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Juez chileno acusa a ex oficial de EE.UU. por homicidio de periodistas estadounidenses

Por Bill Van Auken
15 Diciembre 2011

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La semana pasada en Chile, un juez formuló cargos contra un oficial retirado de la Armada de los Estados Unidos en relación al arresto, tortura y homicidio de los periodistas estadounidenses Charles Horman y Frank Terrugi, en los días posteriores al golpe militar respaldado por la CIA y liderado por el general chileno Augusto Pinochet, que derrocó al gobierno del presidente Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973.

El juez Jorge Zepeda ha acusado al capitán (r) Ray Davis de facilitar a la policía secreta chilena con información que condujo al secuestro y homicidio de Horman y Terrugi, y de no haber impedido los crímenes. Al momento del golpe, Davis era el comandante de la misión militar en la embajada de EE.UU. en Santiago. El juez pidió a la Corte Suprema la extradición de Ray Davis de los Estados Unidos.

El homicidio de Horman y Terrugi, ambos partidarios del gobierno de Allende, formó parte de una feroz ola de represión en que decenas de miles fueron torturados y ejecutados, y otros cientos de miles fueron exiliados a la fuerza por una dictadura respaldada por los Estados Unidos que gobernaría el país por 17 años.

Este crimen se dio a conocer al público en general en los Estados Unidos y en el extranjero gracias al estreno en 1982 de la película Missing de Costa Gavras, en que se dramatizaba la búsqueda del padre de Horman por su hijo y su comprensión final de que el gobierno de los Estados Unidos había tomado parte en su homicidio.

Horman y Terrugi trabajaron como periodistas independientes para la Fuente de Información Norteamericana (FIN), que era favorable al gobierno de Allende. Horman también trabajó como guionista para la empresa cinematográfica estatal de Chile. Se informa que al momento de su muerte se encontraba investigando la participación de los Estados Unidos en el golpe que derrocó al gobierno Allende y llevó a su muerte.

En su acusación, Zepeda afirma que agentes estadounidenses habían tildado de “subversivo” el trabajo de Horman para la cinematográfica chilena, un cargo reiterado por los agentes de la policía secreta chilena que lo secuestraron, torturaron y asesinaron. También afirma que “hay presunciones que luego de las operaciones encubiertas que (Davis) cumplía en Chile, diseñadas en contra de Charles Edmund Horman Lazar, decide no anular la voluntad de los autores materiales de la muerte de éste, no obstante tener la posibilidad de hacerlo.”

La acusación indica que debido a su “coordinación con los agentes del Estado de Chile,” Davis estaba en “posición...[de] prevenir el homicidio.”

Esta acusación se corroboró previamente con los documentos liberados el Departamento de Estado de los EE.UU. en 1999. Uno de ellos, un memorándum de 1976 redactado por funcionarios del departamento, tildaba de “molesto” el caso Horman por la atención mediática y las investigaciones del congreso. El memorándum afirmaba que la junta chilena tenía razones para pensar que “este estadounidense podría ser asesinado sin repercusiones negativas por parte del GEU [Gobierno de los Estados Unidos].”

A esto sumaba: “El servicio de inteligencia de los EE.UU. puede haber jugado un rol lamentable en la muerte de Horman. En el mejor de los casos se limitó a facilitar o confirmar información que ayudó a motivar su muerte por parte del GDC [Gobierno de Chile]. En el peor de los casos, el servicio de inteligencia de los EE.UU. conocía las sospechas del GDC sobre Horman y los oficiales estadounidenses no hicieron nada por poner freno a la conclusión lógica de la paranoia del GDC.”

Esto minimiza deliberadamente la verdadera participación de los Estados Unidos, que incluyó la entrega a la agencia de policía secreta chilena DINA de la información que avivaría la “paranoia” de la junta y coincidió con esta agencia en que las actividades de Harman eran “subversivas”, bajo condiciones en que se estaba deteniendo, torturando y fusilando a decenas de miles de supuestos subversivos.

A los 38 años del homicidio de Harman, sólo se ha liberado un pequeño número de documentos de la CIA y de las fuerzas armadas de EE.UU., los que además están fuertemente censurados. Sin embargo, hay evidencia sustancial de que agentes de la CIA y las FF.AA. de los Estados Unidos tenían sus propias razones para respaldar la ejecución de Horman.

Horman conoció a Davis en Viña del Mar, una ciudad turística próxima a la ciudad portuaria de Valparaíso, durante el golpe. Davis condujo al estadounidense de 31 años de vuelta a Santiago el 15 de septiembre. Posteriormente se le arrestó en su hogar. En apariencia, este encuentro no fue casualidad, ya que los servicios de inteligencia estadounidenses habían estado observando las actividades de Horman y Terrugi en el período anterior al golpe.

Valparaíso sirvió de base a los conspiradores chilenos del golpe militar y también a los oficiales militares y de inteligencia estadounidenses que los apoyaban. En su estadía en Viña, Horman se contactó con varios agentes estadounidenses y tomó detallados apuntes que documentaban el rol -vigorosamente negado por Washington- de los Estados Unidos en el derrocamiento del gobierno de Allende.

Zepeda, quién se hizo cargo de la investigación hace ocho años, también presentó acusaciones contra un general chileno en retiro, Pedro Espinoza Bravo, por los homicidios. El brigadier Espinoza era el segundo a cargo en la infame policía secreta DINA de la junta. Se le acusa de participar directamente en la interrogación de Charles Horman en las oficinas del Ministerio de Defensa, previo a su homicidio.

Espinoza ya fue declarado culpable y sentenciado a una condena en prisión de sólo cinco años por su papel en la organización del asesinato en 1976 de Orlando Letelier, quién sirvió como ministro de Relaciones Exteriores, ministro de Defensa y embajador ante los Estados Unidos bajo el gobierno de Allende. Letelier y su ayudante estadounidense Ronni Moffit fueron muertos por una bomba puesta en su automóvil por agentes chilenos. El General Manuel Contreras, el director de la DINA, testificó el 2005 que la CIA apoyó directamente el asesinato de Letelier.

Otro ex oficial de inteligencia chileno, Rafael Agustín González Verdugo, fue condenado en conexión al caso. González testificó que se interrogó y torturó a Horman en el Ministerio de Defensa antes de su ejecución. Posteriormente, se trasladó su cadáver en numerosas ocasiones impedir su descubrimiento.

Frank Terrugi habría sido llevado de su hogar en Santiago al Estadio Nacional, el que se utilizó como campo de concentración para más de 10.000 prisioneros políticos en los primeros días del golpe. Terrugi murió fusilado entre el 21 y 22 de septiembre, como muchos otros de los detenidos en el Estadio.

Es poco probable que el gobierno de Obama extradite a Davis o a ningún otro oficial implicado en el homicidio de Horman y Terrugi, ni los otros crímenes masivos cometidos en Chile. Gobierno tras gobierno ha defendido al ex secretario de Estado Henry Kissinger de las peticiones de extradición que han formulado los fiscales chilenos por su participación en el golpe y su apoyo a la represión subsiguiente.

El mismo Obama nombró a Jeffrey Davidow como su consejero en jefe en la Cumbre de las Américas el 2009 en Trinidad. Durante el golpe de 1973, Davidow operaba como oficial político de la embajada en Santiago -un cargo que comúnmente sirve de pantalla para agentes de la CIA- y estuvo él mismo involucrado en el caso Horman.

En Chile, la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos emitió un comunicado en apoyo a la acusación de Jorge Zepeda en contra del ex oficial estadounidense. “Esto es importante si en el mundo se empieza a establecer jurídicamente lo criminal que han sido los gobiernos de Estados Unidos, lo responsable que han sido de los genocidios en distintos países del continente”, expresó la presidenta de la agrupación, Lorena Pizarro.

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