Existe una creencia extendida según la cual hombres y mujeres, al presentar claras diferencias biológicas, deben pensar y actuar de muy distintas maneras. ¿Qué es un hombre?, ¿qué es una mujer?, son preguntas sencillas de responder para un biólogo, pero cuando esas preguntas se plantean en el campo de la psicología o la antropología, las respuestas se tornan complejas. La película "
Lila dice", del director libanés
Ziad Doueiri, se adentra sin miedo en estas cuestiones.
En la ciudad de
Marsella, un muchacho palestino,
Chimo (
Mohammed Khouas), tímido e inseguro, conoce a Lila (
Vahina Giocante), una chica polaca, provocativa y descarada, que habla exclusivamente sobre sexo y que le contará a Chimo todas las intimidades de su vida sexual: sus fantasías, sus perversiones, sus amantes
... Todo lo que Lila dice le resulta fascinante a Chimo, pero las libertinas teorías de ella también hacen que aparezca ante los ojos de Chimo como alguien depravado y vicioso. Lila y Chimo entienden de modo diferente la sexualidad porque conciben de diferente manera lo que debe ser un hombre y lo que debe ser una mujer. Los esquemas arraigados en la mente de Chimo al respecto se podrían resumir con un refrán castellano: el hombre es fuego, la mujer estopa, llega el diablo y sopla.
El hombre, como el fuego, debe estar en movimiento, mientras que la mujer, como la estopa, debe permanecer estática, esperando que ese fuego actúe sobre ella para consumirse en las llamas de la pasión. En definitiva, para Chimo el hombre es el que posee el deseo sexual e, impulsado por él, debe actuar: acercarse, cortejar y hacer el amor a la mujer. La mujer, por su lado, debe tener una actitud pasiva, de espera ante la actuación masculina; su papel se reduce a aceptar o no el deseo del hombre, dándose por supuesto que su deseo sexual es mínimo o no existe. Esta teoría defiende que las formas de actuación de hombres y mujeres dependen de la biología (la constitución física, los genes, las hormonas, la organización cerebral...), la cual impulsaría a los hombres a ser activos y a las mujeres a ser pasivas en la mayoría de sus conductas. Todo lo que no encaja en esta doctrina suele marginarse, considerarse en mayor o menor grado antinatural, desviado y anormal. Así, un hombre pasivo o una mujer activa serían valorados como personas degeneradas.
La aparición del personaje de Lila en la vida de Chimo hará añicos todas esa teoría del fuego y la estopa que él asume sin haber cuestionado nunca. La protagonista propiciará que lo que habitualmente se consideran roles masculino y femenino se inviertan. Lila actuará como un hombre y Chimo como una mujer. Él adquirirá un papel pasivo al dejarse seducir por ella, que será la que dirigirá, manipulará y cortejará al muchacho interesándole por aquello en lo que la curiosidad del ser humano nunca queda satisfecha del todo: el sexo.
La pasividad de él y la actividad de ella se muestran físicamente en las escenas más importantes del film: en el comienzo de la relación, Lila exhibe su vulva ante Chimo en un columpio, balanceándose hacia atrás y hacia adelante mientras él permanece estático, hipnotizado ante lo que esconde su falda. Más adelante Lila masturba a Chimo, mientras él es incapaz de moverse, puesto que está conduciendo una motocicleta y debe concentrarse en no caerse. En la escena que nos ocupa, Lila le cuenta a Chimo que la noche anterior ha soñado que se acostaba con cien hombres y que todos tenían la misma cara que él; mientras le dice esto da vueltas alrededor suyo montada en la motocicleta, permaneciendo Chimo inmóvil y petrificado en el centro de esa órbita que ella describe.
Pero el movimiento de Lila, su actividad, no se limita en la película sólo al ámbito físico, sino que se extiende al psicológico, pues es ella la que siempre comienza a hablar, la que dirige las conversaciones, la que hace sonrojar a Chimo cuando le cuenta con la inocencia de un niño sus ocurrencias más voluptuosas, la que provoca que él se quede sin palabras, desconcertado...
Lila actúa como un hombre aunque su ropa siempre sea exageradamente femenina, aunque sus arriesgadas minifaldas y sus escotes parezcan indicar que se trata sin ninguna duda de una mujer. Su necesidad de ser el hombre provoca no sólo que actúe como tal en muchos momentos, sino que trate a Chimo como una “mujer”, impidiendo con su carácter impetuoso que él pueda desarrollar algo de su supuesta masculinidad.
La masculinidad, que la cultura obliga a ser entendida como dinámica y arriesgada, se torna aquí borrosa, desvaída, sorprendida ante el hecho de que es Lila el hombre, aniquilada por la evidencia de que esa mujer que tiene frente a sí sólo es una mujer en el plano biológico, pero no encaja en ninguno de los esquemas preconcebidos que él tenía sobre lo que es o debe ser una mujer.
Diego Calleja.
- published: 21 Feb 2015
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