domingo, 14 de febrero de 2016

Una tarjeta que nos lleva a otros tiempos

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Técnica mixta

Una de las cosas que me gustaba hacer, cuando iba a casa de mis padres, era mirar en la caja metálica - aquella del Cola Cao, que las amas de casa coleccionaban y que servían para contener cualquier cosa - donde mi madre guardaba viejas fotos y antiguas postales de Navidad, del día de su santo, de cumpleaños de mis tíos... 

Fotos de nosotros siendo bebés, de niños, de adolescentes... Fotos de la familia en la feria carteyana, con nuestros vestiditos nuevos de percal hechos por mi abuela Eladia... Fotografías color sepia donde mi padre aparecía con el traje de Regulares, junto a otros compañeros, españoles y marroquíes, allá en Melilla... Fotos en la playa motrileña de Las Azucenas, el pelo al viento, las olas mojándonos los pies... Las hermosas fotos de boda donde sus primas norteamericanas aparecían bellísimas, con sus vestidos vaporosos de princesas, rodeadas de damas de honor y de sus elegantes acompañantes masculinos, allá en Nueva Orleans, con tantas flores y sonrisas perfectas. Muy americano todo.

Yo también he ido coleccionando postales de todo tipo a lo largo de mi vida, por eso, el día que mi madre me dió sus tarjetas, las uní a las mías preguntándome qué podría hacer con ellas, aparte de mirarlas, de tanto en tanto, recordando otros tiempos. Son tarjetas vintage, como solemos decir ahora.

Ahora ya sé qué puedo hacer con ellas: reciclarlas, fabricar nuevas cosas,  para regalarlas o para tener mis propios diarios adornados y personalizados. Y eso es lo que he hecho con esa tarjeta, por ejemplo, y que me ha servido para hacer esta de San Valentín. La tarjeta se la regaló una amiga a mi madre, cuando apenas eran adolescentes, por el día de su santo. Con letra irregular, y alguna que otra falta de ortografía, su amiga felicitaba a aquella Lolita casi niña y, en una esquina, añadía: En ese barquito iremos juntas a recorrer el mundo.

No sé si su amiga recorrería mucho mundo, pero mi madre sí lo hizo, yendo y viniendo, con los niños y la casa a cuestas, por gran parte de la geografía española, cómo solían hacerlo los gitanos, los funcionarios de ferrocarriles y los guardias civiles. Como mi padre. Éramos nómadas, y yo me acostumbré a tratar con gentes y paisajes como si tal cosa, como si cambiar de cuartel y de casa cada año, o cada dos años, fuera lo más normal del mundo. 

El corazón rojo con la frase Whose Valentine are you?, es parte de una pequeña tarjetita que yo atesoraba desde que tenía once años y que encontré allá, en Fuentebravía, cuando vivíamos en el cuartel de La Bermeja, en la que  fuera mi playa gaditana favorita, junto a la base hispano-americana de Rota. Recorté el corazón y guardé el resto. Los Valentines eran enviados entre ellos como algo habitual, y no sólo entre enamorados, sino entre todo el mundo, y después los desechaban. Yo los encontraba y los guardaba. Y aquí está ahora, un trocito de aquella época americana adornando my Valentine card actual.

Todo esto para decir que esta tarjeta es un pequeño homenaje a mi madre, que se está recuperando en el hospital, y que espero que esté en casa prontito, para seguir con sus rutinas diarias.

 


Esta es la parte posterior de la tarjeta. He querido hacerla así por dos razones: primero, porque he forrado todo el soporte, es decir, el papel acuarela, como si fuera una portada de un cuaderno, de un diario, y me ha quedado bastante aceptable para ser el primero que hago - a ello ha contribuído 'el cortador de esquinas' que me fabriqué siguiendo ciertas instrucciones que leí en un blog de Scrap -, y segundo, porque he descubierto que me encanta dibujar sobre hojas de papel escritas, y pienso hacerlo en más ocasiones y en distintos colores. 

Así, pues, que pasen un domingo muy agradable, tanto si celebran esta fiesta de San Valentín, como si no. 

Sean felices.