Todo un tema, momento de alegría donde al parecer se ha alcanzado la máxima felicidad a la que una pareja, por lo menos una mujer, puede aspirar: ¡se casa!
Platicando ayer con una maestra, me contaba algo que inevitablemente me puso a pensar. Resulta que una colega suya se puso a dieta para lucir espectacular en su vestido de novia. Perdió mucho peso y era muy feliz. Su boda la tenía tan motivada que se cuidaba al extremo de la obsesión.
De esto se fueron dando cuenta sus alumnos y las mamás de sus alumnos y las hermanas de sus alumnos y todo mundo. Total, que desató una ola de personas a dieta con tal de verse tan bien como ella (claro, igual y si ella se casa por ser flaca, las demás a lo mejor consiguen, al menos, un novio).
Miedo a caminar por la calle, miedo a que nos hagan algo, miedo a que nos roben, a que nos vean la cara, a que nos mientan, a que nos regañen o maltraten, miedo a tener y a no tener. El tema es que vivimos, desde muy niños, con miedo. Con el afán, surgido del mismo miedo, de protegernos y proteger a nuestros seres queridos, infundimos y transmitimos miedo. Sin querer, pero así es.
Miedo a comer, miedo a no comer, miedo a excedernos, miedo a quedarnos cortos, miedo a engordar, miedo a no gustar, miedo a no poder, miedo a no caber. La cosa es miedo.
Mis pacientes me dan de que escribir semana a semana, podría subir un texto diario sólo contándoles historias del consultorio. Gracias, de verdad gracias.
En la semana se publicó en diarios de circulación nacional la fabulosa nota de que Felipe Calderón rodó más de 60 kilómetros en Cozumel. ¡Sí! se subió a una bici y acompañado de ejecutivos y ciclistas recorrió una nueva carretera en el puerto, sitio que considera debe ser el destino de quienes disfrutamos hacer ejercicio y el paraíso de los triatletas y Ironman.
En realidad he escuchado otras veces que si los destinos turísticos, que si debemos fomentar el deporte, que si hay lugares maravillosos que nos estamos perdiendo, bla bla bla pero dónde la nota llama mi atención es en el hecho de que el mismísimo presidente tenga tiempo para hacer ejercicio. Eso, comparado con los mortales como uno que encontramos una bola de razones y pretextos para no hacerlo, para no movernos.
Si bien los seleccionados nacionales que estuvieron con el viven, como sea que lo hagan, del deporte y es lógico que estén ahí, me llama la atención que directivos y ejecutivos en unos puestos de tremenda responsabilidad y ocupación, se den el tiempo para entrenar. Alguno va a un Ironman, otro hace tenis, uno más quizá corre o camina pero finalmente algo hacen.
¿Te preocupa que en estas fiestas (y tantas otras) tus hijos coman muchos dulces? A mi también.
Resulta que por una cuestión misteriosa a los niños les encantan las paletas de colores brillantes, texturas pegajosas, formas irreverentes. Les atraen los chicles y chiclosos que no los dejan ni hablar de la cantidad de saliva que les hacen producir. Las pastillas ácidas, los polvos que explotan o pican o hacen que les lloren los ojos o se les rompa la hiel.
Y por una cuestión todavía más misteriosa los adultos hablamos pestes de ellos pero se los regalamos a otros niños en fiestas, reuniones y festejos. Eso sí, bajo el entendido de que pueden comer pocos, a veces y sólo después de haber comido lo que deben comer.
Un día cualquiera, cita en el consultorio, paciente nuevo:
El dice: pesaba 120 kilos y me harté de estar gordo y sentirme mal, me puse a dieta y cuando baje a 110 decidí comenzar a correr. Empecé con 3 kilómetros, aumenté a 5 y de ahí, como vi que perdía peso, me emocioné y subí a 10k, 15k, 21k y llevo 2 maratones corridos (para los que no saben, un maratón son poco más de 42 kilómetros).
De ahí, me cuenta que quiere correr algunos 10k lo que queda de este año en preparación para otro maratón a principios de 2013. El cree, después de todo esto, que sería buena idea checar su salud con un médico del deporte, quizá hacer una prueba de esfuerzo, análisis de sangre, presión arterial, etc.
No están ustedes para saberlo ni yo para contárselos pero hoy pasé todo el día en el hermoso Palacio de Minería, en el centro histórico de la ciudad. Ahí estaremos tres días escuchando ponencias de quienes más saben de nutrición deportiva, es el congreso Con Ciencia de Gatorade Sport Science Institute.
Después de escuchar a los conferencistas llego a casa dispuesta a escribir este texto y, por más que pienso, mi mente sólo regresa a una misma idea: la cantidad de información que hay y que se genera segundo a segundo y la cantidad de desinformación a la que estamos expuestos.
Más preguntas, más mitos, más confusión. Estamos expuestos a tanta información que muchas veces ya no sabemos ni que creer y tantas otras no nos damos a la tarea de investigar, nos parece fácil tomar como fuente científica artículos de divulgación que aparecen en revistas comerciales y que muchas veces difunden mal o incompleta la información.
Platicando con un paciente, adorado por cierto, me ayudó a dame cuenta de algo: confundimos cansancio con tristeza y tristeza con ganas de comer, por lo tanto, cuando estamos cansados, comemos.
Nos dimos cuenta de esa asociación cuando me contó que estaba pasando por un día difícil donde había dormido poco y se sentía triste, con ganas de comer más y apapacharse. Sentía la necesidad de consentirse con comida aunque después le dieran remordimientos.
Pensando en él y en tantos a los que nos ha pasado algo similar (o nos pasará), es que me dí a la tarea de investigar un poquito y sí, hay una explicación científica al tema, lo cual me dio paz. Se las quiero compartir.
Una vez más me pasó: llegó esta semana una paciente al consultorio muy preocupada por su peso, diciéndome que ha hecho de todo y no ha podido bajar.
A la hora de hacer la historia clínica y que me contó todo lo que ha hecho pude darme cuenta que su de todo no era tan de todo como ella cree.
Claro, ha intentado todas las dietas milagro, ha comprado todos los productos que anuncian en la tele y venden por catálogo, ha visitado a cuanto doctor, bariatra, homeópata que le han recomendado. Claro, nada le ha funcionado o más bien nada de lo que ha hecho la ha llevado a estar en el peso que quiere estar. En un principio baja un poco y después sube ese poco y más.
¿Se acuerdan que les conté que había iniciado un plan de 30 días con los productos Isagenix? Pues les comparto mi veredicto, cómo me fue.
Antes que nada quiero que sepan que no trabajo para nadie, no le rindo cuentas a nadie y mi pluma es completamente libre en este espacio. Por ello me siento con la confianza de contarles las cosas que les platico, con la tranquilidad de saber que es sólo para que estén informados y tomen mejores decisiones.
Hoy termino el reto con los productos y quiero compartirles mi experiencia, que sepan bien: ¡no es ciencia! Para que lo tomen como lo que es, una anécdota.
Estudié Comunicación en la Universidad Iberoamericana y ejercí varios años. Descubrí el deporte y me volví adicta. Ello me llevó a la nutrición y cursé el Diplomado de Nutrición y Antropometría aplicados al deporte y la licenciatura de Nutrición y Ciencia de los Alimentos. Cursé una especialidad en Trastornos de la Conducta Alimentaria y otra en Suplementación para deportistas. He dado asesoría a deportistas y personas con actividad física de cualquier nivel así como pláticas, cursos y conferencias de nutrición.
Tengo un consultorio donde aplico mi filosofía de combinar nutrición y comunicación: creo en la educación, en la importancia de aprender a comer para tomar buenas decisiones, creo que la comida es un bagaje cultural, es uno mismo. Mi propuesta es que sea la última vez que vuelves a empezar, que te sientas apoyado hacia el logro de tus objetivos. Comer sano no es una dieta, es un estilo de vida. Estoy dispuesta a colaborar contigo para que te des cuenta que sí se puede. Visita solsigal.com o marca al 56581558
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