde este ajawlel de Tamactún-Acalán los reyes chontales construyeron y dirigieron una hegemonía política más amplia, fundamentalmente establecida mediante conquista y que tuvo una cierta estabilidad en el tiempo. Siguiendo el comportamiento mesoamericano atestiguado en otros lugares (Lacadena y Ciudad 1998), los reinos conquistados no suelen diluirse dentro de los reinos que los conquistan, sino que, en la mayoría de los casos, mantienen su propia identidad política como reinos independientes, conservando normalmente su propia dinastía local, pero supeditados económica, militar y políticamente al reino conquistador. Así, del mismo modo que los tlatohque de Tenochtitlan nunca incorporan a su título de tlahtoani de Tenochtitlan el de tlahtoani del reino recién conquistado sino que estos reinos van a mantener su identidad política pasando a formar parte de la hegemonía del vencedor, y del mismo modo también que los reyes mayas del periodo clásico tampoco van a incorporar a su glifo emblema el glifo emblema del reino vencido sino que éste va a seguir manteniendo su identidad política integrándose como subordinado en la estructura hegemónica política del vencedor (Lacadena y Ciudad 1998), así tampoco los reyes de Tamactún-Acalán van a incorporar a su ajawlel los territorios conquistados, sino que éstos van a seguir siendo gobernados por los dirigentes locales, si bien, como en los casos antes mencionados, integrándose dentro de la hegemonía política liderada por los reyes de Tamactún.
36Las excepciones a esta interpretación que estamos sugiriendo, los casos de Tayel y Tachakam, dos conquistas incluidas en la lista de los 76 pueblos, constituirían casos especiales, aunque posiblemente explicables: Tayel es una antigua posesión cehache, pueblo de larga enemistad con los acalanes, y posiblemente presentó una difícil inclusión dentro del sistema hegemónico de Tamactún si consideramos que podría no ser fácil que una dinastía de señores locales cehaches aceptaran un nuevo orden político bajo el dominio de los chontales de Tamactún. Tachakam es probablemente distinto, ya que en realidad no queda claro si los chontales de Tamactún recuperan a los dzulob ese territorio que les habría pertenecido antes, o bien es un territorio de los dzulob, aunque su nombre fuera chontal lingüísticamente.
37Los otros territorios conquistados, que aparentemente no se pierden, no van a ser absorbidos por el reino de Tamactún-Acalán, aunque claramente van a formar parte de su hegemonía política. Podemos suponer, aunque no hay información al respecto, que van a permanecer gobernados por dinastías locales de señores.
38El manuscrito no es demasiado elocuente acerca de la estratificación política existente en el ajawlel de Tamactún-Acalán, por lo que las deducciones acerca de este particular habrán de ser de tipo indirecto y difíciles de comprobar. Con claridad el dominio político del territorio estaba a cargo de un ajaw, la máxima autoridad de gobierno, una institución que había estado vigente en la región al menos desde principios del siglo xv, y que se había distribuido por la mayor parte de las Tierras Bajas mayas al menos desde el siglo iii d.C. (Lounsbury 1973 ; Mathews 1991). La evidencia disponible impide conocer si la máxima autoridad política de Tamactún añadió algún adjetivo a su título, como lo habían hecho una buena parte de los señores del Clásico, quienes habían complementado con el adjetivo k’uhul « sagrado » (Ringle 1988 ; Houston y Stuart 1996), su título de ajaw. Los chontales utilizaron el calificativo no, « grande », en la expresión canoahaula, « nuestro gran rey » para referirse a Felipe II (vid. Smailus 1975, p. 25), reconociendo que había un gran ajaw por encima de su ajaw. En el texto chontal se utilizan varias expresiones que implican respeto y grandiosidad en relación a algunos personajes, aunque algún calificativo parece hacer referencia a la máxima autoridad de un territorio político: tras establecerse Cortés en Tuxakhaa y llamar a consultas a Paxbolonachá, éste convocó a su consejo político compuesto por los responsables de los ajawlel baob de Tadzunum, Chabte, Atapan y Taçacto, y después de recapacitar:
« ahix ubichel uthane tuba uchun ahau ».
Tanto Scholes y Roys (1996, p. 332) como Smailus (1975, pp. 49, 139 ; nota 7) traducen este pasaje como « […] Él dijo a los principales que quería irse » ; la traducción más literal proporcionada por Smailus (1975, p. 49) es « […] comenzó su ir, el dice su principal rey » ; « su principal rey dijo que quería irse » [énfasis nuestro].
39Independientemente de la validez de la traducción que ofrecen estos autores, es evidente que en esta ocasión la fórmula u-chun ajaw se utiliza para hacer referencia a su ajaw principal, reconociendo quizás una situación similar – aunque no de uso generalizado – a la que se establece cuando a una autoridad del Clásico se le reconoce como k’uhul ajaw. Las fuentes coloniales confirman la continuidad del término ajaw durante el Postclásico (Lacadena y Ciudad 1998), etapa en la que este título mantiene la misma significación de máxima autoridad política5.
40La entidad política gobernada por un ajaw, « rey, señor », es el ajawlel o ajawil en términos cholanos o el ajawlil en yucateco, los cuales fueron utilizados desde el Clásico hasta finales del siglo xvii (Lacadena y Ciudad 1998), indicando de nuevo la continuidad en la concepción y en la estructura interna y externa del gobierno en las Tierras Bajas mayas desde su fundación hasta los diferentes procesos de colonización de la región. El manuscrito chontal deja claro en varias ocasiones que la fórmula de acceso a este territorio es chumvanix ta ajawlel « se asentó en el reino », « comenzó a gobernar », designándolo como toda la entidad política (Smailus 1975, p. 32).
41La documentación obtenida en los Papeles de Paxbolón-Maldonado sostiene que el ajawlel de Tamactún-Acalán es dinástico, con una sucesión al gobierno de tipo patrilineal y con preeminencia en la primogenitura, tal como se deriva de la expresión:
Uvadzac ahau ukaua paxbolonacha uppenel Pachimalahix
« […] El sexto rey fue uno de nombre Paxbolonacha, hijo de Pachimalahix » (Smailus 1975, p. 33).
42Esta norma sucesoria no es privativa del área chontal ni del Postclásico Tardío, sino que se puede observar desde los inicios del Clásico hasta la llegada de los españoles en aquellas regiones del territorio maya para las que existe documentación. Las fuentes consultadas para otras hegemonías existentes en las Tierras Bajas en el momento de la conquista confirman este carácter dinástico del ajawlel, según queda establecido en el interrogatorio que Don Martín de Ursúa realiza a Kan Ek’ en Nojpetén:
« […] Preguntóle si aquel señorío lo había heredado de sus antecesores […] Respondióle que aquel señorío lo había heredado de sus antecesores, y que desde que vinieron de Chichénitzá sus ascendientes habían obtenido el tal señorío […] » (Villagutierre 1985, Cap. XVI, p. 469).
43El hecho de que fuese un Kan Ek’ el gobernante de Nojpetén y su territorio cuando Cortés realizó su viaje a Las Hibueras en 1525, documenta que la dinastía se había instalado en el poder en la región al menos durante ciento setenta años (Cortés 1976). El manuscrito chontal sugiere con claridad que la dinastía que gobernó a los mactún estuvo en el poder cerca de una centuria.
44Podemos pensar que la herencia de padres a hijos fue una norma de trasmisión del poder en el territorio maya, aunque disponemos también de otras posibilidades (Martin y Grube 2000) ; en el caso de Acalán, este sistema fue compartido en alguna ocasión por la trasmisión del poder a hermanos: tras el quinto rey, Pachimalahix, gobernó su hermano menor Macvaabin, y tras él entró en el poder Paxbolonachá, hijo de Pachimalahix (Smailus 1975, p. 32). Esta misma norma sucesoria ocurre con los hijos de Paxbolonachá, quienes gobiernan de manera sucesiva de mayor a menor: Pachimalahix, Lamatazel y Paxtun (Smailus 1975, p. 67). De todas formas, la sucesión preferente de hermanos frente a hijos no invalida la sucesión de padres a hijos, ya que los hermanos heredan en realidad el trono por ser hijos del anterior gobernante.
45Como ocurriera a lo largo del periodo clásico en las Tierras Bajas mayas, el título ajaw no solamente era ostentado por la máxima autoridad política, sino también por sus hijos y por otros gobernantes del ajawlel. Mututzin Ahau, uno de los cuatro hombres principales de Paxbolonachá, tenía el mismo título que él, y el texto menciona otros ajawob’, como en el caso de Palocem Ahau. Esta situación de duplicidad del título entre individuos que tenían el máximo poder territorial y aquellos que se encontraban subordinados a ellos, e incluso de aquellos descendientes de un máximo gobernante que no tuvieron poder territorial, se había solucionado en el periodo clásico con la aplicación del adjetivo calificativo k’uhul, « sagrado », al título ostentado por la máxima autoridad política de los ajawlelob’ mayas, si bien también los k’uhul ajaw entran en situaciones de dependencia respecto a otros k’uhul ajaw. Carecemos de fórmula similar para el gobierno chontal, pero del manuscrito se desprende con claridad que hubo una autoridad política de máximo nivel que ostentó el título de ajaw, y otros personajes que también portaban el mismo título y que estuvieron subordinados a él, como Mututzin o Palocem.
46Aunque en la genealogía de reyes chontales no se nombra ajaw a su fundador, Auxaual, el título es ostentado a partir de su sucesor, Pachimal (Smailus 1975, p. 27), y se asocia a toda la dinastía hasta el año 1557 en que accede al cargo de gobernador don Luis Paxua, hijo de Pachimalahix y nieto de Paxbolonachá (vid. supra). Es decir, que el término ajaw se utiliza en toda la secuencia prehispánica y en los primeros instantes de la Colonia, apareciendo hasta en cerca de 50 ocasiones (Smailus 1975, p. 127) en el texto chontal, y dilatándose cerca de 75 años. No podemos pensar que tres cuartos de siglo sea un periodo de tiempo largo ni corto de duración de una hegemonía, pues existen evidencias suficientes para ambos casos: si prestamos atención a algunas grandes ciudades como Calakmul o Tikal, entonces la duración es corta, pero si nos fijamos en otros ajawlelob’ podremos observar que es normal e incluso más dilatada que algunos de ellos.
47Además del título ajaw aplicado tanto a la máxima autoridad política como a otros personajes que no gobiernan, y manifestando de nuevo una clara continuidad institucional con el Clásico, otro título que parece aplicarse en Tamactún es el de ch’ok. Como sucede en otras ocasiones, de nuevo nos encontramos con un pasaje algo problemático en el texto chontal y que tal vez requiere una nueva interpretación ; tras reunirse algunos principales en consejo decidieron que Paxbolonachá no debía ir a entrevistarse con Cortés, entonces:
cahi uthanbel huntul ahau choc ukaba palocem ahau.
Smailus (1975, p. 50) traduce esta frase como « […] un principal de nombre Palocem Ahau dijo… ». Sin embargo, nuestra interpretación es algo distinta: « […] Un ahau choc (ajaw ch’ok), de nombre Palocem ahaw le dijo ».
48El resultado sería entonces radicalmente distinto, pues Palocem no sería principal, sino ajaw y además sería ch’ok « joven », un rango ampliamente representado en las inscripciones del periodo clásico que acompaña a personajes que pertenecen a un linaje ajaw pero que no gobiernan. Cortés (1976, p. 106) refiere que:
« […] Apaspolon había mandado a su hijo para entrevistarse con Cortés y decirle que su padre había muerto […] ».
49Curiosamente, Palocem no aparece en la relación dinástica que sucede a Paxbolonachá, pero puede ser un ajaw de un ajawlel distinto ; uno de los cuatro que conformaron la hegemonía de Tamactún. Debajo de estas dos jerarquías se situaron otros dignatarios que son denominados en el texto como nucalob’ o nuc uinicob’ « hombres principales ». Aunque no podemos establecer con claridad sus funciones políticas, se les menciona en el documento, reuniéndoseles en consejo en las diferentes ocasiones en que se deben tomar decisiones delicadas para la vida del ajawlel.
50La narración de Don Pablo Paxbolón registrada en 1612 tiene gran significado histórico y político para el conocimiento de la región, pero no deja de ser una fuente casi única para documentar la organización política del territorio durante el Postclásico, la cual apenas si se puede avalar por el momento desde el punto de vista arqueológico, y tiene poco contraste etnohistórico. Por otra parte, el interés exclusivo de Don Pablo Paxbolón a la hora de redactar el manuscrito es que
« […] tenía necesidad que tomasen los dichos de los viejos porque quiero saber y oír cómo empezaron y cómo vienen sus abuelos y antepasados, que hace mucho tiempo fueron reyes » (Smailus 1975, p. 26).
51Por consiguiente, la consulta de los mencionados papeles permite conocer de manera más profunda la dinastía y la evolución del ajawlel de los antepasados de don Pablo Paxbolón, pero sólo de manera tangencial hace referencia a la hegemonía política de la que ellos formaron parte y fueron sus principales protagonistas ; de manera que apenas ofrece información sobre los otros reinos que estuvieron integrados en ella. Ello no obstante, resulta clara la referencia a cuatro ajawlelob’ que, junto a aquél de Tamactún-Acalán, formaron una hegemonía política con sede en Ytzamkanac (Smailus 1975, pp. 48-49, 83):
cahix me abi umobtel ubaob cablel ahaulel baob cheba tadzunum ba ahaulel ba cheba atapan ba ahaulel ba cheba taçacto ba ahaulel ba
Smailus (1975, p. 48) interpreta este pasaje de la siguiente manera: « […] Entonces se reunieron los principales de los pueblos, sea el principal de Tadzunum, sea el principal de Atapan, sea el principal de Taçacto ».
52Sin embargo, y aunque no es evidente en la traducción al español, en el texto chontal se establece de manera explícita que estos pueblos son en realidad ahaulel, « reinos ». De hecho, en otro lugar de este texto los cuatro nombres se refieren como: chan tzucul cab, que, si bien ha sido traducido como « cuatro barrios del pueblo », en realidad puede traducirse más apropiadamente como « cuatro provincias/partes de la tierra ». En consecuencia, una nueva lectura del manuscrito sugiere que tales términos no corresponden a barrios ni a pueblos: no aparecen en la relación de 76 pueblos pertenecientes al ajawlel de Paxbolonachá, ni tampoco se hace referencia a ellos como sitios conquistados, tampoco los menciona Cortés ni Díaz del Castillo y se supone que son pueblos importantes ; más bien esta traducción puede obedecer a la interpretación de la estructura política en vigor en tiempos en que realizó su traducción Smailus (1975 ; véase también Scholes y Roys 1948). A tenor, por tanto, de la propia denominación que tienen en el texto chontal, nuestra propuesta es que tales ajawlel baob son entidades políticas subordinadas, reinos que conforman la hegemonía política de Tamactún-Acalán, integrada de este modo por el propio reino de Tamactún – que sería el reino principal en torno al cual se articula la hegemonía –, más los ajawlelob’ de Tadzunum, Atapan, Taçacto y Tachabte ; una fórmula de gobierno territorial que se encuentra en la tradición política en vigor en las Tierras Bajas mayas a lo largo del Clásico (Ciudad 2000 ; Lacadena y Ciudad 1998).
53Resulta bastante complicado establecer la extensión de la hegemonía de Tamactún. En un reciente y detallado estudio, Izquierdo (1997, p. 33, mapa 3) sostiene que ésta podría alcanzar unas dimensiones próximas a los 8.000 km2 a inicios del siglo xvi6, a los que habría que sumar aquellas zonas controladas en Isla del Carmen (pero véase Scholes y Roys 1996 para un territorio más reducido). Fundamentándose en la información proporcionada por los documentos coloniales y en las escasas investigaciones arqueológicas realizadas sobre la zona, Izquierdo establece el límite oeste de Tamactún en torno al pueblo de Tizatépetl, el primer asentamiento chontal de la hegemonía de Acalán que visitó Cortés. El límite por el este se situaría en Mazatlán, un asentamiento que da nombre a una entidad política enemiga controlada por los cehache y que estaba separada de la anterior por una franja de tierra de nadie, como ocurre con otras zonas de guerra en la región. Por el sur, el dominio llegaría hasta el río San Pedro y su confluencia con el arroyo de la Esperanza, mientras que el norte limitaba con la Laguna de Términos y el Golfo de México. Estas apreciaciones han de entenderse como la extensión máxima del dominio en un momento muy preciso, que se correspondería con la época del gobierno de Paxbolonachá – que se encuentra en el trono hacia 1525, cuando llega la expedición de Cortés (Figura 4). Como ocurre con otras hegemonías políticas de la región maya a lo largo de la etapa prehispánica, estas entidades políticas no fueron estáticas, sino que gozaron de gran flexibilidad, por lo que pudieron variar de extensión e importancia a lo largo de su existencia ; tal como se sostiene de la historia de Tamactún presentada en los documentos.
54Al igual que su cabecera política, el territorio estuvo simbólicamente dividido en cuatro cuadrantes, siguiendo un patrón ideológico mesoamericano que organizaba la tierra según las cuatro direcciones y tenía en su centro el punto de unión con el cielo y el inframundo. Esta división parece tener una sanción claramente determinada por los inicios de la historia del ajawlel – recuérdense los cuatro acompañantes de Auxaual –, aunque no podríamos determinar si éste tuvo un contenido legendario o, por el contrario, obedecer a la realidad7.
55López Austin (1995, pp. 448-451) argumenta al respecto que en Teotihuacan el poder tradicional fundamentado en los linajes se vio complementado por otro basado en el territorio, el cual abarcó comunidades de distintas etnias. Los jefes de tales etnias se aliaron entre sí con el fin de consolidar su poder, dando origen a una nobleza organizada como un linaje independiente superior en funciones y derechos a los de los linajes tradicionales ; nobleza que reclamó una ascendencia específica suficiente para autentificar la nueva forma de gobierno. Además, proclamaron como deidad sancionadora de esta nueva ideología a Serpiente Emplumada, quien dio expresión y poder a los pueblos de Zuyuá.
56Los nuevos linajes justificaron su posición en una ideología que, sobre bases más antiguas, se forjó en el Epiclásico y reduplicó la geometría del universo8. La imposición de este modelo cósmico fue importante en la articulación política de los zuyuanos (López Austin y López Luján 1999, p. 61). Con la organización cuatripartita organizada desde un centro de las principales capitales del Postclásico Tardío, sus gobernantes no hacían otra cosa sino reproducir sobre sus capitales – y seguramente también sobre sus territorios – el orden primordial ; aquel que emanaba de la mítica Tollan a quien querían imitar y reproducir, y de donde decían proceder.
57Otra característica de los grupos zuyuanos fue combinar un sistema de gobierno que tenía un componente interno de carácter dual – que entre los mexicas recaía sobre el tlahtoani y el cihuacoatl ; una organización administrativa y política de la ciudad dividida en cuadrantes – los nauhcampan mexica ; y la constitución de una triple alianza de capitales para ejercer un control hegemónico del territorio, el cual solía segmentarse burocráticamente en cuatro partes correspondientes a las divisiones del plano terrestre (López Austin y López Luján 1999, pp. 62-63). Este modelo no es originario de los mexica, sino que tiene una naturaleza zuyuana y hunde sus raíces en tradiciones que toman su expresión durante el Epiclásico en centros como Xochicalco, Cacaxtla y otras capitales, y se extiende por amplias regiones de Mesoamérica en el Postclásico: es el que se manifiesta en el centro-norte de Yucatán con la denominada Liga de Mayapán con la posible confederación de Uxmal, Chichén Itzá y Mayapán, la cual se disolvió a finales del siglo xiii ; y también parece estar presente en la formación del reino quiché mediante la confederación de la Jakawitz quiché, Tzameneb de los rabinales y Paraxoné de los cakchiqueles (López Austin y López Luján 1999, pp. 99, 125 ; Fox 1989) ; y es muy posible que se pueda también extender a la formación del estado tarasco, que durante tres décadas vio surgir una confederación de tres ciudades – Pátzcuaro, Ihuatzio y Tzintzuntzan – entre 1450 y 1480 (ibid., p. 123).
58Los Papeles de Paxbolón-Maldonado son, como acabamos de señalar, muy parcos en comentar el comportamiento de los ajawleob’ subordinados a la hegemonía de Tamactún-Acalán ; si bien hemos podido comprobar que una trayectoria de conquistas militares y de sometimiento a tributo llevaron a diferentes etapas de expansión y contracción del territorio de los mactún, y que, de hecho, este poder hegemónico pudo tener su origen desde tiempos de Auxaual (vid. supra), lo cierto es que no conocemos sus características más notorias.
59Es Cortés quien llama la atención acerca de que el territorio está políticamente jerarquizado a su llegada al mencionar que:
« […] uno de los naturales de aquel pueblo [Tizatepetl], que se decía ser señor de él, me dijo que muy cerca de allí estaba otro pueblo, que también era suyo, donde había mejores aposentos y más copia de bastimentos, porque era mayor y de más gente […] Este llámase Teutiercas […] » (Cortés 1976, p. 106).
60Estos centros, Tizatepetl (Xacchute) y Teutiercas (Taxakhaa) están incluidos en la relación de 76 pueblos que pertenecen al ajawlel de Paxbolonachá (vid. supra), y por tanto estaban supeditados político-territorialmente a Ytzamkanac, según se denota en el siguiente pasaje:
« […] El señor de este pueblo [Teutiercas] […] me dijo que Apaspolon [quien había mandado a su hijo para entrevistarse con Cortés y decirle que su padre había muerto] […], señor de toda aquella provincia, era [estaba] vivo […] » (Cortés 1976, p. 107).
« […] Según supe, no hay en [la provincia de Acalán] ella otro señor principal, sino el que es el más caudaloso mercader […] que es este Apaspolon, de quien arriba he nombrado a vuestra majestad por señor principal » (Cortés 1976, p. 199).
61Es decir, que el señor local de Tizatépetl y Teutiercas [Tuxakhaa] estaba subordinado al ajawlel de Paxbolonachá, pero gobernaba con cierta autonomía su territorio. Aunque el concepto de hegemonía implica poderes más amplios que los subyacentes bajo el estado segmentario, ello no quiere decir que estos sean absolutamente firmes y bien asentados ; como podemos observar en la cita anterior, es el propio señor de Teutiercas y Tizatépetl el que confirma a Cortés que Paxbolonachá está vivo, que-brando en cierto sentido la estrategia de su señor superior y manteniendo con respecto a él una discutible lealtad. Sin duda, con el ánimo cierto de debilitar la cabecera de la hegemonía y poder salirse de ella, una pertenencia que podía ser onerosa para el señor de Teutiercas, bien sea en tributo, en independencia política, en acceso a una red comercial, etc. De la debilidad estructural propia de los estados segmentarios da muestra esta disgresión de Cortés, quien no sólo confirma la existencia de señores naturales, sino que estos no mantienen en ocasiones ninguna fidelidad e incluso están dispuestos a independizarse de su propia cabecera. Bernal Díaz del Castillo (1984, p. 276) confirma esta norma de este tipo de formaciones políticas preindustriales cuando menciona que:
[Con la intención de salir de Acalán Cortés les ruega que les ayuden a hacer puentes] « […] y los caciques dijeron que, puesto que eran sobre veinte pueblos, que no les querían obedecer todos los más dellos, en especial unos que estaban entre unos ríos, y que era necesario que luego enviase de sus teules [soldados] […], y que los mandase que los obedeciesen, pues que eran sus sujetos […] ».
62La propia naturaleza débil de la estructura política interna del gobierno en las sociedades mayas, junto con la formación de la hegemonía a base de la subordinación política, aumenta la sensación de debilidad en estos territorios políticos, quienes permanentemente corren el peligro de desestructuración ; y estas características pue-den explicar la dinámica historia de la región, que incluye entre otros factores sucesivas decadencias de ciudades y territorios.
63La hegemonía se había ido formando y haciéndose compleja a base de diferentes estrategias que están bien documentadas en las prácticas políticas tanto de las Tierras Bajas mayas (Culbert 1991) como del área cultural mesoamericana a lo largo de la etapa prehispánica. Aunque el texto es bastante lacónico en relación a la mayor parte de estas estrategias, sin embargo es muy explícito en relación a la guerra y el tributo. El relato de cómo se fue forjando la hegemonía chontal del Postclásico Tardío recuerda estrechamente otras formaciones de hegemonías en el periodo clásico maya, del cual es clara continuación: (1) fundación del reino (con « llegada » o no del fundador), (2) comienzo de expansión fundamentalmente militar, (3) edificación de la hegemonía, la cual, dentro de una cierta continuidad, siempre será cambiante en extensión y poder efectivo, dependiendo en una buena medida de la efectividad del control político-militar que se pueda ejercer sobre los vecinos. En este sentido, los Papeles de Paxbolón-Maldonado nos informan por ejemplo de triunfos militares duraderos, como la conquista a los cehache de Tayel, población que será incorporada al ajawlel de Paxbolón, pero la suerte cambiante con la expansión hacia el norte, hacia Tixchel, población que no se podrá mantener durante mucho tiempo por las presiones insostenibles que sobre ese avance chontal realizaron los reinos vecinos, queda en una nebulosa.
64La integración de grupos diversos desde el punto de vista étnico y lingüístico en torno a un mismo territorio político es complicada si disponemos de una estructura política débil, incapaz de organizar las tensiones que necesariamente surgen, tanto entre grupos que han sido integrados por medio de alianzas políticas y comerciales como por medio de la guerra. Aunque conocemos bastantes aspectos del comportamiento político de los mayas prehispánicos, no disponemos de noticias suficientes que nos permitan pensar que en el pasado se produjeron reformas importantes en el sistema político, que fuesen capaces de asimilar estas situaciones de mayor variación y complejidad en la composición del estado maya. Por eso el faccionalismo, la segmentación y la guerra pueden haber sido mecanismos intrínsecos en este tipo de sociedades (Brumfiel y Fox 1984). Y este tipo de causas puede aportar también una explicación estructural para los muy frecuentes y repetidos « colapsos » que se sucedieron en el territorio maya a lo largo de su historia:
« […] Entonces vinieron los dzulob y tomaron Balancal. Tzitzimit era el nombre de su capitán. El le pidió a Pachimalahix que compartiera con él el tributo de los pueblos […] pero como no quiso dárselos, él comenzó a reunir a su gente y durante 20 días se hicieron la guerra. Entonces regresaron de nuevo y llegaron a Acalan y tomaron Tachakan (Chacani) » (Smailus 1975, p. 32).
65En este caso, parecen ser enemigos externos quienes amenazan y debilitan la hegemonía, dada la clara referencia de dzulob a « los extranjeros », aunque los acaltecas respondieron con la toma de Tachakan y otros asentamientos cechaches. Es muy posible que el fin de las hegemonías políticas en el área maya coincidiera con la debilidad y el resquebrajamiento de la institución del ajaw (Houston et al. 2001). En el caso de Acalán esto resulta bastante claro, si bien el caso es atípico porque se produce como consecuencia de la intromisión de los españoles. El siguiente pasaje es claro al respecto:
« […] [Paxbolonachá] tenía tres hijos: Pachimalahix, cuyo hijo Don Luis Paxua huyó a Chiua, Alamatazel cuyo hijo fue Pablo Paxbolón, gobernador ahora, y Pastun […] el séptimo [en la dinastía] fue Don Pablo Paxbolonacha, gobernador ahora, hijo de Alamatazel » (Smailus 1975, p. 67).
66La consecuencia que se extrae de la lectura del texto chontal es que la entidad política controlada por Paxbolonachá y su dinastía se forjó en algún momento de la segunda mitad del siglo xiv, por Auxaual, quien instituyó una estructura política cuatripartita en el área en torno a Tanodzic: esta estructura descansaba en cuatro unucalob, principales, de nombre Huncha, Paxoc, Chacbalam y Paxmulu. Es difícil conocer hasta qué grado esta estructura cuatripartita se mantuvo intacta a lo largo de todo el proceso histórico hasta la llegada de los españoles y, por consiguiente, sirvió de base para la formación de una hegemonía política que tuvo por cabecera Ytzamkanac. Sea como fuere, parece claro que esta hegemonía de estructura cuatripartita se fue fortaleciendo mediante diferentes estrategias, en especial a partir de la conquista militar y la imposición de tributos sobre grupos de diversa procedencia étnica y lingüística: chontales, cehaches yucatecos y, seguramente, nahuas.
67La hegemonía estuvo formada por cinco ajawlelob’ distintos: el propio de Tamactún-Acalán, y aquellos que corresponden a Tadzunum, Chabte/Tachabtte, Atapan y Taçacto, cuyos gobernantes parecen haber sido en el momento de la llegada de Cortés, Paxbolonachá, Patzinchicihua, Tamalbinyan, Paxuanapuk y Paxhochacchan. Sólo del primero conocemos su dinastía y el desarrollo de su entidad política, pues, como se ha señalado, el interés de quien requirió e inspiró el texto chontal, Don Pablo Paxbolón, fue hacer una proclamación de los servicios prestados por sus antepasados y por él mismo a la Corona con la intención de solicitar una encomienda a Felipe II, y por tanto el contenido del texto chontal se refiere a la historia del reino principal, sólo mencionando tangencial y superficialmente a los otros reinos y sus dinastías.
68Seguramente, los administradores de cada uno de los territorios políticos mencionados residieron al menos temporalmente en Ytzamkanac, donde simbolizaron una estructura cuatripartita con una quinta parte en el centro representada por Paxbolonachá ; una estructura global del universo de amplia aceptación en el mundo mesoamericano. Estos personajes conformarían el consejo político del uchun ajaw, el ajaw principal de la hegemonía, que fue gobernada desde Ytzamkanac. El gobierno del ajawlel de Paxbolonachá descansó en cuatro nuc uinicob, uno de los cuales al menos lleva el título de ajaw: Mututzin ajaw, Kintzuncti, Padzayato y Tamalyaxun. La ostentación de este título por parte de otros personajes, así como el de ch’ok ajaw, reflejan la fuerte continuidad de la estructura político territorial en vigor en el área desde el periodo clásico.
69La documentación analizada tanto en la provincia chontal de Acalán, como aquella procedente de la región itzá e incluso, pero con fuertes reservas, en el territorio ocupado por los lacandones en los siglos xv-xvii, así como en el centro y norte de la península de Yucatán, pone de manifiesto que la organización política de los mayas del Clásico se perpetuó en las Tierras Bajas hasta la llegada de los españoles. Ésta estuvo basada en formaciones hegemónicas que englobaron bajo su dominio diferentes entidades políticas – algunas de ellas organizadas en hegemonías políticas menores –, las cuales mantuvieron diferentes grados de subordinación con respecto a un territorio político principal ; una práctica política plenamente integrada en la tradición cultural de la Mesoamérica prehispánica.