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¡Escucha!
30-noviembre-2012
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Gérard de Leraisse, Alegoría de los cinco sentidos (detalle)

"Vestigios" de Dios. Así los llamó san Agustín. Toda la Creación lleva en sí la huella de su hacedor, de modo que rastreando la belleza del universo es posible descubrir la hermosura de su autor. En un orden superior, la impronta más digna de atención es la que se encuentra en el hombre -en el ser espiritual del hombre-, hecho a su imagen y semejanza.

Algo de Dios, pues, se adivina en la contemplación de sus obras, de modo que ellas mismas constituyen una cierta manifestación de Él. En ellas radica también la fuente de toda religiosidad humana y el misterioso abismo en búsqueda que nos constituye.

Sin embargo, el punto de partida del cristianismo no se encuentra en esas estructuras del cosmos. Hay una intervención peculiar de Dios al interno de su Creación, que da origen a la fe cristiana. El Concilio Vaticano II lo describió así: "Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina" (Dei Verbum n. 2, citado por el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 51).

 
Los tres peldaños
23-noviembre-2012 12:10
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E. Delacroix, Jacob lucha con el ángel (detalle)

En sintonía con el uso natural de la razón, la fe cristiana ha aprendido a hablar de Dios. El Concilio Vaticano I reconocía que "Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana partiendo de las cosas creadas" (Constitución Dei Filius, cap. 2). El Catecismo de la Iglesia Católica extiende en tal convicción está la base del diálogo de la Iglesia "con las otras religiones, con la filosofía y las ciencias, y también con los no creyentes y los ateos" (n.39).

El ascenso de la mente hacia Dios es afirmado ya en el Antiguo Testamento, cuando el sabio asegura que "por la grandeza y hermosura de las criaturas se descubre, por analogía, a su Creador" (Sab 13,5). Lo mismo afirmó san Pablo a los romanos: "Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras, su poder eterno y su divinidad" (Rm 1,20). De ahí seguía el apóstol la denuncia a quienes se estacionaban en la adoración de las creaturas, dando pie junto con ello a un calamitoso desorden moral. Con ello reconocía también que la posibilidad humana de hablar sobre Dios no deja de estar sometida al desorden y a la pérdida de rumbo.

En el itinerario del discurso sobre Dios se suele hablar de tres niveles. El primero es el orden de la "afirmación". Dios ha dejado su huella en el mundo, de modo que las notas metafísicas que encontramos en el cosmos pueden ser aplicadas también a Dios: su verdad, su bondad, su belleza, su existencia misma. Las "perfecciones" del orden creado se encuentran también en el Creador. Aquí se reconoce también el ámbito personal, que más allá de representaciones antropomórficas puede identificar en Dios un ser espiritual, consciente y libre, capaz de relación.

 
Creo en un solo Dios
16-noviembre-2012
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Domenico Fetti, Moisés ante la zarza ardiendo

Es uno. Y es único. Así lo reclama su carácter absoluto, y así lo ha comunicado en su Revelación. En el ámbito de las religiones comparadas, esta nota identifica a las llamadas confesiones "monoteístas".

Pero no se trata simplemente de una afirmación "objetiva", como un contenido más de la información que se puede conservar en una base de datos. Implica, además, el único imán que concentra la comprensión de toda la realidad. Así, "nuestra profesión de fe comienza por Dios, porque Dios es 'el Primero y el Último' (Is 44,6), el Principio y el Fin de todo" (CICat n. 198). Además, todo el Credo habla de Él, pues su afirmación "es también la más fundamental. Todo el símbolo habla de Dios, y si habla también del hombre y del mundo, lo hace por relación a Dios" (CICat n. 199).

Más aún, Él es el único ante el que tiene sentido la inclinación adoradora del creyente. "El Señor, nuestro Dios, es el único Señor", escucha Israel (Dt 6,4). Y de ahí se deriva el polo de atracción total de la existencia: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas" (Dt 6,5).

 
Creo en Dios
09-noviembre-2012
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Gioachino Assereto, Tobías cura la ceguera de su padre

Creo en Dios. Poder usar una palabra para referirlo resulta ya algo admirable. ¿Quién soy yo, capaz de intuir y formular al infinito, al absoluto, al sustento del ser?

Pero no se trata de una simple idea. Los textos de la profesión de fe lo expresan de una manera discreta. "Creer en Dios" no es la expresión de una opinión, ni siquiera de una certeza subjetiva. El "en" castellano traduce la particula "eis" griega y la latina "in", que acompañadas de una palabra en "acusativo" -disculpen el tecnicismo- indica dirección, movimiento. El "en Dios" no identifica sólo un contenido de conciencia, un objeto de conocimiento, sino antes y sobre todo una orientación de la existencia, un rumbo de la vida, un sentido y significado de la realidad toda. Puede ser, por supuesto, objeto de especulación filosófica y de práctica religiosa. Pero su radicalidad trasciende el orden del conocimiento, del deseo y de la experiencia, como una interpelación englobante y totalizadora.

La reflexión humana lo adivina en diversos órdenes. El de la contingencia suele ser ha sido muy socorrido. El descubrimiento de la caducidad puede ser tremendamente desconcertante. Pero no menos admirable es el camino del orden. Cada vez que el hombre logra asomarse con más finura al funcionamiento de la vida, a la constitución del microcosmos, a la grandiosidad del universo, más espontánea brota la percepción de la inteligencia que está detrás de todo aquello. La contundente positividad de la realidad, la afirmación irrevocable que cada cosa hace de sí misma, que señala proféticamente al que por su fuerza y estabilidad la Antigua Alianza podía llamar "mi Roca" (cf. Sal 31,3-4).

 
Una osadía de luz
02-noviembre-2012
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Miguel Ángel, Creación del Sol y la Luna (detalle)

"Son pocos trazos de pinceles gruesos los que usó para el cabello de Dios. El rostro, en cambio, cuida el menor detalle, con pinceladas finísimas. El resultado es extraordinario".

Así nos explicaba el cardenal Antonelli, entonces Presidente del Pontificio Consejo para la Familia, algunas características de los frescos de Miguel Ángel. Un grupo de mexicanos que participó en la organización del VI Encuentro Mundial de las Familias se había congregado en Roma, y por felices coincidencias yo también estaba ahí.

No sé cuántas veces habré estado en ese lugar incomparable, la Capilla Sixtina. La primera vez, siendo aún seminarista, en el verano de 1992. Recuerdo que el Juicio Final estaba aún en restauración. Tengo presente también que por cuestiones académicas no pude asistir años después a una visita guiada que se ofreció durante la asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos de 1997, cuando tuve la gracia de colaborar en la Secretaría. Pero en varias ocasiones había podido volver, por gusto personal o como acompañante de algún turista. Nunca, sin embargo, fue tan afortunada la ocasión como aquella en la que Antonelli en persona junto con el director de los Museos Vaticanos nos introdujeron a esa visita privada, una tarde de primavera de 2010.

 
Creemos
26-octubre-2012
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Fra Angelico, El encuentro de Domingo y Francisco

Desde la antigüedad, la fórmula de la profesión de fe conoce también la versión plural: "creemos". Se trata de la "compañía" de la fe. El Catecismo de la Iglesia Católica lo explica así: "La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros" (n. 166).

La Iglesia nos eslabona en una gran familia de "amigos" en la fe. Se trata de un vínculo profundo, capaz de vencer las contradicciones de las traiciones, las mentiras y los fracasos. Nexo tan sólido que no puede sino provenir de lo alto. Se encuentran en él "padres" en la fe, "hermanos" y aún "hijos" en la fe. En su cauce nos alcanzan personas que desde lo más remoto de su propio testimonio vivieron situaciones afines que nos tocan y conmueven. ¡Sabe Dios a cuántos no llegarán también las ondas discretas de nuestro propio andar!

El evangelio de san Marcos dice, a propósito de los Doce, que los llamó "para que estuvieran con él" (3,14). Muchos piensan a la Iglesia como una gran institución. Aunque en la historia queda su huella en tal orden, su naturaleza más profunda tiene que ver con esa peculiar comunión entre seres humanos derivada de su relación con el Señor que reconocen por la fe. Y no me refiero al intercambio misterioso de bienes espirituales que puede darse entre desconocidos. También eso está incluido en la "comunión de los santos". Pero lo entiendo en primer lugar con el rostro concreto de aquellos que nos hablaron alguna vez de Dios, quienes nos enseñaron a rezar, quienes dirigieron nuestra atención a la elevación eucarística; quienes nos enseñaron el catecismo; quienes repitieron dulcemente a nuestros oídos, como parte del arrullo maternal, la expresión de confianza en Dios y sus ángeles; quienes con su testimonio abrieron horizontes nuevos y encauzaron la propia experiencia del descubrimiento de la fe.

 
Creo
19-octubre-2012
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Raffaello Sanzio, Santa Cecilia (detalle)

La primera palabra es "creo". Ha resistido sin mancillarse al "único ateo que me es posible concebir con seriedad radical", el que "habita en mí, creyente, porque sólo quien cree en Dios y ha hecho experiencia de su amor, puede también 'saber' qué significa Su negación y qué infinito dolor comporta su ausencia" (B. Forte, Confessio theologi, Nápoles 1996, 9).

No es, por lo tanto, la ingenuidad del primer rezo. No es tampoco una apuesta pascaliana. Es una certeza indescifrable, una alegría discreta que acompaña todo el camino, una espina en la carne que dice "siempre más", una pregunta insaciable que intuye la respuesta eterna.

Lo expreso públicamente, sin arrogancia ni violencia: Creo. Sé que es un don, pero también que es algo tan mío como yo mismo. Creo en Dios, en Jesucristo, en su Iglesia. No ignoro las objeciones, las tensiones, las contradicciones. Bastante me he podido ocupar de sus insidias. Pero hay algo mayor a todas ellas, una certeza anterior que me hermana con todos los hombres en búsqueda.

 
En la puerta del Año de la fe
12-octubre-2012 20:56
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Hace cincuenta años, el 11 de octubre de 1962, tuvo lugar la solemne apertura del Concilio Vaticano II. En aquella ocasión, el Santo Padre Juan XXIII, conocido como el "papa bueno" y hoy reconocido beato por la Iglesia, pronunció un célebre discurso. En él, exponiendo la original motivación que había tenido al convocar un concilio ecuménico, señalaba así el servicio que el mundo puede esperar de la Iglesia:

"La Iglesia Católica, al elevar por medio de este Concilio Ecuménico la antorcha de la verdad religiosa, quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para con los hijos separados de ella. Así como Pedro un día, al pobre que le pedía limosna, dice ahora ella al género humano oprimido por tantas dificultades: 'No tengo oro ni plata, pero te doy lo que tengo. En nombre de Jesús de Nazaret, levántate y anda' (Hch 3,6). La Iglesia, pues, no ofrece riquezas caducas a los hombres de hoy, ni les promete una felicidad sólo terrenal; los hace participantes de la gracia divina que, elevando a los hombres a la dignidad de hijos de Dios, se convierte en poderosísima tutela y ayuda para una vida más humana; abre la fuente de su doctrina vivificadora que permite a los hombres, iluminados por la luz de Cristo, comprender bien lo que son realmente, su excelsa dignidad, su fin. Además de que ella, valiéndose de sus hijos, extiende por doquier la amplitud de la caridad cristiana, que más que ninguna otra cosa contribuye a arrancar los gérmenes de la discordia y, con mayor eficacia que otro medio alguno, fomenta la concordia, la justa paz y la unión fraternal de todos" (Discurso Gaudet Mater Ecclesia, n.7).

El Papa Benedicto XVI ha querido conmemorar aquel acontecimiento convocando un Año de la fe. Ante una "profunda crisis de fe que afecta a muchas personas", "no podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5,13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4,14)" (Carta apostólica Porta fidei, nn. 2 y 3).

 
Las propuestas
05-octubre-2012 12:52
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Códice Mendocino

La cuarta parte de la Carta "Educar para una nueva sociedad" aterriza su consideración sobre la historia de la educación en México y su situación actual, así como su reflexión sobre la naturaleza de la educación, presentando diez propuestas "que buscan motivar compromisos y tareas para que todos podamos encontrar un rumbo eficazmente orientado hacia la educación integral de las personas y de las comunidades" (n. 59).

La primera retoma el principio personalista: "Recuperar la centralidad de la persona". Y especifica: "La persona humana, es decir, el ser humano concreto aquí y ahora, es el fundamento y destino de toda política y acción educativa. Por ello no es posible prescindir de la persona bajo ninguna circunstancia". Advirtiendo que no debe ser instrumentalizada bajo ningún pretexto, la propone como "parámetro y norma para realmente verificar si la educación es verdadera" (n. 60). Toda institución debe subordinarse a la persona del educando y ponerse a su servicio.

La segunda pide "asegurar una educación integral y de calidad para todos". Considera en particular la deuda histórica que se tiene con el mundo indígena y el ámbito rural (cf. n. 61).

 
Pero ¿qué es educar?
28-septiembre-2012 21:29
Comentarios: 14        Lecturas: 25553

 
 
Códice florentino

A propósito del reciente documento del episcopado mexicano sobre la educación, al que me referí en la entrega pasada, surgía espontánea la pregunta: Pero ¿qué es educar? El texto aborda la cuestión en su tercera parte, en un desarrollo que integra la mejor herencia de la reflexión cristiana sobre el tema.

Es un hecho que toda teoría educativa requiera una teoría sobre el ser humano. En la medida en que dicha antropología corresponda con lo que el hombre es, favorecerá un adecuado proyecto educativo. La opción del documento es el personalismo, con un acento en el que se percibe la influencia de Karol Wojtyla (Juan Pablo II, en su tiempo como filósofo) y Don Luigi Giussani.

La perspectiva personalista implica poner en el centro de la actividad educativa a la persona. Se trata de un enfoque oportuno, por lo que implica en nuestro contexto contemporáneo. También el Compendio de Doctrina Social Cristiana ha seguido un rumbo semejante. Se puede reconocer la originalidad y la libertad de la persona -acentos reconocidos y defendidos justamente en nuestra cultura- pero sin sacrificar la relación y la responsabilidad, sin encerrar al hombre alejándolo de los demás y sin dejar de pedirle que participe en la construcción común del orden social.



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Acerca del autor
 
Julián López Amozurrutia

Este espacio anhela ser una búsqueda compartida. Juan Pablo II decía que tenemos que dar el paso “del fenómeno al fundamento”. En el fundamento hay siempre buenas noticias: la de la vida humana, la de la dignidad de la persona, la de su trascendencia. Porque la realidad se nos presenta como un conjunto de VALORES por descubrir; porque la persona humana puede cultivarse en la VIRTUD; porque la mente se eleva hacia la VERDAD.

Soy ciudadano mexicano, discípulo de Jesucristo, sacerdote católico. Hoy tengo la bella misión de acompañar como rector a los jóvenes que se preparan en el Seminario Conciliar de México.

Página personal: www.amoz.com.mx Twitter

 
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