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Carolina Rocha Menocal

Razones para aullar...



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04 de noviembre de 2012

La idea no me pareció descabellada. Si los perros nos acompañan a lo largo de la vida, ¿por qué no hacerlo a lo largo de la muerte? En el sureño hogar se desató la discusión frente al altar de muertos. Mambo, mi querido rottweiler y mi primer perro de manera formal, tendría que ocupar un lugar especial entre las flores de cempasúchitl, el pan de muerto, el papel picado y un kilo de mandarinas porque si algo disfrutó ese perro en vida fue aquella fruta que devoraba gajo por gajo. Si los Egipcios momificaban a sus mascotas y los enterraban junto al cuerpo de quien fuera su amo, nadie podría ofenderse al encontrar la foto del Mambo reinando sobre el altar de muertos del sureño hogar. De hecho, los aztecas también se hacían enterrar con sus canes, pues, fieles a sus amos, les acompañaban y guiaban en el largo viaje al Mictlán, la tierra de los muertos por ‘muerte natural’. Así que, enfundada en ese par de argumentos, desactivé el ojo crítico de mi perrucho de dos patas o amorcito humano por citarle de algún modo.

Resulta que el personaje en cuestión niega abominar a los perros pero reconoce que le gustan a gran distancia. Diría yo que su relación con la perrada es casi nula. De hecho, querido fabuler@, hasta los grilla: que si ya rayaron su auto, que si sus colas devastan todo tras de sí. Aunque no lo expresa en voz alta, sus cejas claman frenéticas auxilio cuando las babas caninas amenazan por cercanías.

Insiste en que eso de llamar a los perros con nombres humanos es un desplante y parece no entender el por qué de mi devoción perruna.

Por ello, mientras arreglaba el pequeño altar, decidí emprender mi propia cruzada a favor del can.

¿Por qué es importante tener perro? Solté al aire. El perro es amor, compañía, amistad, lealtad, fidelidad y todo aquello que uno aprecia en quien se ama pero sin las desventajas de la relación humana. ¡Zas!

Y que en ese instante se le encienden los ojos, ávidos de que la que escribe desarrollara a cabalidad su hipótesis. No es que su Adelita se declare experta en el tema, pero esto de fabular la ha convertido en una escrutadora de la internet y de cuanta revista o panfleto perruno que aterrice en sus manos. De hecho, si uno googlea ‘razones para tener perro’ en la red se encuentra con poco más de 8 millones de posibles respuestas y, no es por nada, pero si uno escribe en vez ‘razones para tener novio’ la cifra desciende a escasos 5 millones de sitios dispuestos a argumentar a favor.

Sin afán de exagerar, no existe científico en el mundo que niegue los beneficios de la ‘perrapia’. Sí, varios estudios ‘serios’ (al menos en apariencia pues) indican que ‘el contacto frecuente con animales domésticos agrega al menos un año a las tasas de supervivencia de la cardiopatía coronaria’ o traducido al español el perro es bueno para la salud. Mientras que, querido fabulero, los noviazgos y matrimonios son buenos, pero para el sector de la salud que se embolsa millones y millones de pesos y lágrimas en terapias de diván o terapias de pareja. Su Adelita se lo firma. Es más factible que el ‘hasta que la muerte nos separe’ se materialice con un perro que con la media naranja.

Pero ahí no para la cosa. El perro sí escucha. El perro no habla. El perro no censura si engordas. El perro sí pide un paseo, pero no que lo lleves de compras. El perro festeja tus desavenencias. El perro no critica. El perro no compite. El perro no juzga. El perro no se enoja cuando llegas tarde, por el contrario, mueve la cola y festeja. El can no se empalaga de caricias, pero de ser necesario, se conforma con una. El perro no intensea sobre tu apariencia. El perro no pregunta si lo amas. El perro no ladra una cosa y hace otra. El perro es fiel. El perro no veta a tus amigas.

En ese punto, querido fabulero, mi perrucho de dos patas salivaba. El perro ante sus ojos se elevaba. De pronto la idea de convivir más intensamente con la perrada lucía menos descabellada.

En ese momento rematé: el perro no invita a su ‘madre’ a pasar el día en casa.

¡Sopas! Con ese argumento su Adelita había ganado la batalla.

Tanto que el recién convertido adorador de perros tomó en sus manos la foto del Mambo y la besó. Luego me tomó de las manos, puso sus labios en la frente Adelina y se despidió.

¡¿Cómo?!

Me llevo a Canuta, dijo muy serio, he decidido hacerme de una perra y deshacerme de una novia. La que escribe tardó en recuperar el habla. Y luego meditó. Que no ves que los perros no hablan, mejor ponte a ladrar.

Fin…

PD: Su Adelita y el perrucho de dos patas aúllan de risa cada que se apersona Canuta.

Moraleja: las comparaciones no solo son odiosas, son peligrosas.



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