Convivían sin estar casados, tenían dos hijos en común y llevaban muchos años alejados de
Dios. En esta situación, y a raíz de la conversión de él, decidieron dar un vuelco a sus vidas. Deseaban casarse, pero
José María llevaba nueve años con un proceso de nulidad abierto. “Vi claramente que no obtendría la nulidad matrimonial si no apostaba al cien por cien por el Señor”.
Es uno de esos renglones torcidos que solo Dios puede enderezar un día. Se conocieron en una cena con amigos en casa de él y enseguida se enamoraron. A los tres meses,
Paloma Fernández se quedó embarazada y, tras este primer hijo, el segundo no se hizo esperar mucho. Así que, cada uno por su lado, iniciaron su proceso de nulidad y, aunque el de ella se resolvió rápidamente de forma favorable, el de él permaneció parado durante nueve años. A lo largo de ese tiempo, sus vidas transcurrían con normalidad. Habían recibido una educación cristiana, pero no tenían una fe activa, vivían con sus dos hijos, tenían trabajo; aparentemente todo iba bien y nada les faltaba.
Pero algo pasó un día que cambió radicalmente sus vidas. “Yo tenía muy buena formación cristiana, mis padres eran supernumerarios del
Opus Dei, pero, por cosas de la vida, yo fui en dirección contraria. Estuve al borde, si no en el mismo abismo, pese a tenerlo todo a nivel material: un buen trabajo, una buena casa, un buen coche
..., no tenía problemas. Pero el 5 de agosto de 2009, sin quererlo ni buscarlo, el Señor me hizo ver que, si seguía como estaba, iría derecho al infierno, y empecé a llorar como un recién nacido”. “Sufría por primera vez en mi vida por haber agraviado al Señor con mis innumerables pecados. Era como si me hubiesen desgarrado el alma con amor, pero también con un terrible dolor”.
Tras esta tumbativa conversión, José María habló con
Paloma: “Tenemos que confesarnos”. Y así, al día siguiente, sin esperar un minuto más, acudieron a una iglesia para recibir el sacramento del perdón por primera vez después de quince años sin pisar un confesionario.
A partir de este momento,
José María y Paloma decidieron dar un giro a sus vidas y, entre otras cosas, empezaron a vivir como hermanos, bajo el mismo techo para seguir cuidando de sus hijos, pero durmiendo en habitaciones separadas, sin mantener relaciones sexuales, “luchando por hacer la voluntad de Dios”. “Fue un tiempo duro, pero, a la vez, lleno de gracias”.
La primera de ellas fue que el sacerdote que los confesó conocía al decano del
Tribunal de la
Rota, por lo que decidió llamarle para preguntarle por qué el proceso de nulidad de José María llevaba tantos años guardado en un cajón y averiguar cómo se podía reactivar
. “. “Mientras estábamos esperando la resolución del proceso de José María, era importante vivir sin tener relaciones, porque eso era decirle a Dios que queríamos estar con Él, que le poníamos a Él por delante”, añade Paloma. De esta manera, sin saber cuánto duraría el proceso o si realmente este se resolvería de forma favorable, decidieron poner a Dios en el centro de sus vidas, aunque esto supusiera una fuerte renuncia personal. Comenzaron a rezar todos los días el
Rosario con sus hijos –práctica que continúan haciendo hoy en día–; descubrieron la figura del Padre Pío y empezaron a rezar su novena diariamente; se reunían con frecuencia con un sacerdote que les ayudó durante todo este tiempo; acudían a confesarse con asiduidad, y, tras muchos años alejados de la Eucaristía, volvieron a comulgar. “Cuando estábamos viviendo al margen de Dios, en pecado mortal, ni se nos ocurría ir a comulgar. Dentro de nuestro pecado y estando apartados de Dios, tuvimos la gracia de poder discernir que no podíamos comulgar porque no queríamos cometer un sacrilegio de forma consciente”, explica él. Pero tras su conversión (y la de Paloma, puesto que la una fue seguida de la otra) y su cambio radical de vida, pudieron, de nuevo, acercarse a este sacramento. “Después de tantos años, cuando ya pudimos recibir la Eucaristía, fue como si volviéramos a hacer la Primera Comunión. Nos cambió todo. Esto nos sirvió para valorar más la Eucaristía”.
Nueve meses más bastaron
Y el día del fallo del tribunal llegó. Después de que el proceso de nulidad hubiera estado parado durante nueve años, de forma inexplicable se concedió la nulidad solo nueve meses después de la reactivación del proceso, justo tras la conversión de José María.
- published: 18 Jul 2015
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