Cuando dije que había ido a
Tokio algunos me preguntaron si Tokio era una ciudad futurista y si sentía que había viajado al futuro. La pregunta no me sorprendió porque me parece que mucha gente tiene esa percepción de
Japón. Puede que la razón sea que la ciudad está forrada de luces de neón y eso es lo que ponen en las películas. También contribuye el hecho de que tienen cosas sorprendentes como el tren bala.
Pero a mí Tokio no me pareció futurista. Lo que más me sorprendió fue justamente lo contrario. Tokio tiene muchas cosas tecnológicamente superiores, pero no desechan la tecnología, las cosas antiguas no son reemplazadas, sino que se suman a lo nuevo. La tecnología es importante, pero muchas cosas se hacen todavía a mano. No es raro ir a una tienda y que cuando te pidan la tarjeta para pagar la pasen por una máquina de esas antiguas que usan papel de calco. Si compras algo “tax free” el dependiente pasa media hora rellenando formularios y poniéndole sellos.
Alguien me dijo que en las oficinas la gente se comunica todavía por fax. Por otra parte, así como hay edificios que parecen sacados de una película de ciencia ficción (como el
Tokyo Tower o el
Fuji TV Building) hay también un gran número de edificios antiguos con cosas rotas en la fachada que podrían estar en cualquier ciudad de
EEUU o
Europa con la diferencia quizás de que tienen anuncios de neón.
A lo que voy es que Tokio no es futurista, no sientes que has llegado al futuro. Sientes que has llegado al presente, un presente parecido al tuyo pero con diferencias extrañas, es como si hubieses aterrizado en un presente alternativo, la sensación es parecida a lo que sientes cuando lees novelas en las que alteran el curso de la historia y todo es diferente (como
Watchmen). Tokio es un presente en el que cuando alguien inventó las máquinas expendedoras de bebidas en lugar de quedar en un segundo plano, se hicieron tan populares que hay una en cada esquina y la gente las usa para todo. En la realidad alternativa de Tokio las mascarillas de los médicos fueron adoptadas por la gente en general para combatir enfermedades y las usan cada vez que sienten que pueden estar resfriados.
Otra cosa que me sorprendió de Tokio es que hasta el momento en el que me bajé del avión no entendí que mi idea sobre las ciudades era incompleta, que era un prejuicio. Hasta ese momento creía que toda ciudad era por fuerza sucia, desordenada, caótica; que era imposible tener una cosa sin la otra. Que la idea de una ciudad limpia era un oxímoron. En palabras de
Kurt Vonnegut Jr: “what an ugly city every city is”. Pero dudo que
Vonnegut hubiese pisado Tokio.
El área metropolitana de Tokio tiene más de 30 millones de habitantes. Además es una ciudad continua, lo que quiere decir que si quisieras podrías recorrerla de un extremo al otro a pie. Eso en Europa te puede parecer normal, pero en EEUU las ciudades son muchas veces un cúmulo de suburbios conectados por carreteras largas, y ciudades grandes como
NYC están unidas por puentes. Una ciudad de estas dimensiones debería ser sucia, desordenada, caótica; pero Tokio no es así. Es una ciudad pulcra. No hay basura, ni huele mal en ninguna parte. Aunque sí es caótica (hay miles de personas, luces, ruido, siempre está pasando algo) no es desordenada.
Todo está ordenado y los japoneses se cuidan mucho de seguir las reglas para no incomodar a los demás.
Con respecto a la basura es sorprendente porque salvo en los baños públicos no hay papeleras en casi ningún lugar. Si vas caminando por la calle difícilmente encontrarás un lugar en el que tirar el envoltorio de lo que sea que te estás comiendo. A veces tienes que guardarlo en un bolsillo o en el bolso hasta que encuentres donde echarlo. En un lugar como
Latinoamérica o EEUU eso sería garantía de que la ciudad sería un desastre de basura sin remedio: si la gente no tiene un basurero cerca, lo tiran a la calle; pero en Japón la gente guarda la basura en sus bolsos y la tiran al llegar a su casa. Cada quién se hace responsable de su propia basura y por eso la ciudad está siempre limpia.
También es una ciudad verde: hay muchos parques, todo está lleno de árboles. Cuando conoces Tokio te das cuenta de que las ciudades no tienen por qué ser sucias y desordenadas. Lo son porque nosotros somos así: sucios y desordenados. Si la gente fuese más limpia tomaríamos decisiones que harían de nuestras ciudades algo más vivible.
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1973
- published: 09 Jun 2015
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